¿Cuándo
es más fácil que dos cosas sean diferentes?. Pues seguramente cuando se eligen
de maneras distintas. Así pues, en Estados Unidos, por ejemplo, el presidente
se elige en unas elecciones, mientras que los miembros del Congreso (compuesto
por la Cámara de Representantes y el Senado) se designan en otros comicios.
De
esta manera, se consigue cumplir la teoría de la división de poderes, puesto
que el poder ejecutivo recae sobre el presidente y el legislativo sobre el
Congreso de los Estados Unidos. Por tanto, si los sistemas representativos
occidentales aspiran a ser decentes deben procurar que el ejecutivo,
legislativo y judicial sean verdaderamente independientes entre sí.
¿Y
esto cómo se consigue?. Pues para empezar haciendo que cada poder nazca de
procedimientos distintos, dado que si nacen del mismo o son configurados por
las mismas personas, es muy difícil que un poder termine supervisando la acción
del otro.
Esta
introducción permite abordar plenamente la cuestión en España. En este país,
aunque las elecciones generales no sirven para elegir al jefe del ejecutivo, lo
habitual es que haya presidente poco tiempo después de ellas. De hecho, desde
los poderes públicos se promueve esta práctica como algo que responde a lo que
llaman “normalidad democrática”.
Pero
en absoluto es así. Las elecciones generales son solo legislativas, y de ellas
no salen más que los miembros de las Cortes Generales (Congreso y Senado) que
conforman el poder legislativo.
Sin
embargo, estas personas rápidamente comienzan a negociar la investidura del
presidente del Gobierno, que es el jefe de otro poder (el ejecutivo) y quien
nombra además a los restantes miembros del mismo (ministros). Entonces, si
desde la mayoría del poder legislativo (sea el grupo político con más peso o
mediante pactos) se elige al jefe del ejecutivo, no es ya que estos dos poderes
no vayan a ser independientes, es que directamente ¡uno de ellos será comparsa
del otro!.
Por
consiguiente, ¿qué consecuencias se derivan de este despropósito?.
Sencillamente, que el/los partido/s con mayor cuota del poder legislativo
tendrán a su vez controlado el ejecutivo.
Asimismo,
no debe olvidarse la determinante influencia que adquieren para designar a los
miembros del Tribunal Supremo, del Constitucional y del Consejo General del
Poder Judicial
.
Todo
ello implicará que un único procedimiento (elecciones generales) sirva para
adquirir suficiente poder como para adueñarse de las principales estructuras
del Estado durante, al menos, 4 años.
Así
que, para evitar precisamente eso se introdujo la teoría de la división de poderes,
porque cuando en un sistema representativo un grupo reducido de personas
concentran demasiado poder, dicho sistema se vuelve despótico (y lo seguirá
siendo aunque sea de carácter temporal y elegible).
Entretanto,
este "despotismo elegible" que reina en España, además de las
carencias señaladas, pone de manifiesto también la escasa capacidad de elección
de la ciudadanía. Dado que si los sistemas representativos actuales presumen
que sus cargos son directamente elegidos por sus ciudadanos, ¿cómo puede justificarse
que el jefe del ejecutivo, que no es un cargo precisamente menor, sea elegido
por sus colegas del Congreso?.
Seguramente
cueste hacerlo, de modo que las elecciones legislativas adoptan un falso
enfoque presidencialista, y buscan transmitir la sensación de que la ciudadanía
realmente puede votar al presidente.
No
obstante, los únicas personas que pueden hacerlo son los habitantes de la
circunscripción de Madrid, ya que probablemente el candidato a presidente se
presente como número uno por esa circunscripción. Ahora bien, en ese caso
concreto no lo hará como presidenciable, sino como candidato a diputado.
De
esta manera, los problemas mencionados provienen, casi con toda seguridad, de
los rasgos preeminentemente partitocráticos que tiene el sistema. Unos rasgos
que permiten que el partido que gane las elecciones generales consiga
seguramente, además de la mayoría del legislativo, el poder ejecutivo y una
influencia determinante en el poder judicial.
Este
entramado se sostiene evidentemente en una legislación electoral que
sobrerrepresentando a las mayorías e infrarrepresentando a las minorías,
termina diseñando un parlamento con una correlación de fuerzas muy dispar.
Sin embargo, cuando por avatares del destino
se terminan teniendo parlamentos más fragmentados, la clase política debe
negociar entre sí algo que sería más lógico que correspondiera hacer a la
ciudadanía, puesto que, en esos momentos es cuando tienen lugar concesiones en
una dirección u otra, normalmente a escondidas del resto de la gente, para que
el poder nuevamente consiga acomodarse en una dócil minoría.
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