"En
realidad, el capitalismo es en esencia un robo legitimado; la corrupción es
simplemente un efecto secundario de su estructura. El problema no está en la
corrupción sino en el sistema que la produce"
(Marcelo
Colussi)
En
multitud de ocasiones nos decía Esperanza Aguirre, esa lideresa pepera que
siempre se va y nunca acaba de irse, que de todos los cargos políticos que ella
había nombrado (más de 500, según propio testimonio), sólo dos le habían salido
"rana". A tenor de lo ocurrido y destapado durante estos últimos
meses, más bien tenemos que concluir que ella es la rana, ella es la protectora
principal de la escandalosa corrupción de su partido, ella es la encargada de
elegir a sus "batracios" preferidos, y su partido, el PP, es la
charca donde nacen, se crían, actúan, se reproducen y mueren.
El
PP es ese partido corrupto por definición, ese engendro político por
antonomasia, esa charca fétida e infecta, esa maquinaria ponzoñosa de donde
emerge la flor y nata del capitalismo más vil y descarnado, que es la propia
esencia de la corrupción. Y es que después de los casos que todos conocemos, y
cuya lista completa necesitaría varios artículos más (Pokemon, Auditorio, Palma
Arena, Rus, Fabra, Púnica, Tarjetas Black, Gürtel, Baltar, Bankia, Rato o
Brugal son algunos de los más conocidos) ha estallado el caso Lezo (en honor a
Blas de Lezo, el famoso marino español del siglo XVIII), que implica al que
fuera número 2 de la Administración Aguirre y posteriormente Presidente de la
Comunidad de Madrid, Ignacio González, y hasta 12 detenidos más (entre ellos,
un hermano del ex presidente madrileño).
González
ya venía siendo acosado por diferentes frentes (tales como el caso del conocido
ático de Estepona, entre otros muchos, cuyo proceso de compra estudian los
jueces), pero ahora, tras un minucioso y extenso registro por parte de la
Guardia Civil tanto de la mansión como del despacho de González, así como de la
sede de la empresa Canal de Isabel II, se ha procedido a dichas detenciones,
acusando a Ignacio González de una extensa variedad de delitos contemplados en
el Código Penal (prevaricación, organización criminal, malversación, cohecho,
blanqueo, fraude, falsificación documental y corrupción en los negocios).
Esta
"Operación Lezo" se centra sobre las oscuras actividades que llevó a
cabo la mayor empresa pública de la Comunidad madrileña, Canal de Isabel II
(con más de dos mil empleados/as), encargada de gestionar lo relativo al
servicio público del agua para todos los madrileños. Concretamente, se centra
en el saqueo que para las arcas públicas hayan podido suponer (estimado en más
de 60 millones de euros) las diversas operaciones de adquisición de terceras
empresas dedicadas a la gestión de los recursos hídricos situadas sobre todo en
América Latina (República Dominicana, Haití, Colombia, etc.). La práctica
habitual parece ser la de libro: adquirir empresas ruinosas a un precio de
mercado bastante más alto que el estimado, para desviar comisiones ilegales, y
enriquecer personalmente a los líderes y gobernantes de estas tramas corruptas.
Y
como digo, la detención de Ignacio González se suma a la ya larga lista de
políticos amparados por la lideresa Aguirre, y acorralados por la corrupción. Y
es que decenas de alcaldes y cargos públicos del PP están involucrados directa
o indirectamente en casos de corrupción. Ahora suelen distinguir
eufemísticamente entre "meter la mano y meter la pata", para
disculpar las torpes gestiones de algunos cargos públicos, y para intentar desviar
el foco de atención sobre algunas prácticas, también corruptas.
Porque
incluso se han atrevido (en sus discusiones con su formación política muleta,
como es Ciudadanos) a revisar los límites del concepto de corrupción,
circunscribiéndolo a los casos donde haya existido enriquecimiento personal.
Una distinción absolutamente absurda, pues el concepto de corrupción no sólo es
que abarque mucho más que eso, sino que es completamente inherente a su forma
de gobernar, a su manera de entender la política. Y así, las famosas
"ranas" de Esperanza Aguirre ya incluyen a López Viejo, Granados,
González, Figar, Victoria, Beltrán Gutiérrez, Jesús Sepúlveda, González Panero,
Moreno Torres, y un largo etcétera de cargos públicos del partido de la
carroñera gaviota. Porque la corrupción les acompaña desde el mismo momento de
su llegada al poder, desde sus tomas de posesión. Porque la corrupción consiste
simplemente en desvirtuar la política, en desenfocarla de su principal misión
de velar por el interés general, para favorecer al interés particular de los
gobernantes y sus allegados.
La
corrupción es la natural forma de actuar de la trama
política-económica-mediática que nos gobierna, y que viene visibilizando
Podemos en su "TramaBús". Bancos, grandes multinacionales, entidades
públicas, se unen y entremezclan los intereses públicos con los privados,
saqueando las arcas públicas en beneficio de los altos dirigentes de las
mismas, y bajo la cómplice y servil colaboración de los políticos de turno, que
luego ocuparán lujosos sillones en los respectivos Consejos de Administración
de esas grandes compañías.
Ese
es el motivo para las privatizaciones, para los recortes, para las
"liberalizaciones", para las "externalizaciones", que son
los nuevos eufemismos bajo los que disfrazan sus indecentes planes y
actuaciones. Es realmente una trama de intereses que configuran políticos y
empresarios en detrimento del conjunto de la ciudadanía, con la colaboración
especial de los grandes medios de comunicación, que aunque "destapen"
los casos de corrupción, jamás cuestionan los grandes dogmas del sistema, ni
ponen en entredicho sus propios mecanismos de actuación. Es una trama que está
parasitando las instituciones, socavando la democracia, y expoliando los
recursos públicos.
La
corrupción no es la excepción, es la norma. La corrupción no es aislada, es
endémica. La corrupción no es la manzana, es el cesto. La corrupción no es la
rana, es la charca. La corrupción no es una noticia puntual, sino nuestra
decadente realidad cotidiana.
Y
el PP es el mejor paradigma de esa corrupción. Se trata de un partido que se ha
comportado (y así está reconocido por los jueces) como una auténtica
organización criminal, organizada para delinquir. El Presidente de ese partido
es el Presidente del Gobierno. Como nos cuenta Francisco Garrido, la actividad
política del PP está íntimamente vinculada, estrechamente relacionada con su
actividad delictiva, pudiéndose concluir que es su "modus operandi"
natural, su manera de actuar por defecto.
Hoy
día son más de 400 los altos cargos procesados por actividades delictivas,
entre los que se encuentran todos los antiguos tesoreros del partido, y gran
parte de las distintas direcciones políticas locales, autonómicas y estatales
de esta organización mafiosa. El mismo Presidente del Gobierno (y del partido),
mientras dirige los designios del país, es responsable máximo orgánico y
operativo de actividades (campañas electorales, congresos, sedes, etc.) que son
causa específica de investigación criminal, e incluso aparece señalado como
beneficiario directo de la financiación ilegal (mediante los famosos sobres). Y
como Francisco Garrido expresa: "No es que el PP hiciera política para
cometer delitos sino que cometió delitos como forma ordinaria de hacer
política.Lo que caracteriza a una banda criminal no es que en ella coexistan
diversas finalidades de la acción colectiva sino el que la organización es
usada como instrumento en la comisión de delitos". Y concluye: "No es
que los corruptos se aprovechen del partido es que es el partido el que
aprovecha las conductas individuales de los corruptos".
¿Cuál
es la conclusión que podemos sacar de todo ello? No cabe otra: por sanidad
democrática, por limpieza de la vida pública, por la recuperación de la misión
y el control de las instituciones, el
PP debería ser ilegalizado. Y lo absolutamente inexplicable en una
sociedad democrática es que "ese partido al que nos referimos", es
decir, el PP, esa formación política proyectada para delinquir, esa maquinaria
de dopaje electoral y de corrupción endémica, no sólo lleve las riendas del
actual Gobierno del país, sino que además persista en las diversas encuestas
como formación política más votada.
Es
un claro síntoma de una sociedad decadente y alienada. Y es que asistimos, en
palabras de Jesús García Gualdras, al "destrozo de la cultura de la
honestidad". En una carta publicada bajo tal título, nos describe
textualmente cómo "Los representantes políticos se acaban constituyendo en
cártel de intereses que se presentan a las elecciones, y gracias a las redes
clientelares que van organizando, con la complicidad de las empresas de medios
de comunicación, que son parte de la misma trama, consiguen instalarse en los
centros de influencia". Toda una trama organizada con fines y medios concretos,
bajo un disfraz político que dice mirar al interés general.
Una
sociedad madura, avanzada y democrática no puede soportar por más tiempo esta
terrible situación. Hemos de tomar conciencia de la gravedad de la corrupción
en nuestro país, y actuar en consecuencia dando la confianza a otras opciones
políticas que al menos están pidiendo intentarlo.