Mis estimados amigos socialdemócratas de mierda:
Recordaba no hace
mucho tiempo el catedrático universitario e investigador social argentino
Marcelo Colussi a los olvidadizos socialdemócratas europeos, que el capitalismo
está basado esencialmente en la explotación de las grandes mayorías. Este
sistema político social nació, escribía Colussi, con las manos encharcadas en
sangre, y ni siquiera por un instante a lo largo de su historia ha torcido ni
un ápice de ese camino.
La cuestión, estimados reformistas que nada reformáis, es que el capitalismo como sistema no puede transitar por otros derroteros diferentes a los que ya transita. Su naturaleza viene determinada por las leyes que marcan su evolución: beneficios, beneficios y más beneficios.
Ésa es la razón por la que por mucho que os empeñéis, no ha
existido ni podrá existir nunca ese
capitalismo «bueno» que tan
perseverantemente nos recomendáis. O sea, un capitalismo que tenga la debilidad
de ocuparse del bienestar de los seres humanos, de su salud, de su cultura,
de su ocio.
Eso no lo comprende todo el mundo. Bueno, hay quienes son capaces de entenderlo, pero sus intereses los alinean necesariamente entre sus defensores. Entre ellos os encontráis vosotros.
Pretendéis
empujarnos a que nos miremos en el espejo de Suecia, Noruega, Finlandia… Cuando,
como fieles valedores del sistema, os veis atrapados por las contradicciones de la realidad social que os circunda, nos espetáis a los que no
pensamos como vosotros: «¡Hay que mirar hacia Suecia, compañeros. Ésa es la
meta a conquistar!».
¿Podrán
ser Suecia, Finlandia y Noruega un ejemplo a seguir por parte del resto del
planeta? ¿Son estos supuestos «mirlos blancos»
del conjunto del sistema una expectativa
real de un capitalismo con «rostro humano» ?
En
principio conviene puntualizaros, amigos socialdemócratas, que esos presuntos
«estados benefactores» nórdicos deben su holgada existencia a la enorme acumulación de capitales y riqueza,
que hace posible para sus respectivas clases poderosas desprenderse de unas pocas migajas en favor
de aquellos que se encuentran en la puta base de vuestra pirámide social.
Pero, además, por simples razones de justicia universal resulta inevitable preguntarse, ¿esa gigantesca acumulación de riqueza de los países nórdicos es posible en el resto del mundo?
En la respuesta a esta interesante interrogante reside el quid de la cuestión del tema que estamos tratando. Los llamados «estados benefactores nórdicos» sólo han sido posibles gracias a la sobreexplotación y a la miseria de una buena parte de la población restante del planeta. La sobreacumulación en los países citados, que tienen además unas características demográficas excepcionales, se las pueden permitir porque miles de millones de seres humanos del resto del mundo – en África, América Latina, Asia y extensas áreas de la propia Europa- están sometidos a un intercambio brutalmente desigual.
El llamado Tercer Mundo paga los productos manufacturados
provenientes de los complejos industriales del Norte a precio de oro. En
cambio, ellos se ven obligados a vender a precio de retales las valiosas
materias primas que hacen posible que las grandes industrias del Norte sobreproduzcan y puedan apropiarse de los mercados
mundiales. Esta simple diferencia de «matiz» entre el papel que desempeñan unos
y otros explica la diferencia entre los del Norte y los del Sur
Pero este «intercambio desigual» entre el Norte y el Sur es sólo una parte de la explicación que permite entender por qué razón las escuelas de los niños de Finlandia estén tan bien atendidas y pertrechadas y, en cambio, los tugurios miserables en los que habitan los niños congoleños no les ofrezcan siquiera la posibilidad de sobrevivir una tercera parte de la edad que llegarán a vivir los niños suecos. Así de simple, mis queridos reformistas que nada reformáis.
A
ese factor clave del intercambio dramáticamente
desigual, que se produce entre el Norte y el Sur del planeta, se unen
otros muchos que explican, igualmente, las injustas diferencias entre la niñez
entre algodones de la que disfrutan los niños fineses, y la podrida miseria que
rodea a los infantes de la República del Congo.
Entre esos otros factores que también contribuyen al expolio que vosotros defendéis en vuestras instituciones económicas internacionales, se encuentra igualmente la apropiación directa de las materias primas, la especulación financiera a través de vuestras Bolsas y Bancos, la organización de la economía mundial en función de vuestros intereses, los suculentos negocios de las armas en los que hipócritamente participáis, el tráfico de drogas, el lavado de capitales “negros” en vuestros paraísos fiscales, el crimen organizado, las guerras que organizáis para evitar que los pueblos del mundo se atrevan a levantar cabeza…
¿Os enteráis, por fin, mis queridos socialdemócratas de mierda, cuáles son las razones por las que nunca podréis construir un capitalismo con «rostro humano»?
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