Todo cambio de año es, en realidad, un cambio de ciclo de la naturaleza, del tiempo y de la vida. Es eso, en esencia, lo que celebramos y no las parafernalias absurdas ue nos rodean y nos confunden en estas fechas en nombre de eso que llaman “tradiciones” los mismos que han ido destruyendo a lo largo de la historia cualquier tradición que no fuera suya.
Ya
hemos pasado la Navidad, que me parece una fiesta superficial y ajena a su
verdadero significado natural, que debería ser el auténtico, el de las Saturnales,
que celebraban el cambio de estación, de la llegada de la luz y el color. Una
fiesta de celebración que invita a renovarnos, a abandonar lo viejo y a dar la
bienvenida a lo nuevo. Lo cual es, en realidad, la esencia de la vida. Y es por
ese contexto natural de transformación que, de manera natural, cuando llega el
nuevo año nos solemos poner objetivos, o nos centramos en deseos renovados, o
creamos nuevos buenos propósitos. Y puestos a ello, voy a confeccionar una
pequeña lista de buenas intenciones y buenos propósitos, que falta nos hacen.
Yo pediría al nuevo año:
– Para nosotros, en primer
lugar, un poco más de criticismo y un poco más de conciencia del peligro de los
fundamentalismos de cualquier tipo, religiosos y políticos, para frenar esa espiral
de insensatez y generación de odio que están teniendo los grupos y partidos de
la derecha y extrema derecha. De nosotros depende que Vox y PP dejen de estar
en el candelero.
– Un referéndum para echar a los Borbones de la Zarzuela. A todos. Y para pasear a Juan Carlos por los tribunales. Ya dirán muchos que eso no pude ser por el tema de la inviolabilidad. Vale, me conformo con lo hecho a partir de la dimisión. Iría listo.
– La ruptura del
Concordato con la Santa Sede y su consecuencia: pediría más razón, más laicidad
y menos dogma, más Educación y menos religión. Me encantaría que en la
Enseñanza reglada se enseñara ciencia, arte, cultura y no se adoctrinara en
ideología alguna. Y me gustaría que se avanzara un poco en la tan deseada
separación Iglesia-Estado, lo cual es la columna vertebral de toda democracia.
Una escuela libre de dogmatismos y de adoctrinamientos en la que predomine la
libertad de cátedra y se eduque a los alumnos en un ambiente de concordia,
racionalidad y humanismo. La cultura es esencial para el desarrollo de nuestros
alumnos.
– Que se aboliera la
aberración que es la tauromaquia, en la convicción de que cualquier crueldad
contra un animal es la misma crueldad que se es capaz de ejercer contra las
personas, y de que una sociedad habituada a la crueldad es más insensible, más
tosca, más manipulable y más necia.
– Pediría sensatez a la derecha, aunque parece hoy por hoy que eso es pedir peras al olmo, y pediría con fuerza mucha más unión a la izquierda y a partidos y grupos progresistas, aunque solo fuera para oponer resistencia al avance peligroso de la extrema derecha. Porque ya estamos viendo que la izquierda desunida no opone resistencia a nada, y es muy desalentador percibir que muchos se centran en las diferencias y no en los objetivos comunes. Que se pregunten el cacao mental de los votantes españoles a la hora de votar progreso en este país.
– En lo personal pediría
lo que solemos desear todos para nuestras vidas: salud, alegría, amor, ternura
y, sobre todo ilusión, montañas de ilusión y muchos sueños. Yo he vivido porque
he soñado mucho, escribe en uno de sus poemas el poeta mexicano Amado Nervo.
Y despido este primer día
de 2024 con la marcha Radetzky dirigida por el maestro Barenboim.