jueves, 29 de julio de 2021

EL MITO DEL DIALOGO SOCIAL

           

            Hace ya décadas que la lucha de clases se transformó en el bendito diálogo social, un concepto muy querido por los sindicatos de gestión procapitalistas para erradicar, al menos semánticamente, el conflicto entre patronal y trabajadores de la esfera pública. Y de las mentes calenturientas de revolucionarios pasados de moda por los eufemismos “estado de bienestar” y “economía social de mercado” de las socialdemocracias pactistas de dimes por aquí y diretes por allá.

Hubo un tiempo en que algunos sindicatos fuertes se autocalificaron de clase y sociopolíticos. Además de combatir las injusticias laborales cotidianas miraban más allá de la coyuntura: se pretendía superar el régimen capitalista e implantar una sociedad más social, que pusiera en común la mayor parte de la riqueza estratégica e incluso que alumbrara comunidades cooperativas o autogestionadas.

Esos sindicatos otrora anticapitalistas son ahora muy minoritarios, no solo en España también en Europa y en el resto del mundo, y los que todavía en sus estatutos recogen menciones expresas a ese futuro, digamos de corte socialista, no hacen honor a ellas: forman parte del sistema con todas sus consecuencias.


Estamos viendo hoy en España como las contradictorias declaraciones para derogar las reformas laborales del PP y el PSOE (fueron promulgadas por separado) crean un clima de confusión pública con salteados de crasas mentiras que obnubilan la mente de la gente del común, a lo que ayudan sobremanera los principales medios de comunicación, tanto públicos como privados.

Las reformas que una parte pequeña del PSOE y Unidas Podemos quieren derogar, sin entrar en su casuística al detalle, conforman la realidad laboral actual: precariedad máxima, derechos mínimos e indemnizaciones por despido a la baja. La inmensa mayoría de trabajadores y trabajadoras saben perfectamente de su situación contractual, algo que desconocen en propia carne los tecnócratas sindicales que se sientan en las mesas de diálogo con la patronal.

Por mor del sacrosanto tótem, y también tabú llamado diálogo social, las luchas por abajo se han quedado en nada, salvo honrosas excepciones como la plantilla de Coca Cola, los trabajadores de varios servicios de limpieza viaria municipal y las kellys de los hoteles. Pocos casos más y muy puntuales en los últimos años.


La palabra huelga se ha quedado obsoleta: para ser un trabajador moderno hay que joderse y aguantarse, callarse, abrir la boca lo mínimo y encomendarse a las cúpulas sindicales y sus asesorías técnicas para firmar acuerdos por arriba y a lo grande que no solucionan casi nada al trabajador en su fábrica u oficina, menos aún si es una pyme. Las secciones sindicales brillan por su ausencia y los comités llevan una vida lánguida e inoperante.

Con esas actitudes conciliadoras la mayoría de los sindicatos, tal vez por inercia política de subsistencia autárquica, son meras comparsas que hacen el juego al neoliberalismo y a la patronal, sancionando con el boato de su presencia y su firma el mundo laboral que en estos momentos padecemos.

Cierto es que desde hace décadas se han recrudecido las campañas antisindicales generando un caldo de cultivo propicio para actuar a la defensiva. Sin embargo, tampoco se han observado gestos valientes e inequívocos por parte de sus líderes que conectaran con las profundas heridas que estaba causando el neoliberalismo en el cuerpo maltrecho de la clase trabajadora. Esa sangre no alcanzaba las moquetas de los despachos de más alto rango sindical.


Hay que decirlo palmariamente: la precariedad laboral no está representada sindicalmente de manera directa, solo de un modo testimonial y fragmentario. Hay un alejamiento entre la forma de pensar de las cúpulas y de las bases (sindicadas o no) muy acusado. Hoy en día, si formas parte de sectores precarizados, el carné sindical únicamente sirve para recurrir al abogado en caso de despido. Para poco más: algún servicio de turismo y de consumo preferente. Es como formar parte de un club más o menos selecto. Se necesita mucha conciencia de clase para permanecer en la trinchera contra viento y marea.

A pesar de lo expuesto, causa gran extrañeza que ante las noticias recientes de que el Gobierno y Bildu han alcanzado un acuerdo para derogar la reforma laboral vigente, los sindicatos mayoritarios hayan dicho que lo suyo sería llevarlo a cabo en la mesa del diálogo social. Demasiado buenismo y protocolo cuando lo que se precisa con urgencia es aunar voluntades para mandar a hacer puñetas una reforma tan lesiva para la gente que trabaja. Y, encima, va Pedro Sánchez y le hace la pelota al presidente de la patronal Garamendi llámándole patriota. ¿De verdad cree que con eso calmará las iras del tigre empresarial? Suena a burla o a tontería colosal.


No olvidemos tampoco que las reformas del PP y del PSOE no se consensuaron con nadie. Se hicieron por cojones y, por cierto, hubo una huelga contra ellas y la patronal se sintió encantado con sendas disposiciones legales (eran tan golosas que les supieron a poco). Que se muerda la boca ahora y si hay voluntad de derogar la norma, hágase. Y que los sindicatos apoyen con entusiasmo la iniciativa. Movilicen con argumentos de peso: los tienen, úsenlos.

Cuando vemos estrecharse la mano a los dos secretarios generales de CCOO y UGT con el presidente de la CEOE  conviene recordar que la paridad entre ambos es ficticia, detrás de sus figuras no hay la misma multitud aunque esa es la imagen que se pretende trasladar: la patronal, como mucho, puede llegar a representar a 3,4 millones de empresas (¿los autónomos y los pequeños comercios y talleres tienen algo que ver con Amancio Ortega, El Corte Inglés o Seat?); por su parte, los sindicatos hablan por 24 millones de personas trabajadoras incluidas las que están actualmente en paro. No contabilizamos aquí a las jubiladas ni pensionistas por diferentes razones (¿dónde las incluiría usted?). La CEOE representa el dinero, las acciones, la propiedad de los medios de producción, la jerarquía explotadora, el mango de la sartén.


Si los trabajadores y las trabajadoras no empujan desde abajo a sus propios sindicatos viviremos en el capitalismo sine die. Y ese sistema, bien lo sabemos, es el régimen de la explotación: en Occidente un poquito menos, en las periferias de la riqueza muchísimo más. Nunca habrá igualdad si seguimos en el neoliberalismo. Siempre compitiendo, siempre pensando en salvarse de la quema, del despido, del desahucio, de caer en la pobreza. ¿Seremos capaces de pensar algo diferente a las estructuras económicas y culturales en las que ahora habitamos? Sin los de abajo, los de verdad, la gente en precario, los sin techo, las mujeres maltratadas, los inmigrantes, la juventud sin futuro, las personas dependientes y los mayores con pensiones de subsistencia, el futuro continuarán escribiéndolo por cuenta ajena las clases medias ilustradas y los tecnócratas de la economía y las ciencias sociales. ¿Llegará el día en que todos y todas…?


En suma, el diálogo social no puede ser jamás un fin en sí mismo, solo un instrumento para metas mayores y más ambiciosas. Por mucho que pronunciemos diálogo el conflicto social y la lucha de clases no decrecen ni un ápice. El que seamos incapaces de verlo no significa que no estén ahí. Como el coronavirus, nadie lo ha visto a simple vista pero matar mata. De eso no cabe duda.

Otrosí: cuando algo le viene mal a la CEOE muy probablemente le venga bastante bien a la inmensa mayoría. Pongamos todo nuestro empeño en tirar al cementerio de la Historia las reformas laborales del bipartidismo PP-PSOE. Contra Bruselas, contra la CEOE, contra el PP y Vox. Y contra Calviño. Y que no hablen los sindicatos con lengua calculada de serpiente: que hablen con claridad y que hablen a la inteligencia. Ya es hora de dejar atrás las palabras falsas de la tecnocracia. Que se vayan para siempre.

jueves, 22 de julio de 2021

CARTA ABIERTA A MIS AMIGOS SOCIALDEMOCRATAS


Mis estimados amigos socialdemócratas de mierda:

Recordaba no hace mucho tiempo el catedrático universitario e investigador social argentino Marcelo Colussi a los olvidadizos socialdemócratas europeos, que el capitalismo está basado esencialmente en la explotación de las grandes mayorías. Este sistema político social nació, escribía Colussi, con las manos encharcadas en sangre, y ni siquiera por un instante a lo largo de su historia ha torcido ni un ápice de ese camino.

La cuestión, estimados reformistas que nada reformáis,  es que el capitalismo como sistema no puede transitar por otros derroteros diferentes a los que ya transita. Su naturaleza viene determinada por las leyes que marcan su evolución: beneficios, beneficios y más beneficios. 

Ésa es la razón por la que por mucho que os empeñéis, no ha existido ni  podrá existir nunca ese capitalismo «bueno»  que tan perseverantemente nos recomendáis. O sea, un capitalismo que tenga  la debilidad  de ocuparse del bienestar de los seres humanos, de su salud, de su cultura, de su ocio.


Eso no lo comprende todo el mundo. Bueno, hay quienes son capaces de entenderlo, pero sus intereses los alinean necesariamente entre sus defensores. Entre ellos os encontráis vosotros.

Pretendéis empujarnos  a que nos miremos en el  espejo de Suecia, Noruega, Finlandia… Cuando, como fieles valedores del sistema, os veis atrapados  por las contradicciones de la  realidad social que  os circunda, nos espetáis a los que no pensamos como vosotros: «¡Hay que mirar hacia Suecia, compañeros. Ésa es la meta a conquistar!».

¿Podrán ser Suecia, Finlandia y Noruega un ejemplo a seguir por parte del resto del planeta?  ¿Son estos supuestos «mirlos blancos» del conjunto del sistema una  expectativa real de un capitalismo con «rostro humano» ?

En principio conviene puntualizaros, amigos socialdemócratas, que esos presuntos «estados benefactores» nórdicos deben su holgada existencia a  la enorme acumulación de capitales y riqueza, que hace posible para sus respectivas clases poderosas  desprenderse de unas pocas migajas en favor de aquellos que se encuentran en la puta base de vuestra  pirámide social.


Pero, además, por simples razones de justicia universal resulta inevitable preguntarse, ¿esa gigantesca acumulación de riqueza  de los países nórdicos es posible en el resto  del mundo?

En la respuesta a esta interesante interrogante reside el quid de la cuestión del tema que estamos tratando. Los llamados «estados benefactores nórdicos»  sólo han sido posibles gracias a la sobreexplotación y a la miseria de una buena parte de la población restante del planeta. La sobreacumulación en los países citados, que tienen además unas características demográficas  excepcionales, se las pueden  permitir porque miles de millones de seres humanos del resto del mundo  – en África, América Latina, Asia y extensas áreas de la propia Europa-  están sometidos a un intercambio brutalmente desigual. 

El llamado Tercer Mundo paga los productos manufacturados provenientes de los complejos industriales del Norte a precio de oro. En cambio, ellos se ven obligados a vender a precio de retales las valiosas materias primas que hacen posible que las grandes industrias del Norte sobreproduzcan  y puedan apropiarse de los mercados mundiales. Esta simple diferencia de «matiz» entre el papel que desempeñan unos y otros explica la diferencia entre los del Norte y los del Sur


Pero este «intercambio desigual» entre el Norte y el Sur es sólo una parte  de la explicación que permite entender por qué razón las escuelas de los niños de Finlandia estén tan bien atendidas y pertrechadas y, en cambio, los tugurios miserables en los que habitan los niños congoleños no les ofrezcan siquiera la posibilidad de sobrevivir una tercera parte de la edad que llegarán a vivir los niños suecos. Así de simple, mis queridos reformistas que nada reformáis.

A ese factor clave del intercambio dramáticamente  desigual, que se produce entre el Norte y el Sur del planeta, se unen otros muchos que explican, igualmente, las injustas diferencias entre la niñez entre algodones de la que disfrutan los niños fineses, y la podrida miseria que rodea a los infantes de la República del Congo.


Entre esos otros factores que también contribuyen al expolio que vosotros  defendéis en vuestras instituciones económicas internacionales,  se encuentra igualmente  la apropiación directa de las materias primas, la especulación financiera a través de vuestras Bolsas y Bancos, la organización de la economía mundial en función de vuestros intereses, los suculentos negocios de las armas en los que hipócritamente participáis, el tráfico de drogas, el lavado de capitales “negros” en vuestros paraísos fiscales, el crimen organizado, las guerras que organizáis para evitar que los pueblos del mundo se atrevan a levantar cabeza…

¿Os enteráis, por fin, mis queridos socialdemócratas de mierda,  cuáles son las razones por las que nunca podréis construir un capitalismo con «rostro humano»? 

martes, 6 de julio de 2021

EL DESFILE DE LAS MALDITAS

 

   Malditas mujeres, malditas esas, siempre jodiendo todo… Malditas. Malditas mujeres cuestionando la tecnocracia. Malditas mujeres recolectoras, pretendiendo desbancar la gloria de la caza macho. Malditas ateas, desafiantes a dios padre testicular. Malditas, todas. Malditas paridoras, malditas menstruadoras, malditas babosas, malditos sus flujos y sus curvas transgresoras de la geometría regular. Malditas sus sucias reglas y malditas mil veces cuando mencionan a Pachamama, maldita la mujer de pequeño huerto, de pequeña economía, maldita la mujer de mundo comprensible. 

Malditas mujeres, queriendo decidir sobre sus cuerpos, malditos sus cuerpos cuando no cumplen con los requisitos exigidos, malditas feas, malditas gordas, guarras, tortilleras. Malditas putas. Maldita la mujer guerrera, maldita la que opina y resiste, maldita contempladora del tiempo, cuidadoras de aves, amamantadoras de paz y de disidencia, malditas ellas y sus ideas propias.

 Malditas por querer globalizar el derecho al aborto, malditas asesinas. Malditas insumisas al heteropatriarcado, maldita su desobediencia al capitalismo, maldito su antimilitarismo, maldita su manía de cuidar y acariciar y dialogar, maldita su nauseabundo obsesión por el respeto, maldito su infantilismo, su terquedad de querer amar contra el odio y el desprecio.


    Malditas las indigenas, las migrantes, las campesinas, malditas las veganas, las que no se callan, las que no acatan, las que dicen que no, maldito su no. Maldita su arrogancia, jodidas mujeres. Malditas, todas…

Millones de mujeres y hombres no machistas salen a protestar en el mundo entero el 8 de Marzo. No es casual que el movimiento de defensa animal es y haya sido femenino, quién mejor que las mujeres para desenmascarar la brutalidad, qué mejor que la conciencia de la discriminación en la propia carne para deshebrar el metálico tejido de las desigualdades. La mujer que sobrevive al patriarcado no es dominada, pero tampoco dominante. Alfa y omega son importantes, no significan mejor o peor, no son aplicables a los roles sociales. Vulnerables todas, inexpugnables todas. Sin homofobias, sin heterofobias.


    No es casual que el movimiento animalista sea eminentemente femenino, aunque haya hombres, claro, masculinos, claro, que lloran en contra del mito machista y dejan hablar, pero que no anulan el carácter defensor del antiespecismo. La conciencia de la discriminación obliga a tratar de que la vida contenga tanta poesía como la poesía, vida. Contra el Vietnam de mujeres sin cabeza con el cuero desollado, contra el patriarcado armado y los frágiles cuerpos ardiendo de Nagasaki, contra la eficacia masculina nazi de las granjas y los mataderos, contra los papeles mojados de la igualdad cosmética, contra las bombas de racimo, las minas buscando manos de chiquilla, las genocidas religiones todas, la obsesión fálica de los obeliscos, los rascacielos, las torres, los cañones. Contra el machismo de las vacas lecheras abasteciendo el mercado de la carne, violadas, exprimidas, y llevadas al matadero tras años de vejaciones y sufrimiento. Contra la mecanización: la maldita mujer.
   

Maldita mujer, soledad, angustias, dolores, martirio…. pero mujer clara, blanca, luz, consuelo, milagros, concepción, libertad,… los nombres. Malditas las que se crispan y se apaciguan y que saben que cambiar el mundo será con todas. Contra algunas, es inevitable, pero con todas.

Es sumamente importante que el patriarcado exponga bien sus cojones, mostrándose sin tapujos, porque entonces se hace más fácil darle unas buenas y certeras patadas. No hay que salir un día a gritar y callar cuando las aguas amainen, el Día de la mujer es del 9 al 7 de marzo. Cada año de lucha es un año menos de dictadura. El futuro será igualitarista o no será.