La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, anunció en el acto de Sumar que quiere ser la primera presidenta del Gobierno. La ausencia anunciada de Podemos ha marcado la presentación en Madrid.
Nueva
ronda de ilusión promovida por un nuevo espacio político. Con el acto en el
pabellón Magariños –renombrado Movistar, en el barrio madrileño de El Viso–
Sumar, el proyecto de Yolanda Díaz, volvió a poner en marcha un ciclo que ya va
siendo conocido para la izquierda española, el de la esperanza y la ilusión.
Pasadas las 14.15 horas, la política ferrolana anunció que quiere ser “la
primera presidenta de nuestro país” y con ese anuncio se postula como
representante de un espacio político con genealogía —ecología, feminismo—, con
una raíz europea —“contra los muros”—, pero con mirada a diez años vista. “Creo
que puedo ser útil a nuestro país”, exclamó Díaz antes de cerrar un acto en el
que estuvo arropada por más de tres mil personas.
Se vieron muchas caras de participantes en anteriores y vigentes proyectos de esta clase: Ada Colau, alcaldesa de Barcelona es la principal representante del sí se puede. Sus resultados el 28 de mayo serán el termómetro de la vigencia de un espíritu que nació entre 2014 y 2015 y que Díaz lidera hoy.
En
primera fila, otros representantes de la nueva política y de las organizaciones
veteranas de este espacio, ya cada vez más definido por ser “la izquierda del
PSOE”: Más Madrid, Izquierda Unida, Compromís, Equo. Dos ministros, además de
Díaz: el de Consumo, Alberto Garzón, y el de Universidades, Joan Subirats.
Además de Enrique Santiago, secretario general del PCE, Mónica García,
candidata a presidenta de la Comunidad de Madrid en las elecciones de mayo, y
Rita Maestre, candidata a alcaldesa por Más Madrid. La rareza de la situación
actual dio lugar a un momento comprometido: IU y Más Madrid competirán en mayo.
Díaz parece haber elegido su opción. Lo mismo ha pasado con Compromís y el
escenario en las elecciones valencianas.
Entre
el público había seis excoordinadores territoriales de la organización morada,
exdiputados —Pablo Bustinduy, Segundo González— y el ex con mayúsculas: Íñigo
Errejón. Como decía la canción, estaban “todos menos tú”.
Ese
tú, hoy, es Podemos. La organización dirigida por Ione Belarra no asistió y esa
era la noticia desde el viernes, cuando quedó claro que ya no habría
acercamiento. La política del espectáculo, fomentada por unos, por otros, por
ajenos y por todos, exigía que alrededor del acto del día 2, si no se daba el
abrazo definitivo, se produjera un pequeño drama, un anticlímax.
Pero la puesta en escena no quiso ahondar en ese anticlímax y se centró en rodear a Yolanda Díaz de mujeres —desde Maite Navarro, tendera de València, a la exdiputada socialista Carla Antonelli—. La poeta nicaragüense Gioconda Belli, una de las sorpresas en el orden de apariciones, resaltó la necesidad de “no convertir las diferencias en abismos”, y la propia estructura del acto reflejó cierta voluntad de no ensanchar más la grieta que separa a Sumar, convertido en paraguas de quince organizaciones y microorganizaciones, de Podemos. Esa puesta en escena, con la presencia en la tribuna de sindicalistas, militantes y referentes como Carla Antonelli o la propia Belli, abre más posibilidades de acuerdo que un acto en el que hubieran participado los y las líderes de las organizaciones.
Así,
aunque el anuncio del acto decía que el día 2 de abril, empezaba TODO —con ese
uso que la generación Z da a las mayúsculas, que es el que antes se daba a la
cursiva—, la vibración del acto era muy similar a la que, el verano pasado, dio
arranque al proceso de escucha de Díaz en la plaza del Matadero, también en
Madrid. Han sido 25 actos en las 17 comunidades autónomas, en los que Díaz ha
recabado apoyos de la sociedad, de pequeños y medianos empresarios, de
sindicalistas. Un tiempo en el que ha revitalizado una narrativa conocida: la
del nuevo comienzo, la del día histórico. No por casualidad, las primeras dos
personas en el escenario han sido jóvenes —jovencísimos— creadores de
contenido. “No nos van a robar nuestros sueños”, ha sido la primera frase de
Díaz. El espíritu general, la reivindicación de otra política, del diálogo, de
la ilusión, la esperanza, la imaginación, la honestidad, el cuidado, la
ternura.
También hay fondo, y a él se refirieron casi todas las ponentes: la subida del salario mínimo, una reforma laboral que ha tenido la virtud de multiplicar los contratos indefinidos —pero que aún no ha recuperado días de indemnización por despido pese a la voluntad de la ministra de Trabajo— y el recuerdo de su actividad durante la pandemia, especialmente, a través de los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo. “Sé muy bien lo que es la precariedad”, ha reivindicado Díaz.
La
ministra, sin embargo, apenas basó su discurso en su bagaje —una referencia a
la subida a 1.080 euros del SMI dio paso a la única ráfaga de reivindicaciones
materiales— sino en los conceptos que rodean al significante ilusión-esperanza.
Un proyecto de país “para cambiar la vida de nuestras gentes”, basada en “otra
forma de hacer política” para un país que hoy tiene “sed de cambio”. El
repertorio es ese y parece haber conectado con mucha gente. Hoy por hoy la
pregunta es saber con cuánta.
Nadie
se atreve hoy a asegurar qué pasará. Sería paradójico que el diálogo, que se
extiende a un amplísimo arco de agentes sociales, se quedara a las puertas de
una organización con la que se comparte el 90% del libreto, pero tanto en la
política con mayúsculas como en el politiqueo, cuentan los números además de
las palabras, y hoy el método elegido para las primarias tiene una importancia
capital para la posible fusión fría de los espacios o para su separación. No es
el único factor, el sentimental es importante e introduce una mayor dosis de
azar.
Para quienes esperaban los dardos en clave interna, estos llegaron a las 13.40h. Díaz criticó el “politiqueo” a la hora de votar la reforma laboral el pasado año. En aquella ocasión ERC y EH Bildu votaron en contra, los primeros, según han escrito algunos periodistas, fueron aplaudidos por un sector de Podemos que querrían haber provocado un agujero en el liderazgo de la vicepresidenta segunda. Es uno de los “secretos agravios” que Díaz tiene hacia la organización de Belarra. Aquel día, su carrera política pudo haber terminado de forma abrupta, un voto erróneo por parte de un diputado del PP cambió la historia o, como se dice hoy día, lo cambió Todo. Otro dardo, la vicepresidenta ha rechazado las “tutelas” en un mensaje con dirección a Ciudad Lineal, donde hoy trabaja el exvicepresidente Pablo Iglesias.
“Hoy
empieza todo” y a partir de mañana sigue abierta la gran incógnita, si la
política de la ilusión es compatible con la rudeza y la dureza, que ha
criticado Díaz, y que Podemos ha defendido como aproximación a la política. Si
el “todos menos tú” del acto de presentación es definitivo –y solo falta
colocar el relato sobre la culpabilidad del desencuentro– o si hay alguna
posibilidad de salvar la relación y provocar otro abrazo, otro día histórico
que una la esperanza y la amabilidad con los rudos y las rudas.