Dedicado
a Esperanza Aguirre.
Soy
radical, lo reconozco. Mea culpa. No puedo evitarlo, es una enfermedad crónica
que padezco. No sé cómo curarla. No me vale ya taparme los ojos. He probado de
todo y no me ha funcionado. Padezco recaídas cada vez más agudas y frecuentes.
Reconozco
que estoy radicalmente en contra de la corrupción, de que unos cuantos se
forren a costa del dinero de todos. Estoy radicalmente en contra de que se
rescate a los banqueros mientras se desahucia a los pobres desgraciados que ya
no pueden pagar sus hipotecas. Estoy radicalmente en contra de que paguen más
quienes menos tienen. Estoy radicalmente en contra de privatizar lo que debería
ser siempre público.
Estoy
radicalmente a favor de los derechos humanos, de que éstos no sean papel
mojado. Estoy radicalmente en contra de gobiernos que gobiernan para minorías
en vez de para la mayoría. Estoy radicalmente en contra de partidos políticos
que incumplen sistemáticamente sus programas electorales al día siguiente de
recibir la confianza del electorado, o que se permiten el lujo de ni siquiera
presentar un programa. Estoy radicalmente en contra de un sistema donde el voto
es prácticamente un cheque en blanco. Estoy radicalmente en contra de estas
“democracias” donde el voto normalmente sirve de bien poco, donde sólo puede servir
excepcionalmente cuando, en crisis agudas y prolongadas, surgen nuevos partidos
que pretenden cambiarlas radicalmente para que sean reales.
Soy
un demócrata radical. Creo que el pueblo debe tener todo el poder posible,
cuanto más mejor. Pienso que la democracia debe siempre existir allá donde haya
convivencia humana, que debe llegar a todos los rincones de la sociedad,
incluso a su centro de gravedad: la economía. Creo radicalmente que la verdad
sólo puede abrirse camino cuando puede enfrentarse cara a cara, en igualdad de
condiciones, a la mentira.
Estoy
radicalmente en contra de medios de comunicación sumisos al partido político
gobernante de turno o al poder económico. Estoy radicalmente en contra de todo
tipo de manipulación, de la desinformación practicada por grandes medios de
comunicación que en verdad son de adoctrinamiento ideológico.
Estoy
radicalmente a favor de la prensa libre e independiente. Estoy radicalmente a
favor de la igualdad de oportunidades, de la libertad. Sólo es posible la libertad
en la vida en sociedad con la igualdad en las relaciones sociales. Creo que el
ADN de la democracia verdadera es la igualdad de oportunidades, entre las
personas, entre las organizaciones, entre las ideas.
Soy
radical porque creo que hay que ir a la raíz de los problemas. No basta con
podar el árbol podrido, hay que cambiarlo. De un árbol podrido sólo pueden
surgir ramas podridas.
Estoy
radicalmente en contra de un sistema donde unas pocas personas acumulan tanta
riqueza como países enteros, donde unos pocos no saben en qué gastar su fortuna
mientras millones y millones de personas no pueden subsistir dignamente,
satisfacer sus necesidades más básicas. Creo que este hecho atenta radicalmente
contra el sentido común y la más elemental ética. Estoy radicalmente en contra
de todo tipo de explotación.
Estoy
radicalmente en contra de toda forma de esclavitud. Creo que la humanidad puede
avanzar mucho más cuando todos los individuos que la componen se respetan
mutuamente, se puede conseguir más con la colaboración, con la motivación, que
con la imposición o el miedo. Estoy radicalmente en contra de todo tipo de
opresión, de todas las dictaduras, sean cuales sean las formas, sofisticadas o
burdas, que puedan tomar.
Creo
en una democracia real que no consista en elegir cada x años a sus dictadores.
Estoy radicalmente en contra de que alguien sea jefe de Estado por el simple
hecho de tener cierto apellido. Esto atenta radicalmente contra la esencia de
la democracia: la igualdad de oportunidades. Estoy radicalmente a favor de que todos
los cargos públicos sean elegibles, responsables ante la ciudadanía por sus
actos y revocables. Estoy radicalmente en contra de que haya personas por
encima de la ley, irresponsables e inviolables.
Estoy
radicalmente a favor de que siempre haya un programa político y éste sea un
contrato de obligado cumplimiento por parte de los políticos. Porque creo que
si no es así la democracia se vacía de contenido. ¿De qué sirve votar a alguien
si luego puede hacer lo que le da la gana? La voluntad popular en democracia
debe ser radicalmente sagrada. Es la esencia de la soberanía popular.
Estoy
radicalmente en contra de un sistema donde impera la ley del más fuerte. Creo
que la civilización, precisamente, se debe regir por otras reglas radicalmente
distintas. En la civilización debe imperar la solidaridad, y no el egoísmo.
Estoy radicalmente en contra de un sistema que pone en peligro la subsistencia
de la especie humana, en permanente guerra consigo misma y con la naturaleza.
Estoy radicalmente en contra de todo tipo de violencia. De la violencia física,
psicológica, económica, social,… Decía Gandhi que la pobreza es la peor forma
de violencia. Estoy radicalmente de acuerdo con él.
Estoy
radicalmente en contra de gobiernos que declaran guerras con la oposición de su
pueblo. Creo, en esto tal vez sea incluso más radical, que es posible erradicar
algún día las guerras y la pobreza. Es más, pienso que si el ser humano no
aprende a convivir en paz consigo mismo y con el resto de la naturaleza se
expone muy seriamente a su propia autoextinción.
Creo
radicalmente en un mundo mejor. Pienso que ¡sí se puede! Creo que el ser humano
tiene suficiente inteligencia para tomar las riendas de su propio destino. Creo
radicalmente en la democracia, en que el destino de la humanidad debe estar en
manos de toda ella. Creo radicalmente que el ser humano no sólo es capaz de
conocer el funcionamiento del Cosmos sino que es capaz también de poner orden
en su propio planeta, de desarrollar un sistema social que le permita, por fin,
pasar del primitivismo a la verdadera civilización. Creo que es necesario y
posible cambiar.
Pienso
que nada es perfecto. Que todo es siempre muy mejorable. En esto soy también
muy radical.
¡Qué
se le va a hacer! Menos mal que existen personas como Esperanza Aguirre, lúcida
como pocos seres humanos, la conciencia de la humanidad, que nos puede servir
de antídoto contra esta enfermedad contagiosa que padecemos cada vez más
personas. Gracias Espe.