viernes, 25 de marzo de 2016

TODOS GENOCIDAS


Pasará mucho tiempo, seguramente, pero seremos juzgados como genocidas y las próximas generaciones se avergonzarán de nuestro comportamiento. Seremos un ejemplo en las clases de historia sobre la inhumanidad de nuestra sociedad y la violación constante de los derechos humanos.
Estudiarán cómo El Corte Inglés, Cortefiel o Inditex esclavizan a personas en el tercer mundo para que nosotros compremos ropa barata, aunque ahora lo denominamos explotación laboral, que es un concepto menos grueso. Por muchos eufemismos que usemos no podremos negar jamás que los niños son esclavizados para que tengamos vaqueros o balones de fútbol.
Estudiarán cómo invadimos países para convertirlos en estados fallidos y arrebatarles sus recursos en una nueva forma de colonialismo. Los niños leerán en los libros que hubo, solo en los últimos quince años, más de dos millones de muertos en Irak y Afganistán y más de cincuenta millones de desplazados en el mundo para que nuestras industrias armamentísticas, petroleras, farmacéuticas o textiles se aprovechasen del petróleo, el opio, la guerra y, dentro de no mucho, la mano de obra barata.
Sabrán, aunque muchos se quieran escandalizar ahora, que González, Aznar, Zapatero o Rajoy son responsables o cómplices de una gran cantidad de crímenes que hemos cometido o cometemos desde hace mucho tiempo. Y como ellos el Rey, los medios de comunicación y la sociedad en general.
Estudiarán cómo expulsamos y dejamos morir a más de dos millones de refugiados a las puertas de Europa, aunque son lo que son precisamente por nuestra codicia. Verán aterrorizados en documentales como permanecíamos inmutables mientras los refugiados iban muriendo en un proceso lento y nosotros recibíamos nuestra dosis diaria de fútbol, mentiras y basura mediática.
Estudiarán cómo nuestras democracias no son lo que nosotros ahora creemos que son o, por lo menos, lo que muchos de nosotros creen que son. Se hablará de la Europa derivada de la II Guerra Mundial como postdictaduras, pseudodictaduras o protodemocracias que continuaron la línea marcada durante el siglo XX, aunque fuese de una forma más elegante.
Es cierto que ya no asesinamos con cámaras de gas, ahora lo hacemos con las rúbricas de hombres amorales vestidos con lujosos trajes.
         Al terminar la II Guerra Mundial muchos alemanes fueron obligados a visitar los campos de concentración para que viesen lo que allí sucedió y no pudieran negarlo nunca. Salieron de aquellas visitas horrorizados por las consecuencias de su inacción y atormentados por su culpa. Nosotros lo vemos a diario en las televisiones mientras comemos o cenamos, casi como si fuera parte de nuestra ración de ocio: un nuevo evento deportivo o un nuevo programa de telebasura.
Parece que si no hubiese un genocidio como el que ahora mismo se produce a las puertas de Europa, tendríamos que generar uno para poder rellenar esas horas tan tediosas de una televisión que ya difícilmente puede asombrarnos.
Nosotros que tanto nos escandalizamos con la foto de Aylan o las zancadillas de Petra Lázsló, seremos contemplados en el futuro igual que ella. De hecho, deberíamos poner en nuestros perfiles de las redes sociales o en nuestras camisetas “Todos somos Petra Lázsló”. En lo más profundo de nuestro ser lo somos, en el fondo queremos zancadillear a esos refugiados para que no pongan en peligro nuestro nivel de vida, nuestros trabajos, nuestras casas, nuestros coches, nuestra seguridad y nuestro futuro.
Es de una hipocresía y un cinismo repugnante que Petra Lázsló no fuese nombrada por la Unión Europea para gestionar esta crisis y ese miserable acuerdo con Turquía. Ella no lo habría hecho de forma muy diferente.
Entiendo que en los países hay tasas migratorias anuales que no se deben superar porque está comprobado que ello no es saludable. En este caso no tenemos ni esta excusa. Europa puede acoger a estos dos millones de refugiados y puede acoger a muchos de los que vengan después por el “temido efecto llamada”.
No solo puede, debe hacerlo por humanidad y por la responsabilidad debida a nuestra participación en los lucrativos conflictos que han generado la guerra, la miseria y la infamia que han expulsado a estas personas de sus hogares o de los escombros de estos. Debemos hacerlo porque nuestras industrias, nuestros bancos, nuestros políticos, nuestros poderosos y nosotros mismos nos hemos enriquecido y beneficiado con cada cadáver de Oriente Próximo, África y otras partes del mundo.
Decía que entendía los límites de la capacidad de acogida, pero estos son mucho más que los menos de veinte refugiados que hay en España. Podría entender que en un momento dado después de acoger a varios millones de personas y después de un esfuerzo sincero, Europa tuviese que poner limitaciones o frenos, decir algo así como “hemos hecho todo lo posible”.
Lo podría entender y sería una excusa para el juicio al que nos someterá la historia, para nuestras conciencias y para nuestros hijos y nietos. Ni siquiera tenemos eso.
Ante las preguntas de nuestros familiares en el futuro solo nos quedará la mentira, el silencio, el negacionismo o la locura. Es lo que tiene ser y saberse genocida, es lo que tiene que todos seamos Petra Lázsló.

lunes, 7 de marzo de 2016

SE LLAMA FASCISMO, Y YA ESTÁ AQUÍ


El Ayuntamiento de Cartaya (Huelva) ha cancelado la representación de la obra La mirada del otro, que aborda los encuentros entre víctimas de ETA y arrepentidos de la banda terrorista en la cárcel de Nanclares de Oca entre 2011 y 2012; un caso de censura (sin comillas, sin paliativos); y todo “por abordar el tema del terrorismo tras el caso de los titiriteros”.
Rita Maestre, portavoz del Ayuntamiento de Madrid, es juzgada, como en Irán o en Arabia Saudí, en un juicio de carácter moral y religioso, por una protesta estudiantil (cargada de razón, por otra parte) en la Universidad. Y, mientras, la Iglesia católica en España se apropia de miles de propiedades inmuebles, e incluso de espacios públicos, plazas y calles, sin que a nadie parezca importarle un comino.
Guillermo Zapata será juzgado de nuevo por reflexionar sobre la naturaleza de los chistes de mal gusto y el humor negro. Ni el juez cree en el delito, pero se ve obligado por otros jueces del PP a continuar una causa esencialmente política.
Dos jóvenes de Alcalá de Henares, Jesús y Elena, son detenidos y encausados tras el allanamiento por parte de la policía del centro social “Las Trece Rosas”, que es la sede del Partido Comunista en la ciudad, simplemente por estar en su propia casa celebrando una fiesta (algo que debiera parecernos inconcebible en términos democráticos, pero que apenas despertó reacción alguna en su momento ni ahora; quizás porque iban a por los comunistas, no a por nosotros aún).
Dos sindicalistas, Juanjo y Pedro, del corredor del Henares también, como los ocho de Airbus (absueltos, al fin), sufren persecución por la justicia solo por ejercer su derecho a la huelga (poned aquí todos los caso que conozcáis en vuestros pueblos y lugares de residencia).
Facebook y Twiter se han convertido en territorio de caza. La protesta ha quedado proscrita. Ser un trabajador en paro resulta sospechoso de por sí. Ser extranjero y del piel oscura es aún más sospechoso (de por sí).
Conozco escritores, gentes de teatro y animadores culturales que se autocensuran, desde hace tiempo, no tanto por afán de medro (que también), sino por miedo. Hace poco, escuché en un círculo supuestamente abierto y crítico que había que despolitizar la escritura y la cultura en general; que arte y literatura no es política.
En Cataluña hay miedo, en Euskadi hay miedo, en Madrid hay miedo, miedo a disentir, a destacarse, a expresar libremente las ideas, por no molestar, por no entrar en conflicto, por no quedar señalados. TV3 se ha convertido en TeleMadrid, realidades intercambiables en donde el desacuerdo ha desaparecido, en las que el miedo se ha apoderado de sus profesionales (poned aquí todos los medios y las televisiones de vuestros pueblos y lugares de residencia).
En TVE a los periodistas rebeldes, a los que aún les queda algo de la dignidad que se supone a su profesión, se les compara con ETA (una vez más). El consenso mediático hermana a El País, El Mundo, el ABC y La Razón. El afán de control mental y social iguala a PP, C’s, PSOE, ERC, PNV y CDC.
Y más allá y más acá de las leyes laborales o de la “ley mordaza”, los auténticos amos, banqueros, empresarios y mercados dicen que Podemos, de momento es peligroso, que no debe entrar en ningún gobierno, y no entrará (o, si lo hace, será a cambio de…). Como el capital y los mercados han dicho que Europa no debe terminar de construirse y no lo hará. Y no hay plan B que valga (lo siento, míster Varoufakis, y demás creyentes; y ya me gustaría que lo hubiese).
A otro nivel, pero el mismo nivel, al fin y al cabo, hace unos días, conocí el caso de unos supuestos asesores especializados en relaciones y conductas sexuales que aconsejaban a los maestros de un colegio de educación especial que no mostrasen sus afectos físicamente hacia sus alumnos mediante abrazos y caricias por miedo a ser denunciados como acosadores. Y nos extrañamos luego de que las conductas psicópatas, tanto individuales, como colectivas, se extiendan como la pólvora a nuestro alrededor.
Los sentimientos han quedado proscritos.
La Escuela, en general, debe ser una fábrica de seres seriados, sumisos, dispuestos a la explotación, preparados y capaces para la eterna competición, pero indiferentes a todo y a todos los demás (Juan Antonio Marina, LOMCE).
Es el miedo y la fría mecánica del consentimiento por doquier. El miedo a expresarse, a ser libre y a ejercer la libertad. Un miedo que se extiende y nos impregna. Que finalmente deviene silencio mortal.
Entre tanto, buenas gentes como Dani Rovira se sorprenden de las consecuencias de expresarse libremente en público. Mientras nuestros políticos, claro, están en lo suyo; ahora andan en eso de las “líneas rojas”, pues la vieja política no solo no ha muerto, sino que resucita pujante ante la indiferencia y el cansancio general.
Y nuestros “comunicadores” hozando en su particular lodazal, pugnando por salir en cuantos más medios mejor y en cuantas más tertulias mejor (alucino con el don de la ubicuidad de algunos de ellos, y el de la vacuidad de todos ellos), compitiendo por ver quién es el que más habla sin decir ni comprometerse a nada (el “grado cero” de la significación, para los que lo dudaban, era esto, ni más ni menos).
Y nuestros novelistas, dramaturgos, poetas, músicos, artistas, ¿qué hacen? Pues, salvo excepciones, miran a otro lado o tratan los temas con tal nivel de generalidad y de abstracción que sus palabras lo mismo valen para un sí como para un no; o para condenar el capitalismo, así, en esencia, como quien condena el pecado o el mal en el mundo (a ver si con su toma de posición, clara y diáfana, nombrando al medio con el que colaboran, la editorial con la que publican o a la corporación en la que se apoyan, van a perder su pequeñita cuota de mercado).
Es el fascismo, que, como se ha anunciado ya, como lo han anunciado otros antes que yo, ya está aquí… Un fascismo nuevo, quizás, en las formas: subrepticio y difuso, unas veces, chirriante y escandaloso, otras; pero, en realidad, antiguo en sus causas y en sus consecuencias terroríficas y deshumanizadoras. Avisados llevamos hace tiempo y avisados quedamos.
Quizás tengamos que volver a tomar las calles de nuevo, antes de que sea demasiado tarde, y vengan a por (todos) nosotros.