Al
hilo de la cruzada que ha emprendido el PP en defensa de la escuela concertada,
ha circulado un vídeo en el que “un padre con hijos en la pública explica a la
ministra Celaá lo que es la libertad de enseñanza”. En un tono impertinente y
paternalista, amparado en la supuesta autoridad moral que le confiere llevar a
sus tres hijos a la escuela pública, este sujeto explica una sarta de
majaderías aprendidas en el peor catecismo ideológico. Lo importante no es este
señor, por supuesto, pero el catecismo en cuestión sí conviene denunciarlo.
Pienso que seguramente el vídeo es un montaje propagandístico del PP porque,
sinceramente, no creo que se pueda ser tan tonto y tan ignorante. Pero el caso
es que este señor amenaza a los del “pacto de gobierno” con plantarles cara en
las calles si se llega a tocar el asunto de la escuela concertada. Y eso sí
ocurrirá, sin duda, a la menor ocasión, por lo que conviene tener algunas ideas
claras respecto a esta posible eventualidad.
Hay
una serie de sofismas que se repiten sin cesar como si fueran evidencias. Según
ellos, y tal y como recita el padre en cuestión, el artículo 27 de la
Constitución protege la enseñanza concertada porque defiende la libertad de
enseñanza contra el modelo de la “escuela única”. Esto es completamente falso,
pero es que además no se sabe qué puede ser eso de la “escuela única”. Lo bueno
que tiene este padre es que con ese tonillo tan repelente se explica con mucha
claridad: “la escuela única se da sólo en los países en donde existe el partido
único, la prensa única, o sea, en las dictaduras, en los regímenes
totalitarios”. Lo repite dos veces en cinco minutos.
Así
pues, si suprimir la escuela concertada es imponer el modelo de “escuela única”
y eso sólo se da en las dictaduras totalitarias, habría que concluir de
inmediato que en Europa hay una buena cantidad de países totalitarios: en
realidad, casi todos. Se lleva la palma, desde luego, Finlandia, que durante
las últimas décadas ha sido el milagro educativo europeo, donde la escuela
concertada se reduce a un 2,9 % y la escuela privada a un impactante 0,0%.
Noruega es, también, un país muy totalitario, con un 96,4% de escuela pública.
Peor es en Irlanda, donde la concertada y la privada juntas suman un 0,4%.
Otras dictaduras totalitarias serían Alemania (la que más, junto con Austria,
un 0,0%), Los Países Bajos (0,9%) o Italia (5,1%). En realidad, según esta
especie de catecismo del PP, sólo tres países europeos se librarían, por tanto,
del totalitarismo: España, donde la suma concertada privada es del 31,8%; Reino
Unido, con un 39,1% y Bélgica, con un 55,7%. Todos los demás serían dictaduras
totalitarias que cercenan la libertad de enseñanza imponiendo un modelo de “escuela
única”.
El
disparate es tan mayúsculo y el truco ideológico tan grotesco que no se
entiende como en nuestro país ha podido gozar de un cierto consenso, de modo
que un padre desinformado puede poner ese tonillo tan cargante de sermón
aleccionador y responsable.
Todo
está (además de basado en datos falsos) mal planteado. Lo que esta “gente
liberal de derechas” llama “libertad de enseñanza” no es más que un supuesto
derecho que tienen los padres a imponer a sus hijos su propia ideología
personal y, además, de hacerlo de forma absolutamente totalitaria hasta que
cumplan 18 años (cuando el daño ya estará hecho y rematado). O sea, que si se
da la circunstancia de que tienes unos padres del Opus o Testigos de Jehová, la
has jodido de por vida y sin remedio, porque según esta peculiar interpretación
de la Constitución, los padres tienen derecho a encerrar a sus hijos en una
cárcel ideológica hasta que sean mayores de edad. A eso le llaman “libertad de
las familias”. Las cosas, sin embargo, suceden exactamente al revés.
La
escuela pública es lo mejor que se ha inventado contra el totalitarismo
ideológico. Se inventó, sobre todo, para librar a los niños de la dictadura
ideológica a la que los padres podrían someterlos, educándolos según sus
convicciones (en ocasiones repugnantes o incluso a veces criminales) sin
dejarles asomarse ni por un momento a la pluralidad ideológica y la diversidad
social. Los niños pueden, sin duda, ser educados en casa de manera más o menos
asfixiante. Ese es el derecho de los padres. Pero en el colegio, en el
Instituto, deben de tener una ventana abierta al mundo, a otros mundos que sus
padres no tienen derecho a censurar, porque no son más que los mundos de sus
conciudadanos. Unos serán cristianos, otros musulmanes, otros ateos, budistas o
rastafaris.
Esta
es la gran belleza de la escuela pública, donde cada niño se sienta junto a
alguien que seguro que es diferente que él, donde se aprende el respeto y la
tolerancia hacia la diversidad y la riqueza ideológica. ¿De verdad que parece
razonable que los padres puedan tener el derecho, por ser del Opus (o de ETA
militar, eso da igual) de sentar a sus hijos durante 18 años en un colegio de
gente del Opus, donde se explique el mensaje del Opus, se coma como comen los
del Opus, se piense al modo Opus y esté prohibido comportarse más que como se
comportan los del Opus, por ejemplo, separando los sexos y prohibiendo la
masturbación o la homosexualidad con las penas del infierno? Yo no pretendo,
que ya me gustaría, que se me meta a esa gente en la cárcel, porque en esto no
me ampara la Constitución y yo la respeto mucho también. Pero, me parece una
cuestión de elemental higiene democrática que esos hijos se eduquen en una
escuela pública, donde podrán elegir (¡eso sí que es la libertad de elegir de las
familias y no del patriarca en cuestión!) si prefieren admirar y seguir el
modelo cultural de sus padres o apuntarse a cualquier otro modelo ideológico,
cultural o religioso.
La
escuela pública se inventó para salvarnos de nuestros padres. Es un invento tan
bueno, que no sólo te facilita salvarte de tus padres fachas, sino también de
tus padres progres. Porque lo que es aplicable a los padres del Opus, es
aplicable igualmente a esos padres acrátas alternativos que se empeñan en
educar a sus hijos en una casa okupa, según su catecismo ideológicamente
correcto, al tiempo que se niegan a vacunarles y les alimentan con quinoa. Los
padres, nadie lo niega, tienen el derecho de elegir la educación de sus hijos.
Pero no de manera totalitaria. Sus convicciones educativas tienen que pasar por
la prueba de la escuela pública. Someterse a la reválida de la democracia, la
diversidad social y la pluralidad ideológica. Contra lo que suele decirse, la
escuela pública es el único invento fiable contra el control ideológico.
Cuando
se repite ese mantra absurdo del control ideológico estatal se olvida la
cuestión fundamental: la de si se está hablando de un Estado con división de
poderes o no. En la medida misma de que haya un control gubernamental de lo
público, ya se trate de la escuela pública (donde es casi impracticable) o de
la prensa pública (donde por supuesto que lo hay) o de la justicia (que no
puede ser privada), eso no es más que una demostración de que la separación de
poderes no está funcionando correctamente. Y en esos casos, el problema no es
lo público, sino el hecho de que lo público no está suficientemente blindado
frente a las presiones privadas o gubernamentales. Es algo que, por ejemplo, se
observa en la sanidad pública, mucho más que en la escuela pública. Y no
digamos ya, en el terreno del periodismo, donde la libertad de expresión está
secuestrada por unas cuantas corporaciones mediáticas económicamente muy
poderosas.
La
enseñanza concertada está dañando muy gravemente el sistema de instrucción
pública y esto es lo más grave que puede ocurrir para las clases más
desfavorecidas. Con su sistema de tasas encubiertas, absolutamente
generalizado, están seleccionando a los alumnos menos problemáticos y
condenando a un ghetto de marginados a la población más necesitada de recursos
para su educación ciudadana. Esto es así hasta el punto de que hay ya muchos
padres de izquierdas que deciden llevar a sus hijos a la concertada, porque, en
algunos barrios, llevarlos a la pública es como sentenciarlos a un reformatorio
carcelario. El padre ese del vídeo del PP dice que lleva a sus hijos a la
pública. Me gustaría saber si ese sinvergüenza alardearía de lo mismo en
ciertos barrios que yo mismo podría recomendarle. Mientras las políticas
neoliberales de derechas están favoreciendo la enseñanza privada con recursos
del Estado (que es lo que supone el sistema de conciertos), en las dos últimas
décadas no han cesado de recortarse los recursos de la escuela pública. Se
trata de un darwinismo social neonazi que se impone en nombre de la libertad de
enseñanza según es entendida por el PP. Es increíble que alguien pueda caer en
una trampa tan burda y apelar encima a la Constitución y su artículo 27.
La
escuela pública no es un “modelo educativo”, es la institución que garantiza
que ningún modelo educativo pueda imponerse sobre los demás. Un alumno de la
escuela pública tendrá un año un profesor medio facha y otro año una profesora
medio progre. Tendrá una profesora del opus en una asignatura y un profesor
hippie homosexual en otra. Conocerá profesores homófobos y profesoras
lesbianas, profesores ateos y profesoras beatas, profesores y profesoras que
serán a veces votantes del PP y a veces votantes de Podemos. Esta riqueza
estructural de la escuela pública hace impracticable cualquier intento de
control ideológico. Todo lo contrario de las dictaduras ideológicas que se
imponen en la escuela concertada, donde cualquier profesor o profesora puede
ser despedido por no encajar con la matriz ideológica de quien paga. ¿En serio
que debemos destinar un sólo euro de dinero público a semejante totalitarismo
educativo?