Según el informe de la FAO “El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2012 es alarmante, mientras 870 millones de personas padecen hambre en el mundo, 1.300 millones de toneladas de alimentos en buen estado acaban en la basura”. Ecuación difícil de resolver cuya solución requiere, además de factores económicos y políticos, la participación ciudadana. La crisis alimentaria azota el mundo. crisis silenciosa, sin grandes titulares, que no interesa ni al Banco Central Europeo, ni al Fondo Monetario Internacional, ni al Banco mundial.
Hace menos de un año se produjo
otra crisis de alimentos en el mundo. Los organismos internacionales alzaron su
voz, el planeta se encontraba a las puertas de un episodio similar a la crisis
alimenticia del 2008. La alarma se encendió cuando el precio de los alimentos
aumentó un 10%: el maíz y otros cereales, ascendieron a niveles históricos.
Afortunadamente la situación no empeoró aunque el riesgo de crisis se mantiene.
El sistema alimentario mundial sigue siendo vulnerable, no es novedad.
Según el informe “Global Food,
Waste Not, Want Not” (“Comida mundial, no tires, no quieras”) de la Institución
de Ingenieros Mecánicos británica (IMechE), que insta a luchar urgentemente
contra un despilfarro mayúsculo que supone que casi la mitad de los alimentos
producidos en el mundo van a la basura, dos mil millones de toneladas anuales
terminan como desperdicios. Entre el 30% y el 50% de los 4.000 millones de
toneladas de alimentos que se producen anualmente en el planeta no llegan a
consumirse.
Los autores del informe
calculan que en Europa y EEUU, a lo largo de toda la cadena agroalimentaria,
del campo al hogar, se pierde hasta el 50% de los comestibles. Los
norteamericanos arrojan a la basura la mitad de la comida que adquieren,
despilfarro que determina una pérdida de 165.000 millones de dólares al año y
representa una cuarta parte del agua consumida, que se utiliza para el cultivo
y producción. La comida desperdiciada va a los grandes vertederos donde se
descompone y despide metano. “El gas metano es un poderoso agente del efecto
invernadero y el desperdicio de comida genera casi una cuarta parte de todas
las emisiones en el país que contribuyen al daño del medio ambiente, esto es
vergonzoso”.
Paradojas del mundo actual:
ricos más ricos y pobres más pobres, despilfarro versus hambre, individualismo
vs cooperación. Actualmente el 1% de la población detenta el 80% de la riqueza
del mundo, y el 99% se reparte el 20% restante, según datos de la OCDE.
Es un desperdicio impactante,
pero sobre todo criminal. Son alimentos que podrían utilizarse para la
creciente población mundial que hoy padece hambre. También es un despilfarro
innecesario de tierra, agua y recursos energéticos que se utilizan para la
producción, el procesamiento y la distribución de estos alimentos. 550 mil
millones de metros cúbicos de agua (otro bien escaso a escala mundial) se usan
para cultivar productos que nunca llegan al consumidor, señala el estudio.
Este desperdicio alimentario
tiene causas y responsables, responde a un problema estructural y de fondo: los
alimentos son mercancías con estrictas fechas de caducidad, las ofertas
comerciales obligan a comprar en cantidad y las manías de los consumidores
también. La función principal de alimentarnos, ha quedado en segundo plano. Si
la comida no cumple criterios estéticos, su distribución no se considera
rentable por lo cual se deteriora antes de tiempo y se desecha.
El informe recuerda que la
población mundial superó los 7.000 millones a fines de 2011, y la FAO calcula
que puede alcanzar los nueve mil millones en 2050. Se necesitará un 70% más de
producción lo que aumenta el riesgo de crisis. Aunque el número de personas con
hambre crónica disminuyó en 130 millones durante las dos últimas décadas, 870
millones, uno de cada ocho habitantes, la sigue sufriendo.
Nunca la producción mundial de
alimentos alcanzó los volúmenes actuales y, sin embargo, el número de personas
que pasan hambre se ha incrementado. Hoy se produce más comida que en ningún
otro período en la historia. La producción alimentaria se ha multiplicado por
tres desde los años 60, mientras que la población mundial, sólo se ha
duplicado. Hay comida de sobra pero el hambre crece y permanece.
Este drama tiene que ver con
quienes controlan y dictan las políticas agrícolas y alimentarias y con quienes
poseen los recursos naturales (agua, tierra, semillas). Es el impacto de la
globalización al servicio de la agroindustria y los supermercados, promoviendo
un modelo de agricultura petrodependiente, deslocalizada, intensiva, que
fomenta la pérdida de la agrodiversidad y del campesinado. El monopolio
agroalimentario de las multinacionales con el apoyo de gobiernos e
instituciones internacionales, impone un modelo exclusivo de producción, distribución
y consumo de alimentos. Poco les importa que millones de personas pasen hambre,
lo fundamental es vender.
El Instituto Internacional de
Investigación sobre Políticas Alimentarias publicó su nuevo Índice Global del
Hambre. El hambre de 870 millones de personas que viven con 1,25 dólares al
día. El nivel de pobreza llega al punto que el 12,5% de la población planetaria
sufre malnutrición severa, según datos de 2010 a 2012. En los últimos cinco
años se ha producido una desaceleración dramática en el número de personas que
consiguen salir del hambre.
“Si midiéramos la malnutrición
en lugar del hambre, no ya el déficit de calorías sino el de micronutrientes
esenciales para el desarrollo físico y sicológico de los niños, como yodo,
hierro, vitaminas, las cifras serían aún mayores: pasaríamos por lo menos a
1.500 millones”, según indica Olivier de Schutter, ponente especial de la ONU
para el derecho a la alimentación. Si se mantiene la tendencia de los últimos
20 años, la meta de los Objetivos del Milenio sobre reducción de personas en
situación de hambre quedará incumplida. Para colmo muchos gobiernos han
recortado drásticamente las ayudas para cooperación al desarrollo a los países
más pobres.
El hambre causa más muertes por
año que el SIDA, la malaria y la tuberculosis juntos. Es responsable de la
tercera parte de las muertes de niños menores de cinco años en los países
pobres. El Programa mundial de Alimentos subrayó que todas estas tragedias
podrían evitarse y recordó que las vitaminas y nutrientes para que un niño
crezca sano cuestan apenas 25 centavos de dólar diarios.
Si la mitad de la comida en el
mundo occidental termina en la basura, la falta de alimentos se debe al
egoísmo. El alza de los precios en el mercado internacional es la principal
causa de esta crisis, pero hay otras: políticas comerciales, pobreza, falta de
agua potable, discriminación de la mujer, desastres naturales, cambio
climático, violencia y conflictos armados, pandemias, etc., La crisis económica
está ligada a la alimentaria. Los mismos que nos condujeron a la crisis de las
hipotecas subprime, en setiembre del 2008, especulan con las materias primas
alimentarias, generando el aumento de sus precios, haciéndolos inaccesibles
para mucha gente, especialmente en los países del Sur. Fondos de inversión,
Seguros y bancos, compran y venden productos en los mercados de futuros con el
fin de especular y hacer negocio. Hoy la inversión financiera-especulativa
controla más del 60% de los mercados de alimentos, comparado con el 12% de
1996.
Para algunos la crisis
alimentaria mundial es coyuntural y para otros estructural, potenciada por
modelos que hacen depender la dieta humana de tres cereales: arroz, maíz y
trigo. Dependencia que ha tornado la especialización en monopolio. Se estima
que los alimentos constituyen entre 10% y 15% del gasto promedio de un hogar en
un país desarrollado. En los sectores pobres de una nación en desarrollo se
llevan entre el 50% y el 90% de sus ingresos. Según el Banco mundial los
alimentos están un 24% más caros que el año pasado lo que obliga a los más
pobres a invertir casi todos sus ingresos en alimentos lo que a su vez causa 44
millones de personas más en condición de extrema pobreza.
El flagelo del hambre no es
solamente un problema técnico. Es un problema ético resultado de una sociedad
individualista que valora más la propiedad privada que la solidaridad, más la
competición que la cooperación.
Si no se fortalece una ética de
la solidaridad, del cuidado de unos a otros no habrá modo de superarlo. Y el
hambre es también de orden político, rehén del poder económico, dentro del
sistema. Si no se produce una inversión de valores, si no se consagra la
primacía de la política sobre la economía con una ética inspirada en la
solidaridad no habrá posibilidad de solución para el hambre y la subnutrición
mundial.
“Que 870 millones de personas
pasen hambre en un mundo que produce suficientes alimentos para toda la
población es el mayor escándalo de nuestro tiempo”, afirma Intermon Oxfam. Esta
cifra “debería hacer sonar las campanas de alarma en todo el mundo”. La
desigualdad dentro y fuera de los países viola el derecho fundamental de toda
persona a disponer de alimentos en cantidad y calidad suficiente que les
permita vivir una vida digna y saludable.
Siguen siendo válidas las
palabras de Gandhi: «el hambre es un insulto; envilece, deshumaniza y destruye
el cuerpo y el espíritu, si no la propia alma; es la forma de violencia más
asesina que existe».
No hay comentarios:
Publicar un comentario