lunes, 11 de marzo de 2024

LA SOLEDAD DE LA IZQUIERDA ESPAÑOLA

 

           Decía Victor Hugo que el infierno está todo en una palabra, soledad, y me parece que el presidente Pedro Sánchez y sus ministros lo deben estar comprobando muy claramente.

No creo que lo que peor lleven sea la permanente carga de la derecha política y mediática contra cualquier cosa que hagan. Seguro que conocen la historia moderna de España y saben que siempre ha habido y hay un limitado grupo de oligarcas que se consideran sus propietarios. Por eso la derecha española que los representa no permite nunca por las buenas que se haga con los resortes del gobierno y las instituciones quien le sea ajeno, o quien no haya sido nominado por ellos para gobernar en su nombre y favor. No solo defienden su huevo sino, sobre todo, lo que piensan que es su fuero, el derecho a ser «la España de bien» que decide por todos los españoles.

La cruzada inmisericorde contra Pedro Sánchez y su gobierno ya la hemos vivido antes porque responde a esa razón. Lo que sucede es que tenemos muy poca memoria. Las barbaridades que ahora dicen contra Sánchez están calcadas literalmente de lo que dijeron en su día de los anteriores presidentes socialistas. No hay nada nuevo.

Yo creo que si Pedro Sánchez y sus ministros deben sentirse, con toda razón, en un infierno es porque gobiernan en soledad.

Así ocurre porque la izquierda renunció hace tiempo a conformar un sujeto social vivo, poderoso, protagonista, cómplice, determinante y, por encima de todo, inspirador primero y luego baluarte y defensor de las decisiones que tomen en cada momento sus representantes y líderes.

Las casas del pueblo socialistas languidecen, Sumar fue una buena idea pero nació tarde, se desfiguró y ahora carece no ya de base social activa, sino incluso de militancia. Y, al margen de ambos partidos gobernantes, la sociedad civil no encuentra la forma de expresar sus demandas y de organizarse para proporcionar apoyo a quienes están tratando de defender sus intereses con la mejor voluntad.

        La izquierda que gobierna no oye ni dialoga con la sociedad, y sus propias organizaciones son aparatos cesaristas en las que tampoco hay debate ni elaboración colectiva. Creer que basta llegar al gobierno para realizar cambios sociales es mucho peor que una ingenuidad. Es la irresponsabilidad en la que han incurrido las izquierdas de nuestros días y lo que las lleva continuamente al fracaso cuando tratan de aplicar sus programas sin el apoyo y defensa de la gente, o a la traición, cuando ya ni siquiera lo intentan.

El actual gobierno de Pedro Sánchez sufre de este problema en grado sumo porque nació obligado a tomar decisiones que la inmensa mayoría de la gente no puede apoyar sin deliberación, pedagogía y buena comunicación, sin mantener contacto estrecho y dialogante con su base social. La izquierda no cuida a los mediadores sociales que pueden defenderla y ni siquiera se preocupa de organizar socialmente su defensa.         

No ha hecho nada para impulsar la movilización y contestación de su base social ante la brutal, demagógica y la mayoría de las veces mentirosa ofensiva de la derecha contra cualquier medida que se tome, por moderada que sea y aunque en realidad no suponga el más mínimo quebranto real del poder dominante. Lo normal es que ocurra cuando se actúa como si el gobierno fuese un fin en sí mismo y los dirigentes de los partidos se ocupan en la pomposa tarea de gobernar y no en la menos vistosa de promover la deliberación y debatir, movilizar y organizar para dar sentido al gobierno, apoyarlo y defenderlo cuando lo atacan.

Cuesta decirlo, pero lo cierto es que los partidos de izquierdas que no se enteran de que transformar la sociedad no es una cuestión de líderes, césares o personalidades individuales, ni algo que se consiga gobernando a cualquier precio, están  haciendo lo mismo que el coronel que no tenía quien le escribiera en la famosa novela de García Márquez: “El día que me sienta mal no me pongo en manos de nadie. Me boto yo mismo en el cajón de la basura”.