viernes, 6 de abril de 2018

SOY ATEO. SOLO CREO EN LAS PERSONAS


Que vaya por delante mi respeto atento y preciso a las personas que creen cosas, las que sean, y las defienden sin imponerlas, o que sencillamente las creen y se las guardan para ellas. En el ámbito religioso quiero dejar claro que defiendo desde hace años un espacio público libre de mezclas entre el mundo institucional y el religioso, porque creo que todo el mundo puede pensar en los milagros y fantasías diversas que quiera y le apetezcan, pero a la vez quienes se consideran representantes institucionales no tienen que tener nada que ver a nivel público con ninguna religión en concreto. Mucho menos, todavía, las fuerzas armadas o los militares.
Podría recurrir a mi postura ideológica o a mi sentimiento profundo, que también tengo porque soy humano - a pesar de que no lo impongo a nadie -, para justificar las palabras que hoy me pasan por la cabeza para hablar y calificar este esperpento de la Semana Santa en este estado que se llama España y se califica de español. Pero no lo haré porque no hace falta.
La visión de cuatro ministros del Gobierno del PP (Cospedal, Catalá, Méndez de Vigo y Zoido) cantando «Soy el novio de la muerte» me parecen tan contundente y definitoria como las banderas a medio asta para recordar la muerte de Jesucristo.
Les gusta cantar himnos fascistas como “El novio de la muerte” a la pandilla del partido de la Gürtel, allí estaban rindiendo honores esta Semana Santa a La Legión y a su Cristo de la Buena Muerte, todo va de muerte entre esta gentuza, la ministra de defensa y otros conspicuos menesteres para beneficio ilícito de su ínclito marido la tal Cospedal, junto a otros pendencieros ministruchos como Zoido, De Vigo y Catalá, cuyo mayor entretenimiento es perseguir o meter en la cárcel a personas honradas que defienden el derecho a decidir de su pueblo en Catalunya, a raperos que cantan la verdad y la justicia, mientras dejan en la puta calle a los miles de ladrones y delincuentes de su partido.
Hasta el mamporrero ex de Fuerza Nueva, Rafael Hernando, salió de su caverna para afirmar que él también lo canta y se pone a mil con la misma canción del Fascio español.
Pienso que si yo fuera católico o cristiano me dolería mucho ver a esta pandilla de criminales ensuciando un momento como el que supongo que es la Semana Santa para quien se la cree de verdad, que no soy yo ni la mayoría de quienes lucen túnica o cirio estos días por las calles de este país.
Pienso que si yo creyera en este Dios o en cualquier otro me daría asco ver a los legionarios haciendo el tonto en procesiones que supuestamente son de recogimiento y de estar con uno mismo, al menos en el caso de quienes creen que el muerto y torturado aquel era hijo de Dios.
Pienso que si yo creyera en la resurrección de los muertos me moriría de vergüenza de ver como en una celebración de la regeneración anual se produce una exposición de caspa casposa y de militarismo exacerbado en plazas y calles.
Y a pesar de no ser cristiano, a pesar de no creer en ningún Dios y a pesar de no creer en la resurrección de los muertos me jode y mucho que un estado como este que nos ocupa se produzca una asquerosa muestra de los elementos más patéticos del dominio de la Iglesia sobre la vida pública de una sociedad, hasta el punto de no poder distinguir demasiado entre militares, curas, políticos, creyentes y cristos crucificados. Hasta el punto que algunos católicos ultras pidan respeto cuando alguien, como yo, pone en entredicho que esto que hacen sea mínimamente cuerdo. Cómo si las personas que no tenemos Dios ni ganas no tuviéramos derechos o no mereciéramos respeto, al menos tanto como los que adoran trozos de madera pintados o los que no adoran imágenes sino palabras de libros que en muchos casos no tienen ni siquiera derecho a interpretar literariamente.
Ninguna «tradición» puede justificar esta no separación clara y rotunda del mundo religioso del mundo civil, y aquí hay que diferenciar entre la religiosidad de las personas y el intento de dominio religioso de la Iglesia por encima el resto del mundo. Ninguna «antigua historia», por muy arraigada que esté, puede convertir los cuentos para niños desvelados que son los evangelios en obligación, ni su representación iconográfica en dueña del espacio de todo el mundo. Ninguna fe particular podemos permitir que se convierta en «pública» o colectiva y a la vez reciba privilegios absolutos y sea pagada con dinero de todas y todos. Ninguna superstición de adultos podemos dejar que se convierta en dogma escolar ni que forme parte de currículums escolares. Ninguna mentira sobre supuestos alucinajes milagrosos podemos permitir que se convierta en doctrina de fe, ni aquí ni en ninguna parte. Y ningún privilegiado podemos dejar que nos pida consideración cuando es incapaz de reconocer las privilegios con que vive y tiene.
En todo caso, que crea quién quiera pero que nadie incordie demasiado y mucho menos nos obligue, al resto, a aguantar públicamente sus vicios o incluso a pagarlos.
Y no, no soy «novio de la muerte» ni creo que lo tenga que ser nadie. Y sí, soy ateo pero no espero que lo sea nadie… que no lo quiera ser por voluntad propia y libre determinación. Pero tranquilos que no pondré nunca ninguna multa a quien se cague en el ateísmo o pase por medio de una procesión cualquiera de las que hagamos quienes no creemos en nadie más que en las personas