domingo, 17 de noviembre de 2013

LA CONFERENCIA POLÍTICA DEL P.S.O.E.

El pasado fin de semana se ha celebrado en Madrid la esperada Conferencia del PSOE, aplazada durante meses, y cuya preparación no auguraba nada especialmente bueno, debido a  importantes déficits democráticos, tales como la afirmación contenida en la Presentación de la Ponencia de Base de que “La CP no elabora el Programa Electoral”; el procedimiento de elección de Delegados (en su mayoría designados por las direcciones Regionales/Federales  del PSOE); o la valoración de Enmiendas: mismo valor de las enmiendas personales que de las Organizaciones. Finalmente, la altísima participación de miles de afiliados y militantes ha confirmado las grandes expectativas que la CP había despertado.

Sin embargo, conviene hacer algunas reflexiones sobre el debate,  en el que, con algunos matices progresistas y atisbos de reformas positivas, en el fondo observamos que la línea política se ha quedado al borde de la socialdemocracia pero sin ni siquiera profundizar lo suficiente. Además ha dejado abiertos y sin resolver grandes temas que sin duda serán decisivos en el inmediato futuro, tales como quienes serán las personas que liderarán este nuevo Proyecto y cual será la “herramienta” o modelo de Partido transformador (no sólo electoralista) que se derive de un Próximo Congreso.

A mi entender, ha faltado algo más de sintonía con los trabajadores  para concretar mejor las líneas políticas y las alternativas. Baste con dar unas pinceladas sobre lo ocurrido en la clausura, cuando se mencionó el posicionamiento del partido sobre la República, que fue interrumpido y aplaudido con entusiasmo por los asistentes, pero luego, a renglón seguido, se plantea un apoyo a la Corona, lo cual es una contradicción intolerable, aunque el sector más de derechas respiró más tranquilo. Uno de esos representantes destacados, Pepe Bono, desautoriza a las bases al declarar entre otras lindezas,  que “prefiere entenderse con el PP que con Cayo Lara” desmarcándose de lo que él entiende que es un “giro a la izquierda”.

También otras posiciones aprobadas es necesario que se clarifiquen y concreten en los próximos debates congresuales, como la Laicidad, el Federalismo, las primarias, las listas abiertas,  un profundo análisis de clase, con autocritica y rectificación que posibilite la necesaria catarsis que los votantes esperan;   la defensa de lo Público, la incompatibilidad de cargos, la lucha contra la corrupción,  la Reforma Fiscal, etc… que han quedado esbozadas con poca claridad en esa ambigüedad calculada.  Invito a todas y todos los ciudadanos a que lean,  los que así lo deseen,  las resoluciones aprobadas e incluso las enmiendas de izquierdas que han quedado por el camino,  que la podrán encontrar en las páginas web del partido.
Pero sobre todo ha faltado una autocrítica seria y en profundidad, con propuestas claras para enmendar los errores. Por ejemplo, nadie ha hablado del, a mi entender, mayor error del Gobierno de Zapatero: la reforma del artículo 135 de la Constitución que consagra el límite de déficit y la sacralización del pago de la deuda pública, anteponiéndola a cualquier otra consideración. Se dice que se “blindará” el reconocimiento al derecho a la educación y a la atención sanitaria, pero esto no será posible mientras se mantenga la absoluta priorización del pago de la deuda.

Cuando los dirigentes de la izquierda aceptan el capitalismo como el único modelo posible, se quedan sin poder ofrecer una alternativa realmente de clase, auténticamente socialista. También ha venido ocurriendo eso en los aspectos sindicales, en las mesas de negociaciones los empresarios y la burguesía en su conjunto no encuentran contrapartidas claras a su discurso en bases al reformismo, porque el capitalismo ya no admite reformas, solo quieren contra-reformas que debilitan las condiciones de vida de las masas trabajadoras.  Se llega a la falsa conclusión de que únicamente es posible mantener derechos sociales y crear empleo si antes el empresario tiene beneficios. Y si en la izquierda asumimos esa lógica falsa y terrible del capitalismo, fracasaremos cada vez más. 

Una vez más se ha perdido la oportunidad para un verdadero giro a la izquierda; una oportunidad para superar el social-liberalismo  y avanzar decididamente hacia el auténtico socialismo. No obstante, es indudable que se han dado pasos importantes en la dirección adecuada, por tanto, habremos de esperar al próximo Congreso y continuar aportando propuestas, porque en momentos tan cruciales a los que nos enfrentamos, el partido tendrá que optar. Y como decía Pablo Iglesias, “o con los unos o con los otros”: o bien cede a las presiones de la burguesía e intenta un pacto de Concentración Nacional después de las próximas elecciones (donde nadie sacará mayorías absolutas), pactando con la derecha del PP, o de CiU-PNV, y aplica una política de recortes sociales,  lo que sería muy peligroso porque  representa seguir quitando dinero del bolsillo de los trabajadores para restaurar la tasa de ganancias del capital y dar una salida capitalista; o bien, basándose en la fuerza de la mayoría que es la clase trabajadora, plantear una alianza de un Frente de Izquierdas, encabezando una coalición con I.U. y los sindicatos, así como con otras fuerzas que quieran participar en la defensa clara de un programa auténticamente socialista que beneficie a la clase a la que el partido se debe, a los trabajadores y a las capas más desfavorecidas de la sociedad.
          Si el partido no toma decididamente la opción correcta de defensa a ultranza de los trabajadores, en un futuro próximo corre el riesgo de verse barrido por el huracán de la historia, porque una vez más, desmintiendo a todos los agoreros que han venido pregonando el fin de la historia y la desaparición de la clase obrera como clase en sí y clase para sí (la entierran sobre el papel una y otra vez, de acuerdo con sus deseos, pero  prematuramente), el espíritu de lucha y sacrificio de las masas resurgirá de sus cenizas como el ave Fénix, y todos esos oportunistas, trepas, acólitos serviles y corruptos del gran capital se verán sorprendidos.   

Es preciso continuar luchando por esa nueva sociedad de personas  “libres, justas, iguales, honradas e inteligentes”, como defendía Pablo Iglesias y los fundadores del PSOE,  basada en una economía socializada y planificada, una nueva sociedad por la que un puñado de trabajadores empezaron a luchar hace tiempo y que debe seguir siendo la aspiración natural de cualquiera que se considere digno de pertenecer al género humano y que honestamente quiera avanzar hacia la superación de esta sociedad de clases mediante la construcción de un nuevo modelo de sociedad, basado en la democracia obrera y el SOCIALISMO.

viernes, 27 de septiembre de 2013

ESPAÑA, UN PAIS SIN PROYECTO DE PAIS


           La estrategia de la austeridad la ha aplicado el gobierno del PP en los Presupuestos Generales del Estado de 2012 y 2013 y parece que también lo va a hacer en 2014. El alcance social del mismo es de una contundencia implacable: dejan a la ciudadanía sin confianza en el presente y sin esperanza en el futuro.         

          La supuesta estabilidad económica consuma una feroz inestabilidad social. En muy poco tiempo podemos pasar de la “indignación” a la “rebelión” social.  

Si en el período que va de los años setenta a los noventa del pasado siglo hablábamos de un “aburguesamiento” de la clase trabajadora y de la fragmentación de dicha clase y, en el colmo de la paradoja, de una sociedad de clases sin clases y de la viabilidad de una socialdemocracia sin sindicatos, a partir de la crisis económica del presente siglo comenzamos a visualizar la “proletarización” de las clases medias y la formación de un nuevo “lumpem” en las clases más desfavorecidas.  

Todo ello aderezado con un discurso en el que la derecha trata de aventar un conflicto ya no de clase contra clase (ricos frente a pobres) sino de empleados frente a parados (véase la película Las nieves del Kilimanjaro de Robert Guédiguian), trabajadores con puestos fijos frente al precariado, funcionarios frente al resto y así sucesivamente.

La derecha fomenta la envidia insana entre quienes pueden utilizar la protección del sistema de derechos del Estado de bienestar y quienes se sitúan en los márgenes del mismo, e inocula la creencia popular de que los verdaderos responsables de tal división son los sindicatos. Criminalizan a los sindicatos hasta el extremo de decir que sus dirigentes forman parte de una verdadera “aristocracia” laboral para, finalmente, cuestionar su papel social.
 
          Ante esta andanada el PSOE, si realmente desea recuperar su base social, tiene que responder con la misma contundencia a los ataques. ¿Cómo es posible que la clase empresarial española no haya sido cuestionada? ¿Cómo es posible que la banca, cuyos dirigentes propiciaron la burbuja inmobiliaria jugando con la población como verdaderos trileros, no haya recibido condena alguna? ¿Cómo es posible que se premie socialmente a un empresario que asevera que los trabajadores españoles tienen mucho que aprender del “esfuerzo de los chinos”? ¿Acaso queremos caminar hacia la “asiatización social”? ¿Es que estamos dispuestos a ganar productividad a costa de incrementar el desempleo y rebajar los salarios? 

          La disyuntiva no puede ser Brasil o China. Es urgente reorientar el programa de globalización proyectado por el neoliberalismo: un mercado mundial desregulado, unas instituciones democráticas con soberanías menguantes cuando no estériles y unas sociedades de mercado que atenazan las virtudes cívicas. 

          La identidad de un país se forja a través de sus proyectos. Un país sin proyecto es un país a remolque: enganchado a otro, es decir, sin una hoja de ruta propia. Si Hollande venció a Sarkozy en Francia no fue porque representara un tipo de liderazgo como el de Mitterand. Hollande llega al palacio de El Elíseo no por tener un liderazgo carismático sino porque el pueblo francés estaba harto de que Sarkozy fuese el “maletero” de Merkel, esto es, porque Francia había renunciado a jugar un papel crucial en la construcción de Europa. ¿Francia un país subsidiario de Alemania? Jamás. El pangermanismo siempre fue una catástrofe y ahora no podía ser menos. 

          ¿Quiere España jugar un papel en Europa? En la actualidad, España es un problema para Europa y Europa un problema para España. Se acabó el desiderátum de Ortega y Gasset: España es el problema, Europa la solución. Ya no podemos pensar la geopolítica con los cánones de los años treinta del siglo XX. El proyecto de la generación de Felipe González está finiquitado: democratizar a España e incorporarnos a Europa. Todo es mucho más complejo y pretender dar respuestas simples a problemas complejos es la raíz del populismo y la demagogia. 
 
          Hemos de repensar en poner a España en su sitio. Su sitio es Europa, pero ¿qué Europa? y ¿qué España? Primero necesitamos elaborar un proyecto de país que no tenemos. Y, al mismo tiempo, debemos afrontar con humildad pero sin complejos los desafíos provenientes de Europa. No hemos de olvidar que en la etapa de José María Aznar nos alineamos al proyecto de George Bush de la “nueva Europa” frente a la “vieja Europa” a costa de romper con nuestra tradición. Ahora que Sarkozy ya no ejercerá de subordinado de Merkel, quiere ocupar su papel Mariano Rajoy. Las afinidades electivas son muy importantes, pero concebir el destino de un país debe estar por encima del  programa de un partido. 

          Asimismo, hemos de tener bien claro que lo que marca la identidad de un país no es sólo su estructura económica sino algo mucho más relevante: su arquitectura política. En este sentido, es crucial que antepongamos la economía industrial a la economía de casino, un modelo de crecimiento sostenible económico, ambiental y socialmente, frente a un crecimiento desbocado y depredador, una sociedad del conocimiento inclusiva frente a una sociedad del privilegio excluyente pero todo este empeño necesariamente tiene que enmarcarse en un modelo de Estado que encaje con la realidad nacional de España. 

Es absolutamente inviable que este país cobre ánimos y coraje para afrontar su futuro si sus gentes, todas sus gentes, no se sienten medianamente a gusto en él y se sientan corresponsables del enorme desafío que supone reemprender un proyecto nacional.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

SALVADOR ALLENDE, EL HOMBRE DE LA PAZ


"Superarán otros hombres este momento gris y amargo … sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor." Salvador Allende.

Hoy 11 de septiembre, en la república chilena el pueblo recuerda al que fuera el primer Presidente marxista electo en el mundo por el voto directo de los ciudadanos, y derrocado hace hoy 40 años por la fuerza de las armas.
En la cúspide de la guerra fría entre la URSS y EE.UU., Salvador Allende, después de 4 intentos, obtuvo la victoria en las elecciones presidenciales de 1970 gracias a la "Unidad Popular", organización vanguardista de masas que conjuntó a la mayoría de organizaciones y partidos socialistas y comunistas de Chile.
El 24 de octubre de 1970, el Congreso de Chile dio como ganador al candidato de la coalición de izquierda (Unidad Popular), Salvador Allende.
El Congreso Chileno tenía la atribución, establecida en la Constitución Nacional, de escoger al Presidente de la República cuando en las elecciones presidenciales ninguno de los candidatos alcanzara la mayoría absoluta. Allende, en una reñida contienda, obtuvo el 36% de los votos, alcanzando la primera mayoría relativa, que al no ser suficiente tuvo que ser ratificada por el Congreso.
A pesar de que el Departamento de Estado y el presidente Richard Nixon ordenaran evitar que Allende asumiera la presidencia, el Congreso, dirigido por el presidente del Senado, Tomás Pablo Elorza, inició la votación, donde votaron 195 parlamentarios: Allende obtuvo 153 votos, contra 35 de Jorge Alessandri (candidato de la derecha) y 7 en blanco. En consecuencia, el Congreso proclamó a Salvador Allende como Presidente.
El nuevo presidente asumió su cargo en medio de tensiones. El 5 de noviembre de 1970, y en su discurso de ese primer día de gobierno, lejos de caer en ingenuos triunfalismos, llamó a la calma y el orden durante las manifestaciones de júbilo. Ello respondía a una razón obvia: según la oposición, con Allende el pueblo, ahora hecho gobierno, no tardaría en destruir todo a su paso. Ese pueblo, incluso antes de asumir el poder, ya era tildado de bárbaro e incivilizado. 


          Desde el inicio, el gobierno de Allende era visto con sospecha y desprecio por las clases pudientes. Sospecha que partía de la premisa de que sólo ellas podían gobernar de forma “civilizada”. La conclusión de la oligarquía no tardó en hacerse evidente: según ésta, lo que en esos años ocurría en Chile era una especie de aberración de la historia.

Las campañas en contra de la Unidad Popular llegaron más temprano que tarde. Una violenta matriz de opinión mediática se puso en pie apoyada y alimentada por los principales medios de comunicación. El mensaje proclamado era el mismo que el surgido en los primeros movimientos obreros internacionales. Se hablaba del inminente atropello a los derechos humanos por parte de los “comunistas”, de la dictadura de la plebe, de la implantación de un castro-comunismo, etc.
El aspecto inédito y a la vez precursor del triunfo de Allende estaba en el carácter pacífico de la Revolución, que a partir de 1970 habría de forjar el pueblo chileno. El talante pacífico y democrático de dicha Revolución habría de contradecir la constante historica según la cual toda voluntad política hecha gobierno en pro de una Revolución tenía que pasar por la violencia. Allende lo expresa con estas palabras: “Piensen compañeros, que en otras partes se levantaron los pueblos para hacer su revolución y que la contrarrevolución los aplastó. Torrentes de sangre, cárceles y muertes marcan la lucha de muchos pueblos, en muchos continentes y, aún en aquellos países en donde la revolución triunfó, el costo social ha sido alto, costo social en vidas que no tienen precio, camaradas. Costo social en existencia humana de niños, hombres y mujeres que no podemos medir por el dinero. Aún en aquellos países en donde la revolución triunfó, hubo que superar el caos económico que crearon la lucha y el drama del combate o de la guerra civil. Aquí podemos hacer la revolución por los cauces que Chile ha buscado con el menor costo social, sin sacrificar vidas y sin desorganizar la producción. Yo los llamo con pasión, los llamo con cariño, los llamo como un hermano mayor a entender nuestra responsabilidad; les hablo como el compañero presidente, para defender el futuro de Chile, que está en manos de ustedes trabajadores de mi patria”.
Con esa visión pacifista de la revolución desde el principio, después del triunfo, Allende se dispuso a construir el socialismo en su país con el apoyo de los sectores mayoritarios populares, organizados en sindicatos, centrales campesinas y organizaciones de jóvenes estudiantes, Allende implementaría reformas encaminadas a conseguir estos cambios, como la reforma agraria con la cual se desamortizaron las tierras que hasta ese entonces eran acaparadas en un 70 por ciento por los terratenientes que representaban el 7 por ciento de la población.

Otras reformas fueron el control de los precios para evitar inflación, que apareció debido al boicot económico de EE.UU.
Además nacionalizó empresas estratégicas, entre ellas algunas mineras dedicadas a la explotación del zinc y el cobre.
Durante el primer año de gobierno, Allende tocó profundos intereses de la burguesía chilena, quien desde el inicio mostró pruebas de una violencia y una intolerancia a toda prueba. La nacionalización del Cobre, en manos de una empresa estadounidense, se convertiría en uno de los paradigmas del camino de Chile hacia el socialismo. Camino lleno de trabas, pues con el cobre el gobierno de Allende tocaba intereses, no sólo de la burguesía chilena, sino también de capitales foráneos.
No obstante el peligro latente que implicaba dicha nacionalización, Allende se mantuvo firme en su lucha y en 1971 expresaba tajantemente: “El cobre es el sueldo de Chile. Y deben entenderlo también el gobierno y el pueblo norteamericano. Cuando nosotros planteamos nacionalizar nuestras minas no lo hacemos para agredir a los inversionistas de Estados Unidos. Si fueran japoneses, soviéticos, franceses o españoles, igual haríamos”.
Lo anterior provocó el descontento del gran capital extranjero y la derecha chilena, pues estas medidas atentaban contra los intereses económicos foráneos y los de la oligarquía autóctona que los administraba.
Durante ese primer año, la derecha observó y preparó lo que tres años más tarde se concretaría en el fatídico Golpe de Estado de Pinochet. Con la visita de Fidel Castro el 10 de noviembre de 1971 a Chile, la oposición aceleró su ofensiva. En la estrategia que habría de aplicar la oposición chilena actuarían diversos personajes de esa sociedad, como por ejemplo las “doñas” adineradas, quienes publicitadas por el diario pro estadounidense El Mercurio, perpetuaban manifestaciones como la tristemente célebre “marcha de las cazuelas vacías”, que mucho tienen que ver con los cacerolazos de las adineradas urbanizaciones caraqueñas.
También la iglesia católica participó en el golpe de Estado con grupos de extrema derecha, como la juventud y la democracia católica que se organizaron en torno al Partido Nacional de derecha, pues veían a Allende como un peligro por ser socialista. 

         Todos se unieron al ala más reaccionaria del ejército chileno y de la policía nacional, organizados bajo el mando del general Augusto Pinochet, que fue el segundo hombre en jerarquía después del general Carlos Prats. El general Prats fue un hombre leal a Allende, pero cayó por las presiones de la reacción, las mismas que propiciarían el golpe.
 
Pinochet y la mayoría de los altos mandos militares que perpetraron el golpe estaban ubicados en esas posiciones por las presiones de la derecha para detener la crisis violenta, que ellos mismos provocaron, por el descontento que generaron las políticas de Allende, contrarias a los intereses de los grupos transnacionales y oligárquicos que causaron la crisis económica alentada desde el exterior.
Estas crisis previas al golpe fueron parte de la conspiración de los grupos reaccionarios, que con apoyo de la CIA y los sistemas de seguridad de Estados Unidos planearon el golpe que se consumaría el 11 de septiembre de 1973. Una prueba de la intervención de Estados Unidos en el Golpe de Estado en Chile, son los documentos y archivos, desclasificados hace algunos años del "Archivo Nacional de Seguridad" de EE.UU que revelan, entre otras cosas, grabaciones de conversaciones de Richard Nixon, presidente de EE.UU en ese entonces, Henry Kissinger asesor de seguridad nacional, Jesse Helms director de la CIA y el Secretario de Estado William Rogers.
Por ejemplo, en 1970, semanas antes de iniciar el gobierno de Allende, Nixon ordenó a la CIA "que evitara que Allende asumiera el poder, o lo derrocara", mientras Rogers advertía que "era un peligro permitir el gobierno de un presidente comunista en Chile".
La CIA y Henry Kissinger comenzaron una intensa campaña para derrocar a Allende, "no podemos permitir que Chile se vaya a las alcantarillas" le dijo Kissinger al director de la CIA Jesse Helms.
No hay que pasar por alto que Kissinger era el estratega de las operaciones de contrainsurgencia para acabar con los grupos comunistas y movimientos de izquierda en el mundo.
Entre estas operaciones se encuentran la Operación Gladio en Europa occidental, la OAS de Francia, el RENAMO de Mozambique y otras dictaduras genocidas de África, así como las operaciones contrainsurgentes del sudeste de Asia y la Operación Cóndor en Suramérica en lo que sería la guerra por el mundo entre EE.UU y la URSS.
En Chile, Kissinger y la CIA operaron el golpe de Estado contra Allende en contubernio con el ejército, la oligarquía, la iglesia católica, las transnacionales y los medios de comunicación.

 
Chile fue el laboratorio para ensayar lo que en 1975 se llamó "Operación Cóndor", que fue un plan de contrainsurgencia elaborado por Henry Kissinger para la región Suramericana; funcionaba en coordinación con los sistemas de inteligencia de las dictaduras de esta parte del continente, para reprimir movimientos y asesinar líderes populares en la década de los 70.
Fue una operación continental que promovía el terrorismo de Estado y el control político de los gobiernos por Estados Unidos, que derivó en el establecimiento del Comando Sur del Pentágono.
Tres años después de asumir el poder y tras meses de conspiración, el 11 de septiembre 1973, el fatídico Golpe de Estado, orquestado por la CIA, utilizando a las elitistas Fuerzas Armadas chilenas, dan al traste con el proyecto de la vía chilena al socialismo y acaban con la vida del compañero presidente.
Gabriel García Márquez, recibiendo en Estocolmo el Premio Nobel de Literatura, evocaría ese último día de la vida del Presidente Allende, como digno del Realismo Mágico: “Un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército”.
El golpe de Estado se consumó con la sublevación militar, con el general Augusto Pinochet al mando en el bombardeo y la toma a sangre y fuego del palacio de "La Moneda" donde se encontraba Salvador Allende, que se negó a renunciar defendiendo estoicamente su presidencia hasta que se consumó la traición y su muerte.
Fue precisamente en medio de ese clima de muerte que Allende tuvo la lucidez de dejar marcado en la historia su testamento bajo la semblanza de su último discurso: “Sigan ustedes sabiendo que más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.
Los años siguientes al golpe de estado en Chile, Suramérica vivió una época de sangrientas dictaduras. En Chile, el golpista Pinochet hizo de un país libre una dictadura, en donde el secuestro, detención y represión de los que no estuvieran de acuerdo con el gobierno era parte de la política de terror de la Junta Militar hasta su fin en 1990. La Junta suspendió la constitución, y abolió muchos derechos civiles de los chilenos.
Hoy día, todavía hay grupos de madres y abuelas chilenas que siguen reclamando que les regresen a sus hijos que desaparecieron en la dictadura.
Como la mayoría de los dictadores, Pinochet fue sostenido por la CIA y apoyado fervientemente por la iglesia católica, lo que ha sido un común denominador de todos los dictadores fascistas, recordemos a Mussolini, Videla, Franco.
Allende sigue presente en las luchas latinoamericanas, y hoy su presencia es real, acompañando a los pueblos alzados que hoy buscan sus vías al socialismo. Los procesos que hoy se viven en Latinoamérica reivindican al compañero Allende y a todos aquellos que cayeron en la lucha por abrir las grandes alamedas de la historia.
Salvador Allende murió empuñando el fusil que Fidel Castro le obsequió años antes con el mensaje de que armara al pueblo. Mucho se ha cuestionado el por qué Salvador Allende no le entregó las armas a su pueblo, más aun cuando algunas organizaciones y partidos de la Unidad Popular se las pedían para defender su presidencia y hacer respetar la Constitución.
Armar a los obreros, estudiantes y campesinos era la otra vía que Allende no quiso transitar; tal vez porque Allende fue como lo escribió el poeta Mario Benedetti:
 "Para matar al hombre de la paz tuvieron que congregar todos los odios, los aviones y los tanques…
…tuvieron que imaginar que era una tropa, una armada, una hueste, una brigada…
…pero el hombre de la paz era tan sólo un pueblo…
…para vencer al hombre de la paz tuvieron que matar y matar más para seguir matando…
…para matar al hombre que era un pueblo tuvieron que quedarse sin el pueblo.”
Allende el idealista, fue eso, un hombre de paz…

lunes, 2 de septiembre de 2013

¿QUE NOS PASA CON SIRIA?

El inminente bombardeo de Siria tiene demasiados puntos en común con la guerra de Irak: un tirano inaceptable y una insurgencia que da aún más miedo; la coartada de las armas químicas, que vuelve a oler a chamusquina, porque si en este caso sí está claro que las hay y se han usado, no hay consenso sobre quién lo ha hecho; unos inspectores de la ONU utilizados como figurantes de Hollywood; Bruselas y Naciones Unidas siguiendo el partido por televisión; unas potencias y unos intereses geoestratégicos que son los de siempre, y una población civil, con una cultura milenaria, que está a punto de ser masacrada.
El cinismo del Premio Nobel de la Paz, Barack Obama y de sus secuaces incondicionales: el primer ministro británico, David Cameron y su homólogo francés, Francois Hollande, al acusar al gobierno de Siria de “usar armas químicas contra la población civil” sin presentar ninguna prueba concreta, ya superó con creces la desfachatez del ex presidente George W. Bush cuando en 2003 desató una guerra contra Irak a base de pruebas falsas sobre la existencia de armas de destrucción masiva.
Al menos en aquel entonces el ex secretario de Estado Colin Powell presentó fotos, videos, grabaciones telefónicas, inclusive un frasco con contenido desconocido, aunque todo había sido fraguado por los servicios especiales como se descubrió después.
No es la primera vez que se habla del uso de armas químicas en Siria. Tales incidentes tuvieron lugar en marzo y mayo pasados y en ambos casos fueron presentadas pruebas de que las usaron tanto al-Qaeda como su brazo derecho en Siria, al-Nusra (Frente Nusra) cuyos mujahidines han ido recibiendo entrenamiento en Turquía en los últimos dos años y se le considera uno de los más vociferantes enemigos del régimen dictatorial de Assad.
Hace poco la policía turca les decomisó a sus militantes contenedores de gas sarín. A la vez Qatar y Arabia Saudita están financiando estas organizaciones terroristas. Todo esto significa que Estados Unidos, Reino Unido, Francia e Israel están en una estrecha y abierta alianza tanto con al-Qaeda como con al-Nusra en Siria, a pesar de llamarlos oficialmente terroristas y enemigos del occidente.
         En relación a Siria, el ex líder de los Demócratas Liberales británicos, Lord Ashdown declaró que la CIA con el dinero de Arabia Saudita y Qatar (unos tres mil millones de dólares) transfirió a los grupos jihadistas en Siria 3.500 toneladas de armamento procedente de Bosnia. “Lo que quiere Estados Unidos es fomentar grupos de jihadistas suníes para que hagan la guerra contra shiitas en Siria e Irán”. Actualmente existen en el país 1.200 unidades de este tipo. En la guerra de Irak los norteamericanos hicieron al revés, fomentaron la guerra de los shiitas contra los suníes para debilitar ambos lados y enfrascarlos en la enemistad que perdura hasta ahora. La organización al-Qaeda, creación de los Estados Unidos (lo que fue admitido públicamente por Hilary Clinton), ha sido el instrumento principal de los norteamericanos para no permitir la unidad y la integración en el Medio Oriente.
 
La palabra final pertenece ahora al Premio Nobel de la Paz, Barack Obama que inesperadamente perdió un fuerte aliado en su iniciativa bélica, Gran Bretaña quedándose con Francia, la Liga de los Países Árabes, Israel, Turquía y sus nuevos seguidores lituanos, estonianos y letuanos - pobres pero belicosos para el gusto de su amo.
El 60 por ciento del pueblo norteamericano está contra el plan de Obama de efectuar un “ataque militar limitado” contra Siria. ¿Escuchará esta vez Barack Obama la voluntad de su pueblo o se guiará como ha hecho el y todos sus predecesores, siempre por los intereses de las grandes corporaciones armamentísticas, petroleras y financieras y ofreciendo como de costumbre burdas mentiras a sus ciudadanos para justificar una nueva aventura bélica injustificable y rechazada por la mayoría de la población mundial?. Solamente el tiempo dará la respuesta.
Pero hay al menos tres razones que explican por qué la reacción de Occidente, y sobre todo de la sociedad civil europea, no se parecerá en nada a la que se produjo hace diez años: En primer lugar, porque en la Casa Blanca manda ahora el Premio Nobel de la Paz. Y aunque los intereses, las estrategias y las políticas exteriores sean casi los mismos, a Obama le consentimos cosas que de ser obra de los Bush provocarían protestas multitudinarias en todo el mundo.
         
 
          Quizás también protestamos menos porque estamos a otras cosas. Hace diez años, cuando EE.UU. bombardeó Irak, vivíamos plácidamente recostados en una burbuja de abundancia. En España apenas había millón y medio de parados, y la sociedad civil occidental, atacada en el 11-S y atacada después por las sucesivas respuestas de la Administración Bush, decidió convertir aquella guerra en algo propio, en una causa por la que luchar.

Ahora quizás nos hemos rendido. En la utopía de la burbuja, mucha gente pensó que saliendo a la calle lograría parar la guerra. Diez años después, la guerra está en casa y la estamos perdiendo.
Asistimos a una voladura controlada de instituciones sagradas como la sanidad o la educación. Como ciudadanos, casi hemos perdido la potestad de cambiar gobiernos que no hacen lo que queremos o que son pillados con la mano en el cajón. Si no logramos evitar que nos quiten el pediatra del ambulatorio, qué pintamos opinando sobre Siria, parece decirnos nuestro resignado subconsciente colectivo.
La tercera razón, la que nos lleva a estar más pendientes del fichaje de Bale que del inminente ataque a Siria, es mucho más dramática. En estos últimos diez años hemos experimentado los mayores cambios tecnológicos de la historia de la humanidad. Llevamos en el bolsillo un aparato conectado al resto del planeta, una suerte de gotero que nos suministra la pócima mágica del conocimiento, toneladas de textos, datos e imágenes sin digerir. Y estamos tan ebrios de información, que creemos que ya lo hemos visto todo. Y que Siria merece poco más que un tuit.

domingo, 11 de agosto de 2013

SEAMOS RADICALES, EXIJAMOS LA REPÚBLICA


Ser radical es ir a la raíz de las cosas. Despojarlas de disfraces y embaucamientos, y verlas en su verdad desnuda. Dejarse de medias tintas y otras zarandajas, e ir al fondo del asunto, sin adornos ni rodeos.
Así que, para nuestro propio bien, para saber quién somos, qué somos y dónde estamos, seamos radicales. Para analizar nuestras penas, nuestros problemas, para vislumbrar posibles soluciones, abandonemos los paños calientes, las falsas esperanzas y el mirar para otro lado. Claro que, mirar de frente, provoca alguna que otra náusea.
Estamos en un país en el que unos señores –y señoras– de un organismo llamado FMI se atreven a decir, sin que se les caiga la cara de vergüenza, que hay que bajar aún más los salarios, trabajar más años y reducir la ya muy reducida indemnización por despido. Y nos quedamos tan campantes.
Estamos en un país en el que desde el gobierno se nos anuncian nuevos brotes verdes al mismo tiempo que se nos dice, de la forma más cínica imaginable, que no van a tener repercusión en el empleo. Vivimos en el país del toma el dinero y corre, que si te pillan ya se alargarán las cosas para que –si perteneces a la élite oligárquica que nos maneja– el delito prescriba, y si es preciso siempre podrá recurrirse a un discreto indulto.
Nos hallamos en el país de los problemas irresueltos (el territorial, entre otros), con una opacidad rampante, bajo la mentira constante, la falacia y el disimulo. Y estamos en un país en el que abundan las gentes desnortadas, resignadas, confundidas, derrotadas.
Es cierto que hay mareas, protestas, plataformas, movilizaciones puntuales, y que cada vez hay más personas a las que ya no se las puede seguir engañando. Pero no es suficiente. Es hora de decir basta, pero de verdad. Es hora de poner patas arriba este entramado perverso en el que están atrapados millones de ciudadanos. Es hora de ser radicales y señalar claramente cuál es la madre de todos los problemas. Mucha gente ya lo sabe: en lo inmediato, proceden de una construcción europea en la que el poder lo ejerce realmente una oligarquía que no se presenta a las elecciones, y de la que los gobiernos europeos, principalmente los del sur, son sus simples vasallos. Una oligarquía que encontró con el euro la más eficaz herramienta para someter a las clases trabajadoras y arrancarles conquistas que costaron sudor, mucha sangre y no pocas lágrimas.
          Seamos pues radicales: para desembarazarnos de esa oligarquía no podemos ir con pequeños cambios, reformas hechas a toda prisa para evitar males mayores, proyectos a medio o largo plazo, gobiernos de gran coalición visibles o invisibles: hay que ir a la raíz, a la columna vertebral que sostiene este sistema. Que es, no me cabe la menor duda, la institución monárquica.
 
El pasado 14 de abril, Madrid vio en sus calles una oleada de banderas republicanas, agitándose en las manos de miles de jóvenes, en una manifestación que congregó a decenas de miles de personas.
Fue la expresión, una más, de la insatisfacción popular que asiste, temerosa y esperanzada, a la descomposición de una democracia limitada, a la agonía de un reinado que nació sobre la tumba de Franco y que concentró una corte de besamanos ridículos, de negocios turbios y de privilegios obscenos, amparada por una prensa acomodadiza, aduladora y servil.
El sistema político surgido de la transición, tras la muerte del dictador, está en crisis abierta. A los desoladores efectos de la crisis económica, del robo de propiedades públicas, de los recortes de derechos laborales y ciudadanos, a la corrupción y a la forzada conversión de la deuda privada de bancos y cajas de ahorro en deuda pública, se une la profunda desconfianza de la población en los partidos políticos e instituciones, y la extendida convicción ciudadana de que las elecciones no sirven para nada, a la vista de que, en Madrid y Barcelona, los gobiernos aplican medidas que ni siquiera aparecían en los programas electorales.
Y ahora la caída de todas las barreras, públicas y privadas, que protegían a la monarquía de Juan Carlos de Borbón, ocultando sus desmanes, el derroche, la vida parasitaria de una familia que España ya ha soportado durante demasiado tiempo. La caída en picado de la popularidad de Juan Carlos de Borbón, según revelan todas las encuestas de opinión pública, ha dejado en evidencia el agotamiento y el hastío que buena parte de la población siente hacia el rey.
Pese al control de los medios de comunicación, de la televisión, la radio y la prensa, que han sostenido un adulador, y falso, mito sobre las bondades democráticas de Juan Carlos de Borbón, primero como supuesto “motor del cambio”, y, después, como “salvador de la democracia” y excepcional agente de la economía y las empresas españolas, lo cierto es que las constantes transgresiones, abusos, aventuras, negocios turbios, amistades peligrosas y vida disoluta y ociosa, han estallado finalmente, sin que la grotesca Casa Real haya podido impedirlo.
El rédito de la gran farsa de la operación del 23-F de 1981, un golpe de Estado que no fue tal, se ha terminado. En apenas un año se ha pasado de la lisonja y el silencio ante la corrupción y el despilfarro de Juan Carlos de Borbón a la constante aparición de justificadas críticas por la vergonzosa vida del monarca. No es para menos, porque la lista de abusos y atropellos que se atribuyen al rey es interminable: desde los negocios petroleros al cobro de porcentajes (¡como un vulgar comisionista!) sobre operaciones económicas, al dudoso comportamiento de sus testaferros como Manuel Prado y Colón de Carvajal o Javier de la Rosa, pasando por un comportamiento moroso por créditos no devueltos, a sus líos de faldas siempre a cargo del presupuesto público en una desvergonzada corrupción, y consiguiendo finalmente la acumulación de una enorme fortuna.
 
Ese monarca que mancha al país (¡como si no hubiera suficientes personajes que agotan la paciencia de los ciudadanos!), es el hombre que, en un ejercicio constante de hipocresía, reclama cada año a los ciudadanos en su mensaje navideño lo que él no hace: trabajo duro, honestidad, sacrificio, austeridad, y que, además, no duda en mantener una hipócrita fachada familiar mientras se suceden los lios de faldas.

 
Durante el último año la sucesión de escándalos ha sido constante, desde la cacería de Boswana, a donde Juan Carlos de Borbón fue a matar elefantes, pasando por las revelaciones sobre esa singular amiga Corinna y su aprovechamiento de los recursos del Estado, hasta el despilfarro de vacaciones de lujo de Felipe de Borbón y Letizia Ortiz pagadas por el presupuesto público mientras se suceden los recortes a la población, hasta las últimas revelaciones sobre los turbios negocios de Iñaki Urdangarín, amparados por el monarca, y obviamente conocidos por la infanta Cristina de Borbón.
Es esta una monarquía “legitimada” por la constitución de 1978, pero nunca refrendada por la población, presentada durante años como garantía y salvaguarda de la libertad y la democracia, que ve caer todos los velos, desaparecer las trincheras que la protegían, y que no puede evitar que sea vista como un foco de corrupción y de privilegios insultantes en el momento más duro de la vida reciente del país.
Los límites éticos de esta monarquía se constatan cuando, casi cuarenta años después de la muerte de Franco, las familias de las víctimas siguen esperando la anulación de los consejos de guerra y de las penas de muerte dictadas por el fascismo, siguen sin ver enterrados con dignidad y sin reparación alguna a las decenas de miles de personas asesinadas durante la guerra civil y arrojadas en fosas comunes en las cunetas de las carreteras.
La transición estuvo dirigida por el franquismo reconvertido, que, en lo esencial, impuso su programa, mantuvo el dominio del aparato del Estado, salvaguardó los intereses de los grandes empresarios. La reconversión política de los sectores que se beneficiaron de la dictadura franquista se culminó sin mayores contratiempos facilitada por el cambio generacional y por la adopción de nuevos disfraces políticos (el caso catalán es paradigmático: las cuatrocientas familias que, según el estafador del Palau de la Música, Fèlix Millet, controlan hoy la vida económica y social catalana, son, sustancialmente, las mismas que medraron bajo el franquismo).
Ese franquismo crepuscular que adoptó las maneras democráticas, también creó una corte de aduladores de la monarquía y de Juan Carlos de Borbón que se extendió por todos los medios de comunicación, ejerciendo durante décadas una severa censura sobre cualquier aspecto desfavorable al monarca, ocultando, de hecho, la vida que llevaba.
Los elogios desmedidos a la Constitución de 1978 fueron de la mano del radical incumplimiento de los aspectos sociales que recogía, y que, hoy, cuando el país ha superado los seis millones de parados, muestra su agotamiento y su inutilidad práctica para afrontar la crisis. El conservadurismo político ha mantenido su hegemonía durante las tres décadas democráticas, tanto con gobiernos socialdemócratas como conservadores, porque el poder de las grandes empresas, de la banca y de la iglesia católica no se ha visto mermado.
La monarquía se convirtió así en la clave de bóveda del sistema capitalista español, organizado en torno al poder financiero, con redes empresariales corruptas que incautaban en beneficio propio buena parte de los recursos públicos, con subvenciones, concesiones, negocios más o menos turbios, acompañada de unas instituciones que, si bien facilitaron el cambio de piel del país, apenas permitieron que la izquierda política tuviera una influencia marginal, y que han perdido hoy la confianza de la población, que constata la inutilidad de organismos ineficaces y prescindibles, como el Senado, y que soporta un injusto y antidemocrático sistema electoral que, además, se revela inútil, porque la soberanía y la capacidad de decidir han sido secuestradas por el poder económico. En la práctica, la soberanía no reside en el pueblo.
 
Por añadidura, el sistema bipartidista, que limita el futuro del país, se ha revelado cómplice de las peores prácticas del viejo clientelismo y se ha apoderado de muchos resortes del Estado para provecho de una casta asociada al despilfarro de la propiedad pública.
Esa es la situación, y mientras la crisis económica destruye los cimientos de la confianza en el futuro, España asiste al ocaso de un monarca de excepción. La monarquía está agotada, es incapaz de justificar su propia existencia más allá del interés por preservar los privilegios de una familia alrededor de la cual se han agrupado las élites económicas del país.
Ante la evidencia de que los derechos recogidos en la Constitución son incumplidos (desde el derecho al trabajo, a la vivienda, pasando por la apelación a una justicia igual para todos, los privilegios de la Iglesia católica, o las obligaciones sociales), la única respuesta de la monarquía y de los grupos burgueses que gobiernan el país es una invitación a la docilidad, a la resignación, una apelación a un futuro lleno de vagas promesas y de mentiras. Apretando la soga sobre el cuello de millones de ciudadanos, sin el menor remordimiento, y haciendo más profunda la herida, la reforma constitucional aprobada por el bipartidismo para la nueva redacción del artículo 135 llevó al despropósito de asegurar el pago de la deuda… antes que las necesidades de ciudadanos, trabajadores, jubilados y parados. No tienen límite.
De manera que, mientras los ciudadanos asisten boquiabiertos al saqueo de los recursos del país, al robo descarado de presupuestos y recursos, a la privatización creciente de las propiedades públicas, a los intentos de destrucción de la sanidad pública y de la enseñanza gratuita y universal, a la conversión de la deuda privada de bancos y empresas en deuda pública que deberán pagar todos los ciudadanos; mientras ven el desahucio de centenares de miles de personas que son arrojados de sus casas sin el menor escrúpulo, al tiempo que soportan la precariedad laboral, el retroceso de los derechos de los trabajadores y de los ciudadanos, el empeoramiento constante de las condiciones de vida populares, el recorte de los salarios, incluso la imposición de salarios de miseria, el aumento del desempleo hasta niveles escandalosos no superados por casi ningún otro país de la Unión Europea, el aumento de las prácticas casi esclavistas impuestas a muchos trabajadores, la pobreza y el abandono de sectores cada vez mayores de la población; mientras los ciudadanos (a ratos, impotentes; a ratos, rabiosos), observan la corrupción imperante y las mentiras del poder, el monarca y los suyos prosiguen su vida parasitaria, ostentosa, ridícula e inútil.
La evidencia de que Juan Carlos de Borbón está al final del camino se está instalando también en el imaginario de la España conservadora, aunque el propio heredero de Franco insista en continuar su reinado, porque, en la hipótesis de una abdicación, una pregunta aparece de inmediato: Juan Carlos de Borbón ¿continuaría disfrutando de total inmunidad, continuaría siendo irresponsable o, por el contrario, podría llegar a ser imputado en los tribunales a la vista de los indicios de corrupción que jalonan su reinado?
 La constitución de 1978 recoge la inviolabilidad de la figura del rey, pero no de quien dejase de serlo. Por eso, no es extraño que el monarca quiera morir reinando. Así, la operación del relevo en la monarquía ya se ha puesto en marcha, y el nuevo protagonismo concedido a Felipe de Borbón, la insistencia en su supuesta competencia y en su seriedad, persiguen facilitar el recambio, apuntalar la última posibilidad para esta monarquía.
De hecho, son tres las hipótesis que se abren: abdicación del monarca y entronización de Felipe de Borbón; desmantelamiento controlado de la monarquía por las fuerzas que gobiernan de facto el país para dar paso a una república conservadora; o bien, proclamación de una república surgida de la voluntad popular que acelerase un nuevo proceso constituyente para la institucionalización de la III República española.
España vive una situación de emergencia, la más grave de los últimos cuarenta años. La derecha puede aceptar otro régimen político si considera definitivamente agotada la monarquía, porque es consciente de que sus intereses económicos están por encima de una institución prescindible, pero la clave del cambio reside en el Partido Socialista, que cuenta con unas bases que defienden un sistema político republicano. Por eso, hay que facilitar a la dirección del PSOE el rápido tránsito hacia la defensa de la república como el sistema más democrático para España.
Es urgente la apertura de un proceso constituyente que recoja las exigencias democráticas de los ciudadanos, insatisfechas hasta ahora, y la movilización popular puede influir de manera decisiva en una crisis de excepcional gravedad, económica, institucional y social.
España soporta una monarquía moribunda, y, aunque no podemos saber cuánto tiempo más durará esta agonía, y si los ciudadanos (más allá de expresar un deseo: “No queremos que seas rey, Felipe”, como apuntaba una joven en la Plaça de Sant Jaume de Barcelona) podrán imponer a corto plazo el fin de las hipotecas del pasado, no hay duda de que por todos los resquicios donde un régimen inoperante no puede impedir a la población que se exprese, llegan las aspiraciones populares a configurar un sistema democrático por fin libre y soberano.
Termino. Antonio Machado nos dejó unas líneas de la proclamación de la república en Segovia, el 14 de abril de 1931, en la que participó con entusiasmo: “Era un hermoso día de sol. Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros llegaba, al fin, la segunda y gloriosa República española. […] Fue un día profundamente alegre –muchos que éramos viejos no recordábamos otro más alegre–, un día maravilloso en que la naturaleza y la historia parecían fundirse para vibrar juntas en el alma de los poetas y en los labios de los niños. Mi amigo Antonio Ballesteros y yo izamos en el Ayuntamiento la bandera tricolor. Se cantó la Marsellesa; sonaron los compases del himno de Riego. La Internacional no había sonado todavía. Era muy legítimo nuestro regocijo. La república había venido por sus cabales, de un modo perfecto, como resultado de unas elecciones. Todo un régimen, caía sin sangre, para asombro del mundo […] La República salía de las urnas acabada y perfecta, como Minerva de la cabeza de Júpiter.”
          Con el recuerdo de aquella república generosa y abierta, hoy, los ciudadanos españoles no quieren ya una monarquía moribunda, no aceptan ya abdicaciones ni sucesiones monárquicas, no quieren un monarca agotado ni un heredero prescindible; quieren apoderarse del futuro: la III República

domingo, 7 de julio de 2013

GRECIA YA NO EXISTE


“Silencio radio”, es un término acuñado durante la Segunda Guerra Mundial, referido al cese total de las transmisiones. Aplicado al ámbito militar significa que no se permite comunicación alguna hasta nueva orden. El silencio de radio tiene como objetivo evitar la localización o alerta por parte del enemigo, impedir que las señales interfieran con las comunicaciones oficiales de una determinada misión, u operación de rescate.
Silencio, silencio absoluto... y que lo que no esconda el silencio... que lo esconda el ruido.
Grecia apenas ocupa ya espacio en los medios. De un tiempo a esta parte sus problemas apenas son un murmullo entre el estruendo de los papeles de Bárcenas, las faldas de Corina, los diferidos y los simulados, Urdangarín y la Infanta... Grecia ya no existe, es solo un montón de cenizas bajo una gran cortina de humo.
Quizá sea pura prevención... quizá sea por nuestro bien, quizá sea que lo que fue Grecia se ha transformado en una inmensa bola de cristal, que refleja con detalle nuestro porvenir... lo que está por llegar... y por eso ya no se habla de esos once millones de personas que no hace mucho parecían ser el centro de la economía del mundo, el epicentro de la gran quiebra occidental... quizá no sea por ninguna de esas razones, y sea porque ha comenzado la voladura controlada del mundo que conocimos.
Lo que hoy ocurre en Grecia es muy fácil de entender... es que la crisis ya pasó... y han entrado en un indefinible estado de agonía, a medio camino entre la guerra civil y la postguerra.
El documento de rendición se llama  MEMORANDUM. Allá por febrero de 2012, los parlamentarios griegos pusieron su firma en lo que no es más que una condena a muerte de todo un país. “Memorando de Entendimiento” (MOU en sus siglas en inglés), es la entrega sin condiciones de la soberanía de Grecia en manos de bancos y empresas extranjeras. Páginas y páginas en las que se diseña el paulatino y sistemático desmantelamiento del estado, la usurpación de sus recursos naturales, de sus industria, de lo más necesario para la supervivencia de los ciudadanos...
El edicto impone normas estrictas para todo, desde la reducción de gastos en medicamentos de vital necesidad a las “limitaciones impuestas a los minoristas en la venta de productos de categorías restringidas, como alimentos para bebés.”
En otro apartado exige un progresivo recorte del sueldo de los funcionarios y demás trabajadores del gobierno, descapitalización de los fondos de la seguridad social y pensiones, privatizaciones de activos de propiedad pública, y una consecuente reducción del PIB. Algunos de sus párrafos dicen así:
“El gobierno está comprometido a sacar a la venta las participaciones que aún mantiene en empresas propiedad del Estado, si es necesario, para alcanzar el objetivo de la privatización total. El control público será puramente testimonial y limitado solo a casos críticos...”
 “El gobierno no propondrá ni implementará medidas que infrinjan en modo alguno las normas del libre movimiento de capitales.”
 “El gobierno griego debe revocar el derecho a huelga y a la negociación colectiva, derogar la legislación sobre el salario mínimo que socava la “competitividad de los costes” (ya se ha aplicado en cuatro ocasiones la ley marcial)
 “El gobierno establecerá un mecanismo especial para revisar el tratamiento de determinados contenciosos judiciales (evasión de capitales), mecanismo que ha de incluir incluso la posibilidad de eliminar de los archivos judiciales ciertos casos en espera de ser juzgados”
Atenas permanece oculta bajo una espesa capa de humo, parte de ese humo proviene de las estufas de quienes ya no pueden pagar la factura de la luz, de quienes han arrasado los bosques que rodean la ciudad para conseguir madera gratis y no morir de frío durante este invierno... otra parte de ese humo procede de los edificios en llamas, edificios que ya no arden por ser atacados con cócteles molotov, sino con explosivos caseros.
En la Plaza de Exarchia, en el mismo centro de la capital, ya no existe nada que pueda recordar al lugar que fue en su día. El pequeño comercio ha desaparecido, traficantes de todo tipo se entremezclan con grupos de jóvenes ansiosos por dar con el responsable de su rabia y de su frustración, la mafia albanesa de la heroína se ha establecido definitivamente y campa a sus anchas, bandas de chiquillos la emprenden a golpes con todo aquél que tenga aspecto de inmigrante...
No muy lejos de la plaza, cientos de bolsas azules llenas de fruta son repartidas por miembros de "Amanecer Dorado" entre los paseantes (previa inscripción voluntaria en el partido)... ya ni siquiera se dejan ver por el barrio los lujosos descapotables cargados de chicos, chicas, y bolsos de Louis Vuitton, hijos de familias acomodadas ansiosos por "saborear la revolución"... la violencia ya dejó de ser contenida, casi al mismo tiempo que la miseria. Pintadas desmañadas cubren cada pared, muchas de ellas reivindican ataques a edificios públicos, otras prometen venganza por la muerte de Lambros Funtas, miembro del grupo armado "Lucha Revolucionaria"... un muro empapelado con carteles recordando la muerte de un quinceañero llamado Alexis Grigoropulos... más nombres... todos muertos a tiros durante enfrentamientos con la policía.
No solo Atenas ya no es Atenas... nada es como era en Grecia... todo se refleja en un espejo imperfecto que ya nadie llama crisis... todo se ha deformado hasta lo irreconocible. Coches negros con los cristales tintados llegan de cuando en cuando a las barriadas de inmigrantes para atropellarlos, incluso ante la complaciente mirada de la policía...
 
Las posibilidades de encontrar trabajo ya no son distintas entre jóvenes y adultos, todas se reducen a empleos por horas, a esporádicas reparaciones a domicilio, a cobrar en especias... a ganar cinco euros al día por ayudar en un taller o en una panadería, a conseguir algo de pan o chatarra que vender para pagar la gasolina del generador eléctrico... comprar champú, mantequilla, pilas para la radio... y poder escuchar las palabras de Yannis Stournaras (Ministro de economía Griego):
"Si abandonamos la austeridad no recibiremos el siguiente tramo del préstamo. Hemos establecido objetivos que tenemos que cumplir. Si no, perderemos la confianza que hemos empezado a reconstruir"
Los griegos se preguntan cuándo comenzó esta guerra que no han visto empezar, esta guerra sin trincheras, sin banderas y sin cartelones llamando a filas... esta guerra sin bombas, pero con tanta miseria como la que más... esta guerra sin noticias del frente.
Amnistía Internacional ha denunciado ante la Comisión de Derechos y Justicia de la UE en Bruselas el hecho de que se esté deteniendo a personas sin la asistencia de un abogado, que se las incomunique y se las torture... son de ver los groseros retoques de la fotografías tomadas a los detenidos para ocultar las señales de sus rostros.
Patrullas compuestas de policías y miembros de "Amanecer Dorado" patrullan las calles y dan caza a todo aquél con aspecto de ser inmigrante.
Ya son más que habituales los multitudinarios saqueos de los supermercados, ya nadie se extraña de la complicidad de los mismos empleados que facilitan  a los asaltantes el acceso a la comida y artículos de primera necesidad. Son varios los asaltos a sucursales bancarias en los que los atracadores han repartido el dinero entre los viandantes.
Cientos de pequeños empresarios agrícolas se niegan a cumplir la orden del gobierno de destruir sus productos y deciden distribuirlos gratuitamente por colegios y hospitales.
Casi un centenar de activistas armados con cócteles molotov atacaron una mina de oro y cobre situada al norte del país, una mina cuya explotación se ha cedido a una empresa canadiense... una mina de la que se esperan extraer más de 12.000 millones de euros solo en oro... una empresa que paga al estado griego apenas 11 millones... una mina que está causando efectos desastrosos en la agricultura y la pesca de toda la zona. 

La mitad de los griegos viven ya bajo lo que se considera índice de pobreza. El 9,5% de paro de antes del "rescate" se ha transformado en un 30%... hoy sólo uno de cada siete parados recibe algún tipo de subsidio... subsidios que oscilan entre un mínimo de 180 euros y un máximo de 468 euros... por un periodo nunca mayor de 12 meses. Los más afortunados... los pensionistas y los que aún conservan su trabajo, se han visto obligados a aceptar un recorte del 50% de sus ingresos... a renunciar a su derecho de estar asegurados.
En Grecia ya no existe ningún tipo de deducción fiscal para familias numerosas, en paro, o con miembros discapacitados... por el contrario, se han creado nuevos impuestos sobre la vivienda y las rentas del trabajo... las exenciones fiscales a las grandes multinacionales alcanzan en algunos casos el 60%... la carga impositiva sobre pequeñas y medianas empresas se ha incrementado en un 420%... y con ese dinero se rellena esos agujeros negros llamados "recapitalización bancaria" o "pago de la deuda"
El consumo de gasóleo para calefacción ha caído en más de un 75%... y aun así su precio se ha multiplicado por tres desde 2009. A pesar del frío intenso de este invierno, a pesar de que incluso la Corte Suprema ha declarado inconstitucional el corte de luz por impago, el gobierno ha cedido a las presiones de las grandes compañías energéticas y casi un tercio de los hogares no reciben suministro eléctrico desde hace meses.
El presupuesto sanitario ha quedado reducido a la mitad... el copago de las medicinas se ha doblado... una gran mayoría de los griegos ya no pueden pagar sus medicamentos... Los diabéticos no pueden costearse la insulina, el uso de antidepresivos y otros fármacos para prevenir el suicidio, están fuera del menú, las tasas de tuberculosis y VIH son altísimas.
El Centro de Control de Enfermedades de la UE ha emitido un informe que avisa contra el más que probable rebrote de todo tipo de infecciones y enfermedades contagiosas... la asociación de médicos advierte del espectacular incremento de casos en los que bebés son llevados a los hospitales con graves problemas estomacales dado que los padres no pueden pagar los adecuados a su edad.

A los hospitales ya llegan los que desesperados, tras muchos meses de exclusión social, presentan cuadros solo vistos en antiguos libros de medicina... un hombre con el 90% de su cuerpo corroído por la sarna... una mujer con un tumor de pecho del tamaño de una naranja, tan grande que ya asoma por la herida que se limpia con servilletas de bar... médicos y enfermeras que salen del dispensario para que el paciente no les vea llorar...
“Grecia debe salir, rápida y temporalmente del Euro, y aún a riesgo de la definitiva destrucción de su economía, su moneda habrá de ser devaluada en un 20/30%. La situación actual ha llegado a un punto tal de degradación que podría ser considerada como tragedia humanitaria, y por tanto, deberíamos empezar a barajar la hipótesis de pedir la intervención de la ONU”.
Estas son las recomendaciones de un reciente informe presentado con urgencia ante el Consejo de Europa, el BCE, y la Oficina de Preupuestos y Hacienda de la UE. Está firmado por los más influyentes economistas de Alemania, entre ellos Hans Werner Sinn (asesor personal de Merkel).
A  pesar de todo esto, pocos días después de la remodelación del gobierno de coalición, los representantes de la llamada Troika han vuelto a Atenas, para presionar en la imposición de  nuevas medidas tan graves como la reducción del salario mínimo de los 586 euros actuales a los 350 euros.
El proyecto de la Troika es crear los llamados “mini trabajos”, es decir trabajos con salario de 350 euros sin seguros sociales ni derechos laborales, con el pretexto de que solo así el país conseguirá ser “competitivo”. Además, se prevé que los patronos puedan despedir más fácilmente a un trabajador sin pagarle ninguna indemnización o con una indemnización mínima, creando con ello un medievo laboral.
Otra de las exigencias de la delegación es la aprobación de una ley contra las huelgas, que autorizará a los empresarios a privar de sus derechos laborales a aquellos trabajadores que realicen paros.
Probablemente seguiremos escuchando palabras como "rescate" "ayuda" o "recuperación" durante mucho más tiempo... las palabras "genocidio", "catástrofe humanitaria", o "crímenes contra la humanidad" todavía tardarán en llegar... si es que llegan.
Alguna razón habrá para que ya nadie hable de Grecia... será por ocultarnos ese futuro que nos viene... será por no alterar esa falsa esperanza de que todo este infierno será para bien... o tal vez, sencillamente... porque Grecia no ha soportado tanta ayuda... porque Grecia ha muerto aplastada por el rescate... o quizá porque, bajo el silencio radio y tras la gran cortina de ruido,  Grecia ya no existe... y comienzan a surgir otras nuevas.