viernes, 15 de abril de 2016

NECESITAMOS UNA GRAN COALICION RUPTURISTA


Después del fracaso del Rey Felipe VI, que encargó a Pedro Sánchez formar Gobierno sin que tuviera los apoyos necesarios para salir airoso del debate de investidura, basta leer los editoriales y artículos de opinión de medios oligárquicos españoles para darnos cuenta, una vez más, de los intereses que defienden y qué Gobierno prefieren. Por tanto, nos esperan semanas de presión mediático-empresarial (las corporaciones del IBEX-35) para convencernos a todas y a todos de lo siguiente:
1. El hecho de que no se llegue a un entendimiento para formar un Gobierno, presidido por Sánchez, Rajoy o cualquier otro dirigente del PSOE o el PP, implica enviar el mensaje de que los electores se han equivocado.
2. Convocar nuevas elecciones el 26 de junio es un fracaso de eso que llaman ‘clase política’, algo que no se merecen millones de españoles y españolas.
3. No obstante, la culpa es y será de los diputados de Podemos, fundamentalmente, así como de fuerzas políticas ancladas en territorios como Valencia, Cataluña y Euskadi.
4. Para la estabilidad de eso que llaman España, es necesario formar un Gobierno de coalición en cualquiera de sus posibles fórmulas. La más deseada es un pacto a la alemana: PP-PSOE, con Ciudadanos de muleta. En ese caso, correspondería al PP presidir el Gobierno por ser la fuerza con mayor número de diputados. Otra posibilidad es que Sánchez mantenga la iniciativa y los poderes fácticos presionen al PP para que se abstenga en la siguiente votación.
El escenario ya está listo para este burdo sainete, por lo que es preciso evaluar otras posibilidades que no figuran en los análisis de intelectuales o de destacados miembros de las fuerzas que se podrían considerar rupturistas con el régimen monárquico-constitucional de 1978 (con todas las precauciones del caso, dada la deriva política que han mostrado algunas organizaciones en la última campaña electoral).
El 20-D Podemos obtuvo de media el 12,6% de los votos en el Estado si excluimos los resultados de Galicia, Cataluña y País Valenciano. Es decir, sacó 42 diputados en catorce comunidades autónomas (una media de tres) mientras que consiguió 27 escaños en los otros territorios, una media de nueve diputados. La conclusión evidente es que allá donde hubo unidad se triplicaron los escaños.
Sumado ese 12,6% al 3,7% obtenido por Unidad Popular-Izquierda Unida (UP-IU) resulta un 16,3%, que viene a ser la medida de intención de voto que la fuerza política liderada por Cayo Lara tuvo durante todo 2013 y parte de 2014, hasta poco antes de las elecciones de mayo.
En este contexto, si algo llama la atención en relación con Podemos es el inmovilismo de su cúpula, que sigue enrocada en la misma posición respecto a posibles alianzas. Porque ya estamos en otro momento, como se ha indicado antes, donde se justificará que para la estabilidad y el futuro de España lo mejor es la gran coalición (PP-PSOE-Ciudadanos).
Las empresas encuestadoras preparan un nuevo escenario donde el principal beneficiado de una convocatoria electoral el 26 de junio sería Ciudadanos, que estaría a muy pocos votos de facilitar un nuevo Gobierno del PP, de recortes de derechos laborales, sociales y políticos. Estos resultados de las encuestas configuran una participación similar al 20-D –en cuanto a la dispersión de las fuerzas ‘rupturistas’–, con un aumento de la abstención.
Por ello, la cúpula de Podemos podría volver a sus orígenes y ser nuevamente audaces para lograr un salto cualitativo que aumente su intención de voto por encima del 25%. Si no es la cúpula, sus círculos deberían promover el debate para que ese cambio de escenario sea otro bien distinto al preparado por los poderes fácticos.
¿Qué hacer? Ante la más que probable convocatoria de nuevas elecciones, Podemos debería abandonar su tacticismo y recuperar la ilusión de parte del electorado desencantado. ¿Cómo? Convocando unas primarias donde se pueda votar una terna, no un candidato. Por ejemplo una terna que incorpore a Ada Colau, tan apreciada en Cataluña como en el resto del Estado, y a Alberto Garzón, el político con mayor aprobación de lejos, muy lejos de Pablo Iglesias. Mal que le pese a Iglesias, que confunde el Congreso con un plató de televisión, ya es un obstáculo para el crecimiento de Podemos.
Convocar primarias para decidir una terna como la señalada –una persona candidata a la Presidencia y dos a sendas Vicepresidencias– más un programa político de mínimos, supondría el inicio de la construcción real de un proyecto político común constituyente, más amplio, republicano, con la presencia de tres jóvenes con futuro político, lo que garantizaría los relevos a largo plazo. Esas primarias, por extensión, tendrían que ser abiertas en las circunscripciones provinciales, para multiplicar las fuerzas allí.
Se trata de que las fuerzas rupturistas tejan otra gran coalición, entre ellas y con sus electores, con la gente. Seguir en solitario pescando en los votos de Unidad Popular-Izquierda Unida hasta provocar su presencia simbólica en el Congreso por la injusta ley electoral es una visión sectaria e insensata por lo que nos jugamos millones de personas, aunque algunos dirigentes nos vean solo como votos. Porque volverán a ser miles las personas que se activen en campaña electoral para apoyar a Alberto Garzón y su programa político, verdaderamente transformador, y cientos de miles las que votarán por UP-IU, por una cuestión de principios y convicciones irrenunciables.
De igual forma, pensar que el PSOE ha salido desgastado del debate de investidura en lugar de negociar de frente con Izquierda Socialista, corriente que representa alrededor de un 20% de su militancia, es otro error que denota poca altura de miras. Tender la mano a Izquierda Socialista sí sería un torpedo en la línea de flotación del PSOE, pues coloca a esta corriente socialista en la tesitura de seguir en un partido que ha demostrado que está al servicio de las elites o de soltar amarras para ocupar su propio espacio en esa gran coalición rupturista de corte republicano.
Sería imperdonable, y la cúpula de Podemos sería la única responsable, que no se pudiera articular esa gran coalición rupturista, negociando incluso con fuerzas independentistas para que no se presenten a las elecciones (así no legitiman las Cortes españolas) y que el voto vaya a multiplicarse, precisamente, a esa gran coalición. Con un programa político rupturista y participativo que incluya a todas las fuerzas políticas de esa gran coalición plurinacional y popular.
No darse cuenta que cambió el escenario, que estamos en otro momento histórico distinto, denotaría una gran miopía política de aquellos que alardean de lucidez estratégica y táctica. Es la hora de abandonar los significantes vacíos, de dar contenido a la política, de bajar de las nubes, refrescarse, y pensar en los millones de personas víctimas de las políticas neoliberales.
Hasta el 26 de junio en el Congreso se pueden presentar iniciativas para derogar las leyes retrógradas aprobadas por el PP y aprobar un Plan de Emergencia Social como el que propuso UP-IU en la pasada campaña electoral. Se aprobaran o no las medidas, se visualizaría el programa político de la gran coalición rupturista y cada fuerza política quedaría retratada para la próxima campaña. A menos que PP-PSOE y Ciudadanos aborten la convocatoria de la segunda vuelta electoral.

martes, 5 de abril de 2016

EL DESOLADOR PANORAMA POLÍTICO ESPAÑOL


Los ciudadanos ya nos hemos acostumbrado a vivir sin gobernantes, incluso, sin el resto de políticos cumpliendo con su función, diría yo. Para este sufrido pueblo, la política se ha convertido en un espectáculo mediático por el que desfilan unos y otros: políticos, tertulianos, presentadores de informativos, etc. Ya da igual la publicidad, que los deportes, que ese bochornoso espectáculo mediático al que hacemos referencia. Todo esto pone a prueba la capacidad de aguante del más paciente, pero todo tiene un límite y, poco a poco, nos hemos ido desligando de declaraciones, tertulias, informativos y demás asuntos del mismo signo.
Poco a poco nos vamos dando cuenta de que son absolutamente prescindibles: ellos tienen la culpa. Cada vez nos preocupa menos eso de los pactos, de los acuerdos. Nos vamos dando cuenta de que es este un negocio suyo. Que lo único que les importa es nuestro voto para luego hacer de su capa –mejor dicho, de nuestra capa- un sayo a su antojo.
Si bien al pueblo llano la actual situación le importa un bledo, para el analista, para quienes muestran un cierto interés por lo que está sucediendo ahora, cabe la pregunta: ¿qué está ocurriendo que pasan días y meses, y no son capaces de dar una solución? Son varios los motivos. Por un lado, lo novedoso del resultado de las últimas elecciones, al que no se está acostumbrado. Por otro, porque los partidos no tienen ninguna experiencia en esto de los acuerdos ya que, como he señalado en otras ocasiones, la dinámica habitual en las relaciones entre partidos es el recíproco ataque y la descalificación de los otros, por lo que resulta altamente difícil pactar. Por si fuera poco, los de arriba complotan para que el asunto se resuelva a su favor. Esta última, es una condición sine qua non para que el asunto vea la solución antes o después.
La consigna del poder real es marginar a los de Podemos porque, a sus componentes, les parecen los más “revoltosos”. Por eso el pobre Pedro Sánchez las está pasando canutas, porque sabe que su tabla de salvación es el apoyo, por acción u omisión, de este nuevo grupo, cuyo peso político en el Parlamento es significativo, pero le han dicho que se entienda con cualquiera menos con Podemos. Sin embargo, se encuentra ante la cerrazón de este grupo que se ha enrocado, negando su apoyo en forma de abstención en la investidura del socialista.
Para intentar fulminar desde arriba a los de Podemos, después de buscar todo tipo de artimañas para acusarles sin pruebas, se pasa a la fase más agresiva: dinamitar desde dentro a la coalición. ¿Lo conseguirán? De momento, se están produciendo dimisiones a mansalva, y algún que otro cese de sus dirigentes. Por si fuera poco, aunque lo niegan (al más puro estilo de lo que ellos mismos calificaban como casta) hay enfrentamientos en lo más alto de la organización. ¿Diferencias ideológicas o estratégicas insalvables entre ellos, torpeza o estupidez?
Tomándome alguna licencia que quizás no merezca, y convirtiéndome en un consejero improvisado, les diría a los de Podemos que, dadas las circunstancias, lo mejor sería ahora abstenerse para que gobernara esa coalición forzada de PSOE y su socio (C’s). De esta manera, y con el abultado número de diputados del que disponen, podrían convertirse en una eficaz oposición, anulando, de paso, a la formación conservadora situada a la derecha del posible Gobierno. Tal vez esta posición les reportara muy buenos resultados de cara a futuros comicios.
Por otra parte, les daría un corte de mangas a quienes les niegan el pan y la sal y a oportunistas que esperan agazapadas(os) a que sus colegas fracasen (sea el caso de la “lideresa” andaluza). Sería, sin duda, una actuación inteligente, digna, merecida y natural, pero ¿son capaces de llevarla a cabo?
En vista de todo este desatino, cabe preguntarse: ¿quiénes son nuestros políticos? ¿cuales son sus perfiles? ¿qué se requiere, en particular, de los que alcancen el nivel de Presidente del Gobierno?
De los actuales políticos de las formaciones ya consolidadas, poco cabe esperar. El acceso a la política institucional está totalmente restringido, acotado y controlado. Los gobernantes, por lo general, se fraguan en los partidos políticos, gentes, en su mayoría, con poca o ninguna experiencia laboral ajena a la propia política, limitándose sus vivencias a la exclusiva relación dentro del partido y de su dinámica, una dinámica basada en la promoción interna a través del vasallaje, la conspiración, los enfrentamientos (que suelen negar), de la suerte y del oportunismo; todo ello requiere la afiliación temprana, y a esperar, aguantando el chaparrón hasta que llegue la oportunidad. En ocasiones, los propios grupos oligárquicos colocan, directamente, a sus agentes, como es el caso del actual Ministro de Defensa. Otros casos semejantes se dan, o se han dado, en las filas de los conservadores.
Los diputados(as), senadores(as), los ministros(as), los alcaldes(as), etc., todos ellos surgen de esos “yacimientos”, es decir, de los partidos políticos. No hay ninguna posibilidad de acceso al poder político si no es mediante esta vía. En las nuevas formaciones las cosas son, prácticamente, iguales, salvo que el recorrido de sus militantes, por la corta vida de estos grupos, es mucho menor, pero sus listas para las elecciones son tan cerradas como en las viejas organizaciones. La endogamia, el clientelismo y el amiguismo son los elementos básicos para la propuesta de los candidatos. Sus líderes se contagian de los que tienen experiencia, y se convierten en “estrellas” mediáticas, se alejan de la plebe, y buscan el aplauso y la admiración. Como el resto de los políticos, están afectados por esa pobreza humana, convertida en endémica en este tipo de sociedades.
Cabe aún otra pregunta: ¿Quién garantiza las capacidades, incluidas las intelectuales, de estas gentes que nos gobiernan?
Por lo que hemos vivido hasta ahora, el sistema sólo requiere de ellos fidelidad a quienes tienen el poder real, utilizándoles como barrera de contención y fuerza de choque para que frenen las protestas por todos los males que aquejan a este atormentado planeta. Protestas que devienen tanto por lo que ocurre dentro como fuera de nuestras fronteras. Toda esa servil función que indicamos, a cambio de una posición cómoda y desahogada, con la puerta abierta a la corrupción.
Como en el caso de otras ocupaciones, es posible que nuestros representantes en los gobiernos, en las cámaras o en los ayuntamientos sean unos ineptos, unos ignorantes o unos perturbados, nada sabemos porque no se aplican instrumentos, mecanismos, ni normas, que permitan medir sus capacidades físicas, intelectuales o mentales.
De los que han sido ya presidentes de gobierno no es difícil inferir el perfil que se demanda: dóciles, manipulables, ambiciosos, intelectualmente poco dotados, poco instruidos, mentirosos, demagogos, en algunos casos impostores. En general, al grupo de “poderosos”, y sus comparsas (políticos y agentes de los medios de comunicación) habría que situarles, también, en esas capas de baja capacidad intelectual y humana, que les inhabilita para vivir en armonía e igualdad con sus congéneres, así como con el medio natural.
Del otro lado, es necesario hablar con claridad del “cuerpo electoral”, de los votantes, aunque esto sea delicado. No es fácil. Los políticos, haciendo el más exagerado uso de la demagogia, dan, públicamente, una enorme importancia a la decisión del “pueblo”: “los ciudadanos han querido que los políticos nos entendamos y pactemos”. Nos dicen esto, ahora, sin hacer el mínimo análisis de la complejidad del electorado. No se atreven a manifestar lo que piensan. ¡Hipócritas¡
La masa electoral es víctima de la demagogia, de la mentira, de la manipulación, de la infamia y de la intoxicación provocada por los medios de comunicación. Esa intoxicación y esa mentira tienen sus mayores éxitos, como ya ocurriera en otras etapas de nuestra reciente historia, en las zonas rurales y en las personas de mayor edad.
Por todo ello, en cualquiera de los diferentes ámbitos, el voto, a título personal, responde, fundamentalmente, al miedo, al engaño, a la ingenuidad, a la confusión o a la ignorancia. Los resultados electorales no se corresponden con la estructura social, con los diferentes estratos, ni con los intereses de cada uno de ellos.
Por eso, el PP, por ejemplo, que defiende los intereses de los más ricos, obtiene tan altos resultados, llegando a mayorías absolutas, como en la anterior legislatura. En consecuencia, mientras no exista conciencia de lo que se vota, y a quien se vota, los resultados electorales no responderán a los verdaderos intereses de las diferentes clases sociales.