miércoles, 22 de mayo de 2013

LOS IDEALES DE PABLO IGLESIAS MAS VIVOS QUE NUNCA


El giro ideológico que inicia el PSOE en el Congreso de Suresnes (octubre de 1974), acaba conduciendo al partido no sólo al abandono del marxismo (Congreso Extraordinario “Forjando el Socialismo” (Madrid, septiembre de 1979), sino a una profunda desideologización, en tanto que partido de izquierdas, y a un rumbo cada vez más escorado hacia posiciones socioliberales. 
         Alejado incluso de las posiciones socialdemócratas más progresistas, el PSOE ha ido editando una socialdemocracia progresivamente desfigurada en su naturaleza política, configurando la peor versión posible de la misma.

Un cambio que acaba por transformar al PSOE en un partido “atrapalo todo” (catch-all party, Otto Kirchheimer) con un discurso ideológicamente vaporoso y ambiguo, basado en una retórica muy bien desarrollada por su intelligenza orgánica durante años. Vocación de catch-all party reafirmada a medida que el PP se iba deslizando hacia posiciones de la derecha extrema. Una retórica la del PSOE que parece decir cosas, pero que en realidad dice nada.
En efecto, el partido ha sabido desarrollar un lenguaje político del decir nada, aunque muy sobrecargado de un léxico que le otorga verosimilitud y blindaje ante la crítica de primera instancia del ciudadano de a pie, ya que toma la apariencia de una liturgia con música de buenismo y progresismo.
Es así como el principal partido de la actual oposición, se ha ido travistiendo para adoptar la apariencia del mago de las palabras litúrgico-rituales, en una puesta en escena en la que decir - aunque sea nada - es un acto de habla, una acción dialéctica performativa, pero pura cascarilla teórico-ideológica y placebo político para las masas.
Desde los diferentes gobiernos del PSOE durante estos 30 años de bucle bipartidista, se ha intentado el arte de la imposible prestidigitación: compaginar políticas económicas de la órbita del neoliberalismo (Boyer, Almunia, Solbes, Elena Salgado...) con políticas sociales que acaban siendo asfixiadas, disminuidas, relativizadas, menguadas en su eficacia… en base a esta contradicción raíz.
Sin duda, uno de los más graves errores del partido fue el abandono de la lucha de clases, vector irrenunciable en la identidad de la izquierda política sin el cual la izquierda deja de ser izquierda para convertirse en otra cosa. Y lo hizo en aras de un interclasismo post-Suresnes, acorde con su nueva identidad política “atrapalo todo”.
Era inevitable que esto ocurriese, una vez que el partido fija como meta final no ya la consecución de un socialismo democrático, sino la de un capitalismo de color rosa, un capitalismo feliz en el que supuestamente todos podríamos llegar a comer perdices y vivir felices. Un capitalismo repensado desde la cocina ideológica del partido como una nueva Arcadia, en la que el rico y el pobre, el explotador y el explotado, el banquero y el currante del salario mínimo... enlazarían sus manos alegres y felices gozando de la armonía y la fraternidad perpetuas.
Un capitalismo al que incluso se rebautiza eufemísticamente para darle nombre santo: economía social de mercado. Han transcurrido tres décadas de bucle bipartidista, en las que el partido ha puesto énfasis en convencernos de que todos somos clase media, un concepto etéreo que esconde las profundas contradicciones de clases y la lucha de clases de la sociedad actual.
Ahora mismo, en estos momentos de agonía ciudadana provocada por la crisis sistémica y por los chatarreros del estado del bienestar, el partido manifiesta alergia discursiva si tiene que hablar de clase trabajadora; parece sentirse más cómodo hablando del hundimiento y problemas de la clase media. Y es que ya se sabe: todos somos clase media.
Obviamente esto incita al debate sobre las teorías sociológicas de la estratificación social y sobre la estructura de clases en el actual período social marcado por la globalización. No existe un proletariado o una clase obrera como la que existía hace décadas y vivimos en una sociedad post-industrial en la que la clase trabajadora aparece fragmentada, dividida y sometida no pocas veces a conflictos internos. Habrá tiempo de tocar este tema en el blog.
Esta entrada del blog está dedicada a rescatar del olvido un escrito de Pablo Iglesias, fundador del PSOE.
 
Difícilmente podría ser asumido por la actual nomenclatura orgánica del partido, lo que nos hace reflexionar acerca de si en los tiempos actuales IU es acaso quien mejor representa el legado, los valores y todo aquello por lo que luchó Pablo Iglesias. Es un texto de hace 124 años, pero que sigue manteniendo en su esencia una profunda actualidad. El lector, ¿sería capaz de reconocer al actual PSOE en este texto de su fundador? He aquí un extracto del artículo de Pablo Iglesias:
“Por ignorancia unos, y otros por conveniencia, los hombres que tienen a su cargo la defensa de los intereses patronales han negado siempre que la base de la sociedad actual, como la de las sociedades precedentes, fuera la lucha de clases. Y partiendo de esta negación han calificado de locos, perturbadores y hasta criminales a los socialistas revolucionarios, que, ateniéndose a la verdad y a los hechos, han sostenido con firmeza la existencia de aquella lucha y recomendado, por tanto, a la clase trabajadora que la mantenga conscientemente hasta que logre acabar con sus opresores y establecer un sistema social donde la solidaridad haga imposible todo antagonismo entre los seres racionales. (…)
¿Dónde existe hoy la conciliación y la armonía entre los asalariados y capitalistas de que nos hablan los economistas burgueses? (…)
¿Y es posible que después de todo esto, de pugna tan marcada, de guerra tan abierta y tenaz como la que en la actualidad mantiene la clase oprimida con la clase opresora, los pobres con los ricos, haya quien se atreva a decir que la lucha de clases no existe y que es solamente una invención dañina de los socialistas revolucionarios?
Esto no es ya cínico ni descarado, sino simplemente torpe; porque, ¿qué adelantan los portaestandartes de la clase parasita con negar una cosa que no sólo se ve perfectamente, sino que puede decirse que se palpa y se respira por todos? ¿Tranquilizar a su clase? ¿Darle a entender que su dominio se quebranta y que disfrutará por mucho tiempo las riquezas que ha acaparado y las que pueda arrancar todavía a los productores? Imposible. (...) Saben ya los que viven del trabajo ajeno que tales manifestaciones encierran suma gravedad para su existencia como clase, y que sólo la fuerza material podrá permitirles prolongar un poco su imperio sobre las masas obreras.
 (...) ¿Y cómo no, cómo podría ser otra cosa, cuando hoy los explotadores los fustigan más que nunca, los atormentan horriblemente y les roban como jamás lo han hecho el fruto de su trabajo?
(...) Al presente, en que el antagonismo social, la lucha de la clase poseyente con la clase desposeída se manifiesta por multitud de señales y fenómenos, no cabe más que reconocerla francamente y aceptar la situación en que coloca a unos y a otros, y así como los socialistas declaran que aún no tienen fuerza bastante para hundir en el polvo el último régimen social basado en la esclavitud, confiesen los abogados de la burguesía que la muerte, únicamente la muerte, es lo que espera a su clase al término de dicha lucha.”
 Pablo Iglesias, fundador del PSOE
Esta descripción tan clara y rotunda de lo que está ocurriendo hoy mismo en España, fue escrita por Pablo Iglesias y publicado en El Socialista, el 31 de mayo de 1889.
Algunos militantes (no muchos, desgraciadamente), encuadrados fundamentalmente en Izquierda socialista, hemos venido defendiendo las posiciones filosóficas, reivindicativas, sindicales y políticas de los fundadores del Partido, basándonos en el materialismo dialéctico e intentando desarrollarlo con propuestas programáticas, actualizándolas y poniéndolas al día, pero manteniendo la esencia de la defensa a ultranza de los intereses de la clase trabajadora, contra los ataques del capitalismo.
En los momentos actuales, deberíamos estar inmersos, no en una Conferencia Política de maquillaje ideológico, sino  en el debate para la elaboración de una nueva táctica y una estrategia global que recoja el Programa actualizado y posibilite la transición del capitalismo al socialismo con el menor coste social posible para la clase trabajadora. Porque bajo el capitalismo no hay salida para los pobres, la juventud y la clase trabajadora.

domingo, 19 de mayo de 2013

LAS HUMANIDADES NO SIRVEN PARA ESCLAVIZAR


¿Para qué sirven la filosofía y las humanidades? Pues para nada. Por eso el ministerio es coherente al intentar casi eliminar la filosofía de los estudios de secundaria y reducir a la mínima expresión las humanidades, así como las ciencias teóricas o fundamentales. Pero esto último lo dejamos a parte en este escrito aunque esté íntimamente ligado.

No nos engañemos, desde hace décadas vivimos en un mundo plano, un mundo unidimensional en el que los valores se han ido reduciendo a los valores del mercado, los valores de cambio, valores económicos. Por eso surge la pregunta de para qué sirve la filosofía, la ética, el arte, la música clásica, la literatura. Pues dentro de este esquema de valores que es el predominante, el pensamiento único del stablisment, que se extiende por doquier, en virtud de los medios de manipulación y control de masas, la respuesta es, lógicamente, que para nada.

El mundo que vivimos, que han construido para nosotros, para esclavizarnos, para eliminar las conquistas sociales, antropológicas y laborales de doscientos años para acá, está siendo fagocitado por una forma de pensamiento (ausencia de tal) y un conjunto de valores (contravalores o valores económico exclusivamente) que excluye del mundo y del pensamiento el humanismo y dentro de él, su piedra angular, la filosofía.

No, no dan palos de ciegos, ni son tontos, ni estos del PP, ni el PSOE con su famosa LOGSE que de forma tan siniestra ha preparado el terreno para lo que se nos viene encima que no es más que la consecuencia lógica de lo anterior.

La visión de la educación es una visión tecnocrática que se apoya en dos pilares; primero, el mercantilismo. La educación debe ser un negocio y el fin ha de ser la empleabilidad, es decir, servir al mercado, o la adaptabilidad a la sociedad cambiante y del conocimiento en la que vivimos. Es decir, que es el mercado el que debe regular los planes de estudios, sus currículos y sus fines. Y aquí entra el segundo pilar, los tecnócratas de la educación, los pedagogos.

Estos han creado una ideología que sustenta las supuestas formas de aprendizaje y, curiosamente, esas supuestas formas de aprendizaje se adaptan perfectamente al ideal del funcionamiento de una empresa, más aún, de una empresa privada. Se vacía el contenido y se prima la competencia, se elimina el aprender y se introduce la falacia de aprender a aprender, se elimina la autoridad moral e intelectual del profesor y se sustituye por la empatía y las TICs, bochornoso, pero cierto y, por supuesto, se elimina la ética y la educación para la ciudadanía, porque los ciudadanos no interesan, interesan los obreros, la mano de obra intercambiable y oprimida, ausente de derechos, cabizbaja y obediente.

¿Y las humanidades, y la filosofía? Pues no sirven para nada de esto. La filosofía nos enseña a ser personas, porque la filosofía, y las humanidades en su conjunto, inventan el concepto de ley, de persona, de libertad, de igualdad, de fraternidad, de derechos y deberes, de democracia y así sucesivamente.

Pero todos estos valores no están dentro del mercado. Es más, nos interesa, o les interesa, que salgan de la circulación. Que no exista un pensamiento que los recoja; en definitiva, que caigan en el olvido y una gran losa se cierre sobre ellos.


La filosofía es el ámbito de la libertad civil, de pensamiento y política. Cuestiona el poder, analiza al hombre, jerarquiza los valores, desenmascara el engaño del poder como el de la unidimensionalidad de los valores económicos.

No sirve, porque no es útil, entendiendo por útil aquello que es eficiente económicamente. La filosofía, las humanidades tienen que ver con el ser, no con el tener. Y, precisamente por eso, han sido las humanidades, la filosofía, las que han construido al hombre. Pero al hombre como ser autónomo, libre, capaz de decidir sobre el futuro, capaz de transformar el mundo en el que vive si éste no le gusta. El hombre que crea y decide las leyes que le gobiernan, leyes que son un imperativo para todos.

Las humanidades, simplemente, nos han hecho humanos, pero esto ni se compra ni se vende, no es un valor económico. De lo que se trata ahora, en la barbarie en la que nos hemos adentrado, es de despojar al hombre de todo lo humano, de convertirlo en un nuevo vasallo, un esclavo, un siervo de la gleba posmoderno. Y lo están consiguiendo.

Por eso estamos en un momento de retroceso de siglos. Adentrándonos en una nueva y oscura edad media. Y la humanización del ser humano no puede competir con el poder económico y las nuevas tecnologías, sus seductoras y demagógicas aliadas. Es más, el humanismo no entra en competitividad, ese valor excede al humanismo pertenece, precisamente, a su poderoso enemigo, el capitalismo. Este capitalismo salvaje y bárbaro está fagocitando el humanismo duramente conquistado a través de la denostada, pero real, lucha de clases, y con él se está llevando por delante al propio hombre.

Pero insisto, esto no es de hoy, políticamente tiene más de cuarenta años y, educativamente, en España empieza en el 1990 con la aprobación de la LOGSE. La nueva ley, la LOMCE no es más que dar un paso más y hablar con claridad.

 

viernes, 10 de mayo de 2013

HAMBRE Y DESPILFARRO DE ALIMENTOS



 Según el informe de la FAO “El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2012 es alarmante, mientras 870 millones de personas padecen hambre en el mundo, 1.300 millones de toneladas de alimentos en buen estado acaban en la basura”. Ecuación difícil de resolver cuya solución requiere, además de factores económicos y políticos, la participación ciudadana. La crisis alimentaria azota el mundo. crisis silenciosa, sin grandes titulares, que no interesa ni al Banco Central Europeo, ni al Fondo Monetario Internacional, ni al Banco mundial.
 
Hace menos de un año se produjo otra crisis de alimentos en el mundo. Los organismos internacionales alzaron su voz, el planeta se encontraba a las puertas de un episodio similar a la crisis alimenticia del 2008. La alarma se encendió cuando el precio de los alimentos aumentó un 10%: el maíz y otros cereales, ascendieron a niveles históricos. Afortunadamente la situación no empeoró aunque el riesgo de crisis se mantiene. El sistema alimentario mundial sigue siendo vulnerable, no es novedad.
Según el informe “Global Food, Waste Not, Want Not” (“Comida mundial, no tires, no quieras”) de la Institución de Ingenieros Mecánicos británica (IMechE), que insta a luchar urgentemente contra un despilfarro mayúsculo que supone que casi la mitad de los alimentos producidos en el mundo van a la basura, dos mil millones de toneladas anuales terminan como desperdicios. Entre el 30% y el 50% de los 4.000 millones de toneladas de alimentos que se producen anualmente en el planeta no llegan a consumirse.
           Los autores del informe calculan que en Europa y EEUU, a lo largo de toda la cadena agroalimentaria, del campo al hogar, se pierde hasta el 50% de los comestibles. Los norteamericanos arrojan a la basura la mitad de la comida que adquieren, despilfarro que determina una pérdida de 165.000 millones de dólares al año y representa una cuarta parte del agua consumida, que se utiliza para el cultivo y producción. La comida desperdiciada va a los grandes vertederos donde se descompone y despide metano. “El gas metano es un poderoso agente del efecto invernadero y el desperdicio de comida genera casi una cuarta parte de todas las emisiones en el país que contribuyen al daño del medio ambiente, esto es vergonzoso”.

Paradojas del mundo actual: ricos más ricos y pobres más pobres, despilfarro versus hambre, individualismo vs cooperación. Actualmente el 1% de la población detenta el 80% de la riqueza del mundo, y el 99% se reparte el 20% restante, según datos de la OCDE.
 
Es un desperdicio impactante, pero sobre todo criminal. Son alimentos que podrían utilizarse para la creciente población mundial que hoy padece hambre. También es un despilfarro innecesario de tierra, agua y recursos energéticos que se utilizan para la producción, el procesamiento y la distribución de estos alimentos. 550 mil millones de metros cúbicos de agua (otro bien escaso a escala mundial) se usan para cultivar productos que nunca llegan al consumidor, señala el estudio.
Este desperdicio alimentario tiene causas y responsables, responde a un problema estructural y de fondo: los alimentos son mercancías con estrictas fechas de caducidad, las ofertas comerciales obligan a comprar en cantidad y las manías de los consumidores también. La función principal de alimentarnos, ha quedado en segundo plano. Si la comida no cumple criterios estéticos, su distribución no se considera rentable por lo cual se deteriora antes de tiempo y se desecha.
El informe recuerda que la población mundial superó los 7.000 millones a fines de 2011, y la FAO calcula que puede alcanzar los nueve mil millones en 2050. Se necesitará un 70% más de producción lo que aumenta el riesgo de crisis. Aunque el número de personas con hambre crónica disminuyó en 130 millones durante las dos últimas décadas, 870 millones, uno de cada ocho habitantes, la sigue sufriendo.
Nunca la producción mundial de alimentos alcanzó los volúmenes actuales y, sin embargo, el número de personas que pasan hambre se ha incrementado. Hoy se produce más comida que en ningún otro período en la historia. La producción alimentaria se ha multiplicado por tres desde los años 60, mientras que la población mundial, sólo se ha duplicado. Hay comida de sobra pero el hambre crece y permanece.
Este drama tiene que ver con quienes controlan y dictan las políticas agrícolas y alimentarias y con quienes poseen los recursos naturales (agua, tierra, semillas). Es el impacto de la globalización al servicio de la agroindustria y los supermercados, promoviendo un modelo de agricultura petrodependiente, deslocalizada, intensiva, que fomenta la pérdida de la agrodiversidad y del campesinado. El monopolio agroalimentario de las multinacionales con el apoyo de gobiernos e instituciones internacionales, impone un modelo exclusivo de producción, distribución y consumo de alimentos. Poco les importa que millones de personas pasen hambre, lo fundamental es vender.
 
El Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias publicó su nuevo Índice Global del Hambre. El hambre de 870 millones de personas que viven con 1,25 dólares al día. El nivel de pobreza llega al punto que el 12,5% de la población planetaria sufre malnutrición severa, según datos de 2010 a 2012. En los últimos cinco años se ha producido una desaceleración dramática en el número de personas que consiguen salir del hambre.
“Si midiéramos la malnutrición en lugar del hambre, no ya el déficit de calorías sino el de micronutrientes esenciales para el desarrollo físico y sicológico de los niños, como yodo, hierro, vitaminas, las cifras serían aún mayores: pasaríamos por lo menos a 1.500 millones”, según indica Olivier de Schutter, ponente especial de la ONU para el derecho a la alimentación. Si se mantiene la tendencia de los últimos 20 años, la meta de los Objetivos del Milenio sobre reducción de personas en situación de hambre quedará incumplida. Para colmo muchos gobiernos han recortado drásticamente las ayudas para cooperación al desarrollo a los países más pobres.
El hambre causa más muertes por año que el SIDA, la malaria y la tuberculosis juntos. Es responsable de la tercera parte de las muertes de niños menores de cinco años en los países pobres. El Programa mundial de Alimentos subrayó que todas estas tragedias podrían evitarse y recordó que las vitaminas y nutrientes para que un niño crezca sano cuestan apenas 25 centavos de dólar diarios.
Si la mitad de la comida en el mundo occidental termina en la basura, la falta de alimentos se debe al egoísmo. El alza de los precios en el mercado internacional es la principal causa de esta crisis, pero hay otras: políticas comerciales, pobreza, falta de agua potable, discriminación de la mujer, desastres naturales, cambio climático, violencia y conflictos armados, pandemias, etc., La crisis económica está ligada a la alimentaria. Los mismos que nos condujeron a la crisis de las hipotecas subprime, en setiembre del 2008, especulan con las materias primas alimentarias, generando el aumento de sus precios, haciéndolos inaccesibles para mucha gente, especialmente en los países del Sur. Fondos de inversión, Seguros y bancos, compran y venden productos en los mercados de futuros con el fin de especular y hacer negocio. Hoy la inversión financiera-especulativa controla más del 60% de los mercados de alimentos, comparado con el 12% de 1996.
 
Para algunos la crisis alimentaria mundial es coyuntural y para otros estructural, potenciada por modelos que hacen depender la dieta humana de tres cereales: arroz, maíz y trigo. Dependencia que ha tornado la especialización en monopolio. Se estima que los alimentos constituyen entre 10% y 15% del gasto promedio de un hogar en un país desarrollado. En los sectores pobres de una nación en desarrollo se llevan entre el 50% y el 90% de sus ingresos. Según el Banco mundial los alimentos están un 24% más caros que el año pasado lo que obliga a los más pobres a invertir casi todos sus ingresos en alimentos lo que a su vez causa 44 millones de personas más en condición de extrema pobreza.
El flagelo del hambre no es solamente un problema técnico. Es un problema ético resultado de una sociedad individualista que valora más la propiedad privada que la solidaridad, más la competición que la cooperación.
Si no se fortalece una ética de la solidaridad, del cuidado de unos a otros no habrá modo de superarlo. Y el hambre es también de orden político, rehén del poder económico, dentro del sistema. Si no se produce una inversión de valores, si no se consagra la primacía de la política sobre la economía con una ética inspirada en la solidaridad no habrá posibilidad de solución para el hambre y la subnutrición mundial.
“Que 870 millones de personas pasen hambre en un mundo que produce suficientes alimentos para toda la población es el mayor escándalo de nuestro tiempo”, afirma Intermon Oxfam. Esta cifra “debería hacer sonar las campanas de alarma en todo el mundo”. La desigualdad dentro y fuera de los países viola el derecho fundamental de toda persona a disponer de alimentos en cantidad y calidad suficiente que les permita vivir una vida digna y saludable.
Siguen siendo válidas las palabras de Gandhi: «el hambre es un insulto; envilece, deshumaniza y destruye el cuerpo y el espíritu, si no la propia alma; es la forma de violencia más asesina que existe».

sábado, 4 de mayo de 2013

CRECIMIENTO ¿PARA QUÉ?


Llámenme malpensado, pero empieza a mosquearme tanto debate entre austeridad y crecimiento que gobernantes y expertos han puesto en el centro de la agenda en los últimos meses. Que si Merkel defiende la austeridad, que si Hollande propone crecimiento..., y luego los que, como el FMI, piden un plato de cada: austeridad con crecimiento.
Si uno quiere pensar bien, creerá que en efecto se están dando cuenta de que la austeridad fanática ha sido un error que nos ha llevado al pozo, pues la lucha contra la deuda y el déficit han traído más deuda y más déficit, al precio de hundirnos en la recesión y aumentar el paro y la desigualdad. De modo que habría llegado el momento de levantar el pie del freno antes de que el coche se pare del todo, y apretar un rato el acelerador para no quedarnos en la cuneta.
Pero si uno piensa mal (y la experiencia de la crisis invita a ello), cabe pensar que nos están preparando el cuerpo para la próxima vuelta de tuerca en la construcción del nuevo capitalismo, y que esa vuelta se llamará política de crecimiento. O dicho de otra manera: con la austeridad nos han ablandado, como el pulpo al que se apalea un rato antes de cocinarlo; y ahora ya estamos listos para que nos echen en la olla y suban el fuego.

Soy el primero que piensa que la austeridad, esta austeridad, es un crimen, y que necesitamos otra política económica. Pero cuando decimos “estímulos”, cuando hablamos de “crecer”, ¿estamos pensando en lo mismo que piensan el FMI, Obama o Rajoy? ¿De qué crecimiento hablamos? ¿Darle a la máquina de billetes sin más, para poner en marcha otro ciclo a ver si aguanta el invento unos años más, y otra vez dejando la cuenta para que la paguen los que vengan detrás? ¿De verdad el modelo a seguir es Estados Unidos, donde algunos economistas ya advierten de la repetición de errores en el sector financiero?

Ya digo, no me hagan mucho caso, que me he levantado con el colmillo retorcido, pero me pregunto si no están consiguiendo, con tanta insistencia en el debate “austeridad vs. crecimiento”, que nos subamos todos al tren que ellos quieren, el del “crecimiento”, para una vez a bordo volver a llevarnos a donde quieran, a un descarrilamiento o a otra vía muerta. Y esta vez, además, en vagones de tercera.
La trampa es tener que elegir entre su austeridad o su crecimiento, poli malo y poli bueno del nuevo capitalismo. La austeridad a la alemana nos matará de hambre y sed, pero no seamos tan ingenuos de pensar que las políticas de crecimiento que pide Rajoy nos traerán la felicidad, porque nada volverá a ser como antes (desarrollo, consumo, Estado de Bienestar, democracia…). Pero además, una política de crecimiento porque sí, sin antes adoptar medidas como una auditoría de la deuda y el impago de la deuda ilegítima, sin quitar poder al sector financiero, y desatendiendo prioridades sociales y ecológicas, será otra vez pan para hoy y hambre para mañana.
Las reglas del juego han cambiado, a ver si nos enteramos. Toca elegir si seguimos jugando al mismo juego pero con reglas más desfavorables, o proponemos otro juego donde no perdamos siempre los mismos.