domingo, 29 de junio de 2014

LA POLÍTICA COMO GESTIÓN DE LA NECESIDAD

         Cuando se acerca un cambio de ciclo político es habitual escuchar decir a la gente que si los de tal partido lo han hecho tan mal, es hora de votar a los otros a ver si lo hacen mejor.
         Desde que tengo conciencia de la alternancia de partidos en el poder ha sido así. Siempre hay un trasvase de votos entre partidos, no sabría decir si grande o pequeño, por parte de aquellos que consideran que el partido en el gobierno lo ha hecho muy mal y que sería buena cosa probar a votar a los otros. Parece algo normal y saludable. Algún entusiasta cursi incluso lo calificaría como el triunfo de la democracia.

         Sin embargo, no es así. Cuando la gente cambia su voto no rigiéndose por ideas políticas, sino por un ‘hacerlo mejor o peor’ absolutamente despolitizado, estamos presenciando otra cosa. Asistimos más bien al triunfo del objetivo neoliberal de dar muerte a la política, de matarla bien muerta.
         Démosle algunas vueltas al asunto. Si alguien considera que el partido al que ha votado ha hecho las cosas mal y decide votar a otro partido, está suponiendo que lo que importa no son las ideas y valores políticos de los partidos, sino que sean buenos gestores. Entiende la política como gestión sin más y con ello implica que hay una buena manera de gestionar las cosas con independencia de las ideas políticas. Es la muerte de las ideologías y de la política. No porque mueran todas las ideologías, sino porque se impone una sola pero disfrazándose de no-ideología, de no-política.
         En esta situación, los partidos se lanzan a colonizar un centro inexistente desde el que presentarse a los electores como buenos gestores que ya han trascendido las viejas y caducas ideologías políticas.
No hace mucho, un partido obtuvo mayoría absoluta haciendo una campaña electoral de extremo centro consistente en decir que harían lo que hubiese que hacer. El mensaje no era que harían políticas de izquierdas o de derechas, sino que harían lo que fuese necesario hacer. Otro partido en alza intenta deslindarse en la medida de lo posible de cualquier posición ideológica y se presenta a los electores como un partido que hace “propuestas sensatas” y presuntamente desideologizadas.

En política es imposible actuar sin partir de determinados valores o ideales. No puede existir nada parecido a una buena gestión neutra. Para que algo se pueda considerar como una buena gestión debe serlo con respecto a una determinada escala de valores. No hay políticas que sean buenas sin más. No es lo mismo una buena gestión al servicio de valores como la igualdad y la justicia social que una buena gestión al servicio de la flexibilidad laboral y la competencia. No es lo mismo una buena gestión al servicio de los intereses de la clase dominante que una buena gestión al servicio de las clases explotadas.
         Los que se pretenden situar en esa posición neutra y desideologizada, los que pretenden que gobiernan haciendo sólo lo que es necesario hacer, en realidad intentan esconder que tras sus medidas hay una ideología y unos intereses de clase muy determinados. Enmascaran su propia ideología disfrazándola de no-ideología, de necesidad histórica, y así es como se convierten en gestores de la necesidad.
Los políticos convertidos en agentes del sentido común, de lo necesario, de lo sensato y del gobierno como Dios manda. Con ello se convierten a sí mismos, y a la política en general, en algo absolutamente irrelevante. Para hacer lo que es necesario hacer no hacen falta ni políticos ni política, sólo buena gestión. Lo que aún no se muestra con claridad es el siguiente paso lógico: si la política no es necesaria, tampoco lo es la democracia.
         La muerte de las ideas políticas lleva en sí el germen de la muerte de la democracia. Hace poco, una encuesta del CIS reveló que el 63% de los ciudadanos preferiría un gobierno de expertos sin filiación política. Semejante dato no causó el terror que cabría esperar. Piensenlo bien: ¡una gran mayoría social preferiría una dictadura tecnocrática a una democracia! Es un pensamiento que debería quitar el sueño a los demócratas pero no es más que la consecuencia lógica de la muerte de las ideologías.
Si los valores políticos ya no importan, si lo único que importa es que los gobernantes sean buenos gestores y hagan las cosas “como Dios manda”, ¿por qué dejar el gobierno en manos de los políticos? ¿No sería más razonable que gobernasen los expertos? ¿No sería mejor que tomasen las riendas aquellas personas que no se dejan llevar por valores políticos sino que se conducen exclusivamente por un saber técnico? Un saber que se presenta como no siendo ni de izquierdas ni de derechas, sino todo lo contrario.
¿Por qué esa búsqueda tan desesperada de la posición neutra políticamente? La opresión necesita ocultarse, presentarse como una situación natural, para poder sobrevivir. Es por ello por lo que la doctrina neoliberal intenta ocultar su naturaleza política. Para poder prosperar necesita presentarse como una posición neutra que trasciende las viejas ideas políticas. De lo contrario, las políticas que están al servicio de la élite empresarial y financiera jamás podrían imponerse en regímenes democráticos.
La clase minoritaria sólo puede ganar la lucha de clases ocultando que tal lucha existe. Los intereses de esta minoría sólo pueden obtener el respaldo de amplias mayorías en las urnas si consiguen presentarse como si fuesen los intereses de la sociedad en su conjunto.
Las políticas de la austeridad sólo son asumibles socialmente si se presentan como medidas técnicas, apolíticas e inevitables. Los think tank y los medios de comunicación a su servicio ganan la batalla cuando consiguen vestir los intereses de la clase dominante con el disfraz de lo inevitable y denunciar cualquier alternativa como política o ideológica.  
Los gestores de la necesidad tienen muy clara su estrategia: ellos no hacen política, aplican el sentido común. Sin embargo, los que se oponen a su gestión son acusados de estar motivados por ideologías políticas.
La estrategia de denunciar la oposición como política a veces es llevada al paroxismo. Un ejemplo de ello es lo que está ocurriendo con las huelgas. En los últimos tiempos, cuando se convoca una huelga, la prensa de derechas, la CEOE e incluso algún ministro, se apresuran a calificarla de “huelga política”. El problema es que no se trata de la mera expresión de una obviedad, pues la huelgas son políticas por definición, sino de un intento de descalificar y desactivar la huelga.
El adjetivo ‘político’ utilizado en sentido peyorativo por el señor Wert nos pone ante un extraño escenario en el que los mismos políticos descalifican la palabra ‘política’ y la pronuncian como si estuviesen mascando mierda.
No sólo no se preocupan del creciente desprestigio social de la política sino que les interesa fomentarlo. Cuanto más degradada esté la política en el imaginario popular, más fácil será pasar el rodillo tecnocrático al servicio de la doctrina neoliberal.
La genuina discusión política entre valores e ideas es la principal enemiga de la tecnocracia. Allá donde hay verdadero debate entre valores e ideas políticas, siempre se dejan entrever distintas alternativas. Justo lo contrario del discurso político de extremo centro que presenta sus medidas como dolorosas pero necesarias e inevitables.
Allá donde se da la verdadera confrontación política, siempre aparece como trasfondo la lucha de clases. Justo lo que intenta evitar el discurso neoliberal al procurar que confundamos los intereses de la élite financiera y empresarial con los intereses de la sociedad en su conjunto.
Del mismo modo que el neoliberalismo necesita degradar la imagen de los impuestos y de los servicios públicos como mecanismos redistributivos y de justicia social, también necesita deteriorar la imagen de la política como búsqueda de la mejor forma de organizar la convivencia social.
El debate político es peligroso porque si se intensifica puede acabar despertando a la sociedad del plácido sueño de la gestión de lo inevitable. Por ello, es preferible que el pueblo asocie la política con un turbio escenario de corrupción y luchas de poder.
Como suele ocurrir, los principales valedores de las ideologías legitimadoras de la opresión son los mismos oprimidos: “todos los políticos son iguales”, “yo no soy ni de izquierdas ni de derechas”, “son todos unos ladrones”, “si yo estuviese en su lugar también echaría mano a la saca”, “¿cuándo han hecho los políticos algo por mí?”, etc. Un pueblo hastiado de la política en general deja el camino despejado a los gestores de la necesidad y a la muerte de la democracia por inanición.   
Debemos invertir la situación. Ante el desprestigio de la política lo que hace falta es más política. Ante el déficit democrático de nuestras instituciones lo que hace falta es más democracia.

jueves, 12 de junio de 2014

PODEMOS ¿SAPO O PRINCESA?


La sobreexposición mediática de Podemos produce perplejidad y desconfianza, pues casi nadie ignora que los grandes periódicos y las cadenas televisivas pertenecen a poderosos grupos empresariales, sin otra inquietud que proteger sus intereses.

Podemos ha nacido bajo el signo del 15-M, que repudiaba a los partidos y reivindicaba el modelo asambleario, y anunció que sería una plataforma concebida para aglutinar a la izquierda, pero ha acabado constituyéndose como partido y ha obtenido cinco inesperados escaños en las elecciones europeas.

Desde entonces, se ha situado en el centro de la vida política española, levantando las iras de neoliberales y socialdemócratas. Podemos intenta sumar fuerzas para impulsar un cambio político, pero su tibieza y su miedo a perder votos le resta credibilidad. Su discurso exhibe una insoportable levedad que siembra dudas y suspicacias.

Para construir una alternativa convincente, hay que arriesgarse y colocarse en primera línea. No es suficiente soportar los ataques del bipartidismo, que no escatima mentiras, argucias y malicias para sostener el régimen del 78. Es necesario dar un paso más allá y mostrar un inequívoco compromiso con las víctimas del gobierno del PP, cuyas medidas antisociales y antidemocráticas evocan el clima represivo del bienio negro de la Segunda República española.

El ascenso de Pablo Iglesias ha provocado un pequeño terremoto. La prensa del régimen (ABC, El País, El Mundo, La Razón y La Vanguardia) ha olvidado sus pequeñas diferencias para crear un frente común contra Podemos, “partido de chavistas, castristas, comunistas reciclados, rojo-separatistas, perro-flautas y filo-terroristas”.

Esperanza Aguirre, ex presidenta de la Comunidad de Madrid, advierte en un artículo sobre el peligro que representan “los chavistas de Podemos”. Con su agresividad habitual, señala que las huestes de Pablo Iglesias quieren acabar con la Constitución de 1978 para implantar una de esas “repúblicas tiranas, como las de Corea del Norte y Cuba”, donde “meterían en la cárcel a los que se manifiestan a favor de la Monarquía o a cualquier ciudadano que lleve, por ejemplo, una camiseta con la imagen del Rey”.  Aguirre pide al PSOE que conserve su lealtad a la corona y no se sume a “la onda de comunistas y chavistas”.

No es difícil adivinar que la audaz lideresa apila argumentos para justificar un pacto entre el PP y el PSOE en las próximas elecciones generales. Esa alianza revelaría definitivamente que el bipartidismo solo representa al mundo del capital y su prioridad es contener o reprimir las protestas y reivindicaciones de la clase obrera.

Las invectivas de Esperanza Aguirre, una liberal que no esconde su pasión por las leyes represivas –salvo cuando le afectan personalmente por una trastada irrelevante, como intentar arrollar a un agente de movilidad en la Gran Vía de Madrid-, conviven con la ofensiva lanzada por el diario El País, que exige transparencia a Podemos y cuestiona su democracia interna, afirmando que los conflictos entre sus líderes y los círculos constituyen “una bomba de relojería”.

Las tensiones se han agudizado cuando el comité de campaña de Pablo Iglesias ha anunciado la celebración de unas elecciones internas para elegir un equipo de 25 personas, cuya función sería definir el próximo otoño las coordenadas principales de Podemos. Los círculos han exteriorizado su malestar, pues se ha establecido un plazo ridículo –seis días- para constituir equipos alternativos y la votación se realizará por internet, con listas cerradas y sin posibilidad de integración.

Pablo Iglesias presenta una lista con 25 personas de su confianza, que previsiblemente obtendrá los apoyos necesarios para constituir una cúpula organizativa. Las elecciones internas se han convocado sin consultar a las bases y representan el fin de los debates previstos para decidir el futuro de Podemos.

El País sostiene que Juan Carlos Monedero justificó la urgencia de convocar elecciones internas con listas cerradas para frenar a fuerzas políticas externas que pretenden apropiarse de Podemos. Cierto o no, este giro significa la liquidación del poder asambleario y la emergencia de un pragmatismo donde prima la eficacia sobre los principios. Una vez más, la “ética de la responsabilidad” derrota a la “ética de las convicciones”.

La izquierda radical hace mucho que le retiró su confianza a Pablo Iglesias. Es una minoría, pero una minoría que desconfía de una iniciativa organizada desde arriba, con una estrategia que recuerda al PSOE de 1982, cuyas promesas de salir de la OTAN y favorecer a la clase trabajadora se convirtieron finalmente en la plena integración militar en la alianza atlántica y en políticas de ajuste dictadas por la UE.

En un pasado reciente, Pablo Iglesias declaró antes las cámaras los objetivos irrenunciables de un partido de izquierdas que ganara las elecciones generales en un país del Sur de Europa: “salir del euro, devaluar la moneda para favorecer las exportaciones, suspender el pago de la deuda, nacionalizar la banca para garantizar la inversión y el crédito para las familias y las pequeñas y medianas empresas, establecer sistemas de control para evitar la fuga de capitales y para proteger las condiciones de trabajo dignas, ampliar la titularidad pública a las áreas clave de la economía como la energía, el transporte, los servicios públicos y todos los demás sectores estratégicos, iniciar un proceso de reindustrialización mediante inversión pública, apostando por formas de economía verde y alta tecnología, reformar la fiscalidad con un criterio altamente progresivo para combatir fraude fiscal”.

En un alarde de realismo, Pablo Iglesias reconocía que estas medidas podrían incitar un golpe de estado y, además, resultarían inviables en un solo país, por lo cual sería imprescindible que los países del Sur de Europa se unieran para llevar a cabo una transformación tan profunda y radical.

Estoy completamente de acuerdo con los objetivos enunciados por Pablo Iglesias, pero me pregunto por qué el programa electoral de Podemos en las elecciones europeas no menciona ni una sola vez la palabra euro ni plantea salir de la moneda común. ¿Cuál es entonces el verdadero programa de Podemos? ¿Podemos nos miente o hace populismo? ¿Es una alternativa real o una maniobra gatopardista del régimen del 78, que se renueva como lo hizo en 1982 con promesas destinadas a ser minuciosamente incumplidas? ¿Está traicionando a sus bases? ¿Se han convertido los círculos en un problema para su estrategia de partido?

Invitar a los que disienten a salir por la puerta, no me parece ético ni democrático. Podemos ha rentabilizado el 15-M, pero ahora descubre que el modelo asambleario es “radicalmente inoperativo”, según palabras de Monedero.

El discurso de Podemos se ha vuelto blando, difuso, insoportablemente leve. Sin transparencia ni coraje, despertará más pronto o más tarde un profundo desencanto, que alimentará la ira, la rabia y el sentimiento de desamparo.

François Hollande generó esperanza, pero continuó con los recortes y desengañó a sus electores, abriendo la puerta a Marine Le Pen, populista, xenófoba y partidaria de la pena de muerte. Que cada uno extraiga sus conclusiones. Me temo que una vez más pierden los ciudadanos.

 

domingo, 8 de junio de 2014

LA ABDICACIÓN; GOLPE DE ESTADO CONSTITUCIONAL


La abdicación de la Corona de Juan Carlos de Borbón nos pilló por sorpresa a todos, y   eguramente es verdadera la versión oficial, según la cual se trata de una decisión tomada hace meses, y muy en secreto entre los muy allegados a la Casa Real, Rajoy y Rubalcaba.

La abdicación así concebida por ese pequeño cenáculo, tendría como primer objetivo recomponer hasta donde se pueda, los ya obsoletos acuerdos básicos que configuraron el arco político dinástico de la Transición (UCD, PSOE, PCE-PSUC (luego IU/ICV) AP (luego PP), CiU y PNV y otras formaciones regionales menores). Y más urgentemente aún, dirigidos a enfrentar  algunas reformas constitucionales que les permitan acometer con una mínima perspectiva razonable de negociación al masivo desafío soberanista catalán, que tiene citas decisivas con la calle y con las urnas el 11 de septiembre y el 9 de noviembre próximos.  Y a partir de ahí, acaso comenzar una "segunda Transición" –también protagonizada y controlada por estas  elites— capaz de revertir la manifiesta crisis de la Segunda Restauración  borbónica e insuflarle un nuevo soplo de vida.

Sin embargo, todos los indicios apuntan a que la decisión de que el anuncio se produjera precisamente el pasado lunes fue tomada con ciertos nervios y vacilaciones de última hora, que explicarían la impresión de improvisación en la comunicación a la opinión pública, así como la "cantada" protocolaria de que fuera Rajoy, y no el propio rey, quien compareciera primero ante los medios de comunicación.

En mi opinión, sin embargo, este fue su primer error estratégico, porque este movimiento forzado de la abdicación no se produce en el escenario político ideal previsto (justo después de las elecciones europeas, para que no pasara factura política electoral a los “conjurados”, y con tiempo suficiente para abordar de otra manera el envite catalán; sino con un resultado electoral absolutamente catastrófico para el bipartidismo dinástico, cuya primera consecuencia fue la defenestración política de Rubalcaba, tramposamente retrasada unas semanas para evitar que una nueva dirección política del PSOE pudiera no apoyar el plan previsto.

El momento no resulta precisamente oportuno para los desacreditados intereses de quienes necesitan perpetuar con trampas, maquillajes  amaños en secreto el lamentable statu quo presente.

No es un buen momento, para el propio Príncipe de Asturias, quien, de tener éxito la delicada maniobra sucesoria, comenzará su reinado teniendo que apechugar con los coletazos del sinnúmero de escándalos protagonizados estos últimos años por la Familia Real, y especialmente el del caso Noos de Urdangarín y su esposa, la Infanta Cristina (hermana del heredero al Trono).
Por si fuera poco, el inexperimentado heredero, tendrá que comenzar su reinado lidiando nada menos que con el bravísimo proceso democrático soberanista catalán en curso; ese imprevisto iceberg político contra el que ha terminado estrellándose el fastuoso Titanic de la Segunda Restauración borbónica. 

Precisamente cuando las elecciones europeas acaban de hacer patente el desplome del bipartidismo dinástico, soporte fundamental del criminal cártel formado por las grandes empresas del Ibex, los grandes grupos mediáticos de comunicación y buena parte de dirigentes y exdirigentes de PP, PSOE, CiU y PNV, previas anchas puertas giratorias: un cártel enseñoreado del capitalismo oligopólico de amiguetes políticamente promiscuos en que terminó fraguando la economía política de la Transición y al que el estallido de la crisis capitalista mundial y su pésima gestión por parte de la UE ha puesto patas arriba provocando un inaudito sufrimiento entre la población trabajadora española.

Pero no es buen momento, sobre todo, para un PSOE más hundido electoralmente que nunca, totalmente desnortado ideológico-políticamente y fatalmente desvencijado organizativamente. Su secretario general, Rubalcaba, se había visto precisamente forzado a anunciar su renuncia al cargo de mala manera unos días antes que el monarca, aunque para hacerla efectiva después de él.

Las razones  de esta "abdicación en diferido" de Rubalcaba resultan ahora evidentes: había que paralizar cualquier reacción de los barones territoriales y del grupo parlamentario socialista en el proceso sucesorio, que no por constitucional es menos antidemocrático. Y es evidente que muchos socialistas han empezado a comprender tras las elecciones europeas –unos de buena fe, otros porque a la fuerza ahorcan— que la única alternativa a la "pasokización" irreversible del PSOE es un giro drástico y creíble a la izquierda.

Si el PSOE, en el momento crítico de esta inoportuna sucesión monárquica aparece como parte esencial de una "casta" empeñada en arrebatar a todos los pueblos de España, y no solo al catalán, el "derecho a decidir", votando en las Cortes con el PP y UPyD la Ley orgánica ad hoc que necesariamente tendrá que regular esta sucesión hereditaria, lo que quedará enterrado para siempre  es la credibilidad de cualquier eventual giro del PSOE a la izquierda en su Congreso de julio, a pesar de las honrosas y clarísimas posiciones republicanas de las Juventudes Socialistas y de Izquierda Socialista.

Recuérdese que una Ley orgánica –desarrollo de la Constitución— exige no solo  mayoría absoluta (que ahora mismo la tiene todavía el PP en las Cortes), sino además, por razones de legitimidad política, que la mayoría favorable sea holgadísima, como de 2/3 cuando menos, y que no haya una oposición muy evidente en el tercio restante. Sin embargo, después de la prohibición de la consulta catalana, CIU y PNV no podrían votar a favor o incluso abstenerse como han anunciado.

Por lo demás, el pacto en la sombra entre Rubalcaba, Rajoy y la Corona, para ser efectivo y no una simple maniobra para salir del paso, tiene que abrir perspectivas para una reforma constitucional controlada que ofrezca la negociación de una formula territorial mínimamente razonable a CiU. Ésta y no otra parece ser la explicación del voto afirmativo empeñado hoy por CiU. Y asalta inmediatamente la pregunta: ¿a qué coste mantendrá ERC su apoyo al gobierno de la Generalitat con la sola justificación de no entorpecer los preparativos de la Diada y la Consulta? ¿Y cuánto tiempo seguirá callada la ANC ante la complicidad de CiU con el proceso sucesorio español?

Por motivos obvios, los conjurados que han diseñado esta especie de golpe constitucional para iniciar la farsa de una segunda Transición no pueden ir a una reforma constitucional que exija referéndum. Es decir, sus reformas no podrían tocar, según el art. 168, ni el Título Preliminar, ni el I ni el II. A la espera de descubrir el trilero artilugio jurídico que se prepara, parece casi imposible ofrecer nada razonable a CiU –incluso a Durán— que no pase por tocar esos Títulos de la Constitución del 78. Así pues, Rajoy y Rubalcaba se enfrentan a un verdadero dilema: o abandonar toda idea de reforma constitucional, o someter las acometidas a referéndum.

Es verosímil pensar que el Rey haya anunciado a toda prisa su intención de abdicar –en vez de esperar, por ejemplo, todavía unas semanas a que amainara la tormenta de las europeas— pensando que se agotaba el tiempo en el que el PSOE de Rubalcaba podría aún perpetrar in extremis, antes de iniciarse la desbandada, una última deshonra  a esta patria de la que tanto se llenan todos las bocazas y no dejar sólo y desairado al PP en la votación de la Ley sucesoria redactada por el gobierno.

Por eso se trata de una abdicación humillante: para el propio rey, desde luego. Pero sobre todo para el PSOE, si es que sus miles de militantes de verdad socialistas y de verdad republicanos no conseguimos  ser capaces de impedirlo. Porque el paisaje "reformador" que veríamos después del trámite parlamentario de la Ley orgánica no podría ser más desolador: el otrora poblado arco político dinástico, reducido ahora apenas a un PP en horas bajas y a un PSOE pasokizado desde arriba, desventrado y desangrado por el estúpido harakiri de un Rubalcaba que lo que único que de verdad aprendió en la escuela de Felipe González es el siniestro arte "político" de llevar a las gentes hacia donde de ninguna manera quieren ir.

Mientras tanto, las plazas se llenan de ciudadanos indignados que se niegan a jugar el papel de comparsas en el triste carnaval de la Coronación. IU, ICV-EUiA, ANOVA, Podemos, Equo-Compromís, el BNG y distintas fuerzas y organizaciones de las izquierdas sociales han llamado inmediatamente a luchar por la convocatoria de un referéndum en ejercicio del "derecho a decidir" de todos los ciudadanos del Reino de España.

No tardarán en secundarlas otras: la cosa no ofrece duda. La erosión de legitimidad del régimen constatada recientemente en las urnas se hará aún más irreversible en medio de la vergonzosa y vergonzante campaña mediática pelotillera a la que asisten estupefactos los distintos pueblos de España. Hasta las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2015, cuando las gentes hartas de tanta y tan grosera manipulación en su nombre puedan por fin expresarse en las urnas a favor de las fuerzas del gran bloque republicano político-social que se anuncia.

Es más, puestos a jugar esta partida de ajedrez a que se nos fuerza, no tendría sentido para IU seguir siendo la peana sobre la que se sustenta el poder de Susana Díaz, nuevo factotum del PSOE en el gobierno autonómico andaluz, una vez se ha hecho hoy pública su participación en la conspiración de los poderosos para negar al pueblo andaluz que pueda hacer oír su voz en esta cuestión democrática esencial. IU debe plantearse muy seriamente provocar unas elecciones anticipadas en las que el pueblo andaluz pueda expresarse inmediatamente en esta crucial disyuntiva entre la pseudoreforma tramposa del régimen o la apertura de un proceso democrático constituyente

Pase lo que pase, los republicanos españoles siempre tendremos que agradecer al pueblo catalán la inestimable ayuda democrática prestada en este final de tragicomedia chabacana de la Segunda Restauración. Pero queda a los demócratas catalanes –también en provecho propio— un último esfuerzo por realizar, acaso el más difícil y delicado: acompasar republicano-fraternalmente y sin tardanza su justa lucha por el "derecho a decidir" del pueblo catalán con la lucha por el "derecho a decidir" de todos los pueblos de España. Ojala sepamos todos estar a la altura de las circunstancias.