lunes, 26 de febrero de 2018

SER MUJER EN EL SIGLO XXI


En todo el Planeta desde la aparición de la propiedad privada, la mujer ha sido objeto de conquista y apropiación por el hombre. Da lo mismo la clase de civilización, raza, creencias, religión, o lugar geográfico: donde hay grupos humanos, la mujer vive sometida al varón desde la primera infancia hasta la muerte, prematura a menudo  por su causa.
Machismo, patriarcado, explotación sexual, laboral y doméstica van íntimamente unidos a una forma de ver el mundo donde la mujer tiene que ser dominada, explotada y objeto de placer. Y para que tales cosas sean posibles, la sociedad patriarcal  del capitalismo utiliza la educación escolar y mediática,  la tradicional familia machista, leyes, tradiciones culturales, religión y  literatura romántica donde la mujer o es idealizada, o es castigada  si se rebela. En el occidente supuestamente cristiano y supuestamente partidario de los derechos humanos – oh, hipocresía-  o es musa que se aspira a conquistar, o musa conquistada para ser convertida en Cenicienta, madre y trabajadora fuera de casa. O sea: se ha conseguido su liberación triplemente explotada, dicen los voceros del Sistema dominante. No cabe mayor cinismo.
Aquí debemos destacar el nefasto papel de las religiones ¿Qué tienen en común la religión musulmana, la católica,  luterana o judía  con respecto a la mujer? El desprecio real  a la condición femenina y la asignación de un papel de servidora del varón y de la familia. Y eso es lo mismo  en todas las religiones y en toda la geografía mundial. El catolicismo, que durante siglos fue dominante en Europa, afirmaba que la mujer carecía de alma,  era un ser humano imperfecto, o un instrumento del enemigo de Dios  para perdición de los inocentes hombres. Santos fueron nombrados por la Iglesia S. Agustín o Sto. Tomás de Aquino que defendían esas ideas perversas.
Con ellos a la cabeza, la Iglesia justificaba  moralmente toda clase de atropellos al sexo femenino satanizado desde Eva y su cuento de la manzana tentadora.  Y esa ideología misógina es aun  la que subyace en el inconsciente colectivo  de los varones  adiestrados por todas  las religiones desde hace milenios para creerse el sexo superior.
El catolicismo, con su obsesivo culto a la madre de Jesús, a la que llama nada menos que Madre de Dios, pretende ocultar el desprecio real que siente hacia el sexo femenino, impidiendo a las mujeres tener responsabilidades más allá de servir a ensotanados que tan a menudo resultan pederastas. Una degeneración en toda regla que se sigue manteniendo a lo largo de los siglos.
Expresiones machistas del asesino celoso como la maté porque era mía, las numerosas violaciones, asesinatos, maltratos domésticos, raptos y otras formas de agresión o menosprecio   hacia  la mujer, como la separación de sexos en edad escolar, la desigualdad  racial y salarial con respecto al varón, o la posición secundaria en las empresas y hasta en el mundo de la política,- salvo excepciones decepcionantes –  revela hasta qué punto ha calado en el alma del varón la idea eclesiástica de que la mujer es inferior y debe estar a su servicio indistintamente o todo  a la vez  como secretaria, como criada  o como prostituta.
La superación de este estado de cosas se presenta como un verdadero reto para una civilización que merezca tal  nombre, y  no parece hallar una solución en ningún modelo de sociedad en todo el mundo, y  hasta los propios jueces a la hora de juzgar la violencia machista son más proclives a desconfiar  de la maltratada que del maltratador. 
Y es que también muchos de esos jueces  andan contaminados por el machismo, incluidas mujeres juezas, lo que muestra el grado de degeneración a que se ha llegado, que hace posible que  hasta las propias mujeres pueden llegar a desconfiar entre ellas, contaminadas por el ambiente machista y patriarcal que respiramos por todas partes, familia incluida.
En el seno familiar, los varones jóvenes suelen ser servidos por sus jóvenes hermanas.  El padre, pero también  la madre, apoyan que esto sea así, cargando sobre ellas las tareas domésticas que podrían hacer ellos. Hacerse la cama, ordenar la habitación, barrer, quitar el polvo, fregar o lavar la ropa son tareas que el varón  considera ajenas a su condición de ser superior, y el padre, ay,  es el modelo.
Esta educación machista con la complicidad de la propia mujer a niveles domésticos ha contribuido grandemente a perpetuar la explotación femenina más allá de las paredes del hogar y a hacer creer a muchos hombres y a muchos empresarios que realmente son superiores y pueden permitirse abusar de su situación. Y no hay lugar donde esto  no suceda: ejército, empresas, instituciones religiosas, hospitales, negocios, y largo etc.
Ante las dimensiones que ha adquirido el machismo, con tanta violación, tanta explotación, tantos abusos y tanto asesinato, las mujeres están hartas y comienzan  a reaccionar como colectivo. Recientemente ha dimitido una periodista de la BBC en señal de protesta por recibir un salario inferior al de sus compañeros varones con la misma responsabilidad. Y eso es algo nuevo que merece ser imitado, pues  ¿cuántas, además de ella, se hallan en esta situación de desventaja salarial? Prácticamente todas y en todas partes.
Estamos asistiendo, partiendo de los abusos sexuales que parecen ser tradición en la industria del cine y en centros deportivos a una reacción en cadena de mujeres que ahora ponen nombre a sus abusadores empresarios, actores, médicos, entrenadores o profesores, y les denuncian tras años de soportar en silencio la vergüenza y un sentimiento de culpabilidad y miedo a hacer pública su desgracia. En EEUU, muchas actrices han venido denunciando recientemente a  productores y a otros actores por abusos sexuales, dando pie a que el colectivo de actores y actrices se manifiesten contra las prácticas repugnantes de encumbrados  personajes del viejo Hollywood sobradamente conocidos por su fama.
También algunos gobiernos comienzan a reaccionar. En Islandia, a partir de este año 2018,  una reforma laboral obliga a los empresarios equipar los salarios de ambos sexos si hacen el mismo trabajo.  En Alemania, más tímidamente de momento, la mujer tiene legalmente derecho a conocer lo que gana su marido. Es de desear que  sea un primer paso.
Algo está cambiando. Espero que sea incesante este cambio, que se generalice en todos los sectores sociales, religiosos, económicos y políticos y en todas las áreas  donde se halla presente  la mujer;  que haya reyes magos y reinas magas en las fiestas navideñas, y que llegue un momento en que la igualdad entre sexos sea efectiva a todos los niveles partiendo de la propia familia. Ahí se precisa urgentemente una verdadera revolución.
La liberación de la mujer no es que pueda trabajar fuera de casa y luego Cenicienta y madre a la vuelta, o ser soldado o policía o jefa de gobierno como un hombre  en esta sociedad machista y patriarcal, incorporándose a ella para perpetuarla. Es otra cosa, y esa otra cosa debe decidirla la propia mujer sin interferencias. Aquí existe una verdadera batalla espiritual del género humano, una batalla de la conciencia donde la mujer ha de ser la vencedora para dejar de ser la esclava.
Y esta es una tarea de todo hombre civilizado, de toda organización política y de toda la sociedad. No esperen, sin embargo, que los poderes fácticos  y las religiones acudan en ayuda de nuestras hermanas cuando son los responsables principales de su condición. Por eso sería hermoso poder leer esta llamada en los grandes diarios y medios de comunicación:
“Mujer, libérate. Abandona las iglesias, saca a tus hijas de escuelas  supremacistas y segregacionistas por razones de raza o sexo, y haz que tus hijos varones compartan el delantal con sus hermanas. Libérate para que la sociedad sane de sus miserias ancestrales. No te dejes dominar ni hagas caso de adulaciones ni cantos de sirenos. No formes parte de organizaciones machistas. Denuncia a quien te maltrata. Tienes mucho poder: ejércelo”.

miércoles, 7 de febrero de 2018

UN CRIMEN A CAMARA LENTA


O cómo acabar de una vez por todas con las pensiones públicas

Todo crimen tiene un móvil. Para descubrirlo y, de paso, desenmascarar a sus responsables solo hay que seguir el rastro del dinero. En este caso, es difícil encontrar un botín más atractivo. En España, los actuales planes de pensiones privados llevan ahorrados 109.244 millones de euros, una décima parte del PIB. Un monto que representa, sin embargo, una minúscula muestra de lo que podría ser el negocio de las pensiones para los grandes bancos y aseguradoras si desaparece su principal competidor: las pensiones públicas. Ya lo han hecho en muchos países de América Latina. Ahora quieren terminar en España el trabajo iniciado.
La estrategia utilizada por los lobbies de los planes de pensiones no puede ser más vieja: convencer de que el sistema público no tiene futuro, y garantizar que no lo tenga, dejándolo sin recursos, de forma que la primera previsión se cumpla.
Los lobbies y think tanks de la banca y las aseguradoras, titulares de la mayoría de los planes de pensiones, han conseguido convertirse en la referencia a la hora de describir el futuro de las pensiones públicas. Y también a la hora de influir en las leyes que definen su futuro. Una figura que sirve de ejemplo del vínculo entre los fondos de pensiones privados y el futuro del sistema público es Rafael Doménech, subdirector de la Oficina Económica del presidente del Gobierno con José Luis Rodríguez Zapatero y actual responsable de análisis macroeconómico del BBVA, entidad que lidera el mercado de las pensiones privadas en España y buena parte de América Latina.
En 2013, Doménech fue seleccionado por el Gobierno de Mariano Rajoy como uno de los 12 ‘sabios’ que definieron el llamado ‘factor de sostenibilidad’, es decir, cuánto se recortarán las pensiones a partir de 2019 para compensar que viviremos más años. De entre la docena de expertos, la mayoría estaba vinculada con bancos o aseguradoras y solo tres tenían una visión distinta a la del Gobierno.
Es también el caso del presidente de esta comisión, Víctor Pérez-Díaz, vinculado con FAES, la Fundación Caixa Galicia o Unespa, la patronal de las aseguradoras. Actualmente, en el Congreso se dice que Doménech pasa más tiempo allí que algunos ministros.
A través de think tanks como Civismo, Fedea o IEE —el grupo de estudios de la CEOE—, mediante páginas web ‘blancas’, contenido patrocinado, gabinetes de estudio, encuestas, seminarios y tertulianos en medios de comunicación, el lobby de las pensiones privadas defiende su principal tesis: ante la persistencia de la crisis y el envejecimiento de la población, se debe aumentar la edad de jubilación, recortar las prestaciones y apostar por vías alternativas de ahorro, es decir, por planes de pensiones privados.
Estos grupos de presión también han hecho lo imposible, con buenos resultados hasta ahora, por mantener fuera de la agenda política la propuesta de financiar las pensiones por otras vías, a través de los presupuestos generales del Estado, como ocurre con otros gastos sociales y en otros países europeos. La otra opción defendida por diversos sectores sociales para asegurar el futuro de las pensiones públicas —aumentar los salarios o las cotizaciones por parte de las empresas— permanece todavía más relegada por el lobby que quiere dejarte sin pensión y que tengas que contratar otra con un fondo privado, si puedes permitírtelo.
No basta con asustar, aunque ayuda. La noticia de que 2016 había terminado con el déficit más abultado de la historia de la Seguridad Social —unos 19.000 millones— dio buenos titulares al lobby de las pensiones privadas. El “saqueo”, como lo llama la Marea Pensionista, viene de lejos.
En el año 2000, momento de excedente presupuestario, el Gobierno de José María Aznar creó la llamada ‘hucha de la pensiones’, un fondo de seguridad en previsión de tiempos peores. Para prevenir malos usos en el futuro, el Gobierno fijó en un 3% el límite del que se podría disponer en caso de necesidad.
En 2012, el fondo de reserva llegó a su máximo, con 65.000 millones de euros. Ese año, el mismo en el que Luis de Guindos anunciaba el rescate bancario por una suma equivalente, el presidente Mariano Rajoy suspendía ese límite y decretaba que el Gobierno podría disponer en adelante de este fondo, sin más trámite que una notificación previa al Congreso.
A partir de entonces, el Gobierno del PP ha retirado una media de 13.500 millones de euros cada año. En diciembre de 2017 apenas quedaban 8.000 millones, lo justo para pagar una mensualidad más. La principal causa de este déficit en las arcas de la Seguridad Social es el aumento del gasto en pensiones por el envejecimiento de la población. Un factor casi tan determinante como la caída de los ingresos de las cotizaciones sociales, con las que se financia todo el sistema público, un fenómeno fácilmente explicable por la crisis, el paro y las más de dos millones de personas que tuvieron que dejar el país por razones económicas. Tampoco ha ayudado que la “recuperación” de la que habla el Gobierno se haya cimentado en los bajos salarios, con una caída media del 12,8%, y en el empleo precario, con el doble de contratos temporales que en 1995.
Las plataformas de defensa del sistema público defienden que lo que está en crisis es el Pacto de Toledo, firmado en 1995, no las pensiones públicas. “Es mentira que haya alguna razón para pagar las pensiones con las cotizaciones”, afirma Ignacio Zubiri, catedrático de Hacienda Pública de la Universidad del País Vasco. La economista Elena Idoate critica desde el seminario de economía Taifa la excepcionalidad de las pensiones públicas: “No hay ninguna otra partida presupuestaria que esté vinculada a una determinada fuente de financiación.
¿Por qué preocupa el equilibrio presupuestario de las pensiones, y no el de la Monarquía, el Ejército o la Policía?”.
Desde inicios de la crisis, el lobby de los planes de pensiones incrustado en el Gobierno ha encontrado en la Comisión Europea un aliado ideal. Frente al desfase entre los gastos e ingresos de la Seguridad Social, la receta de los sucesivos gobiernos ha sido recortar prestaciones y alargar el tiempo de trabajo necesario para acceder a una pensión en vez de abordar la caída de los ingresos del sistema público con políticas redistributivas.
En 2010, el ultimátum de las instituciones europeas al Gobierno de Zapatero llevó a la congelación de las pensiones contributivas y, un año después, a la ley de reforma de la Seguridad Social, que retrasaba la edad de jubilación de 65 a 67 años, entre una batería de medidas que hacían mucho más complicado acceder a una pensión o a cobrar la pensión máxima.
En 2013, Rajoy ponía las cosas todavía más difíciles con el Real Decreto 5/2013, que endurecía las condiciones de acceso a la jubilación anticipada. Y para quienes ya cobraban una pensión, el PP garantizó ese mismo año, mediante la Ley 23/2013, una merma constante de su poder adquisitivo al desvincular la actualización de las pensiones de la inflación.
Gracias a las reformas de las pensiones realizadas por Zapatero y Rajoy en 2011 y 2013, los pensionistas han perdido 1.200 millones de euros solo en 2017, una media de 200 euros por cada uno de ellos. La introducción del factor de sostenibilidad a partir de 2019 supondrá que “se cobrará menos al mes pero durante más años”, afirma una de las web de pensiones del BBVA.
Después de comparar los sistemas de todos los países europeos en su informe Las pensiones en España, el catedrático Zubiri concluye que el PP “ha introducido unos de los ajustes por envejecimiento más severos de la UE”. El think tank de la patronal, el IEE, recomendaba hace un año aumentar la edad de jubilación a 70 años para “salvar” las pensiones. Si los planes de pensiones fueran lo que cuenta el aparato de comunicación de la banca y las aseguradoras, pasarse a uno de esos fondos quizá no sea tan mala idea. Ese es el problema.
El caso argentino es revelador. En 1994, con la recomendación del FMI y el Banco Mundial, el Gobierno de Carlos Menem impulsó la privatización del sistema de pensiones, siguiendo el modelo chileno, el mismo que sirve hoy de ejemplo en España. Una de las tres entidades más beneficiadas por esta operación fue la filial del BBVA, Consolidar, que se quedó con el 14,1% del mercado. Un negocio con grandes ventajas