Honestidad y extrema derecha son incompatibles. Es un oxímoron.
(Julio Anguita)
Casi con toda seguridad en la mayoría de los Partidos políticos se elaboran diaria y semanalmente unos guiones previos con los que responder a las preguntas de los periodistas sobre cuestiones de la actualidad inmediata, además, se les proporciona un listado de consignas que deben intercalar en sus discursos a fin de suscitar polémicas que convierta al Partido correspondiente en noticia y centro de atención.
Esos
guiones están elaborados por los gabinetes de prensa propios conjuntamente con
expertos politólogos, ideólogos y asesores a sueldo del Partido. De esta manera
se les ahorra a las caras visibles de esas Organizaciones el esfuerzo de tener
que improvisar ante las casi seguras preguntas que les van a formular los
chicos de la prensa, además, se elimina la posibilidad de incurrir en
incoherencias argumentales entre los distintos líderes de cada formación, en
definitiva, se homogeniza el discurso.
En
el mundo de la política es de sobra conocido que la táctica tiene que estar al
servicio de la estrategia y en eso Vox demuestra estar muy bien aleccionada, ha
contado y cuenta con ingentes fuentes de recursos legales, alegales e ilegales.
Asesores internacionales americanos y europeos y con un colchón colaborativo de
toda la carcundia incrustada en un Estado continuador de la dictadura
franquista: cuerpos y fuerzas de la seguridad del Estado, jueces y fiscales y
un amplio espectro de periodistas a sueldo de Grupos mediáticos que, aparte del
interés crematístico de sus negocios, tienen muy clara su vocación de influencia
ideológica y creación de opinión y, claro está, esa opinión no puede ser sino
otra que la defensa de los privilegios de una clase burguesa minoritaria en un
capitalismo decadente y sin salida beneficiosa para el resto, es decir, la
inmensa mayoría.
Los capitalistas se pueden permitir cualquier cosa menos ser idiotas y saben que ante un futuro, no muy lejano, repleto de contradicciones crecientes e insolubles no les queda otra que contrarrestar, oponer e incluso dinamitar cualquier intento de organización de los que sí están en condiciones de ofrecer una alternativa al negro presente y al aún más oscuro futuro que se nos avecina: los trabajadores.
Y
en este sentido, la creación de Vox cumple a la perfección el clásico papel que
anteriormente cumplieron el partido fascista en Italia y el nazi en la Alemania
de entreguerras: ser las fuerzas de choque contra las organizaciones obreras
primero en los campos ideológico, político y cultural y, después si fuere
necesario, en la calle, en los centros de trabajo y en todos los espacios que
ocupa la izquierda bien por asimilación o bien por la fuerza bruta.
Este
no es un fenómeno que se circunscriba a una sola nación, sino que es un
movimiento desplegado artificialmente en todos los países en donde se sospecha
que puedan darse problemas relacionados con el buen funcionamiento del sistema
de explotación de mano de obra asalariada tanto en el presente como en un
futuro próximo.
En un principio, el cultivo de esas opciones políticas por el sistema, tienen un carácter preventivo, pero si con el machaque y la anulación de la izquierda que aspira a transformar realmente la contradicción entre trabajo y capital no se conjura la crisis económica ni las contradicciones internacionales de las burguesías nacionalistas, tal y como ocurrió en la Europa de las décadas 20 y 30 del siglo pasado, estos instrumentos reaccionarios, estos huevos de serpientes incubados por la burguesía eclosionan tomando el relevo en la gestión del Estado erigiéndose en la otra cara (dura) de ese mismo sistema.
Este
es el esquema o molde clásico sobre el que se está construyendo o armando
precipitadamente la organización ultraderechista Vox a modo del monstruo
Frankenstein que tiene movimiento, pero sin voluntad propia o autónoma. El
engendro cuenta con un cerebro que, de momento, sólo da para poco más que ser
teledirigido por una serie de ingenieros sociales que se encargan de
adiestrarlo para salir airosos en la confrontación política, les asesoran en
imagen, oratoria, a mentir sin despeinarse y a ser capaces, como las hienas, de
estar devorando tus entrañas exhibiendo una sonrisa, véase R. Monasterio.
El
monstruo es omnívoro, apelan a las vísceras de la gente y se alimenta de ellas,
come cualquier cosa: odio, bajas pasiones, verdades falseadas, verdades a
medias, crudas verdades, fake news y de los muertos que ya no pueden
defenderse.
Escogen personas o símbolos de reconocido prestigio social para fagocitarlos como la boa de “El Principito”. Ejemplos hay muchos y más que veremos: la canción Bella Ciao, el poeta García Lorca y hasta al mismísimo Julio Anguita. No tardando mucho si no pueden enlodar la memoria de Almudena Grandes, por ejemplo, también comenzaran con el burdo proceso de apropiación. Todo les vale, no tienen prejuicios y utilizan con descaro la doctrina del shock para noquear a sus enemigos. Funcionan como una sociedad secreta, pero si se descubre algún trapo sucio lo pintan de rojigualda y lo exhiben en un balcón de manera obscena.
De
momento están en la retaguardia del Sistema esperando agazapados su momento,
cumpliendo con el objetivo para el que fueron creados: enturbiar el ambiente y
de esta manera impedir el esclarecimiento, confundir a los ideológicamente
débiles, atacar a los que tienen las ideas claras, atraerse a los desclasados y
entre col y col medrar en las Instituciones y en el aparato del Estado
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