jueves, 22 de julio de 2021

CARTA ABIERTA A MIS AMIGOS SOCIALDEMOCRATAS


Mis estimados amigos socialdemócratas de mierda:

Recordaba no hace mucho tiempo el catedrático universitario e investigador social argentino Marcelo Colussi a los olvidadizos socialdemócratas europeos, que el capitalismo está basado esencialmente en la explotación de las grandes mayorías. Este sistema político social nació, escribía Colussi, con las manos encharcadas en sangre, y ni siquiera por un instante a lo largo de su historia ha torcido ni un ápice de ese camino.

La cuestión, estimados reformistas que nada reformáis,  es que el capitalismo como sistema no puede transitar por otros derroteros diferentes a los que ya transita. Su naturaleza viene determinada por las leyes que marcan su evolución: beneficios, beneficios y más beneficios. 

Ésa es la razón por la que por mucho que os empeñéis, no ha existido ni  podrá existir nunca ese capitalismo «bueno»  que tan perseverantemente nos recomendáis. O sea, un capitalismo que tenga  la debilidad  de ocuparse del bienestar de los seres humanos, de su salud, de su cultura, de su ocio.


Eso no lo comprende todo el mundo. Bueno, hay quienes son capaces de entenderlo, pero sus intereses los alinean necesariamente entre sus defensores. Entre ellos os encontráis vosotros.

Pretendéis empujarnos  a que nos miremos en el  espejo de Suecia, Noruega, Finlandia… Cuando, como fieles valedores del sistema, os veis atrapados  por las contradicciones de la  realidad social que  os circunda, nos espetáis a los que no pensamos como vosotros: «¡Hay que mirar hacia Suecia, compañeros. Ésa es la meta a conquistar!».

¿Podrán ser Suecia, Finlandia y Noruega un ejemplo a seguir por parte del resto del planeta?  ¿Son estos supuestos «mirlos blancos» del conjunto del sistema una  expectativa real de un capitalismo con «rostro humano» ?

En principio conviene puntualizaros, amigos socialdemócratas, que esos presuntos «estados benefactores» nórdicos deben su holgada existencia a  la enorme acumulación de capitales y riqueza, que hace posible para sus respectivas clases poderosas  desprenderse de unas pocas migajas en favor de aquellos que se encuentran en la puta base de vuestra  pirámide social.


Pero, además, por simples razones de justicia universal resulta inevitable preguntarse, ¿esa gigantesca acumulación de riqueza  de los países nórdicos es posible en el resto  del mundo?

En la respuesta a esta interesante interrogante reside el quid de la cuestión del tema que estamos tratando. Los llamados «estados benefactores nórdicos»  sólo han sido posibles gracias a la sobreexplotación y a la miseria de una buena parte de la población restante del planeta. La sobreacumulación en los países citados, que tienen además unas características demográficas  excepcionales, se las pueden  permitir porque miles de millones de seres humanos del resto del mundo  – en África, América Latina, Asia y extensas áreas de la propia Europa-  están sometidos a un intercambio brutalmente desigual. 

El llamado Tercer Mundo paga los productos manufacturados provenientes de los complejos industriales del Norte a precio de oro. En cambio, ellos se ven obligados a vender a precio de retales las valiosas materias primas que hacen posible que las grandes industrias del Norte sobreproduzcan  y puedan apropiarse de los mercados mundiales. Esta simple diferencia de «matiz» entre el papel que desempeñan unos y otros explica la diferencia entre los del Norte y los del Sur


Pero este «intercambio desigual» entre el Norte y el Sur es sólo una parte  de la explicación que permite entender por qué razón las escuelas de los niños de Finlandia estén tan bien atendidas y pertrechadas y, en cambio, los tugurios miserables en los que habitan los niños congoleños no les ofrezcan siquiera la posibilidad de sobrevivir una tercera parte de la edad que llegarán a vivir los niños suecos. Así de simple, mis queridos reformistas que nada reformáis.

A ese factor clave del intercambio dramáticamente  desigual, que se produce entre el Norte y el Sur del planeta, se unen otros muchos que explican, igualmente, las injustas diferencias entre la niñez entre algodones de la que disfrutan los niños fineses, y la podrida miseria que rodea a los infantes de la República del Congo.


Entre esos otros factores que también contribuyen al expolio que vosotros  defendéis en vuestras instituciones económicas internacionales,  se encuentra igualmente  la apropiación directa de las materias primas, la especulación financiera a través de vuestras Bolsas y Bancos, la organización de la economía mundial en función de vuestros intereses, los suculentos negocios de las armas en los que hipócritamente participáis, el tráfico de drogas, el lavado de capitales “negros” en vuestros paraísos fiscales, el crimen organizado, las guerras que organizáis para evitar que los pueblos del mundo se atrevan a levantar cabeza…

¿Os enteráis, por fin, mis queridos socialdemócratas de mierda,  cuáles son las razones por las que nunca podréis construir un capitalismo con «rostro humano»? 

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