jueves, 29 de septiembre de 2016

¡VIVA PEDRITO SÁNCHEZ!


Una de las premisas básicas en la crisis del bipartidismo abierta desde el 20D es que la ruptura de uno de los partidos era una de las opciones que podía resolver, momentáneamente, esa crisis. Con o sin terceras elecciones, el golpe de un sector del PSOE –formado por una confluencia de sectores– ha sido el primer ataque orgánico del sector que opta por la abstención en un nuevo intento de investidura de Rajoy.
La gobernabilidad en términos de la Gran Coalición está más cerca tras la dimisión de 17 miembros de la Ejecutiva del PSOE, que se ha producido a eso de las 17:30 de ayer. Con ese movimiento de varios miembros la dirección socialista, se abre la mayor crisis interna en el socialismo tras el XXVIII Congreso del partido en 1979.
No he votado por Pedro Sánchez ni le votaré; pero, después de todo le que le está cayendo encima, desde la Derecha y la Izquierda, y, sobre todo, después del ataque traicionero y asesino de Felipe González, movilizando a los suyos en la Ejecutiva para forzar al partido socialista a cambiar el “NO” por un “SI” o una “abstención” a la investidura de Rajoy, cómo no gritar ¡Viva Pedro Sánchez!
Por las razones que sean, Pedro Sánchez sigue manteniéndose firme al frente de la Ejecutiva y en el “NO” a la investidura de Rajoy, y por eso se ha convertido en el único obstáculo -en el día a día- a tal investidura. De ahí los ataques, las maniobras y el linchamiento político y mediático sin precedentes de que es objeto.
Alguien ha escrito que “para estar acorralado y medio muerto resulta impresionante la cantidad de munición que se está despilfarrando en rematar a Pedro Sánchez. La balacera resulta realmente atronadora. La variedad y potencia destructiva de la munición empleada parece digna de una película de Marvel.”
Que la Derecha (el PP y Ciudadanos, etc.) le reproche, le incrimine y lo ponga por los suelos por su entercamiento en el “NO” se comprende, es normal. La Derecha va a lo suyo… y nunca ira a lo que propone la Izquierda, salvo si es lo mismo. Pero que la Izquierda no lo defienda, que lo triture o lo abandone es incomprensible. Por lo menos la Izquierda institucional “nueva”, esa que justifica su participación en el Sistema para provocar el “cambio”. Pues, de parte de “barones” y “baronesas” del PSOE, hace tiempo que se sabe lo que quieren, cuales son sus intereses y a quienes sirven…
A Pedro Sánchez se le acusa de embarcarse en el “no a Rajoy” por pura supervivencia política, por el solo afán de conservar el poder dentro de su partido. Y también por mezclar irresponsablemente los problemas orgánicos de su partido y los problemas de la gobernabilidad de España.
¡Cómo si no fuese eso lo que hacen todos los días los políticos! ¡Cómo si hubiera alguno que piense en otra cosa que en su carrera e intereses personales! ¡Cómo si la política fuese hoy algo más que un medio (una profesión) para los políticos de hacerse un nombre y un lugar en la pirámide del poder político y económico de la sociedad! Cómo si los políticos pudieran dejar de obedecer (remember Alexis Tsipras) a los que realmente tienen el Poder, a los que realmente mandan -hoy como ayer- en la sociedad, a los del Ibex.
No sé si Pedro Sánchez, el pipiolo fotogénico, les ha salido respondón y realmente quiere defender los principios del PSOE y la posición de la base socialista, mayoritariamente partidaria del “No es No”. O si solo es por orgullo y cabezonería que lo hace, cansado de pelear con los “barones” y la “baronesa” de Andalucía que quieren gobernar el partido desde la sombra. Difícil de saberlo. Lo único que sí está claro es que toda esa banda y la Derecha se lo quieren cargar para impedir que el PSOE vuelva a ser siquiera un poco de Izquierda (socialdemócrata, por lo menos) y siga manteniendo el “No es No”.
Sea por lo que sea, dentro de pocos días sabremos si es una pelea por los principios o únicamente por el poder en el partido y quién la ha ganado. Pues parece poco probable que las “17 dimisiones” sean una maniobra para salvar el cuerpo y alma del PSOE… Como tampoco para recuperar la clientela progresista que hasta hace poco votaba “socialista”. A lo sumo, para intentar recuperar la clientela conservadora.
En todo caso, la división interna del PSOE no es cosa de ayer por la tarde. Más allá de los principios, la lucha por el poder es una constante en todos los partidos. Así pues, gane Sánchez y siga con su hoja de ruta o pierda y provoque una escisión que empeore aún más el resultado electoral del PSOE, el desenlace de esta guerra no modificará -en positivo- el bochornoso y desastroso panorama político actual en España.
Al contrario, más allá de esta guerra interna en el PSOE y de la corrupción imperante en el seno de la clase política, la realidad es que la corrupción no ruboriza ni a los corruptos ni a los que les frecuentan en las Instituciones del Poder, y que entre unos y otros están consiguiendo que el PP pueda seguir gobernando.
Y lo más vergonzoso es que se lo permitirán sin siquiera obligarle a atenuar las políticas reaccionarias que han sumido en la precariedad laboral, el desempleo y la pobreza a muchas familias en el país.
Lo más indignante, del escandaloso espectáculo que nos ofrecen los políticos (y políticas) a día de hoy, no es solo la insensibilidad social y la desfachatez con la que los “viejos” muestran sus verdaderas ambiciones sino también la manera en que los “nuevos” (esos que iban a poner fin a la vieja política y provocar el “cambio”) muestran ahora -sin tapujos ni medias tintas- lo bien que se sienten formando parte de la “casta”. Esa que hace unos días denostaban…
Repito pues lo que dije al comienzo: no he votado por Pedro Sánchez ni le votaré, e incluso empiezo a plantearme si no será más honesto la abstención activa. Pero, dado que su actitud –consciente o inconsciente- ha dado pie a esta jauría de ambiciosos y serviles de los poderosos para arrancarle las carnes por su osadía de mantenerse en el “no es no” a Rajoy, ¿cómo no estarle agradecido? Pues, sea por lo que sea, ¡menudo espectáculo ha provocado!
Claro que no es de risa; pero tampoco de llorar… ¡Es la realidad descarnada de la política! ¡Es lo que hay!. Es el lamentable espectáculo de la política  a cara de perro. Es la pena por ver como una jauría de lobos despedazan a dentelladas sanguinolentas los despojos de un partido que fue el auténtico abanderado del progreso y la defensa de los derechos de los trabajadores… hasta que llegó Felipe González.

lunes, 5 de septiembre de 2016

LA TRAGEDIA GOLPISTA DE BRASIL


Una banda de “malandros”, como canta el incisivo y premonitorio poema de Chico Buarque -“malandro oficial, malandro candidato a malandro federal, malandro con contrato, con corbata y capital”- acaba de consumar, desde su madriguera en el Palacio Legislativo de Brasil, un golpe de estado (mal llamado “blando”) en contra de la legítima y legal presidenta de Brasil Dilma Rousseff. Y digo “mal llamado blando” porque como enseña la experiencia de este tipo de crímenes en países como Paraguay y Honduras, lo que invariablemente viene después de esos derrocamientos es una salvaje represión para erradicar de la faz de la tierra cualquier tentativa de reconstrucción democrática.
El tridente de la reacción: jueces, parlamentarios y medios de comunicación, todos corruptos hasta la médula, puso en marcha un proceso pseudo legal y claramente ilegítimo mediante el cual la democracia en Brasil, con sus deficiencias como cualquier otra, ha sido reemplazada por una descarada plutocracia animada por el sólo propósito de revertir el proceso iniciado en el 2002 con la elección de Luiz Inacio “Lula” da Silva a la presidencia.
La voz de mando es retornar a la normalidad brasileña y poner a cada cual en su sitio: el “povao” admitiendo sin chistar su opresión y exclusión, y los ricos disfrutando de sus riquezas y privilegios sin temores a un desborde “populista” desde el Planalto. Por supuesto que esta conspiración contó con el apoyo y la bendición de Washington, que desde hacía años venía espiando, con aviesos propósitos, la correspondencia electrónica de Dilma y de distintos funcionarios del estado, además de Petrobras.
No sólo eso: este triste episodio brasileño es un capítulo más de la contraofensiva estadounidense para acabar con los procesos progresistas y de izquierda que caracterizaron a varios países de la región desde finales del siglo pasado.
Al inesperado triunfo de la derecha en la Argentina se le agrega ahora el manotazo propinado a la democracia en Brasil y la supresión de cualquier alternativa política en el Perú, donde el electorado tuvo que optar entre dos variantes de la derecha radical.
No está de más recordar que al capitalismo jamás le interesó la democracia: uno de sus principales teóricos, Friedrich von Hayek, decía que aquella era una simple “conveniencia”, admisible en la medida en que no interfiriese con el “libre mercado”, que es la no-negociable necesidad del sistema. Por eso era (y es) ingenuo esperar una “oposición leal” de los capitalistas y sus voceros políticos o intelectuales a un gobierno aún tan moderado como el de Dilma.
De la tragedia brasileña se desprenden muchas lecciones, que deberán ser aprendidas y grabadas a fuego en nuestro país. Menciono apenas unas pocas:
 Primero, cualquier concesión a la derecha por parte de gobiernos de izquierda o progresistas sólo sirve para precipitar su ruina. Y el PT desde el mismo gobierno de Lula no cesó de incurrir en este error favoreciendo hasta lo indecible al capital financiero, a ciertos sectores industriales y a los medios de comunicación más reaccionarios.
Segundo, no olvidar que el proceso político no sólo transcurre por los canales institucionales del estado sino también por “la calle”, el turbulento mundo plebeyo. Y el PT, desde sus primeros años de gobierno, desmovilizó a sus militantes y simpatizantes y los redujo a la simple e inerme condición de base electoral.
Cuando la derecha se lanzó a tomar el poder por asalto y Dilma se asomó al balcón del Palacio de Planalto esperando encontrar una multitud en su apoyo apenas si vio un pequeño puñado de descorazonados militantes, incapaces de resistir la violenta ofensiva “institucional” de la derecha.
Tercero, las fuerzas progresistas y de izquierda no pueden caer otra vez en el error de apostar todas sus cartas exclusivamente en el juego democrático. No olvidar que para la derecha la democracia es sólo una opción táctica, fácilmente descartable.
Por eso las fuerzas del cambio y la transformación social, sin mencionar los sectores radicalmente reformistas o revolucionarios, tienen siempre que tener a mano “un plan B”, para enfrentar a las maniobras de la burguesía y el imperialismo que manejan a su antojo la institucionalidad y las normas del estado capitalista. Y esto supone la organización, movilización y educación política del vasto y heterogéneo conglomerado popular, cosa que el PT no hizo.
Conclusión: cuando se hable de la crisis de la democracia, una obviedad a esta altura de los acontecimientos, hay que señalar a los causantes de esta crisis. A la izquierda siempre se la acusó, con argumentos amañados, de no creer en la democracia. La evidencia histórica demuestra, en cambio, que quien ha cometido una serie de fríos asesinatos a la democracia, en todo el mundo, ha sido la derecha, que siempre se opondrá con todas la armas que estén a su alcance a cualquier proyecto encaminado a crear una buena sociedad y que no se arredrará si para lograrlo tiene que destruir un régimen democrático.
Para los que tengan dudas allí están, en fechas recientes, los casos de Honduras, Paraguay, Brasil y, en Europa, Grecia. ¿Quién mató a la democracia en esos países? ¿Quiénes quieren matarla en Venezuela, Bolivia y Ecuador? ¿Quién la mató en Chile en 1973, en Indonesia en 1965, en el Congo Belga en 1961, en Irán en 1953 y en Guatemala en 1954?