lunes, 2 de septiembre de 2013

¿QUE NOS PASA CON SIRIA?

El inminente bombardeo de Siria tiene demasiados puntos en común con la guerra de Irak: un tirano inaceptable y una insurgencia que da aún más miedo; la coartada de las armas químicas, que vuelve a oler a chamusquina, porque si en este caso sí está claro que las hay y se han usado, no hay consenso sobre quién lo ha hecho; unos inspectores de la ONU utilizados como figurantes de Hollywood; Bruselas y Naciones Unidas siguiendo el partido por televisión; unas potencias y unos intereses geoestratégicos que son los de siempre, y una población civil, con una cultura milenaria, que está a punto de ser masacrada.
El cinismo del Premio Nobel de la Paz, Barack Obama y de sus secuaces incondicionales: el primer ministro británico, David Cameron y su homólogo francés, Francois Hollande, al acusar al gobierno de Siria de “usar armas químicas contra la población civil” sin presentar ninguna prueba concreta, ya superó con creces la desfachatez del ex presidente George W. Bush cuando en 2003 desató una guerra contra Irak a base de pruebas falsas sobre la existencia de armas de destrucción masiva.
Al menos en aquel entonces el ex secretario de Estado Colin Powell presentó fotos, videos, grabaciones telefónicas, inclusive un frasco con contenido desconocido, aunque todo había sido fraguado por los servicios especiales como se descubrió después.
No es la primera vez que se habla del uso de armas químicas en Siria. Tales incidentes tuvieron lugar en marzo y mayo pasados y en ambos casos fueron presentadas pruebas de que las usaron tanto al-Qaeda como su brazo derecho en Siria, al-Nusra (Frente Nusra) cuyos mujahidines han ido recibiendo entrenamiento en Turquía en los últimos dos años y se le considera uno de los más vociferantes enemigos del régimen dictatorial de Assad.
Hace poco la policía turca les decomisó a sus militantes contenedores de gas sarín. A la vez Qatar y Arabia Saudita están financiando estas organizaciones terroristas. Todo esto significa que Estados Unidos, Reino Unido, Francia e Israel están en una estrecha y abierta alianza tanto con al-Qaeda como con al-Nusra en Siria, a pesar de llamarlos oficialmente terroristas y enemigos del occidente.
         En relación a Siria, el ex líder de los Demócratas Liberales británicos, Lord Ashdown declaró que la CIA con el dinero de Arabia Saudita y Qatar (unos tres mil millones de dólares) transfirió a los grupos jihadistas en Siria 3.500 toneladas de armamento procedente de Bosnia. “Lo que quiere Estados Unidos es fomentar grupos de jihadistas suníes para que hagan la guerra contra shiitas en Siria e Irán”. Actualmente existen en el país 1.200 unidades de este tipo. En la guerra de Irak los norteamericanos hicieron al revés, fomentaron la guerra de los shiitas contra los suníes para debilitar ambos lados y enfrascarlos en la enemistad que perdura hasta ahora. La organización al-Qaeda, creación de los Estados Unidos (lo que fue admitido públicamente por Hilary Clinton), ha sido el instrumento principal de los norteamericanos para no permitir la unidad y la integración en el Medio Oriente.
 
La palabra final pertenece ahora al Premio Nobel de la Paz, Barack Obama que inesperadamente perdió un fuerte aliado en su iniciativa bélica, Gran Bretaña quedándose con Francia, la Liga de los Países Árabes, Israel, Turquía y sus nuevos seguidores lituanos, estonianos y letuanos - pobres pero belicosos para el gusto de su amo.
El 60 por ciento del pueblo norteamericano está contra el plan de Obama de efectuar un “ataque militar limitado” contra Siria. ¿Escuchará esta vez Barack Obama la voluntad de su pueblo o se guiará como ha hecho el y todos sus predecesores, siempre por los intereses de las grandes corporaciones armamentísticas, petroleras y financieras y ofreciendo como de costumbre burdas mentiras a sus ciudadanos para justificar una nueva aventura bélica injustificable y rechazada por la mayoría de la población mundial?. Solamente el tiempo dará la respuesta.
Pero hay al menos tres razones que explican por qué la reacción de Occidente, y sobre todo de la sociedad civil europea, no se parecerá en nada a la que se produjo hace diez años: En primer lugar, porque en la Casa Blanca manda ahora el Premio Nobel de la Paz. Y aunque los intereses, las estrategias y las políticas exteriores sean casi los mismos, a Obama le consentimos cosas que de ser obra de los Bush provocarían protestas multitudinarias en todo el mundo.
         
 
          Quizás también protestamos menos porque estamos a otras cosas. Hace diez años, cuando EE.UU. bombardeó Irak, vivíamos plácidamente recostados en una burbuja de abundancia. En España apenas había millón y medio de parados, y la sociedad civil occidental, atacada en el 11-S y atacada después por las sucesivas respuestas de la Administración Bush, decidió convertir aquella guerra en algo propio, en una causa por la que luchar.

Ahora quizás nos hemos rendido. En la utopía de la burbuja, mucha gente pensó que saliendo a la calle lograría parar la guerra. Diez años después, la guerra está en casa y la estamos perdiendo.
Asistimos a una voladura controlada de instituciones sagradas como la sanidad o la educación. Como ciudadanos, casi hemos perdido la potestad de cambiar gobiernos que no hacen lo que queremos o que son pillados con la mano en el cajón. Si no logramos evitar que nos quiten el pediatra del ambulatorio, qué pintamos opinando sobre Siria, parece decirnos nuestro resignado subconsciente colectivo.
La tercera razón, la que nos lleva a estar más pendientes del fichaje de Bale que del inminente ataque a Siria, es mucho más dramática. En estos últimos diez años hemos experimentado los mayores cambios tecnológicos de la historia de la humanidad. Llevamos en el bolsillo un aparato conectado al resto del planeta, una suerte de gotero que nos suministra la pócima mágica del conocimiento, toneladas de textos, datos e imágenes sin digerir. Y estamos tan ebrios de información, que creemos que ya lo hemos visto todo. Y que Siria merece poco más que un tuit.

1 comentario:

  1. Muy acertado todo pero un solo apunte para ser corregido: los habitantes de Letonia son letones, radicales antirusos muy violentos que harán cualquier cosa por acercarse a USA.

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