La
huelga general de ayer 14N ha sido un rotundo éxito. Millones de trabajadores,
desafiando el chantaje de los piquetes empresariales y las mentiras del
gobierno de la derecha, hemos dado una nueva lección de fuerza, combatividad y
firmeza en la defensa de nuestros derechos y conquistas sociales. El rechazo
contundente a las políticas económicas antisociales de Rajoy, así como a su
fraude electoral comprometiéndose a hacer todo lo contrario de lo que está
haciendo, se ha manifestado en cientos de polígonos industriales, en las
empresas de la automoción, del metal, en la construcción, los transportes, en
los mercados centrales de las grandes ciudades, en la energía, en las
televisiones públicas, en la enseñanza pública, la sanidad, la administración
local, autonómica y estatal. Una acción masiva y militante que demuestra la
conciencia de la clase obrera y la juventud de todo el Estado y que deslegitima
a un gobierno postrado ante la gran banca, los poderes económicos y los patronos.
La
unidad de acción sindical ha tenido efectos extraordinarios en el seguimiento
masivo de la convocatoria, espoleada por la percepción de que este gobierno ha
declarado una guerra sin cuartel contra la mayoría de la población, los
trabajadores, los parados, los jóvenes, los jubilados…La convocatoria realizada
por CCOO y UGT y por cerca de 200 orgabizaciones sociales y el resto de
sindicatos, ha llenado de entusiasmo y confianza al movimiento obrero. Los
datos, tanto los ofrecidos por las centrales sindicales como los aportados por
numerosos medios de comunicación, (excepción hecha de la “caverna” mediática)
señalan un triunfo inequívoco de la huelga general en la mayoría de los
territorios.
Entrar
en el mareante juego de cifras en el que se mueven siempre en este tipo de
convocatorias el gobierno y los sindicatos sería simplemente absurdo. Prefiero
quedarme con la percepción que cada uno de los militantes de izquierdas que
ayer salimos a las calles pudimos desarrollar por nosotros mismos. Y esas
sensaciones, además de los datos objetivos que nos proporcionan las mediciones
no manipuladas ni sesgadas, demuestran que la jornada de ayer estuvo a la
altura de, como poco, la huelga de 2002 contra el gobierno de José María Aznar.
¿Qué mas da si ha tenido un seguimiento del 78%, como dicen los sindicatos, o
de un 80 o un 60%? Lo importante es que ayer, como se esperaba pese a los
agoreros, la clase trabajadora volvió a ponerse en pie contra la reforma
laboral, y, en general, contra las políticas de recortes antiobreras impulsadas
por este gobierno al servicio del capital.
Y
es que no se puede uno emborrachar de victoria porque esa borrachera es más
peligrosa y afecta a más gente de golpe que la del alcohol. En los últimos
meses ha afectado a PP y CIU, especialmente, al haber hecho un barrido
electoral frente a contrincantes en decadencia. Al PP las victorias del 22 de
mayo y 20 de noviembre del 2011 les destaparon el tarro de las peores esencias
y, en algunos casos, aspectos de lo más siniestro de la derecha: la contra
reforma laboral más despiadada con los asalariados/as; decisiones contra la
mujer como las que toma el "moderado" Gallardón para hacerlas más
mujer; el recorte de más derechos laborales y sociales; actitudes que fomentan
los movimientos de meapilas, que sacan a la luz sus reivindicaciones; las
formas más reaccionarias al estilo de aquella que defendía el concejal del PP
para que se quitaran los hijos a los comunistas y evitar que fueran maleados;
o, para no agotar la lista, la persecución a la que es sometida Pilar Manjón
por parte de dirigentes y fans del PP.
El
29M fue una importante jornada de huelga y grandes manifestaciones en toda España,
y el 14N la ha revalidado, poniendo encima de la mesa unas claras
reivindicaciones y exigencias. Inmediatamente, además de intentar reducir el
alcance de la jornada, algunas de las principales espadas del PP, se han tirado
al monte porque se las prometían muy felices en sus mayorías pero, después de
lo de Andalucía, Asturias, y 29M y el 14N ven que se les complican las cosas.
La que simboliza más la crispación del PP son las palabras de Esperanza Aguirre
o Cospedal: "estos sindicatos caerán como el muro de Berlín",
"pirómanos" y "antipatriotas" y “golpistas” dedicado a convocantes de la
huelga y a huelguistas y, finalmente, como algo que raya el esperpento pero que
demuestra el fondo radicalmente autoritario de Aguirre y Cospedal y lo que
representa en el PP, sus acusaciones de que la huelga es "una movilización
política y por tanto ilegal". Con las huelgas en su contra, la derecha se
pone cachonda en su mejor salsa. Les aconsejo que se tranquilicen, no sea que
pierdan su barniz de derecha civilizada.
De momento Toxo y
Méndez nada hablan de continuidad de la huelga general o
algo parecido, ante un gobierno envalentonado que se reafirma en sus planes. El
éxito de la huelga general, sin embargo, ha abierto una nueva y poderosa
perspectiva: ha desatado un potente movimiento de protesta de la clase
trabajadora que difícilmente podrá ser encorsetado por la burocracia dirigente
de CCOO y UGT, menos todavía con la que se avecina. Esa es la apuesta y la
esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario