viernes, 27 de mayo de 2016

EN DEFENSA DE LA REVOLUCION BOLIVARIANA


Día tras día se suceden informaciones sobre las dificultades económicas y sociales en Venezuela y la amenaza de un golpe reaccionario para derrotar la revolución bolivariana. Los grandes medios de comunicación, el PP, Ciudadanos y los dirigentes del PSOE, ya han tomado partido: al lado del imperialismo estadounidense, al lado de los golpistas venezolanos de extrema derecha, junto a los grandes capitalistas que sabotean la economía y saquean el patrimonio del pueblo. ¿Los tenemos que creer? ¿Tenemos que creer a Rajoy, a Aznar, a Felipe González, a Albert Rivera?
En este discurso hay algo que no cuadra. Quienes levantan la voz furiosamente contra la “falta de libertad” en Venezuela, son los mismos que aquí encarcelan a sindicalistas que luchan por los derechos de los trabajadores o aprueban una ley, bautizada popularmente como “mordaza”, que recorta brutalmente nuestro derecho a manifestación y a la libertad de expresión.
Mientras lloran lágrimas de cocodrilo por las dificultades del pueblo venezolano y nos hablan de “derechos humanos”, estos mismos políticos a sueldo de los grandes poderes económicos no tienen ningún escrúpulo en aprobar los desahucios de decenas de miles de familias empobrecidas por la crisis; de rescatar a los bancos a costa de recortes sociales sangrantes; de privatizar la sanidad pública y la atención a la dependencia, condenando a cientos de miles de personas a la enfermedad y el sufrimiento; de despedir a decenas de miles de profesores, reducir las becas y aprobar leyes franquistas, como la LOMCE y el 3+2, para impedir que los hijos de los trabajadores puedan acceder a una enseñanza de calidad.
Todos estos políticos y periodistas que protagonizan esta campaña de tintes goebbelianos contra la revolución bolivariana, guardan un silencio cómplice, y bien retribuido, ante el crimen que se está perpetrando contra decenas de miles de personas indefensas: los refugiados. Ahora mismo, hay miles de niños encarcelados dentro del territorio europeo tras las alambradas de los campos de detención que la Unión Europea (UE) ha construido en Grecia y otros países, y se cuentan por miles los muertos por ahogamiento en el Mediterráneo, porque quienes huyen de la guerra y la barbarie que el imperialismo provoca, lejos de ser tratados como víctimas son considerados criminales.
Los políticos europeos que levantan su dedo acusador contra el gobierno bolivariano que, recordemos, ha ganado elección tras elección de manera democrática, consideran un valioso aliado a Erdogan, el autoritario Presidente de Turquía que encarcela, tortura y asesina a los activistas de la izquierda y a los periodistas críticos. Es más, financian generosamente a este tirano para que haga el trabajo sucio con los refugiados, y siga armando hasta los dientes a los yihadistas del Estado Islámico, los mismos que luego masacran a cientos de inocentes en las calles de París y Bruselas.
Arabia Saudí es otro de los países amigos de estos defensores de los “derechos humanos” tan preocupados por Venezuela. Este régimen, bajo el cual las mujeres no pueden salir de casa sin la ‘compañía’ de un hombre, ejecutó a 157 opositores en 2015 e inauguró este año matando a otros 47 el 2 de enero. Pero no pasa nada: mantiene cordiales relaciones con el gobierno del PP y la Casa Real española, con los que hace jugosos negocios armamentísticos, y recibe todo el apoyo de Washington, a pesar de que está sobradamente documentado que, al igual que el de Erdogan, este régimen también financia abundantemente a los terroristas del Estado Islámico. ¿De verdad quieren que nos creamos que les preocupa la democracia y la pobreza en Venezuela o cualquier otra parte del mundo?
Estos políticos como Aznar y Rajoy, como Albert Rivera y Felipe González, con lo que realmente quieren acabar es con la revolución en Venezuela y toda América Latina. En febrero de 1999, aupado por millones de sus compatriotas, Hugo Chávez llegó al gobierno a través de unas elecciones democráticas. Desde entonces hasta su fallecimiento en marzo de 2013, apoyándose en la movilización popular, puso en marcha numerosos planes sociales gracias a los cuales se construyeron decenas de miles de viviendas, se llevó la atención sanitaria a los barrios humildes, se abrieron las puertas de las universidades a las familias trabajadoras y se sacó de la pobreza a millones de personas.
Esta política social en beneficio de la mayoría, que utilizó la riqueza proveniente del abundante petróleo venezolano —principal fuente de ingresos del país— para llevar a cabo reformas en beneficio del pueblo, rápidamente despertó la ira de los ricos y los poderosos, que sabotearon el gobierno legítimo de Chávez por todos los medios. En abril de 2002 organizaron un golpe militar y secuestraron al Presidente Chávez, colocando al frente del país al jefe de los empresarios. Este golpe de Estado contó con el apoyo de El País, de Aznar y del PP, de Felipe González y de numerosos cargos públicos del PSOE. En aquel golpe participó activamente Leopoldo López, ese supuesto preso político que tanto espacio ocupa en los telediarios y la prensa española. Este ‘héroe’ del PP y del PSOE, encabezó la detención del ministro de Interior y Justicia del gobierno elegido en las urnas y respaldó el decreto que disolvió el Parlamento y suspendió la Constitución durante el golpe. Afortunadamente, el pueblo salió a la calle y abortó estos planes.
Sin embargo, la oposición derechista y sus amos en Washington y Madrid, no han cejado en su empeño, y lo que todavía no han podido conseguir por la fuerza lo intentan alcanzar por otros medios: el sabotaje económico. Si bien es cierto que el gobierno chavista ha nacionalizado empresas importantes, todavía palancas fundamentales de la economía como los bancos o la importación, producción y distribución de alimentos siguen estando en manos de los grandes empresarios, completamente hostiles a la revolución bolivariana.
 
Como hicieron en 1973 en Chile contra el gobierno de Salvador Allende, la oligarquía venezolana ha puesto en práctica una campaña de desabastecimiento que impide que productos básicos como el pan, el arroz o el papel higiénico estén disponibles en los supermercados y, cuando los hay, tengan precios inalcanzables para la mayoría de la población. Los empresarios cierran fábricas, los capitalistas venezolanos se llevan el dinero fuera del país y hacen huelga de inversiones para ayudar a provocar el colapso. Esta situación, combinada con la bajada del precio del petróleo —que ha reducido dramáticamente las divisas de las que dispone el gobierno— y la especulación con la moneda, ha provocado también una inflación desbocada.
Es cierto, la situación está llegando a un punto crítico en Venezuela. El pueblo sufre porque no puede cubrir sus necesidades. Pero la solución no es que llegue al gobierno la ultraderecha, los amigos de los Rajoy, de Aznar, de Felipe González y Albert Rivera, de los mismos que nos oprimen y nos reprimen en Europa. Ya conocemos sus recetas cuando gobiernan: cargar la crisis sobre las espaldas de los más débiles, para salvaguardar los privilegios de los que lo tienen todo.
No, la solución no está en estrangular a la revolución porque no ha llegado hasta el final, porque todavía no ha resuelto todos los problemas a los que se enfrenta. La solución es hacerla avanzar, corregir sus imperfecciones, enderezar lo que se ha torcido. Hace falta apartar a todos aquellos oportunistas que se sumaron al movimiento bolivariano con el objetivo de conseguir un buen cargo desde el que beneficiarse de la revolución y que hoy tienen más en común con los ricos que con los trabajadores. Hay que desechar a los arribistas y acabar con ese cáncer de la revolución que se llama burocracia, tal como señaló Hugo Chávez.
Hace falta que todo el poder político y económico pase efectivamente a los trabajadores, a la juventud, a los oprimidos de Venezuela. Es el momento para que el gobierno bolivariano tome medidas socialistas efectivas para acabar definitivamente con el capitalismo. Ese es el camino para despertar el entusiasmo de la población, para resolver las graves carencias que hoy amenazan a la revolución, y para movilizar la solidaridad de todos los pueblos del mundo.
Venezuela es un país enormemente rico, por su petróleo, por su tierra fértil, por los millones de hombres y mujeres que llevan más de 15 años sosteniendo una revolución para acabar con la injusticia, con la desigualdad social, con la corrupción.
 Por ello es imprescindible trabajar para impedir en Venezuela un nuevo golpe de estado a la chilena.
 

jueves, 5 de mayo de 2016

EL 26-J ES POSIBLE EL CAMBIO EN ESPAÑA


Ante la imposibilidad de formar gobierno desde el pasado 20-D, la repetición de las elecciones generales el próximo 26 de junio supone una nueva oportunidad para los partidos políticos que defienden un cambio real. Oportunidad que no debe ser desaprovechada. Nos jugamos mucho. El momento es histórico y hay que estar a la altura de las circunstancias.
Lo acontecido estos últimos meses de transición desde las pasadas elecciones generales del 20 de diciembre de 2015 es muy aleccionador. Podemos, IU y sus aliados, además de hacer un gran esfuerzo para encontrar la fórmula que les permita presentarse de manera conjunta en todo el Estado español, deberán esmerarse en la campaña electoral. Tienen la coherencia y la razón de su lado, pero tendrán en contra al resto de partidos prosistema y a los grandes medios de “comunicación”.
El sistema tiene realmente miedo y pondrá toda la carne en el asador para desactivar, o por lo menos contener, el “fenómeno Podemos”. No es de extrañar que incluso algunos políticos y “periodistas” que defienden el actual sistema hayan abogado por no tener una campaña electoral o por acortarla todo lo posible.
Los mismos que llevan años cansando a la gente repitiendo sus habituales y aburridos mantras ahora dicen que no quieren cansar a la ciudadanía, quienes llevan décadas despilfarrando dinero (cuando no robando) dicen ahora que quieren ahorrar costes, pero en verdad lo que les pasa es que saben que Podemos y sus aliados tienen poderosos argumentos para emplear en la campaña, en la cual pueden crecer notablemente en intención de voto.
Todo dependerá de cómo sean capaces sus portavoces de defender sus argumentos y muy especialmente de desenmascarar a sus enemigos políticos. Los dirigentes de Podemos saben manejarse muy bien en los medios televisivos, pero no deberán bajar la guardia ni confiarse en ningún momento. Cualquier error, por pequeño que sea, y esto ya lo han podido comprobar en sus propias carnes, será explotado al máximo por sus enemigos. Además de que nunca hay que olvidar que todavía una gran parte de la ciudadanía está muy alienada y desinformada, está presa del pensamiento único capitalista, de muchos prejuicios, del pensamiento conservador de que más vale malo conocido que bueno por conocer.
Y es que el PSOE va a tener realmente muy difícil defender su reciente actuación en las “negociaciones”. Un partido que se declara de izquierdas pero en el que algunos de sus personajes de más peso apuestan abiertamente por una gran coalición con el PP. Un partido que dice ser de izquierdas y se echa a los brazos de Ciudadanos, calificado por el propio Pedro Sánchez como la nueva derecha, como las nuevas generaciones del PP.
Un partido que dice ser socialdemócrata y se niega a intentar formar gobierno de coalición con los partidos a su izquierda, que defienden esencialmente, al menos por ahora, un programa económico socialdemócrata. Un partido que pacta antes con la cuarta fuerza, a su derecha, pero que se niega a pactar con la tercera fuerza, a su izquierda. Un partido que dice que Podemos es el que impide un gobierno de cambio pero que cuando se reúne con sus dirigentes les dice que no se puede más que retocar levemente el pacto hecho previamente con la derecha. ¿No hubiera sido más lógico primero intentar pactar con Podemos?
Las evidencias son abrumadoras. Sus muchos años de gobierno, sus actos, sus contradicciones, le delatan: al PSOE le sobran la S y la O desde hace mucho tiempo. Su pretendida regeneración es falsa. Este partido es el gran traidor a las clases populares. Gracias a ese partido “socialista” se ha llegado al actual estado de cosas. El régimen no sería posible sin el PSOE. ¡Ya es hora de que la mayoría social le dé la espalda, le dé su merecido! Uno de los grandes enemigos a combatir es el PSOE.
Nada de lo acontecido estos últimos meses puede sorprender a quienes ya han calado a ese falso partido de izquierdas, a esa derecha disfrazada de progresismo.
Pero no es el único enemigo a combatir. Ciudadanos también va a tener muy difícil defender su actuación de estos últimos meses. Ya sabemos en la práctica en qué consiste lo que ellos denominaban el “cambio sensato”: evitar por todos los medios posibles que Podemos y sus aliados lleguen al poder político, trabajar todo lo posible para una gran coalición de PP, PSOE y Ciudadanos, es decir, ser la muleta del viejo bipartidismo. Es el nuevo partido del IBEX-35. Sus hechos le delatan.
La “nueva política” de los Rivera y compañía consiste en que unas pocas personas negocien secretamente y firmen solemnemente sus pactos sin, por supuesto, consultar a sus bases. Quienes dicen defender una regeneración democrática no quieren ni oír hablar de la democracia en sus propias filas. El “cambio sensato” de Ciudadanos no es cambio, ni en el fondo ni en las formas.
El “cambio sensato” de Ciudadanos consiste pues en coaligarse con los partidos de siempre, en aplicar la misma, o peor si cabe, política económica, en cambiar sólo algunas caras, para que en verdad nada cambie, más allá de algunos gestos simbólicos.
Es obvio que Ciudadanos representa un cambio falso, aparente, como el del “nuevo” PSOE. Es la vieja política de siempre disfrazada de “nueva”. Podemos y sus aliados tienen ahora más fácil poner en evidencia al partido de Albert Rivera. Muchos votos que fueron a parar a Ciudadanos, al “cambio sensato”, que no tiene nada de cambio, deben ir ahora hacia el cambio real.
Ciudadanos nació, a nivel estatal, con el solo objetivo de engañar a la gente para redirigir el voto desde Podemos hacia el nuevo partido de la oligarquía, para que el cambio dé paso al recambio.
El verdadero enemigo de Ciudadanos es Podemos, es decir, el cambio (real). En nombre del cambio ellos combaten el cambio. En nombre de la democracia intentan evitarla. Nada nuevo en verdad. La burguesía lleva haciendo esto desde hace décadas. Sólo cambian las formas, los disfraces.
Por consiguiente, yo pienso que ahora sí hay muchas posibilidades de desenmascarar a los falsos profetas. Los hechos están a nuestro favor, “sólo” nos hace falta ser suficientemente elocuentes en los debates públicos para que las abrumadoras evidencias lo sean también para la inmensa mayoría social. La coherencia es nuestra mejor arma. ¡Usémosla!