sábado, 24 de noviembre de 2012

DE GUINDOS ES MARXISTA (de Groucho no de Karl)



         Traigo aquí la frase premonitoria de Josep Stiglitz, Premio Nobel de Economía, sobre las medidas que se estaban -y están- adoptando en España: “es como poner transfusiones a alguien con hemorragia interna”. Lo único es que, como en el feudalismo, quien lucha y se desangra es el ciudadano. Nos van a hacer vivir una espantosa agonía, hasta que se convenzan de que, por este camino, no vamos a ninguna parte. Y, digo yo, algo tendremos que decir ¿no?

          Si como decía Groucho Marx “la política es el arte de buscar los problemas, no encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar los remedios equivocados”. Está claro  que el Sr. De Guindos es un gran político.

         Cuando uno cree que ya lo ha visto todo llega el ministro De Guindos y firma un artículo de opinión en el diario estadounidense The Wall Street Journal titulado “El futuro de España es brillante” que hace estremecerse al más insensible de los lectores. Por si no tuvimos bastante con los polémicos “brotes verdes” de nuestra ministra Báñez, aquí tenemos una nueva dosis de demagogia barata con la que De Guindos pretende ganar imagen al otro lado del charco.

         Y es que las lindezas no han sido pocas. Según nuestro ministro, el Gobierno español ha realizado un diagnóstico detallado de cuáles son los problemas, ha puesto en marcha un ambicioso plan de reformas sin que nadie se lo exigiera y se ha mostrado convencido de que las fortalezas del país permitirán superar los retos. Parece ser que el 25 % de paro y el empobrecimiento del país que cada día sufrimos en nuestras propias carnes los españoles son percibidos desde un punto de vista más esperanzador por el señor De Guindos.

         Lo mejor de todo es que este alarde de egocentrismo llega el mismo día en que Bruselas destroza las previsiones económicas del Gobierno. El desolador panorama que la Comisión Europea espera en España hace añicos el cuadro macro de nuestro Gobierno: la caída del PIB será del 1,6 % este año, del 1.5 % el próximo y sólo habrá un anémico avance del 0.5 % en 2014. No olvidemos que las previsiones de nuestro Gobierno apuntaban a una caída algo menor del 1,5 % este año y un retroceso del 0,5 % en 2013.


         Cada día está más claro que este Gobierno es como ese conductor que va en sentido contrario por la autopista y piensa que todos los demás están equivocados, y sigue circulando cual kamikaze, pese a las ráfagas de luces y bocinazos del resto de coches y al evidente riesgo de acabar estrellado. Los presupuestos para el próximo año se basan en unos pilares de barro en forma de previsiones irreales que han sido echadas por tierra esta vez por Bruselas. La Comisión Europea prevé que el PIB español caiga el 1,4 % este año y el próximo, el triple de lo previsto por España. ¿Qué organismo más debe salir a escena para que el Ejecutivo rectifique?

         La Comisión Europea dibuja un horizonte para el próximo año repleto de muchas más nubes que el del Ejecutivo:
Una caída tres veces mayor en la economía de la que espera el Gobierno de Rajoy.
  • Una deuda pública casi tres puntos más alta, hasta superar el 92,7 %.
  • Un déficit nominal con 1,7 puntos porcentuales más para este año y 1,5 para el próximo. Incluso si se elimina el punto porcentual que suponen las ayudas a la banca, sigue siendo mayor de lo previsto en los Presupuestos Generales del Estado.
         El Gobierno, sin duda se escudará en que estas previsiones de la Comisión Europea son muy agoreras y que las suyas son mejores. Pero, volvemos a lo de antes: ¿son todos los demás quienes realmente están equivocados? El BBVA, Funcas, el Banco de España, el FMI… ¿Todos yerran en sus previsiones?
         Hace casi dos meses nos preguntábamos si las cuentas para el próximo año se convertirían oficialmente en papel mojado. Ahora, tras este aluvión de pesimistas previsiones y teniendo en cuenta la evolución de nuestra economía, lo tengo un poco más claro: su cumplimiento entra de lleno en el terreno de los milagros.
         Quizás al Sr. De Guindos le nubla la visión el hecho de que las necesidades de financiación previstas para todo el ejercicio ascendían a 85.900 millones y en total, el Estado ha colocado bonos y obligaciones por importe de 86.463 millones, 563 millones más de lo previsto que se quedarán para el año próximo. Además, aún se espera que se celebren tres subastas más en las que el Estado podría colocar entre 3.000 y 4.000 millones. Y con esto, quizás crea ver en el horizontes los “brotes verdes” de la ministra Bañez.
 
 
         Con estos datos encima de la mesa es obvio que España no va a necesitar solicitar el rescate este año. No obstante, no cabe pecar de optimistas sin analizar en profundidad a la situación: si los mercados, esos seres irracionales que tan malos momentos nos han hecho pasar este año, se están mostrando más flexibles es simple y llanamente porque dan por hecho que España solicitará el rescate a la UE próximamente. No olvidemos que si la prima de riesgo se ha reducido tanto en las últimas semanas esto no se ha debido al buen hacer de nuestro Gobierno, sino al anuncio del plan de compra de deuda del Banco Central Europeo.

         Además, aunque hemos echado el telón a 2012 no debemos olvidar que los verdaderos problemas vendrán el año próximo. Según se desprende de los Presupuestos Generales del Estado, las necesidades de financiación de nuestro país en 2013 ascenderán a (abróchense los cinturones) 207.000 millones, más del doble que el presente curso y cifra que presumiblemente aumentará si las Comunidades tienen problemas para acceder a su propia financiación.

         La situación, por tanto, es de una tensa calma como antesala de la verdadera tormenta. Las previsiones para el año próximo no son nada halagüeñas. Además, debemos hacer un pequeño inciso con respecto al preocupante endeudamiento de nuestro país. La adicción del Gobierno hacia el dinero de otros es tal, que el crecimiento de nuestra deuda solo puede ser exponencial en los próximos años. Nos estamos quitando la resaca a base de consumir más y más alcohol.

         La verdad es que, entre tanto Correcaminos me siento Coyote y, quiera o no De Guindos, coincido con muchos otros agoreros que sólo ven dolor y pocas oportunidades en nuestro futuro más cercano. Ni el mejor de los abonos (que por supuesto no se está utilizando) conseguiría hacer brotar un miserable brote verde en nuestro país. Se han propuesto acabar con la clase media y hundir al país en la miseria y repartir el pastel entre los banqueros, altos ejecutivos y “casta política”. La esperanza por un futuro digno se desvanece mientras ellos se reparten el botín a sus anchas. Y tendrá que ser el pueblo, harto de desempleo y subempleo, de perder derechos, sin servicios públicos, ahogado moral, jurídica y económicamente, arrojado al hambre y la miseria quien lo evite con su lucha en la calle.

               

martes, 20 de noviembre de 2012

LA ENCRUCIJADA CATALANA


La exitosa manifestación del 11 de septiembre en Barcelona ha desatado una euforia sin precedentes en el seno del independentismo catalán, cuyas filas, a consecuencia de la crisis, se engrosan cada día más.

           ¿Cómo es posible que el independentismo haya aumentado desde el 8% de hace unos pocos años a –si hemos de creer en las encuestas que publica la Generalitat– más de la mitad de la población? Se debe a múltiples causas, desde luego, pero hay tres fundamentales:

           La primera, y probablemente menos importante, es la actitud vociferante de eso que se ha venido en llamar la caverna mediática, acompañada por una estúpida verborrea de algunos políticos que, sistemáticamente y tomando la parte por el todo, han arremetido contra el pueblo catalán en su conjunto.

          La segunda es el cumplimento riguroso  de la hoja de ruta que se trazó CiU hace años, realizada sin prisas (hasta ahora) pero sin pausas, cuyos principales sostenes han sido la educación (sesgada en muchos centros educativos hasta extremos inverosímiles, con una falsificación de la historia que le deja a uno verdaderamente atónito) y los medios de comunicación.

          A cambio de cuantiosísimas subvenciones y otras formas de proporcionar ingresos, el independentismo se ha adueñado de la prensa y la radio, tanto públicas como privadas, de forma cada vez menos encubierta. Por supuesto los distintos canales de las televisiones autonómicas (y frecuentemente los espacios dedicados a temas locales en las televisiones nacionales) llevan muchísimo tiempo deslizando más o menos sibilinamente la necesidad de tener un estado propio (por que ya se sabe que Madrid nos roba), incluidos los boletines meteorológicos. No es ocioso subrayar aquí el papel de tonto-útil que tuvieron los gobiernos de Maragall y Montilla a este respecto.


           La tercera, y más importante, diría yo que la verdaderamente responsable del salto cualitativo del independentismo, es el enraizamiento en amplísimas capas de la sociedad catalana del eslogan formulado de distintas maneras desde las instituciones catalanas y los medios de comunicación, pero que puede resumirse en esta frase: La independencia es la solución a la crisis. Una fórmula que ha permitido desviar la atención sobre los recortes y sus protagonistas.

           Aunque parezca mentira, buena parte de la izquierda catalana, especialmente la adscrita a las clases medias y el neo-progresismo urbano ha picado en ese anzuelo, o ha cerrado los ojos para no señalarse demasiado creyendo que los votos en las próximas elecciones podrían ir por ahí. Puro tacticismo desideologizado. Después de haber criticado a la Lega Norte reiteradamente, nuestras izquierdas –una parte de ellas, establecida en forma transversal en todos los partidos– parecen haber asumido los postulados de la formación italiana.

           Sea como sea, tengo la impresión de que el independentismo ha crecido sin advertir que sus pies son de barro, y que este éxito llegado probablemente antes de tiempo, antes de las condiciones adecuadas para su planteamiento hayan madurado, puede acabar por hacerle morir a causa de su prematuro éxito.

           Efectivamente, el escenario que ahora se abre en Cataluña se halla repleto de incertidumbres. Para empezar, está el asunto de las elecciones anticipadas, que obligará a todos los partidos a pronunciarse en torno a la independencia, exigencia que afectará también probablemente a patronal, sindicatos y otras instituciones, con el consiguiente aumento de la tensión social (como si no hubiera ya suficiente).

           Hay, además, sectores de CiU (y no digamos de Unió) que no ven con buenos ojos la apuesta que parece haber decidido llevar a término Artur Mas. Además, según las últimas encuestas, la formación política más beneficiada del guirigay sería Esquerra Republicana, cuyo aumento de votos podría ir en detrimento de CiU.

           En el PSC, la convivencia entre las dos almas que siempre ha propugnado, se resquebraja. La oligarquía catalana no quiere oír hablar de separación, mientras las CUP (las candidaturas de Unidad Popular, independentistas, que no se han presentado todavía a unas elecciones autonómicas, pero que están bien representadas en los ayuntamientos) quemaban en la manifestación la bandera europea; ICV-EUiA comparte grupo parlamentario con IU y defiende el Pacto Fiscal de Mas, prácticamente un concierto a la vasca, lo cual es de suponer que no ha de ser del agrado de IU...

           Todo está por hacer, y todo es posible, dijo el poeta. Pero cuando se abren tantas expectativas, si estas no se realizan puede caerse en la depresión. Y, a modo de boomerang, pueden volverse contra quien las propició.

           Pero si algo ha tenido de bueno la alocada carrera hacia ninguna parte que ha emprendido Artur Mas, con la complicidad activa o pasiva de importantes fuerzas políticas y sociales catalanas, es que ha conseguido  que se vea al rey tal como está: desnudo. Y no me refiero en este caso al rey Borbón, por más que esté siendo desnudado por una cascada de torpezas que le ha llevado a las horas más bajas de su reinado. No, me refiero, claro está, al rey de la fábula, al rey que es un rey: no el de España.
 
 
           Efectivamente, tras la embestida de Mas, es imposible no advertir que España está hecha unos zorros. La sensación de que todo se derrumba, de que no hay salida, de que estamos sobreviviendo enfangados en terrenos pantanosos en lo económico, lo social y lo político, se ha generalizado.

           En definitiva, lo que se comprueba cada vez con mayor nitidez es que España carece de proyecto. De cualquier proyecto. (Tampoco la Cataluña que preconiza Mas parece aspirar a tenerlo: si todo se reduce a ser Estado de Europa, bajo el poder dictatorial de la Troika, apañados estamos).

          Al parecer, nuestros representantes políticos y sociales, en su inmensa mayoría estaban deslumbrados por el proceso de integración (económica) europeo. Valía la pena renunciar a dosis importantes de soberanía, desdibujar el Estado-nación, subsumirse en una nueva potencia imperial... Pero mire usted por dónde, a la hora de la verdad los Estados-nación europeos más sólidos han demostrado tener la sartén por el mango, y freír los huevos a su gusto. Y aquí nos quedamos sin proyecto propio, ni en lo cultural, ni en lo político, ni en lo económico. Donde sí hay proyecto, siguiendo las directrices del poder real, es en lo social: el proyecto se denomina “desmantelamiento progresivo”. Un panorama que suscribe entusiásticamente el nuevo profeta catalán, dispuesto a quemarse en el altar de los sacrificios patrióticos para conseguir crear un nuevo Estado, bien obediente, eso sí, a los designios neoliberales que impulsan la plutocracia europea y estadounidense.

           Para salir del pozo, habría que tomar algunas decisiones –obvias– que incluso un gobierno de derechas podría considerar. Por ejemplo, en vez de invocar a la diosa Constitución como algo intocable –salvo cuando le conviene al poder financiero–, sería dar una muestra de sensatez plantearse un nuevo pacto constitucional (un proceso constituyente), a la vista de que la actual ley de leyes está más agotada que un gordinflón corriendo una maratón. Por ejemplo, nuestros atareados representantes, ocupados en descalificarse los unos a los otros (nada extraño, hay material suficiente para todo tipo de descalificaciones), podrían convocar a la comunidad educativa y discutir en serio una política de estado al respecto que permita no sólo atajar el fracaso escolar, sino crear un sustrato cultural y científico que invite a soñar en un futuro mejor. Por ejemplo, nuestros ínclitos representantes podrían dar el imprescindible paso de proceder a una reforma de la ley electoral. Por ejemplo, podrían dejar de mirar para otro lado ante la avalancha de casos de corrupción, y empezar por limpiar sus propias casas antes de que se produzcan imputaciones judiciales (y que dejen de esconderse en lo de la presunción de inocencia; lo menos que pueden hacer cuando el río suena es investigar sus aguas). Por ejemplo, podrían convocar a expertos y plantear la redacción de un plan de empleo con elementos concretos, y que no lo fiaran todo a los resultados futuros de unas reformas que parecen haber sido diseñadas para obtener los resultados contrarios de los que proclaman. Por ejemplo, podrían tomar medidas urgentes para resolver la cuestión de los desahucios, de las preferentes, de las duplicidades administrativas... Por ejemplo...

           Y no sé por qué me da a mí que no. Que va a seguir todo igual. Que ni el gobierno de Rajoy, ni el de Mas, ni otro hipotético con Rubalcaba, ni ningún otro, va a hacer otra cosa que ir tirando, capeando temporales, disimulando y mirando al tendido si la cosa aprieta.

           Y, la verdad, ¡ya está bien!. La paciencia tiene un límite. Y el que avisa no es traidor.
 

jueves, 15 de noviembre de 2012

Y DESPUÉS DEL 14-N… ¿QUÉ?



          La huelga general de ayer 14N ha sido un rotundo éxito. Millones de trabajadores, desafiando el chantaje de los piquetes empresariales y las mentiras del gobierno de la derecha, hemos dado una nueva lección de fuerza, combatividad y firmeza en la defensa de nuestros derechos y conquistas sociales. El rechazo contundente a las políticas económicas antisociales de Rajoy, así como a su fraude electoral comprometiéndose a hacer todo lo contrario de lo que está haciendo, se ha manifestado en cientos de polígonos industriales, en las empresas de la automoción, del metal, en la construcción, los transportes, en los mercados centrales de las grandes ciudades, en la energía, en las televisiones públicas, en la enseñanza pública, la sanidad, la administración local, autonómica y estatal. Una acción masiva y militante que demuestra la conciencia de la clase obrera y la juventud de todo el Estado y que deslegitima a un gobierno postrado ante la gran banca, los poderes económicos y los patronos.

            La unidad de acción sindical ha tenido efectos extraordinarios en el seguimiento masivo de la convocatoria, espoleada por la percepción de que este gobierno ha declarado una guerra sin cuartel contra la mayoría de la población, los trabajadores, los parados, los jóvenes, los jubilados…La convocatoria realizada por CCOO y UGT y por cerca de 200 orgabizaciones sociales y el resto de sindicatos, ha llenado de entusiasmo y confianza al movimiento obrero. Los datos, tanto los ofrecidos por las centrales sindicales como los aportados por numerosos medios de comunicación, (excepción hecha de la “caverna” mediática) señalan un triunfo inequívoco de la huelga general en la mayoría de los territorios.

             Las organizaciones sindicales han culminado la jornada de huelga general con manifestaciones multitudinarias. Cientos de miles de personas han secundado las protestas en las principales ciudades de todo el Estado, que han quedado colapsadas por la marea de manifestantes. La huelga ha tenido un seguimiento masivo en la industria –evidente en las grandes empresas-- y el transporte, y menor en el comercio y el sector público, con una notable caída del consumo eléctrico, a pesar de los “trucos” gubernamentales de encender el alumbrado público durante el día para aumentar el consumo.

            Entrar en el mareante juego de cifras en el que se mueven siempre en este tipo de convocatorias el gobierno y los sindicatos sería simplemente absurdo. Prefiero quedarme con la percepción que cada uno de los militantes de izquierdas que ayer salimos a las calles pudimos desarrollar por nosotros mismos. Y esas sensaciones, además de los datos objetivos que nos proporcionan las mediciones no manipuladas ni sesgadas, demuestran que la jornada de ayer estuvo a la altura de, como poco, la huelga de 2002 contra el gobierno de José María Aznar. ¿Qué mas da si ha tenido un seguimiento del 78%, como dicen los sindicatos, o de un 80 o un 60%? Lo importante es que ayer, como se esperaba pese a los agoreros, la clase trabajadora volvió a ponerse en pie contra la reforma laboral, y, en general, contra las políticas de recortes antiobreras impulsadas por este gobierno al servicio del capital.
 

            Y es que no se puede uno emborrachar de victoria porque esa borrachera es más peligrosa y afecta a más gente de golpe que la del alcohol. En los últimos meses ha afectado a PP y CIU, especialmente, al haber hecho un barrido electoral frente a contrincantes en decadencia. Al PP las victorias del 22 de mayo y 20 de noviembre del 2011 les destaparon el tarro de las peores esencias y, en algunos casos, aspectos de lo más siniestro de la derecha: la contra reforma laboral más despiadada con los asalariados/as; decisiones contra la mujer como las que toma el "moderado" Gallardón para hacerlas más mujer; el recorte de más derechos laborales y sociales; actitudes que fomentan los movimientos de meapilas, que sacan a la luz sus reivindicaciones; las formas más reaccionarias al estilo de aquella que defendía el concejal del PP para que se quitaran los hijos a los comunistas y evitar que fueran maleados; o, para no agotar la lista, la persecución a la que es sometida Pilar Manjón por parte de dirigentes y fans del PP.

             Pero con la convocatoria de Huelga General se han destapado también el lenguaje y las prácticas más franquistas del PP contra el movimiento sindical y contra la izquierda, intentando, además, resucitar plenamente el bipartidismo, convirtiendo al PSOE en el impulsor de las movilizaciones.
 
 
            El 29M fue una importante jornada de huelga y grandes manifestaciones en toda España, y el 14N la ha revalidado, poniendo encima de la mesa unas claras reivindicaciones y exigencias. Inmediatamente, además de intentar reducir el alcance de la jornada, algunas de las principales espadas del PP, se han tirado al monte porque se las prometían muy felices en sus mayorías pero, después de lo de Andalucía, Asturias, y 29M y el 14N ven que se les complican las cosas. La que simboliza más la crispación del PP son las palabras de Esperanza Aguirre o Cospedal: "estos sindicatos caerán como el muro de Berlín", "pirómanos" y "antipatriotas"  y “golpistas” dedicado a convocantes de la huelga y a huelguistas y, finalmente, como algo que raya el esperpento pero que demuestra el fondo radicalmente autoritario de Aguirre y Cospedal y lo que representa en el PP, sus acusaciones de que la huelga es "una movilización política y por tanto ilegal". Con las huelgas en su contra, la derecha se pone cachonda en su mejor salsa. Les aconsejo que se tranquilicen, no sea que pierdan su barniz de derecha civilizada.

             No obstante, lo reconozca o no lo reconozca públicamente, seguramente que, a nivel interno, Rajoy y sus secuaces tomaron ayer buena nota de todo lo acontecido, y se fueron a la cama con un hondo convencimiento: sus políticas al servicio del poder económico no le van a salir gratis ni les va a ser tan fácil doblegar a las clases trabajadoras como pudieran haber creído por el apoyo electoral que venían teniendo. Incluso contando con todos los esquiroles que ayer no secundaron la huelga, y los muchos trabajadores traidores de su propia clase, votantes del PP, que los seguirán apoyando pase lo que pase, así fuese el mismo Rajoy en persona a quitarle directamente el pan de sus bocas o de las bocas de sus hijos.

             Dejando al PP y a sus dirigentes metabolizar sus frustraciones y fobias vayamos a lo nuestro. Después del 14N quedan encima de la mesa unas exigencias laborales, sociales económicas y políticas que, en ningún caso, van a ser atendidas por el gobierno del PP ni por el gobierno de la Dictadura neoliberal de la Unión Europea. Ambos van a por más. ¿Qué hacer? Pues, no hay otro camino que continuar. A esta importante huelga y jornada del 14N, al igual que a las movilizaciones que se están produciendo en otros países europeos les faltan una Huelga General de mayor duración que las 24 horas  y una acción sostenida y coordinada en toda Europa, con un programa básico de derechos económicos, laborales, sindicales y sociales comunes, que sean inviolables, y que acaben con el empeoramiento de las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría de la sociedad que crea la riqueza. Si el conjunto del movimiento obrero europeo no actúa con unidad y contundencia, continuarán manejando y manipulando la economía los mismos que la destruyen. Y no puede haber corresponsabilidad del movimiento obrero con la economía si no hay derecho a participar y decidir sobre la misma, arrancando de la patronal su monopolio sobre las decisiones que afectan a los pueblos. No es socialismo pero es dar pasos hacia él.

            De momento Toxo y Méndez  nada  hablan de continuidad de la huelga general o algo parecido, ante un gobierno envalentonado que se reafirma en sus planes. El éxito de la huelga general, sin embargo, ha abierto una nueva y poderosa perspectiva: ha desatado un potente movimiento de protesta de la clase trabajadora que difícilmente podrá ser encorsetado por la burocracia dirigente de CCOO y UGT, menos todavía con la que se avecina. Esa es la apuesta y la esperanza.

             Lo que ahora toca es continuar en la misma dirección, continuar la movilización que sólo puede ser contundente, masiva, unitaria y coordinada en toda Europa., extenderla y endurecerla hasta derrotar la ofensiva de la derecha

 

martes, 13 de noviembre de 2012

LA AGONIZANTE DEMOCRACIA ESPAÑOLA



             Decir que son tiempos de excepción se está convirtiendo en una obviedad pero es cierto que vivimos situaciones excepcionalmente negativas. El techo social construido gracias a las luchas populares y al marco de la Guerra Fría va siendo desmantelado.

             De repente, nos despiertan a palos del sueño del fin de la historia. Sin el archienemigo soviético ya no hace falta el Estado Social ni la contención socialdemócrata. Ya no necesitan ciudadanos, prefieren poblaciones vasallas que sirvan sin rechistar en el nuevo feudalismo financiero.

             Va todo a peor, pero poco a poco. Es una demolición controlada, lenta, por sectores. Para que no sepas lo que le pasa al vecino. Para que la trabajadora no sienta al desempleado. Para que el que tiene casa no vea al desahuciado. Segmentados, aislados y sin la conciencia de que somos la misma clase nos convertimos en borregos camino al matadero.

             Pero todo acaba visualizándose, como empieza a ser perceptible. Infancia que come una vez al día, viejos que no pueden costearse medicamentos, hogares sin calefacción, descenso de la esperanza de vida, suicidios, depresión colectiva... y enfado, cada vez más enfado.

            Hasta ahora hemos asistido a tímidos intentos de protesta social y no me refiero con lo tímido a poco numerosos, sino a su trascendencia en el tiempo. Hemos salido a la calle masivamente y hasta continuamente, pero sin metas claras ni organización todo se va marginalizando. Vamos de estallido en estallido, grandes explosiones callejeras continuadas de reflujos minoritarios.

             Es verdad que aún no hemos dado con el proyecto que pueda hacer converger la calle con las fuerzas sindicales, sociales y políticas de la izquierda y que plantee seriamente un verdadero cambio, pero tan pronto emerja una fuerza poderosa real, habrá fractura. Y en eso andan, preparándose para la fractura.

             No nos hagamos ilusiones. No van a mejorar el reparto de la riqueza, ni pretenden recuperar la soberanía entregada al poder financiero, ni piensan echar marcha atrás en los recortes en Educación o Sanidad, no es en eso en lo que andan. Llevan tiempo construyendo un marco jurídico de excepción que criminalice la protesta y dé amplios poderes a las fuerzas especiales encargadas de disolver las manifestaciones.
 
 

            No es algo nuevo. Venimos viviéndolo de manera generalizada desde que surgieron las movilizaciones del 15-M. Sí, gobernaba el PSOE, la extensión progre del régimen de alternancia, y sí, se empleó a fondo. Por eso es tan importante la memoria: porque pone a muchos en su sitio.

             Durante el gobierno social-liberal sufrimos cargas indiscriminadas, bofetadas a menores, agresiones y entorpecimiento a la labor periodística; provocaciones calculadas para desacreditar como la desarrollada por Delegación de Gobierno contra la marcha laica durante la visita del Papa o la aplicación de una especie de Estado de Excepción no declarado con la restricción de la libre circulación por la Puerta del Sol durante varios días.

             Con el triunfo del PP y la extensión de la protesta, se empezó pronto a marcar posiciones de mayor dureza. La primera en la boca, cuando en febrero de 2012 el Gobierno indultó a cinco Mossos de Escuadra que habían sido condenados en firme por tortura, medida que afortunadamente la Justicia limitó al considerar que era un indulto parcial; pero el recado estaba dado: defendernos como sea, os protegemos.

            Se continuó con alegría; brutalidad de shock contra las movilizaciones de los estudiantes valencianos, refrendada por el Ministerio de Interior y por el lenguaje de guerra contrainsurgente del jefe del dispositivo policial. Esa sería la forma de tratar los problemas a partir de ahora.

             En Madrid, cuya condición de capital la convierte en crisol de manifestaciones ciudadanas de cualquier tipo, se nombró a una Delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, que nos fue vendida como se vendía al pprogre Gallardón: actual, desenfadada y hasta republicana, una suerte de “Gallardona” al estilo capitalino. Pronto descubrimos las mismas hechuras que el Ministro de Justicia, la carcunda disfrazada de moderna.

             Cifuentes ha resultado tan chulesca que ha opacado mediáticamente al propio Ministro de Interior, otro elemento que junto al Director General de la Policía entienden la gestión de la protesta ciudadana como una guerra en la cual los ciudadanos son enemigos y hay que vencerlos.

             Solo así se explica su afán por tratar de judicializar los avances en el disenso ciudadano: control de la redes sociales, amenazas a quien convoque o difunda vía Twitter o Facebook, convertir en delito la desobediencia civil no violenta, amenazar con impedir la grabación o fotografía y posterior difusión de las actuaciones de los antidisturbios o el uso de identificaciones indiscriminadas para la aplicación de sanciones económicas masivas.
 
 

             En lo que atañe a las propias unidades policiales, el Gobierno sigue protegiendo las desmedidas actuaciones que ordenan los responsables políticos y ejecutan los mandos operativos sobre el terreno. Continúa la ausencia de identificación visible en uniformes o cascos, absolutamente necesaria para ejercer el derecho ciudadano a denunciar los excesos; se convierten en norma los patrones deslegitimadores hacia los detenidos, la desgastada “resistencia a la Autoridad”; no se investigan de oficio los excesos o malos tratos denunciados a no ser que haya ruido informativo, con la consiguiente ausencia de sanciones hasta en los casos más escandalosos, … El mensaje es claro: cierre de filas total. Cualquier crítica será entendida como un ataque.

            Atendida la moral de la tropa con el respaldo inquebrantable, queda cuidar los medios y aquí no se ahorra. En 2013 el gasto en material antidisturbios y protección aumentará un 1.780% (no es una errata: un mil por ciento más) y eso en un ministerio como el de Interior cuyo presupuesto se reducirá un 6,3%. Aunque en el total policial se recorta en medios y personal, en Madrid se crea una nueva sección, la Unidad de Prevención y Reacción, que apoyará con 378 agentes a las Unidades de Intervención Policial destinadas en la capital.

             Resumiendo: a pesar de la hasta ahora pacífica protesta, nuestros gobiernos se preparan para la batalla. Se han entrenado con las buenas intenciones de una ciudadanía respetuosa. Pero si hay fractura, si no nos resignamos, si no aceptamos servir a la dictadura financiera, irán la guerra.

             Por eso, nos quieren meter miedo. Miedo a perder el trabajo y a no encontrarlo. Miedo a que no te atiendan en la Seguridad Social por no tener papeles. Miedo a no poder abortar porque la ley cada vez es más restrictiva. Miedo a manifestarte por tus derechos porque te pueden pegar o detener y torturarte. Miedo a expresar una opinión disidente porque pueden entrar en tu casa y acusarte de romper leyes legales sí, pero cada vez menos legítimas. Miedo a que te saquen de tu casa después de llevar años pagándola. Miedo al saber que por mucho que te esfuerces sólo te queda un futuro en el exilio o condenado a la precariedad. Un miedo cotidiano, que es lo que quieren conseguir, para producir el inmovilismo y la paralización.
 
 

             Pero todo lo que producen es asco. Asco al ver cómo mientras la pobreza aumenta en términos exponenciales se utiliza dinero público para salvar chiringuitos financieros y las grandes fortunas crecen hasta límites inusitados. Asco al constatar cómo la apuesta de futuro de una comunidad autónoma se basa en la ludopatía, la prostitución, el narcotráfico y el crimen organizado. Asco al comprobar como el adoctrinamiento nacionalcatólico vuelve a las aulas vestido de “eficacia y racionalización” y al tener que aguantar que se trate a padres y a estudiantes casi como terroristas. Asco al escuchar, o mejor dicho, al no escuchar, ya las pocas voces 'molestas' que quedaban en la radio pública. Asco al asistir a la creación de falsos conflictos identitarios entre pueblos, para ocultar lo que realmente pasa: el mayor recorte de derechos sociales de nuestra joven aunque nacida con defectos congénitos, agonizante democracia. Asco al ver cómo la corrupción sigue siendo el pan nuestro de cada día. Asco al descubrir que las autoridades premian al que nos pega y al que nos detiene.

            Y tras el asco la rabia, la rabia en forma de lucha, que aumentará en su intensidad y muy probablemente en su contundencia, porque vivimos un punto de inflexión de la lucha de clases. Es el momento de levantarnos para jamás volvernos a someter o de aceptar la esclavitud contemporánea. El momento de recuperar la dignidad como pueblo y como clase. Y el momento de aceptar que sólo existen dos clases, los que oprimen y los oprimidos, porque no hace falta trabajar en una fábrica inglesa de finales del siglo XIX para saber que estamos oprimidos, por mucho que la televisión y las agencias de publicidad se empeñen en lo contrario.

             Está claro que no estaba muerta por la posmodernidad. La guerra de clases existe. Ahora es económica pero si hace falta será total. Se están preparando para ello, Y por esta razón es nuestro momento. Es la cita de los pueblos con la historia, una cita a la que más nos vale no llegar tarde: nos va la vida en ello.


domingo, 11 de noviembre de 2012

LA MACROFIESTA SOCIAL ESPAÑOLA




           Siento mucha tristeza y rabia por la muerte de Cristina, Rocío, Katia y la última menor fallecida. Ellas salían la noche de Halloween a celebrar una fiesta con los amigos, seguramente disfrazadas. Para disfrutar en el recinto municipal que se había alquilado para la celebración, pagaron una entrada nada barata. Pasada la noche, conocida la tragedia, lo que ha salido barato es el número de muertos, porque tal vez podíamos estar hablando de 20 o 30 jóvenes con facilidad. Pero, si algo vamos aprendiendo, es que el árbol no puede impedirnos ver el bosque.

           Populista la primera declaración del Ayuntamiento de Madrid, que dijo querer personarse como acusación particular en el hipotético proceso judicial contra la empresa que había gestionado la fiesta. Muy inteligentes: participar en el proceso judicial permite tener acceso a toda la información disponible en el sumario, algo que, si lo permite el Juez, no le vendrá mal a un Ayuntamiento que es corresponsable de lo sucedido, porque estas chicas han muerto en un local municipal y, como mínimo, cuando este alquila uno de los recintos que pagan y mantienen todos los madrileños, debe de garantizar una supervisión sobre la legalidad de las actuaciones que la empresa va a desarrollar.
 
 

           Y parece ser que les dijeron que se iba a celebrar una fiesta para unas 7.000 personas. Pero dentro algunos dicen que había 20.000. Y parece ser que la empresa que alquiló el local tenía deudas con la Seguridad Social, y al Ayuntamiento no le importó. Y parece ser, además, que el Ayuntamiento solo mandó a 12 policías municipales a controlar los exteriores del edificio para evitar aglomeraciones. Claro, las aglomeraciones donde se produjeron fueron dentro. Con la prisa que se dan para desalojar cualquier bar cuando se sobrepasa el límite de aforo, lo ocurrido es una negligencia municipal tan evidente, que nos hace a todos los madrileños partícipes de una gravísima dejación de funciones con resultado de muerte. Y sabemos que solo había cinco miembros de seguridad dentro del recinto, según publica la prensa. Y lo que seguiremos conociendo.

           La respuesta de la alcaldesa de Madrid no se ha hecho esperar. Usa una lógica aplastante, absurda. Como se nos cae la cara de vergüenza (Tal vez ni eso) volvemos a utilizar el populismo y anunciamos, a bombo y platillo, que se prohibirán todas las fiestas a partir de ahora. Penalizamos a los jóvenes por nuestros errores, asumimos que no somos capaces de organizar fiestas con seguridad. Yo, si fuera del Comité Olímpico Internacional que debe de valorar si Madrid está preparada para albergar unos Juegos Olímpicos, tomaría buena nota.
 
 

           Porque cuando hay varios actores, y de tanto peso, las responsabilidades se diluyen. En esto consiste. Hemos asistido a una cadena de negligencias en requisitos, control y supervisión, organización y seguridad por parte de la empresa que se lucraba y de la administración que lo consentía, que ha tenido resultado trágico. Y, de nuevo, han muerto los ciudadanos.

           Y esto no es nuevo. Lo repito, en eso consiste. Vivimos una grave estafa que repite, al milímetro, los mismos componentes de esta tragedia. Tenemos que darnos cuenta de ello y actuar en consecuencia. Unas empresas se han montado una macrofiesta social, unos banqueros y políticos se han lucrado con ello y los excesos, trágicos, los padece la ciudadanía. Porque nuestros políticos, tanto en la fiesta del Madrid Arena como en la de la burbuja inmobiliaria, no solo no controlaron a los empresarios sin escrúpulos, sino que obtuvieron beneficios dejándoles a los ciudadanos a su merced. Los que han muerto aplastados son los mismos que se han tirado por la ventana cuando iban a desahuciarles, los mismos que no tienen trabajo, los mismos a los que ya no facilitan determinados tratamientos médicos y les cobran por otros, los mismos a los que multan o aporrean cuando protestan. Somos nosotros, cada uno en su dolor particular, con sus circunstancias personales, con su insorportable sufrimiento. Pero nosotros, todos, la ciudadanía. Y este juego macabro que han organizado seguirá vomitándonos hasta que les hagamos frente de verdad.

viernes, 2 de noviembre de 2012

LIBERTAD ¿Para quién?, ¿Para qué?



            El gobierno de Zapatero permitió las bodas entre personas del mismo sexo al tiempo que prohibió fumar en lugares públicos. No puede calificarse por tanto de prohibicionista ni tampoco de permisivo. Fue prohibicionista para ciertas cosas y permisivo para otras. Como todos los gobiernos. Gobernar significa prohibir y permitir y cuando alguien se autodenomina “liberal” habría que preguntarle: ¿en relación a qué? Porque ser “liberal”, sin más, es absurdo. A mí me encanta la libertad pero tengo muy claro que depende siempre de un contexto determinado y ante los desmanes de la mano invisible de la economía me parece muy necesaria la mano dura de la política.

            Los mercados desregulados funcionan, en cierto modo, como los mercados de la droga, en los cuales el consumidor acaba comprando cocaína o heroína o marihuana adulteradas. Guiados por el ánimo de lucro, los comisionistas que intervienen en los mercados de la droga adulteran la mercancía y distorsionan su precio en relación a su valor. Exactamente lo mismo pasa en los mercados financieros. Retirado el Estado de su función reguladora, los comisionistas terminan falsificando el verdadero valor de los activos con los que especulan. En cuanto a las reformas laborales calificadas de “liberales”, lo son para los empresarios, ¿pero lo son para los trabajadores? Lo mismo pasa con las reformas financieras. Son “liberales”, claro que sí, para los bancos y otras compañías de inversión, ¿pero lo son para los ciudadanos?

            Cuando los estados no limitan la libertad de las corporaciones, las uniones mercantiles transnacionales, como la Unión Europea, terminan siendo controladas por mafias financieras. De ahí que la única libertad social posible a nivel macroeconómico surja del equilibrio entre política y economía, o lo que es lo mismo, entre Estado y Mercado. Según el liberalismo económico, el Estado no debe de intervenir en la formación espontánea de los precios resultantes del cruce de las curvas de la oferta y la demanda, pero el interés del comerciante es maximizar su lucro e incluso en caso de ser un individuo honesto está obligado a ampliar su cuota de mercado y reducir el de la competencia. De este modo, el capitalismo desregulado se convierte en puro darwinismo social, con el pez gordo devorando al chico y un tejido industrial subyugado por monopolios u oligopolios que desvirtúan la democracia pues una vez adquirido cierto nivel de poder financiero, las grandes entidades capitalistas no tienen problemas para extender su dominio por toda la sociedad, comprando, si es necesario, favores políticos, judiciales o periodísticos.
 
            El liberalismo económico no solo degenera en distorsión de precios, adulteración de mercancías, competencia desleal, desprecio de los principios democráticos y burla a los Derechos Humanos. Es que además implica a la larga el caos y la disfunción del capitalismo. Ya no es ésta una idea minoritaria y contracultural. Todos sabemos a estas alturas que el neoliberalismo tiende a la catástrofe y que la Unión Europea ha fracasado. En realidad nació desequilibrada. Se suponía que entrar en la Zona Euro garantizaba a todos sus países miembros la posibilidad de converger en niveles nacionales de productividad, riqueza y consumo. Sin embargo existe demasiada asimetría de mercado para tan poca armonía política y fiscal y ante la ausencia de un Estado fuerte, los mercados de bonos soberanos se han convertido en un tramposo casino orquestado por las agencias de calificación del riesgo, agencias que deciden los precios de los productos financieros cuando sus accionistas son también los dueños de los hedge-funds y otras compañías especializadas en inversiones de alto riesgo.

            El libre comercio, por otra parte, antepone los intereses económicos a los  Derechos Humanos y, en consecuencia, la globalización neoliberal tiende a empobrecer a las clases trabajadoras de todo el mundo. Reducida la protección social y la capacidad de negociación laboral, los agentes más débiles de la economía acaban siendo explotados por parte de los agentes más poderosos. De modo que como explicó John Kenneth Galbraith, para que el capitalismo sea un sistema saludable, el poder del sector público debe compensar el poder del sector privado. Es la única manera de que la sociedad no termine siendo gobernada por los mercados.

            El liberalismo económico solo se preocupa de la libertad de las clases dominantes y el libre comercio siempre se ha aplicado de forma ventajista, o sea después de establecidos ciertos intereses de clase. Si echamos un vistazo a la Historia comprobamos que todas las grandes naciones fueron proteccionistas con sus industrias. Una vez que lograron prevalecer en los mercados internacionales, entonces fue cuando las grandes naciones instaron a las pequeñas a convertirse a los principios del libre mercado. Por eso cuando el Fondo Monetario Internacional recomienda a países con problemas económicos eliminar cualquier restricción a la movilidad internacional de bienes y capitales, así como privatizar sus servicios públicos y desregular los mercados laborales en nombre de la libertad económica, quienes siempre salen beneficiados no son los países afectados sino las multinacionales. Cada día que pasa es más evidente la necesidad imperiosa de un cambio drástico en el manejo de la macroeconomía a nivel global porque como dice Michael Lind: “El capitalismo social de mercado civilizado y el libre comercio global sin restricciones son inherentemente incompatibles.”
 
 

            Philippe Van Parijs cree que una vez que todos los ciudadanos tengamos un mínimo económico garantizado, conoceremos la “libertad verdadera”. Estoy completamente de acuerdo con Van Parijs en el fondo de la idea pero no me gusta el término “libertad verdadera” porque creo que la libertad verdaderamente universal y absoluta no existe. Como la pereza, es una prerrogativa que solo funciona en función a una variable dada. “La libertad del lobo es la muerte del cordero”, escribió Isiah Berlin, y hay en la actualidad demasiadas libertades que representan un grave daño para la sociedad, como la libertad para apropiarse de los bienes públicos o para monopolizar mercados o para sobornar gobiernos corruptos o para ocultar inversiones fraudulentas o para lavar dinero negro o para desalojar a los habitantes originarios en nombre del derecho de propiedad o para especular con productos financieros tóxicos o para contaminar la capa de ozono y los mares o los ríos. No hay otra solución posible a esta larga y terrible crisis que derribar los falsos dioses del liberalismo económico y tomar el camino del “proteccionismo” y el “prohibicionismo”, palabras que deberíamos escribir siempre con comillas, al igual que “libertad”, “liberal”, “libertario” y “libertino”.

            De la misma forma que los dictadores a veces son juzgados en tribunales internacionales, también han de ser juzgados en tribunales internacionales los empresarios que explotan a los trabajadores en países que no respetan los Derechos Humanos o los especuladores que adulteran el verdadero valor de los activos financieros. Además, todo aquel que no tribute a la sociedad lo que por ley le corresponde debería ser castigado con la pérdida de su ciudadanía. Yo para muchas cosas soy un “liberticida” y exijo por ejemplo mano dura para prohibir los paraísos fiscales y la especulación financiera y para limpiar los mercados de productos facturados por camellos y comisionistas fraudulentos o por explotadores de la Humanidad y del Medio Ambiente.

            Ante la ausencia de líderes políticos capaces de cambiar el rumbo errático y erróneo del capitalismo, nuevas revoluciones están por llegar, porque la gente se ha empezado a dar cuenta del engaño que hay alrededor de la libertad de mercado. Hasta lo reconoce Percy Barnevik, director ejecutivo de la compañía de ingeniería eléctrica ABB (Asea Brown Boveri), multinacional que opera en más de cien países:

“Yo definiría la mundialización como la libertad para mi grupo de invertir donde quiere, en el momento que quiere, para producir lo que quiere, aprovisionándose y vendiendo donde quiere, teniendo que soportar el mínimo de obligaciones en materia de derecho laboral y de convenios sociales.”

            Esas revoluciones llegarán más temprano que tarde. Y yo espero verlo… aunque sólo sea su inicio.