Empezaré
con unas palabras, breves pero contundentes, que, considero, cualquier persona
que tenga, de verdad, una mínima sensibilidad democrática y de respeto a los
derechos humanos, sociales y civiles, podrá entender: Un estado en el que meten
gente en la cárcel por hacer una función de títeres no puede ser considerado
una democracia. JAMÁS.
Solo
los estados con leyes totalitarias que permiten semejantes atrocidades pueden
hacer cosas así.
Por
muy duro o inapropiado que fuese el contenido de lo expuesto en la función, no
dejan de ser títeres, sátira, ficción, arte. Por muy obscenas que sean las
escenas, por mucho que atente contra la moral y la decencia establecida,
insulte, ataque o provoque, es una mera representación que no supone el menor
peligro para nadie. Encarcelar personas por hacer una representación de títeres
es una abominación que no debería pasar nunca, en ningún sitio. Solo las
dictaduras, fascistas o escondidas tras una farsa democrática, que necesitan
tener pleno control sobre el pensamiento y la vida de la gente, actúan así
cuando ven “peligro” para sus objetivos en la obra en cuestión.
Lo
triste, lo penoso, lo lamentable, es ver como el grado de criminalización y
represión del “antisistema” llega a tal en esta supuesta democracia “avanzada”,
que una parodia que criticaba precisamente la criminalización y los montajes
policiales y mediáticos, tal y como han explicado desde el entorno de los
detenidos y ahora encarcelados, acabe sufriendo criminalización, montaje
policial y mediático. Es la cuadratura del círculo que en una especie de bucle
surrealista se refuerza a sí mismo como estado represor de las libertades más elementales
y da la razón a los que hacían la obra y ahora mismo sufren las consecuencias
de lo que criticaban en ella.
Los
artistas ya están camino de la prisión, por obra y gracia de la mano de un juez
que entiende que la ficción y el entretenimiento son también un campo de
disputa política contra los “enemigos del sistema”, máxime si además puedes
fundamentar tu decisión en cuestiones de estado. Ya quedará para siempre en el
“imaginario colectivo”, de hecho, que la obra hacía “apología del terrorismo”,
cuando, según se ha sabido, es radicalmente FALSO, pues en ningún caso se
ensalza o alaba a ningún tipo de terrorismo, y ahora cualquiera que se atreva a
criticar las detenciones o defender la libertad de expresión o incluso el
contenido crítico mismo de la obra, pasará a ser un “defensor de los
terroristas” y así todo.
El
caso lo ha llevado además un juez de extrema derecha con un oscuro pasado, y si
es de gente así de quien depende la decisión de mandar o no a la cárcel a los
titiriteros detenidos, tampoco nos vamos a extrañar, a estas alturas de la
película, del final. Las sombras de Franco siguen siendo muy alargadas.
La
democracia es ese sistema en el que si llaman a tu casa a las 6 de la mañana
sabes que es el lechero, decían. El mismo en el que se supone que hay
suficiente madurez política como para saber diferenciar entre ficción y
realidad, entre crítica política y “subversión”, entre peligros reales y
peligros creados. El mismo en el que si un policía viene a cortar tu obra de
títeres no es buena señal, pero no acabarás en la cárcel.
La
obra representaba una legítima crítica contra las campañas represivas del
estado contra activistas políticos “disidentes” y los habituales métodos de
criminalización y creación de acusaciones “ad hoc” que se suelen utilizar.
¿Adoctrinamiento cuando se pasa a niños? Puede ser si alguien se quiere poner
muy puntilloso, pero en ningún caso delito.
Otras
de las escenas que se ven en la obra pueden ser cuestionables para mostrar a un
público infantil o no, pero, desde luego, no son para que nadie vaya a la
cárcel por ello. Y desde luego una pancarta, sacada en un contexto de la obra
no como afirmación sino como elemento de guión para mostrar las estrategias
habituales que se suelen usar contra determinados colectivos, con un lema
inexistente en la realidad (“Gora ALKA-ETA”), y que no es más que juego de
palabras para evidenciar unas intenciones discursivas que se integran en el
mensaje de la obra y lo visualizan, con su interpretación correspondiente, de
cara al espectador, no puede ser apología de absolutamente nada. Es crítica
teatral.
Sometemos
a nuestros hijos e hijas a horas y horas de televisión con su correspondiente
ideología consumista-capitalista que les dice que valen por lo que tienen, los
valores éticos y estéticos que deben tener, que para ser alguien en la vida
tienen que comprar, consumir, ser más que los demás en tener las mejores marcas
o los mejores teléfonos, un buen coche, y demás mierdas que les hacen polvo la
cabeza, pero si alguien se le ocurre convertir una obra de títeres en una obra
con crítica social y con una ideología “antisistema”, se forma el escándalo
mayor. Cuanta hipocresía. Desde luego, a los responsables de los electroduendes
y la bruja avería hoy los llevarían a los tribunales seguro. Es alucinante.
Pero
parece además que la incapacidad para defendernos de tales acusaciones que nos
genera el miedo que han logrado instaurar con su represión y criminalización
sostenida, nos tienen de rodillas ante quienes desde el poder siguen
aplaudiendo, alentado y haciendo posible que ocurran estos hechos, por mero
interés de explotación política y electoral. Vale que llegar al gobierno de lo
que sea no es llegar al poder, pero qué menos que utilizar esos espacios
conquistados para ponernos de pie y no permitir que nos sigan pisando con la
bota fascista en la cabeza. Qué menos que seamos capaces de no caer en sus prácticas
y no reprimir y criminalizar al “disidente”. Una función de títeres, en
carnaval, no puede acabar con nadie en la cárcel por representar una obra, pero
mucho menos puede acabar con los artistas siendo criminalizados y amenazados
con ser denunciados penalmente por quienes se dicen “gobierno del cambio” y
llevan a gala estar al lado de las personas y no de la “casta” y sus intereses.
Es
todo un contrasentido: ¿qué cambio queremos si a las primeras de cambio
actuamos como ellos y validamos con ello sus leyes más represoras y sus modos
de actuar más totalitarios? Sin luchar por la libertad y el fin de las
improntas franquistas que siguen moviendo los hilos de la política y el orden
jurídico en el estado español, no hay cambio posible. La única forma posible de
luchar contra ellos es no ser como ellos.
Pensaba,
de hecho, que uno de los objetivos centrales de la “nueva política” era acabar
con esa impronta fascista que subyace en el estado, sus leyes “políticas” y su
institucionalidad. Que la famosa segunda transición de la que tanto se habla
ahora -con razón- iba en buena parte de eso: de superar aquella herencia que el
espíritu de Franco nos dejó, con la presión de las pistolas encima de la mesa,
en nuestro ordenamiento jurídico y nuestra institucionalidad.
Cuando
veo personas que hasta hace poco, muy poco, se hubieran indignado ante lo
sucedido, salir ahora raudos a condenar a los chavales, comprar de lleno la
información deformada y falaz que sueltan los medios del régimen, esos mismos
que los atacan día sí y día también con esas mismas calumnias y falsedades, sin
esperar antes a conocer el fondo de la cuestión y la verdad de los hechos, y
ponerse del lado de quienes encarcelan a personas por hacer una obra de títeres
“polémica” en la calle, pienso: No, esto no era, no. El poder hay que
conquistarlo, no dejar que nos domestique y nos convierta en sus vasallos. De
lo contrario somos ellos.
Aquí
hablamos de cosas muy serias en las que se expresa el sentido mismo de la
“democracia” y el propio modelo de estado en el que queremos vivir: o te sitúas
del lado de los que de verdad quieren dejar atrás las improntas totalitarias y
fascistas del estado español y trabajan, desde donde estén, para lograrlo, o
estás del lado de los que se suben a la ola de esas improntas y se dejan llevar
por ellas incluso aunque acabe por ahogarlos y convertirlos en una especie de
sombra de lo que un día, no tan lejano, dijeron ser.
Y
quien no esté preparado para asumir la presión que supone estar en política en
un contexto como el actual, que se vaya a su casa, pero que no se entregue de
rodillas y humillado cada vez que desde cualquier ámbito cargan contra ellos.
Que no se deje vencer por el miedo y el clima de terror mediático impuesto por
aquellos que manejan el poder y se niegan a ceder ni un centímetro de espacio
en él.
Recuerden
siempre y en todo lugar que estén: la solidaridad es la ternura de los pueblos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario