Hay fechas y fechas, y esta del 11 de septiembre de 1973 en Chile es una de las que es difícil olvidarse, sobre todo si uno vivía en ese momento y creía, como tantos millones de gentes del pueblo, que la Unidad Popular con Salvador Allende iba a demostrar al mundo que era posible acceder al socialismo desde las urnas.
Muchos
españoles estábamos deseando el triunfo del socialismo en Chile, vomitivamente
hartos del fascismo de aquí, aunque
pensáramos entonces como ahora que el
socialismo de todas partes siempre es
tímido tal como su historia nos demuestra
siglo a siglo, y considero al MIR como
la opción más revolucionaria. Pero, ay, apareció de golpe (de Estado) el
fascismo de allí, y ni siquiera el
socialismo iba a triunfar. (Aquí
conviene un recuerdo fraternal a
Salvador Allende, ejemplo para políticos
honestos y valientes ahora que tanto
escasean)
Hace
mucho que sabemos que cada vez que una
opción es deseada decididamente por el
pueblo, se convierte en indeseable para los enemigos del pueblo y estos no lo
pueden soportar. Aunque no sea la opción
más radical, la más parecida a conseguir lo más básico como pan, libertad,
trabajo, educación, sanidad y justicia
social y judicial pudo mover a los ciudadanos como hizo la U.P. hasta el punto
de organizar a tantos para llevarla a cabo pacíficamente y urnas
por medio. Y los enemigos del pueblo entonces
eligieron verdugo y Judas, todo a la vez en la figura de Pinochet.
Si algo aprendimos dolorosamente tras el asalto a la democracia y a las urnas por el genocida Pinochet, y al consiguiente fracaso de todas y cada una de las opciones de redención social chilena, es que los que no pertenecen al pueblo tienen mucho dinero. Y no solo: sofisticadas armas, muchos fanáticos y miedosos seguidores y muchos chulos violentos sedientos de medallas y sillones que cuentan con el apoyo fraternal de los idem en los EEUU y en el resto donde tampoco manda el pueblo. O sea: en todas partes.
Todos
ellos están tan dispuestos como lo estuvo el Gobierno yanqui para subvencionar
golpes de Estado contra la voluntad popular si se ven en peligro mínimamente.
¿Tienen motivos para sentirse en peligro? Hoy pocos, desde luego. Se recurre a la propaganda, a las noticias
falsas, al ahogamiento económico, al descrédito internacional si hace falta. Se
controla a la prensa y a la tv. todo por la patria y tanques a la calle si hace
falta. Enfrente, el pueblo sin nada de eso,
porque el pueblo de todas partes solo tiene pobres, trabajadores que pugnan
por llegar a fin de mes, y tirachinas. Ni un tanque.
Aquellos ricos con sus
paraísos de oro desconfían de los pueblos porque tienen mala conciencia- si es que
alguna- y no necesitan las democracias
ni las urnas a no ser que les sirvan de tapadera y los votos les den la razón, que es su modo de entender la democracia, porque si las
urnas les fallan, ya saben cómo las gastan, y el pueblo ya saben: solo tiene
tirachinas.
Este sueño de muchos de izquierdas de que por medio de los votos es posible torcer el brazo al capitalismo hasta que derrame la bolsa del tesoro para repartirla porque no es suya, es uno de esos despertares que se aprenden con dolor. Tengo que darle la razón a ese impresentable millonario yanqui que dice- cito textual- “ La lucha de clases existe y la estamos ganando”. (¡Serán desgraciados!…)
Y
si el socialismo auténtico es imposible
con estas democracias de teatrillo, la segunda es igual o más dolorosa que la
primera, como hemos visto con Boric en el Chile de hoy: el fascismo deja un
rastro de miseria mental, una especie de síndrome de Estocolmo que dura
generaciones. Las víctimas llegan a recordar los tiempos del dictador como
épocas estupendas y seguras, con ley y orden, como se les contaba que era eso.
Por eso no ha cuajado el cambio de Constitución en el Chile de Boric, y nuestro
amigo, visto lo visto, se vuelve modosito, no como Allende, pero intentó
cambiar la Constitución, algo que en España es impensable hoy.
Y
esto debe ser una enfermedad muy extendida como el coronavirus, porque aquí la
mayoría de los españoles también siguen siendo de derechas y el socialismo
tiene, como en el Chile de hoy, ese toque de modestia a la hora de exigir
cambios, y algunos hay como el auge del feminismo y algunos derechos sociales
positivos que no hubieran sido posible sin
el empuje de Podemos, tan denostado hoy como lo estuvo el MIR en tiempos
de Allende. Claro que Podemos no es el MIR ni el socialismo español se parece
mucho al chileno de entonces.
Los tiempos han cambiado y no para mejor, porque el fascismo no solo da golpes de estado con tanques: ha encontrado otros medios como leyes mordaza, cloacas policiales, jueces corruptos y medios de comunicación en manos multimillonarias que dicen lo mismo, ocultan lo mismo, mienten sobre lo mismo y adoctrinan al pueblo, lo atontan, los entretienen y le inoculan pensar fascista sin que se dé cuenta. Este es su método para controlar la mente colectiva y evitar que se ponga a soñar cosas que no debe, pero que son justamente el tipo de cosas que debe soñar si quiere vivir con dignidad.
La
última lección de la experiencia chilena es que necesitamos una ética colectiva
y personal (Allende es un buen ejemplo), una izquierda sin dogmas y sin egos para conseguir la unidad, y empeño de todos para conseguir medios de
prensa alternativa a la basura mediática y contrarrestar su influencia entre
los jóvenes, que apuntan hacia el conservadurismo y el machismo por culpa de
ese veneno mediático. Esto es muy grave
y debemos combatirlo con todos los medios posibles. Ya está bien.