jueves, 13 de octubre de 2022

EL COLAPSO QUE VIENE

 

        Demasiadas cosas juntas que parecían imposibles están sucediendo al mismo tiempo. Falta de todo. Suben los precios de todo. Informaciones de prensa hablan del hecho de que no habrá magnesio en Europa, que hay un problema con el uranio, que fallarán los nitratos para la agricultura. Son frecuentes los cortes de electricidad en China. Falta agua en Taiwán. Medio millar de barcos están atrapados en puertos de todo el mundo. Maersk no tiene suficientes contenedores. No hay camioneros en Alemania. Latas de refrescos se venden sin pintar. El precio de los juguetes, de la alimentación o del diésel se encarece. Estantes vacíos en supermercados del Reino Unido. Fábricas paradas en la Zona Franca [de Barcelona]. ¿Habrá cortes de suministro de gas este invierno? No podrás comprar la PlayStation 5 ni tu nueva bicicleta eléctrica. La prensa achaca esta crisis a los cuellos de botella y la Covid-19, pero si amplías el zoom, podrás ver el cuadro completo: crisis energética, falta de materias primas… y los efectos del cambio climático en el seno de un capitalismo globalizado zombi. La Covid-19 fue un ensayo del colapso que vendrá.

Los diarios económicos hablan todo el día de esto; las grandes patronales empresariales están por primera vez realmente asustadas… y todos dicen que la culpa es de una demanda de consumo disparada, de los cuellos de botella, de los trabajadores asiáticos confinados por la pandemia, de la dependencia de China, del bloqueo del canal de Suez, de los barcos que no llegan. Lo venden, sin embargo, como una situación temporal. Algunos científicos y activistas denuncian que también está ocurriendo una cosa más, que es más estructural que momentánea: las materias primas estarían llegando a su pico, la crisis energética no sería temporal, la crisis climática ya está afectándonos, no podremos seguir consumiendo tres planetas como hasta ahora. “La crisis de los microchips no es más que la punta del iceberg”, dice Alicia Valero, profesora de la Universidad de Zaragoza y autora de Thanatia. Los límites minerales del planeta: “Un ejemplo: en el siglo XXI ya hemos gastado más cobre que en toda la historia”. ¿Se acabó la fiesta? Viene el decrecimiento, y ya no será una elección: vendrá a hostias. Todo es incierto, todo es confuso, todo es complejo.

        Dicen que no están llegando microchips para la industria del automóvil, que no están llegando los teléfonos móviles para la Navidad ni las bicicletas eléctricas que ahora se han puesto de moda. ¿Puede que sea un problema temporal y que en un año todo se solucione? Puede ser. Pero entonces, ¿cómo se explican otras cosas que echaremos en falta muy pronto, como el gas que viene de Argelia, el petróleo de Arabia Saudita, el litio de Chile o… por ejemplo, ¿cómo se explica que falte vidrio para embotellar el vino del Penedès y papel para imprimir libros cuando la mayor parte provienen del reciclaje y no dependen de los barcos de Maersk que vienen de Shanghái? El científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), experto en energía y autor de Petrocalipsis, Antonio Turiel, lo dijo hace poco: “Falta vidrio. Hablamos de un material reciclable y de proximidad, así que ¿en este caso también radica el problema en cuellos de botella logísticos? ¿No se trata más bien de que los costes energéticos de fundir vidrio ahogan a la industria?”

Demasiadas cosas juntas que parecían imposibles están sucediendo al mismo tiempo. Arabia Saudita reconoce que casi ya no le queda capacidad ociosa de producción de petróleo. Lo explican en el portal económico Sharecast. Los precios del propano en EEUU son tan elevados que los mercados predicen un “Armaguedon” durante los meses más duros del invierno. Lo dice el Financial Times. La falta de electricidad en Europa está afectando a la producción de silicio y de zinc, perjudicando, entre otras, la producción de placas solares. Tan solo el precio del silicio ha aumentado un 300% este año. Lo dice Reuters. Europa podría quedarse sin magnesio en poco tiempo, el 87% del cual proviene de China, y esto pararía la industria de transformación del aluminio, del titanio e incluso del acero: es decir, bicis, coches, aviones. Lo dice El Economista. El precio del algodón se duplica en apenas un año (más del 120% de aumento) y ahoga el sector textil. Los precios más altos en 10 años. Lo dice Forbes. La subida de los precios de los materiales de construcción ha hecho que las obras en el Estado español sean ya un 22% más caras y que 4 de cada 10 empresas estén cancelando o parando el trabajo. Lo dice La Vanguardia.

Y hablemos de cosas aún más serias: está subiendo y todavía subirá más el precio de la alimentación. Lo anuncian las patronales del sector. En agosto, el índice de precios de los alimentos ya había aumentado un 32,9% respecto a agosto de 2020. “Y lo que es peor: nuestros márgenes son estrechos y los costes se disparan”, aseguran. En estos meses, los grupos de alimentos que utiliza la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para fijar el índice han evolucionado así: los cereales, como el trigo, la cebada o el maíz, suben un 31%; los lácteos, un 13%; la carne, un 22%, y el azúcar, un 9,6%. ¿Esto también tiene que ver con los cuellos de botella en Asia? Gustavo Duch, activista por la soberanía alimentaria, explicaba hace poco en un artículo en Ctxt: “Subirá el recibo de la comida por factores productivos derivados de la crisis climática, la desaparición de polinizadores o el agotamiento de insumos como los fertilizantes. Y por factores puramente capitalistas como la especulación.”

        Demasiadas cosas juntas que parecían imposibles están sucediendo al mismo tiempo. Es cierto que las causas principales del colapso son los puertos colapsados, que el transporte terrestre no da abasto, la crisis del modelo just in time, que no almacenamos casi nada, las fábricas funcionan a medio gas en China o en Taiwán. Pero también hay causas de fondo, como una crisis energética global que no hace más que empeorar, una transición de los combustibles fósiles a las energías renovables mucho más compleja de lo que decían, el límite o pico del petróleo y de otras materias primas. Y en medio de todo esto está el factor de la elevada demanda de consumo: con una parte de la ciudadanía europea o norteamericana que tiene los bolsillos llenos (tras el ahorro forzoso del confinamiento por la pandemia de la Covid-19). Crisis sanitaria, crisis económica, crisis de la globalización, crisis energética y… crisis climática.

Probablemente los síntomas que estamos experimentando no son indicadores de un colapso total inminente. Habrá un invierno duro debido a la demanda de energía a causa del frío, y después mejorará en la primavera, y en verano volverá a crecer la demanda. “El proceso de crisis irá repitiéndose”, asegura Turiel. De todos modos, Luis González Reyes, miembro de Ecologistas en Acción y autor del libro La espiral de la energía, explicaba que los síntomas que aparecen influyen en los factores que sí que llevarían a un colapso. “Estamos viviendo las primeras etapas del colapso”, decía. Hay fenómenos coyunturales y hay algunas cosa que han venido para quedarse. “Hemos de ser capaces de leer las coyunturas, que se recuperarán, como el desabastecimiento de bicicletas que ha habido; pero si miramos la articulación de las cadenas de producción globales, estamos ante un proceso sostenido y que tiene mar de fondo, que apunta hacia el colapso de la civilización industrial.”

        Cada vez más investigadores e incluso la Agencia Internacional de la Energía reconocen que el planeta está llegando al límite de materias primas, al menos de las reservas conocidas. El citado Antonio Turiel y el activista de Extinction Rebellion y València en Transició, Juan Bordera, concluyen en el mejor artículo escrito hasta ahora sobre esta crisis “el pico de todo tenía que llegar pronto o tarde, y está llegando”. Alicia Valero, que tiene conocimiento de la falta de minerales, confirma que “si seguimos a este ritmo, toda la transición ecológica y digital está en riesgo” porque “pasaremos de ser dependientes del petróleo a ser dependientes de toda la tabla periódica”. En su opinión, en los próximos años “habrá más paradas económicas y bajará el PIB: o cambiamos el modelo, o la falta de recursos nos hará cambiar bruscamente el modelo”. Esto va en serio.

Y “en medio del marasmo de esta crisis total del capitalismo, de este pico de todo”, Turiel y Bordera reclaman que ahora debería ser el momento de relocalizar lo esencial, producir nuestros propios alimentos, asegurarnos los suministros básicos y el saneamiento del agua”. Decrecimiento, relocalización de la economía, salvar el agua, el aire y la alimentación… y disfrutar de los centenares de cosas que no contaminan.

        Pero sobre todo hay una solución de este lío: “Tengo la solución: consume meeenos”, susurra al estilo joebiden. ¿Sabéis quién lo ha dicho? Un tal Morten Engelstoft, máximo ejecutivo de Maersk, la mayor empresa de transporte marítimo y de contenedores del mundo y una de las más afectadas por el caos. ¿Dónde lo ha dicho? En el Financial Times, la biblia capitalista. Abro comillas de la reflexión completa que hizo este empresario poco sospechoso de ecologismo radical: “Necesitamos un crecimiento más bajo del consumo para dar tiempo a la cadena de suministros para ponerse al día, o deberíamos repartir el crecimiento de manera diferente. La recuperación nos llevará un largo periodo de tiempo.”

Insisto: demasiadas cosas juntas que parecían imposibles están sucediendo al mismo tiempo.

miércoles, 21 de septiembre de 2022

ISABEL II: REINA DE LA PÉRFIDA ALBION

 


70 años de reinado. Isabel II de Inglaterra, falleció a los 96 años. Monarca de la casta de los “Windsor”, Isabel Alexandra Mary se ganó el papel de conductora de la política nacional e internacional de Gran Bretaña durante 70 años. Durante su mandato la corona británica siguió enriqueciéndose a costa de sus excolonias y logró transformar a la City de Londres en uno de los centros financieros más importantes del capitalismo transnacional.

Los medios de comunicación, que hoy lloran la muerte de Isabel II, esconden vergonzosamente la historia cruenta del linaje de los Windsor, marcados por el peor de los racismos y del colonialismo imperial.

Nada nos dicen de la publicación, en 1960, de los llamados archivos Marburg. Estos documentos pusieron al descubierto la ideología dominante en la familia real en los años 30. Probablemente el hecho más esclarecedor es la opinión de Hitler después de haberse reunido con el tío y soberano antecesor de la reina Isabel II: “el Duque de Windsor es un defensor de la causa Nazi y nos puede ser de utilidad en el futuro cercano”

    Hoy sabemos que la obligada abdicación del Rey Eduardo XIII (Duque de Windsor) – después de 11 meses al mando – impidió que se consumara una alianza entre Reino Unido y la Alemania nazi y que en esa misma época la cuñada de Isabel II -la princesa Cecilia de Dinamarca- se casó con un alto oficial de las SS.

También salió a la luz pública una reveladora fotografía, de esa década del siglo pasado, que muestra a la reina siendo niña – junto con parte de su familia- haciendo el saludo nazi. Y para revalidar esta oscura práctica hace unos pocos años el príncipe Harry, hijo menor del actual Carlos III, fue fotografiado con el uniforme oficial de las SS en una fiesta familiar.

Tampoco es un misterio que, al igual que hizo EEUU, el Reino Unido incorporó a una gran cantidad de oficiales de la Gestapo en las filas del servicio de inteligencia británico, el famoso MI6.

Mientras exaltan la fastuosidad que rodean los funerales, los medios se han cuidado de escondernos que la reina recientemente fallecida fue la terrateniente más grande de Gran Bretaña. Como máxima autoridad del Estado, a la corona británica le pertenecen un total de dos millones de hectáreas de tierras cultivables en su país.

        Tampoco los medios dominantes cuentan que los británicos robaron de la India el Kohinoor, uno de los diamantes tallados más grandes del mundo, con un valor estimado de 200 millones de dólares, para colocarlo en la corona de la reina.

Después del fin de la Segunda Guerra Mundial y en medio de una ola mundial de descolonización, la astucia y manejo político de la reina fue el factor decisivo para mantener la influencia de Gran Bretaña en el mundo. Efectivamente, el largo reinado de Isabel II le dio una comprometida continuidad a un Imperio en plena decadencia.

De hecho, Isabel II fue el personaje clave en el nombramiento de Margaret Thatcher, en la implementación del neoliberalismo y en la consiguiente transformación del viejo capitalismo industrial en capitalismo financiero. Con esta política y amparados en el discurso del enemigo interno, la reina y la Thatcher destruyeron las conquistas sociales logradas después de la II Guerra, empobrecieron a los trabajadores y criminalizaron las organizaciones sindicales.

Pero el colonialismo de la corona también se ejecutó internamente y de manera brutal. Por más de 60 años, en Irlanda del Norte los soldados británicos cometieron todos tipo de crímenes de guerra, incluyendo masacres, encarcelamientos de activistas políticos y desapariciones forzadas.

    Puertas afuera, el reinado de Isabel II estuvo al mando de guerras imperialistas. Entre un sinnúmero de intervenciones colonialistas, la corona británica participó activamente en el genocidio de los Mau-Mau en Kenia(1952-1960), la guerra contra Egipto por el Canal de Suez (1956-1957), la campaña bélicas en Irlanda (1956-1962), la Guerra de Malvinas (1982), la primera Guerra del Golfo (1990-1991), la Guerra en Bosnia (1992-1995), la Guerra en Afganistán (2001-2021), la segunda Guerra de Irak (2003-2009), el bombardeo de Libia (2011) y los ataques a Siria: los herederos de la corona Harry y William participaron -desde lejos, eso sí- en las guerras de Irak y Afganistán.

En un rápido e incompleto recuento de atrocidades, a vuelapluma recordemos algunos de los crímenes de lesa humanidad cometidos por la política colonial de la corona británica.

- Por más de medio siglo en Oriente Medio, la testa coronada de la reina ha sido la pieza fundamental en la implementación de estado sionista israelí, con sus interminables matanzas al pueblo de Palestina.

- Cuando 1963 el pueblo yemení se rebeló contra el colonialismo, ante esta revuelta la reina ordenó a sus tropas que reprimieran violentamente a los independentistas. Pasados 50 años, Inglaterra sigue librando otra guerra contra el pueblo de Yemen (esta vez junto con EEUU, Arabia Saudita, Israel y los Emiratos Árabes Unidos).

- En Irán, un complot de los servicios secretos de su majestad, el MI6, con la anuencia del Sha Reza Pahlavi y de EEUU, orquestó un golpe de estado en 1953 para derrocar al primer ministro progresista  Mohammad Mosaddeq e impedir así la nacionalización de la Compañía Británica de Petróleo.

        -En Kenia, en 1960, en respuesta a la lucha por la independencia de los keniatas el Reino Unido torturó, violó, ejecutó y desapareció a alrededor de 11 mil rebeldes. Además de la tortura, incluida la castración, las fuerzas británicas masacraron a civiles desarmados, desaparecieron a sus hijos, violaron a las mujeres y mataron a palos a los prisioneros.

-En esa misma época, la intervención de la corona en el proceso de independencia en Nigeria también causó decenas de miles de muertes. Al igual que en otros territorios de África la ocupación colonial inglesa dejó como herencia subdesarrollo, hambre, miseria, un reguero de asesinados, torturados y desaparecidos.

Indignada por la sarta de elogios a la reina Isabel II la economista India Manisha Kadyan acaba de escribir en Twitter:

“Los barcos británicos transportaron un total de tres millones de africanos al Nuevo Mundo como esclavos. Gran Bretaña es un imperio que trajo la miseria y el hambre a Asia y África. Su legado es el colonialismo, la esclavitud, el racismo y el saqueo. A pesar de tener oportunidades, la reina Isabel II nunca se disculpó por la historia sangrienta de su familia. No hay lágrimas por la reina Isabel. No hay lágrimas por la monarquía británica”.

jueves, 30 de junio de 2022

LA MATANZA DE MELILLA VISTA DE OTRA FORMA

 


El gobierno español reitera en esta semana que agradece “la colaboración en la defensa de nuestras fronteras a las autoridades marroquíes”, después de la muerte de 37 personas al intentar cruzar la valla de Melilla. Mientras tanto, Marruecos está intentando ocultar los restos de la matanza. Las autoridades del reino alauita han ordenado la excavación de al menos 21 fosas comunes para enterrar, con celeridad, sin identificación ni autopsia previa, a los fallecidos. El Ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, sólo responde a las preguntas de los periodistas sobre este último extremo, indicando que “la Fiscalía de Marruecos ha abierto una investigación”.

Las muertes de migrantes en la frontera sur de la Unión Europea no son una novedad. La realización de una simple infracción administrativa (traspasar la frontera por un lugar no autorizado) puede convertirse en una sentencia de muerte de facto, si lo hace una persona pobre, negra y hambrienta. La Europa orgullosa de su flamante civilización liberal y de sus cartas de Derechos Humanos no parece inmutarse cuando la sangre que corre lo hace al otro lado de la valla que la separa de la miseria.

Pero no olvidemos que, en gran medida, esa miseria brutal e incontestable la ha provocado, y la sigue provocando, la propia Europa. Quizás la xenofobia o el complejo de superioridad tribal no sean inventos europeos (está por demostrar, en todo caso), pero el racismo sí lo es. Desde Frantz Fanon a Silvia Federici, muchos pensadores han avisado ya de que la diferenciación entre razas (y la consiguiente deshumanización de los negros y negras) es un producto histórico específico del proceso de colonización europeo de América, que tiene una importancia central en la génesis del modo de producción capitalista.

La antigüedad grecolatina no exudaba racismo, aunque tuviera otros vicios. Los textos de romanos y griegos casi nunca mencionan la raza de los personajes de que hablan y, cuando lo hacen, el color de la piel no viene acompañado de marcadores culturales que indiquen inferioridad o superioridad. La raza se vuelve definitoria (y marca la humanidad, o no, de los negros) con la expansión portuguesa y española tras las bulas papales que permiten a las naciones ibéricas repartirse el mundo, en el siglo XVI.

Quienes colonizan América tienen problemas para mantener la productividad de las encomiendas, ante la “pobre resistencia” de los indígenas frente a las enfermedades importadas de Europa y las constantes violencias. En pocos años, el Caribe queda prácticamente despoblado de taínos y otros pueblos originarios. Esto impulsa el debate sobre la humanidad de los indígenas, que dará lugar a los discursos de prohombres que prefiguran el futuro concepto de los Derechos Humanos, como Bartolomé de las Casas y Francisco de Vitoria. Pero también provoca una convulsiva oleada de capturas de esclavos en África, que son enviados a las plantaciones americanas en terroríficos viajes, y encadenados a un sistema que necesita de su cosificación para operar en toda su crudeza.

El racismo nace donde los intereses materiales de los dueños de las plantaciones se funden con el discurso de los eclesiásticos, intelectuales del momento, que no pueden negar la humanidad de los pueblos originarios de América porque la bula papal que da derecho de posesión del territorio a la monarquía española está condicionada a su evangelización. Bartolomé de las Casas, “el abogado de los Indios”, precursor indubitable de las doctrinas de los Derechos Humanos, anima sin embargo a llevar a América a esclavos negros para realizar los trabajos inhumanos que los indígenas, como cristianos que son tras su evangelización, no deben ser obligados a hacer. Desarrolla también la revolucionaria doctrina de la reparación por la esclavitud en las encomiendas que, pese a que hoy día se ha extendido como una reivindicación común de los pueblos colonizados, nace inicialmente circunscrita a los pueblos originarios americanos.

Las plantaciones de esclavos son un flujo de excedente, no reconocido, para la acumulación originaria que da lugar al nacimiento del modo de producción capitalista. El cercamiento de los bienes comunales en Europa, la liberación de la fuerza de trabajo de las obligaciones serviles y el éxodo de masas a las ciudades, impulsan el trabajo asalariado como una nueva forma de producir. Pero el rápido éxito de este proceso de mercantilización y acumulación del capital difícilmente hubiese podido ser tan enorme y omnicomprensivo sin el masivo flujo de excedente, producido por trabajo esclavo, que viene de las colonias. El proceso de difusión de las relaciones sociales capitalistas precisaba de las fábricas de hilado, y de la relación salarial que las articulaba, pero también de las plantaciones de algodón basadas en el trabajo deshumanizado de los negros en otros continentes.


La “acumulación por desposesión” de que habla David Harvey, corre paralela a la desposesión de su humanidad para negros y negras. El racismo se convierte en una forma de ver el mundo, un “sentido común” de la gente “civilizada”. Lo “infrahumano”, lo “subhumano” debe ser elevado a la humanidad por la vía de la paternal vigilancia del hermano mayor occidental o, simplemente, aniquilado, cuando este último se siente amenazado.

Así que 37 personas mueren en la valla de Melilla y a nadie parece preocuparle. El gobierno español entiende que es necesario subcontratar la seguridad de sus fronteras con Marruecos, como cualquier entidad empresarial española lo hace con una empresa multiservicios, se garantice o no la seguridad de los trabajadores o los derechos laborales. Que sea enteramente discutible que el régimen político marroquí sea más democrático y garantista de los derechos humanos que, por ejemplo, el de Lukashenko, poco parece importar a la opinión publicada. Se trata de negros. Y de pobres. Se trata de la gente que nosotros podemos “salvar”, pero de la que nunca podemos ser responsables como los seríamos de un hermano. Es decir, de un humano.

Negros y pobres. Ni siquiera los llamamos “trabajadores”, ya que eso los colocaría en situación de ser objeto de la “solidaridad internacionalista” o sindical. Apelaría a la estentórea izquierda que grita su solidaridad con la clase obrera ucraniana, pero no ve interlocutores proletarios en África, porque allí son pobres, subdesarrollados, subsaharianos, pero nunca trabajan como los europeos.

Y, sin embargo, la gran mayoría de las materias primas que alimentan nuestra industria viene de África. Lo que explica, por otra parte, que la mayor huella ecológica de nuestro bienestar esté allí. Y no es sólo eso. Las naciones africanas están firmemente sometidas, en su mayor parte, al dogal monetario del Franco CFA que garantiza su dependencia y un inequitativo proceso de intercambio desigual con las exmetrópolis. Además, este proceso de intercambio desigual provoca recurrentes crisis de deuda que, convenientemente aprovechadas por los fondos globales que operan como “vulture funds” (fondos buitre), generan crisis económicas brutales que llevan a la privatización de los servicios comunes y a la entrega de los recursos naturales a los inversores internacionales. Como cuenta Abuy Nfubea, los pescadores senegaleses se lanzan a la valla de Melilla porque empresas europeas no les permiten pescar en el 80 % de los caladeros de su propio país.

Así, un proceso de desarrollo endógeno se vuelve imposible, por mucho que trabajen los africanos. Las materias primas se malvenden, y los prestamistas internacionales exigen retornos abultados y concesiones públicas. Cuando no, directamente, financian golpes de Estado o regímenes despóticos, induciendo guerras por los recursos y procesos de deshumanización de las masas. Completemos el cuadro con la “fuga de cerebros”, es decir, con la migración de los técnicos formados en África, tras un enorme esfuerzo financiero y educativo de sus países, que no se lo pueden permitir, al Norte, donde se les paga mejor y se les trata de desvincular de las necesidades de sus compatriotas. Un escenario endiablado, que hace que la palabra “pobreza” describa la situación africana de una manera un tanto incompleta por falsamente neutra.

Contemos las cosas de otra forma: 37 trabajadores, pues, mueren en la valla de Melilla. Trabajadores desposeídos de lo único que tienen, su trabajo y su prole. Y no sólo mueren, sino que son matados, en un proceso de subcontratación de la vigilancia de las fronteras de nuestro país a un Estado poco respetuoso de los Derechos Humanos. No han cometido ningún delito, sino que pretendían, en todo caso, realizar una infracción administrativa. Vienen de los sitios que las transnacionales y los fondos buitre saquean. De las tierras de donde salen las materias primas que consumimos. Tierras contaminadas y esquilmadas para que tengamos Iphones y coches eléctricos. Y son tan humanos como nosotros y nosotras.

Pero quiero volver a la matanza perpetrada el viernes: independientemente de que haya chantajes o no, Marruecos ejecuta lo que le pidió la Unión Europea. En este caso, Marruecos sería el autor material, la UE el autor intelectual de estos asesinatos.

No puedo terminar sin mencionar la nauseabunda, intolerable reacción del gobierno español, dando su beneplácito a unos crímenes atroces. Del PSOE no me sorprende tanto porque no es la primera vez, pero cada minuto que pasa sin que Unidas Podemos se baje de ese carro, me duele y me indigna.

Es una forma distinta de verlo. Distinta, pero necesaria.

lunes, 6 de junio de 2022

“¡VIVA ESPAÑA CON HONRA, ABAJO LOS BORBONES!”

 


Algo debe significar el hecho de que en este 2022 de los 184 países miembros de la Organización de Naciones Unidas solamente 19 no tengan como foma de Estado una República, sino un reino, un emirato, un principado o un gran ducado: la inmensa mayoría, 165, son repúblicas. Asimismo, de las 27 naciones integrantes de la Unión Europea únicamente seis no están constituidas en repúblicas, siéndolo 21, cifra sin duda aplastante. A lo largo de la historia la sociedad política ha ido evolucionando desde la primitiva autoridad, basada en el poder de la fuerza bruta en las tribus de carácter familiar, hasta la elección del líder político más aceptado por el conjunto de la sociedad organizada geográficamente.

El hecho cierto de que la inmensa mayoría de la población mundial esté constituida por repúblicas demuestra que deseamos agruparnos libremente, para facilitar la convivencia. En un sistema republicano cada ciudadano tiene asignada una función, conectada con las restantes para lograr un funcionamiento óptimo de las actividades cohesionadas.

La República es el sistema político mejor adaptado a las necesidades de la convivencia entre personas y entre naciones. Se apoya doblemente en la libertad individual y en la colectiva, porque todos los ciudadanos participan libremente en la toma de decisiones concernientes a la organización de la convivencia. Puesto que es imposible que todos los seres humanos opinemos de la misma forma, aceptamos que se impongan los criterios de la inmensa mayoría sobre las opiniones de la minoría, pero sin pretender aniquilarlas, sino al contrario, respetándolas, siempre que sean democráticas. Lo que no puede admitirse es que, precisamente por acatar todos los criterios, se toleren ideologías extremistas deseosas de imponerse sobre las demás.

         Hemos de aprender de la historia, y no conceder libertad a quienes pretenden eliminar la libertad colectiva. Es una vieja costumbre española. El ultramontano Ramón Nocedal, fundador del Partido Católico Nacional y director del periódico integrista El Siglo Futuro, le advirtió en el Congreso a Gumersindo de Azcárate, uno de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza y presidente del Instituto de Reformas Sociales: “No discuta conmigo, porque lleva las de perder: usted, con sus ideas, tiene que respetar las mías, mientras que yo, con las mías, le puedo aplastar tranquilamente.”

No debe ser así. No se puede respetar a quienes no son capaces de respetar a los demás. Comprendemos que todas las ideas son considerables, siempre que no intenten avasallar las ajenas, ya que de esa forma se cae en la dictadura, incompatible con la República, el sistema político defensor de todas las libertades populares. Impedir el desarrollo de una consigna totalitaria es democrático, por cuanto evita que llegue a destruir la armonía en conjunto de las libertades colectivas.

Con frecuencia nos replican que en España no es viable la República, tal como lo demuestra el fracaso de las dos experiencias anteriores en fechas distantes, 1873 y 1931, y por lo mismo en circunstancias diferentes. Pero aunque las fechas y las circunstancias fuesen distintas, el motor que impulsó la reacción contra el sistema implantado por la voluntad popular era el mismo: la conjura de unos militares muy favorecidos en sus ascensos y honores por la monarquía. Las dos intentonas republicanas no fracasaron, sino que las cortaron unos militares monárquicos, con intención de restaurar la dinastía borbónica que tan favorable les resultaba.

Es cierto que el cambio del régimen político resultó problemático, debido a que algunos colectivos impacientes no se resignaban a seguir una evolución ordenada. Eso era lo aconsejable, dado que se había producido pacíficamente en los dos casos, ante la huida repentina del país acordada por los respectivos monarcas. No fue necesario disparar ni un solo tiro, sino que el cambio llegó con absoluta tranquilidad en todo el reino. No hubo ninguna revolución, no fue necesario apelar a las armas. El pueblo tomó las calles para demostrar su alegría mediante cánticos y vivas, sin ejercer ninguna violencia. Así debía haber continuado el paso de un sistema político a otro, en una evolución ordenada. Sin embargo, algunos elementos preferían una revolución violenta, lo mismo entre los civiles que entre los militares.


Y en ambas situaciones históricas los gobiernos respectivos no supieron estar a la altura de su responsabilidad histórica. No se atrevieron a actuar con mano de hierro, para imponer su autoridad sobre los revoltosos de ambos extremos. Estaba justificado, porque se trataba de salvar a la República del riesgo de su desaparición, pero no intervinieron a tiempo, cuando hubiera sido posible evitar el mal mayor, y cuando lo hicieron ya era tarde. En las dos ocasiones se repitió el suceso: unos militares golpistas pusieron fin con sus armas a la experiencia democrática iniciada por el pueblo español. En ambos casos el resultado fue el mismo: la restauración por mano militar de la dinastía borbónica.

Las dos experiencias republicanas no fracasaron. Los que fracasaron fueron algunos militares que juraron defender el nuevo régimen. Debe tenerse muy en cuenta que los militares organizadores de la Gloriosa Revolución que expulsó del trono a la supercorrupta Isabel II de Borbón en 1868 eran monárquicos, asqueados de las liviandades de la soberana, pero deseosos de continuar el sistema monárquico con otro soberano más digno de serlo que la  reina. Por ello le buscaron un sustituto real, que fue Amadeo de Saboya. Su abdicación inesperada el 11 de febrero de 1873 hizo necesaria la proclamación de la República como recurso inmediato. Los militares transigieron por el momento, sin convicción.

Otro tanto ocurrió el 14 de abril de 1931: Alfonso XIII de Borbón huyó de Madrid a la máxima velocidad de su automóvil, dejando a toda la familia desconcertada en palacio, y para cubrir de inmediato el vacío político un Gobierno provisional proclamó la República. También esta vez los militares transigieron por el momento, con reservas mentales.


Es una realidad constatada que los militares han dirigido la política española desde el siglo XIX. El hecho cierto de haber tomado la iniciativa de enfrentarse al ejército de Napoleón, ante la deserción de toda la familia borbónica, refugiada en Francia, les hizo creerse los salvadores de la patria, ese papel que tanto les gusta y al que tantas veces recurren. Se consideran con derecho a intervenir violentamente cuando sucede algo que no les parece conveniente para sus intereses. La guerra civil mantenida durante el siglo XIX entre isabelinos y carlistas fue debida a dos ejércitos compuestos por soldados españoles. Los militares son los árbitros de la política.

Los que pusieron fin a las dos experiencias republicanas se hicieron con el poder político. En ninguno de los dos casos se les juzgó por rebelión militar, sino al contrario, fueron recompensados. Por sus intervenciones fracasaron las dos repúblicas. Es preciso difundir esta historia tal como sucedió, para que nadie pueda suponer que la República es inviable en España, debido al fracaso de las dos experiencias anteriores. Si en el mundo actual coexisten 165 repúblicas, nadie con sentido común se atreverá a decir que se trata de un régimen político erróneo o inviable. Más correcto será suponer que están equivocadas las monarquías en cualquiera de sus formatos.

La situación de la monarquía actual española es anómala. Fue instaurada por el militar golpista que se apropió del poder en 1939, al finalizar la guerra provocada por él mismo y otros traidores, dando lugar a una sanguinaria dictadura fascista absolutamente ilegal. Pero fue reconocida como Gobierno de España por las instituciones políticas internacionales, y se mantuvo en el poder hasta la muerte del titular, tras ordenar los últimos crímenes. Para perpetuar su régimen genocida designó sucesor a título de rey a Juan Carlos de Borbón. Todo esto es ilegal, como lo era la dictadura, porque es costumbre aceptada no reconocer a gobiernos salidos de un golpe de Estado, y en el caso de España existió un golpe causante de una guerra y una represión criminal. Pero al parecer el eslogan adoptado por la dictadura, “España es diferente”, resulta muy real, o borbónico. Aquí no parece haber sucedido nada anormal.


Dos países europeos con una experiencia semejante, Italia y Grecia, padecieron sendas dictaduras, pero a su fin se celebraron refrendos institucionales en los dos países, para que el pueblo eligiera la forma de Estado preferida. En Italia, tras la dictadura fascista de Mussolini, tuvo lugar el 2 de junio de 1946, con una participación del 89,08 por ciento del censo. Triunfó la opción republicana con el 54,26 por ciento de los votos.  

En Grecia, tras la dictadura de la Junta de los coroneles fascistas, se celebró un referéndum constitucional el 8 de diciembre de 1974, con participación del 75,6 por ciento del censo. También aquí triunfó la opción republicana, con el 69,8 por ciento de los votos.

A los españoles no se nos permite expresar libremente nuestra preferencia institucional. El deseo del mayor traidor y criminal de la historia de España se ha cumplido exactamente, y la monarquía instaurada por él es reconocida por las organizaciones internacionales, pese a ser completamente ilegal. La República está desprestigiada oficialmente, siguiendo el ejemplo impuesto durante la dictadura. Se nos dice que en España no es viable la República, porque ya fracasó dos veces. Y dado que los republicanos estamos divididos en tribus opuestas y enemigas, no existe un partido republicano con fuerza suficiente para hacerse escuchar en los organismos internacionales, y denunciar la ilegalidad de la monarquía del 18 de julio. Todos somos culpables, y por ello no podemos repetir el grito de los revolucionarios de 1868: “¡Viva España con honra! ¡Abajo los borbones!”

miércoles, 25 de mayo de 2022

VUELVE EL HUIDO JUAN CARLOS I EL “DEMERITO”

 


Tenía que pasar y ha pasado: Juan Carlos I ha pactado su regreso a España. Regreso inmediato, además. Tras varios meses huido en Emiratos Árabes Unidos —desde agosto de 2021— viviendo a cuerpo de rey en esa dictadura que ha participado en la mayor tragedia humanitaria del planeta —Yemen, más de 377.000 fallecidos— y en la que los migrantes —que son el 85 %, unos 8,5 millones de 9,4 millones de habitantes— son explotados mediante el régimen de la kafala y mueren por miles — solo indios fallecieron 5.185 entre 2012 y 2017—.

Allí, entre el sol, el lujo, los bajos impuestos y los codiciosos occidentales en busca de altos salarios con los que mantener un tren de vida desenfrenado o acumular ahorros con los que volver a su país, Juan Carlos ha pasado casi dos años sin grandes protestas mientras las mujeres y el colectivo LGTBI han padecido —y todavía padecen— un calvario o se pisotean derechos y libertades fundamentales. Si acaso, Juan Carlos ha sufrido de morriña. Pobre.

El relato oficial al respecto de El retorno del rey es poco menos que surrealista. Estrambótico, quizás sería más exacto. Según nos informan fue alcanzado telefónicamente tras coincidir ambos físicamente en un entierro en Abu Dabi —por el fallecimiento del anterior jefe de Estado de los Emiratos Árabes Unidos, Jalifa Bin Zayed al Nahyan—. No parece muy normal que un hijo coincida físicamente con su padre, del que vive alejado a miles de kilómetros y al que se supone no ve con frecuencia, y en lugar de verle, abrazarle o hablar con él, le llame por teléfono. Igual es que las tarifas telefónicas locales de los Emiratos son muy económicas, pero algo no cuadra. Si es real, mal asunto; si no lo es, peor. En cualquier caso, verosímil no es. Más allá de lo relatado, conviene señalar que no es el primer acuerdo al respecto: el rey iba a regresar en otoño, luego en Navidad, después en su cumpleaños y, la última intentona, en febrero. Lleva meses de inminente retorno.


En todos los casos se trataba, como en el que nos ocupa, de acuerdos realizados entre padre e hijo. "Sin intermediarios", según los medios. Menos mal, porque los intermediarios cuestan dinero y los Borbones son más de tirar del erario público que de su bolsillo, de lo contrario Papá Borbón no tendría, según The New York Times, más de 2.000 millones de dólares.

Pero es que la vuelta del delincuente múltiple, el “campechano del 23-F”, el canalla que creía que reinar era sinónimo de robar es más que complicada, sobre todo porque el PSOE no ha conseguido que el Partido Popular y la Casa Real acepten eliminar la inviolabilidad jurídica del rey de España. Porque la eliminación de ese privilegio tan medieval como injustificable en términos políticos e incomprensible para la ciudadanía habría suavizado bastante la situación. Un privilegio que retrata al PSOE, PP y Casa Real para mal. Para muy mal. Y a España para peor: los valores democráticos españoles son estos: que el jefe del Estado pueda gozar de impunidad para ser, si le place, un delincuente múltiple. Y a los Borbones, históricamente, les ha placido en demasía.

Saltan chispas en la Zarzuela, o eso comentan los medios del reino de España. Parece ser que Felipe VI y Juan Carlos han tenido una confrontación por el primer destino del rey, que pretendía acudir a la localidad de Sanxenxo (Pontevedra) para ver a sus amigos y disfrutar de las regatas. Pero la Casa del Rey opina que debe acudir primero a ver a Felipe VI, a la familia y "aceptar las condiciones". Que sea un delincuente múltiple no parece que genere gran controversia, que elija ir a Sanxenxo antes que a la Zarzuela escuece. Y mucho. El rey Juan Carlos es un fiestas y no gusta. Que sea un ladrón —recordemos que estos días Bruselas ha denegado por segunda vez la extradición de Valtònyc—, ni tan mal. Llámenme raro, pero debería ser al revés: no sé si España está vuelta o de vuelta.


En cualquier caso, la relación es tan tirante que Felipe VI ha descartado que resida en la Zarzuela, porque esta no es "una residencia", sino la residencia del jefe del Estado. Pero, claro, ¿qué es Juan Carlos? ¿Un rey emérito no es un jefe de Estado emérito? En España es todo realmente muy extraño, aunque si Juan Carlos no fuera un delincuente múltiple quizás no habría tanto problema con su residencia. Y si España fuera una democracia, tampoco: estaría en prisión. De hecho, es la prisión el lugar en el que, razonablemente, deberían tener su reunión. Pero el reino que fue regido por Franco, porque España siguió siendo un reino durante la dictadura, tiene estas cositas. Por todo ello, de momento, su paradero final es desconocido.

Para los que duden al respecto del calificativo "delincuente múltiple", el rey emérito se marchó de España de España, en agosto de 2020, cuando se inició una investigación en la Fiscalía del Tribunal Supremo que tenía por objetivo desentrañar el cobro de comisiones por la comisión del AVE a La Meca. Seguramente se precipitó, pues España no es país para la justicia —la Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, es elegida por el Gobierno y depende directamente de este—. Fue en ese momento cuando Juan Carlos, nacido en una dictadura —la Italia fascista— y criado en una dictadura —la España franquista— decidió marcharse a una dictadura —Abu Dabi—. Para ser el Padre de la Democracia española le va lo autoritario.


Por si fuera poco, también se le investigaba por el cobro de tarjetas black —opacas— y una cuenta a su nombre en la isla de Jersey, un paraíso fiscal, con 10 millones de euros. Y se trata, solo, de sus últimos escandalillos, su currículum es bastante más extenso. El de Felipe VI, que acaba de empezar, no está mal tampoco: era beneficiario de una cuenta de cien millones de dólares, aunque señala que no lo sabía.

Íñigo Errejón ha pedido estos días a Juan Carlos que disimule para que, al menos, parezca que se arrepiente. En la misma línea se ha mostrado Pablo Echenique, que ha enlazado en redes sociales la noticia con la cuenta oficial de la Policía Nacional, como si de un delincuente se tratara.

Más duro todavía ha sido Joan Baldoví, que le ha calificado directamente como sinvergüenza, o Gabriel Rufián, que ha bromeado como si Juan Carlos fuera a reunirse con 'carteristas' en lugar de 'regatistas'. Por tanto, para los socios de Gobierno del PSOE, que mantiene el perfil de Estado de considerar que el delincuente múltiple Juan Carlos puede hacer lo que le plazca, es un escándalo. Para muchos españoles, también. Pero, quizás, lo más escandaloso de todo este escándalo es que no sea un escándalo para demasiados.

jueves, 5 de mayo de 2022

LAS CLOACAS DEL ESTADO DE DERECHO

 


Fue Felipe González quien afirmó aquello de que “el Estado de Derecho se defiende desde las cloacas”. Se refería a la guerra sucia del GAL, pero ahí no acababa todo, pues el problema era la red al completo de desagües y alcantarillado del régimen, apenas reformada desde su instalación en 1936.

Desde entonces, pocas son las democráticas depuradoras que han sido instaladas y los vertidos y fugas de la red siguen dándose con rigurosa y apestosa periodicidad.

La hedionda cloaca de hoy se llama Pegasus. Veremos en qué y cómo acaba ésta, pero es preciso recordar que antes ha habido otras más. Al final de los años 80, más de 80 ministros, parlamentarios, empresarios, periodistas y hasta el mismísimo rey, fueron espiados ilegalmente por el CSID (Centro Superior de Investigación de la Defensa), predecesor del actual CNI (Centro Nacional de Inteligencia). Se grabó de todo: conversaciones políticas, empresariales y judiciales, relaciones sentimentales … Le tocó pagar el pato al coronel Perote, alto cargo de aquel servicio a las órdenes del general Manglado, quien fue condenado finalmente a la durísima pena de cuatro meses de arresto. Las depuradoras judiciales seguían sin instalarse.

Pequeñas minucias. Hasta 1995 en que se descubrió el pastel, la sede de Herri Batasuna de Bilbo fue grabada y filmada por el CSID. Poco después, en 1998, mientras se cocinaba el Pacto de Lizarra-Garazi, en su sede de Gasteiz fueron descubiertos unos micrófonos ocultos. Nada se supo de sus autores. ¡Misterio, misterio!


En 2003, el PNV denunció pinchazos en sus teléfonos del Congreso, pues en una ocasión, al descolgar el de su oficina, un miembro del grupo pudo escuchar una conversación suya mantenida el día anterior. Algo similar se repitió en 2012 en la oficina de Amaiur, cuando el diario El Mundo reprodujo textualmente una conversación habida en sus oficinas. Por supuesto, los Mortadelo y Filemón policiales que investigaron todo aquello no descubrieron nada anormal.

Los responsables policiales y beneméritos de los crímenes franquistas no fueron los únicos blanqueados por la Ley de Amnistía de 1977. Junto a ellos, todo el aparato político, sindical, clerical, militar, bancario y empresarial que apoyó el golpe del 18 de julio y fue parte y sostén de aquel franquismo criminal negador de todo tipo de libertades, fue también amnistiado. Nadie exigió a aquél responsabilidad alguna, personal o patrimonial, por todas sus tropelías.

Decenas de miles de personas, pringadas hasta las orejas y miembros activos de aquel régimen dictatorial (militares, empresarios, jueces, cargos del Movimiento, el Frente de Juventudes, la Sección Femenina, el Sindicato Vertical, la Banca y el empresariado), transitaron inmaculadamente al nuevo régimen y ocuparon en él los nuevos y democráticos puestos de privilegio que se les otorgó en aras a la política de reconciliación entonces impulsada.


Quien quiera ahondar un poco en todo lo anterior, no tiene más que leer la excelente bibliografía escrita al respecto estos últimos años. En lo que respecta al ámbito militar, el teniente Luis González Segura, hoy expulsado del Ejército, autor de “El libro negro del ejército español”, desgrana las consecuencias de lo que ha supuesto el trasvase de todo aquel generalato, coronelato y oficialato al actual Ejército: pervivencia de prácticas corruptas, mantenimiento de las salas de oficiales como nidos fascistas, bunkerización de la milicia frente a cualquier intento de democratización… Que ex generales, coroneles y altos mandos militares hayan suscrito el conocido como Manifiesto de los Mil, ensalzando la figura del dictador Franco, poco tiene que extrañar. Que no se tomen medidas ante ello, sí.

Joaquim Bosch, ex portavoz de la asociación Juezas y Jueces para la Democracia, ha analizado en su libro “La patria en la cartera. Pasado y presente de la corrupción en España”, las raíces de ésta, sus precedentes en el s. XIX, su absolutización durante la dictadura franquista y la generosa herencia que la misma de ello dejó al actual régimen. Según él “hubo continuidad en los abusos fraudulentos por una razón de peso: batallar contra la corrupción no formó parte de las prioridades de la Transición”. Por su lado, distintos índices internacionales (Varieties of Democracy, Rule of Law, Trasparencia Internacional…) han situado al estado español en los últimos lugares de las listas europeas de independencia judicial, separación de poderes o control de la corrupción, materia ésta en la que la propia Comisión Europea lo coloca en lugares próximos al del coche escoba.


Prosigamos. En el libro “Iglesia S.A.”, de Ángel Munarriz, se habla del poder de esa franquicia vaticana en tierra española y se desgranan los actuales privilegios económicos, educativos y sociales que ésta heredó del franquismo. Por su parte, Antonio Maestre, en “Franquismo S.A.”, ha desmenuzado el recorrido de quienes fueron grandes sostenedores del golpe y la dictadura, y hoy sientan reales en las principales empresas del IBEX-35: Gas Natural Fenosa (Naturgy), Iberdrola, Acciona, OHL, ACS, BBVA, Santander, CEPSA, REPSOL,..

Los múltiples y variados delitos imputados al ex comisario Vilarejo son buena muestra de lo dicho. Antiguo miembro de la Brigada Político-Social franquista (BPS), donde practicó torturas y demás habilidades, su caso ha evidenciado las múltiples conexiones mafiosas que aún perduran entre distintos espacios policiales, políticos, bancarios y empresariales. Algo parecido a lo reflejado en los escándalos protagonizados por el emérito Juan Carlos, Jefe del Estado y de las Fuerzas Armadas, ferviente católico-apostólico-romano y conseguidor mayor del reino, para mayor gloria de multinacionales patrias, satrapías del Golfo y su propio bolsillo.

Mientras pervivió el movimiento 15-M se gritó con ganas en plazas y calles: ¡Le dicen democracia y no lo es! Por ahí van los tiros. La urbanización exterior de este régimen ha sido remozada, pero su alcantarillado sigue siendo una mierda.

jueves, 21 de abril de 2022

LOS DERECHOS HUMANOS SEGÚN OCCIDENTE

           La aplicación occidental de los DDHH es tan interesada como asimétrica, tan hipócrita como exasperante y tan lacerante como inmoral. Debería ser, por tanto, una preocupación generalizada. Sin embargo, que los DDHH se repartan al gusto del juego geopolítico no resulta alarmante para la mayoría de los occidentales, que conviven sin mayor dificultad con transacciones humanas o ventas de armas cuyas víctimas se cuentan por millones. La mayor tragedia humanitaria del planeta (Yemen) y el interminable listado en el que el Sáhara solo es el último ejemplo lo corroboran: Afganistán, Libia, Irak, Siria, el Sahel...

El presidente español, Pedro Sánchez, mantuvo una reunión con el dictador Mohamed VI el pasado 7 de abril en la que aseveró que España y Marruecos iniciaban "una nueva etapa en las relaciones bilaterales, basada en la transparencia y en el respeto mutuo". Una etapa marcada por la reapertura ordenada de las fronteras y la celebración de una cumbre a finales de año "al más alto nivel".

Y para celebrarlo, Mohamed VI ordenó que drones marroquíes, probablemente comprados a Israel y Turquía, bombardeasen civiles saharauis. No fue el único evento de los festejos del dictador marroquí para conmemorar el restablecimiento de las amistosas relaciones hispanomarroquíes. El último fin de semana incluyó, al menos, ocho bombardeos que han dejado, como mínimo, dos víctimas mortales, una mujer y un joven, además de varios heridos, algunos de ellos de gravedad. Entre los daños materiales fueron contabilizados daños en depósitos de agua, campamentos y camiones. Otra forma de asesinar, pero más lenta y subrepticia.

            Nada nuevo en el Sáhara, donde hace solo un mes, el 15 de marzo, un menor de 15 años falleció en otra serie de bombardeos que incluyeron un colegio. Y no mucho más atrás en el tiempo, en noviembre pasado, quince civiles fallecieron en otra serie de ataques aéreos, los cuales también tuvieron por objetivo a civiles y jóvenes saharauis.

Además, la decisión de Pedro Sánchez de entregar, de facto, el Sáhara a Marruecos no solo agrede con brutalidad a los DDHH, sino que, además, es contraria a los más elementales principios democráticos al tratarse de una decisión presidencialista que no ha contado ni con apoyo parlamentario ni con apoyo popular.

Por un lado, el Congreso de los Diputados desautorizó públicamente la decisión socialista tras la aprobación de una proposición no de ley firmada por Unidas Podemos, socios del gobierno socialista, Bildu y Esquerra Republicana de Catalunya. Debido a la posición de sus socios y aliados, el PSOE fue el único partido que votó en contra. Una desautorización que, por tanto, demuestra que la nueva posición española en el conflicto del Sáhara no solo causará un enorme padecimiento a todo un pueblo, sino que se sustenta en una minoría parlamentaria que no cuenta con el apoyo de los partidos que representan a la ciudadanía: solo la apoyan 120 de los 350 escaños parlamentarios. Y, probablemente, ni eso.

Por otra parte, existen serias dudas al respecto del respaldo de la población a la decisión de Pedro Sánchez, incluso dentro de los simpatizantes y votantes del PSOE. En el caso de la ciudadanía, sabemos que las múltiples encuestas en los medios de comunicación muestran rechazo, pero no se puede llegar más allá porque el CIS, centro encargado de testear la opinión ciudadana, no pregunta sobre Marruecos desde el año 2002 y sobre el Sáhara desde 1974. En el caso de las bases socialistas, no parece que se trate de una decisión de su agrado, ya que se han posicionado, históricamente, a favor de la autodeterminación del Sáhara y nada hace pensar que exista un cambio sustancial de su opinión.

En cualquier caso, la decisión, contraria a la resolución de la ONU sobre la cuestión saharaui, que exige que cualquier decisión se tome con la aprobación del Sáhara e incluya un referéndum, ha sido defendida por destacados miembros del PSOE. Así, Héctor Gómez, portavoz parlamentario del PSOE, defendía que "la política exterior la fija el presidente del Gobierno". Esto es, Pedro Sánchez.

Una defensa pública que ha alcanzado su cénit mediático cuando el expresidente socialista, Felipe González, se ha pronunciado. El expresidente español, todo un referente occidental, ha aseverado que se trata del plan más serio presentado en cuatro décadas para resolver el conflicto. Opinión que debe ser tenida muy en cuenta, pues Felipe González tiene mucha experiencia en cuanto a la solución de conflictos. No olvidemos que, bajo su mandato, se crearon soluciones serias para el conflicto vasco como los GAL, que torturaron, violaron y asesinaron durante el gobierno socialista de los años ochenta.

Aunque referentes occidentales como Felipe González lo omitan, quizás por sus propios intereses (en el año 2014 vendió terrenos en Tánger a la familia de la dictadura saudí), Marruecos es una dictadura. Una cruel dictadura que vulnera los DDHH de forma feroz y reiterada. Según el Informe 2021/22 de Amnistía Internacional sobre Marruecos y el Sáhara Occidental, la dictadura de Mohamed VI atenta contra la libertad de expresión y de asociación, el derecho a la privacidad, la libertad de reunión, el derecho a la salud, los derechos de las mujeres y de las niñas, los derechos del colectivo LGTBI, los derechos de los refugiados y migrantes. Además, perpetra actos de tortura y otros malos tratos. Una salvaje dictadura a la que el embudo occidental convierte en un socio serio y fiable.

Quizás, para comprender mejor el escenario, en el caso de la ignominiosa entrega del Sáhara a Marruecos hay que tener en cuenta que España y Marruecos vulneran los DDHH brazo con brazo en Ceuta y Melilla.

Por tanto, no solo es que los cuerpos policiales españoles esperen a los migrantes pertrechados de porras tras las concertinas o que la Guardia Civil los haya recibido a pelotazos en el mar, como en el caso de los quince migrantes fallecidos en la playa del Tarajal, sino que Marruecos los usa como munición contra España cada vez que tiene necesidad. Lo que sucede con demasiada frecuencia.

Por desgracia, países como España no tienen capacidad de decidir sus relaciones internacionales, las cuales, en más de una ocasión, parecen impuestas. Como en este caso. No olvidemos que el origen de la aceptación española del plan marroquí para el Sáhara emana del interés norteamericano por el restablecimiento de las relaciones de Israel con Marruecos y otros países no menos respetuosos con los DDHH. Y si EEUU le ha prometido el Sáhara como compensación a Marruecos, ¿quién es España para negarse?

Sánchez solo es un títere que un día gasta casi 4.500 millones de euros en ampliar y modernizar su flota de aviones de combate con el pretexto de defender el espacio aéreo canario de Marruecos y al siguiente concursa para que Mohamed VI compre las embarcaciones militares de Navantia. Un títere que no tiene inconveniente en regalar medio millón de personas al dictador marroquí y aporrear migrantes en Ceuta y Melilla mientras acoge a ucranianos como si fueran compatriotas. Un títere que ejemplifica como pocos la asimétrica aplicación occidental de los DDHH.