El
Ayuntamiento de Cartaya (Huelva) ha cancelado la representación de la obra La
mirada del otro, que aborda los encuentros entre víctimas de ETA y arrepentidos
de la banda terrorista en la cárcel de Nanclares de Oca entre 2011 y 2012; un
caso de censura (sin comillas, sin paliativos); y todo “por abordar el tema del
terrorismo tras el caso de los titiriteros”.
Rita
Maestre, portavoz del Ayuntamiento de Madrid, es juzgada, como en Irán o en
Arabia Saudí, en un juicio de carácter moral y religioso, por una protesta
estudiantil (cargada de razón, por otra parte) en la Universidad. Y, mientras,
la Iglesia católica en España se apropia de miles de propiedades inmuebles, e
incluso de espacios públicos, plazas y calles, sin que a nadie parezca
importarle un comino.
Guillermo
Zapata será juzgado de nuevo por reflexionar sobre la naturaleza de los chistes
de mal gusto y el humor negro. Ni el juez cree en el delito, pero se ve
obligado por otros jueces del PP a continuar una causa esencialmente política.
Dos
jóvenes de Alcalá de Henares, Jesús y Elena, son detenidos y encausados tras el
allanamiento por parte de la policía del centro social “Las Trece Rosas”, que
es la sede del Partido Comunista en la ciudad, simplemente por estar en su
propia casa celebrando una fiesta (algo que debiera parecernos inconcebible en
términos democráticos, pero que apenas despertó reacción alguna en su momento
ni ahora; quizás porque iban a por los comunistas, no a por nosotros aún).
Dos
sindicalistas, Juanjo y Pedro, del corredor del Henares también, como los ocho
de Airbus (absueltos, al fin), sufren persecución por la justicia solo por
ejercer su derecho a la huelga (poned aquí todos los caso que conozcáis en
vuestros pueblos y lugares de residencia).
Facebook
y Twiter se han convertido en territorio de caza. La protesta ha quedado
proscrita. Ser un trabajador en paro resulta sospechoso de por sí. Ser
extranjero y del piel oscura es aún más sospechoso (de por sí).
Conozco
escritores, gentes de teatro y animadores culturales que se autocensuran, desde
hace tiempo, no tanto por afán de medro (que también), sino por miedo. Hace
poco, escuché en un círculo supuestamente abierto y crítico que había que
despolitizar la escritura y la cultura en general; que arte y literatura no es
política.
En
Cataluña hay miedo, en Euskadi hay miedo, en Madrid hay miedo, miedo a
disentir, a destacarse, a expresar libremente las ideas, por no molestar, por
no entrar en conflicto, por no quedar señalados. TV3 se ha convertido en
TeleMadrid, realidades intercambiables en donde el desacuerdo ha desaparecido,
en las que el miedo se ha apoderado de sus profesionales (poned aquí todos los
medios y las televisiones de vuestros pueblos y lugares de residencia).
En
TVE a los periodistas rebeldes, a los que aún les queda algo de la dignidad que
se supone a su profesión, se les compara con ETA (una vez más). El consenso
mediático hermana a El País, El Mundo, el ABC y La Razón. El afán de control
mental y social iguala a PP, C’s, PSOE, ERC, PNV y CDC.
Y
más allá y más acá de las leyes laborales o de la “ley mordaza”, los auténticos
amos, banqueros, empresarios y mercados dicen que Podemos, de momento es
peligroso, que no debe entrar en ningún gobierno, y no entrará (o, si lo hace,
será a cambio de…). Como el capital y los mercados han dicho que Europa no debe
terminar de construirse y no lo hará. Y no hay plan B que valga (lo siento,
míster Varoufakis, y demás creyentes; y ya me gustaría que lo hubiese).
A
otro nivel, pero el mismo nivel, al fin y al cabo, hace unos días, conocí el
caso de unos supuestos asesores especializados en relaciones y conductas
sexuales que aconsejaban a los maestros de un colegio de educación especial que
no mostrasen sus afectos físicamente hacia sus alumnos mediante abrazos y
caricias por miedo a ser denunciados como acosadores. Y nos extrañamos luego de
que las conductas psicópatas, tanto individuales, como colectivas, se extiendan
como la pólvora a nuestro alrededor.
Los
sentimientos han quedado proscritos.
La
Escuela, en general, debe ser una fábrica de seres seriados, sumisos,
dispuestos a la explotación, preparados y capaces para la eterna competición,
pero indiferentes a todo y a todos los demás (Juan Antonio Marina, LOMCE).
Es
el miedo y la fría mecánica del consentimiento por doquier. El miedo a
expresarse, a ser libre y a ejercer la libertad. Un miedo que se extiende y nos
impregna. Que finalmente deviene silencio mortal.
Entre
tanto, buenas gentes como Dani Rovira se sorprenden de las consecuencias de
expresarse libremente en público. Mientras nuestros políticos, claro, están en
lo suyo; ahora andan en eso de las “líneas rojas”, pues la vieja política no
solo no ha muerto, sino que resucita pujante ante la indiferencia y el
cansancio general.
Y
nuestros “comunicadores” hozando en su particular lodazal, pugnando por salir
en cuantos más medios mejor y en cuantas más tertulias mejor (alucino con el
don de la ubicuidad de algunos de ellos, y el de la vacuidad de todos ellos),
compitiendo por ver quién es el que más habla sin decir ni comprometerse a nada
(el “grado cero” de la significación, para los que lo dudaban, era esto, ni más
ni menos).
Y
nuestros novelistas, dramaturgos, poetas, músicos, artistas, ¿qué hacen? Pues,
salvo excepciones, miran a otro lado o tratan los temas con tal nivel de
generalidad y de abstracción que sus palabras lo mismo valen para un sí como
para un no; o para condenar el capitalismo, así, en esencia, como quien condena
el pecado o el mal en el mundo (a ver si con su toma de posición, clara y
diáfana, nombrando al medio con el que colaboran, la editorial con la que
publican o a la corporación en la que se apoyan, van a perder su pequeñita
cuota de mercado).
Es
el fascismo, que, como se ha anunciado ya, como lo han anunciado otros antes
que yo, ya está aquí… Un fascismo nuevo, quizás, en las formas: subrepticio y
difuso, unas veces, chirriante y escandaloso, otras; pero, en realidad, antiguo
en sus causas y en sus consecuencias terroríficas y deshumanizadoras. Avisados
llevamos hace tiempo y avisados quedamos.
Quizás
tengamos que volver a tomar las calles de nuevo, antes de que sea demasiado
tarde, y vengan a por (todos) nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario