E
El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ha funcionado como la columna
vertebral del régimen de la Transición. No sólo le ha aportado legitimidad
democrática, sino que sirvió de factor de estabilidad ante las grandes crisis
de Estado como después del intento de golpe de Estado del 23F o los atentados
islamistas del 11M. Por otro lado, hasta fechas muy recientes, contaba con una
importante implantación territorial en todas las Comunidades Autónomas, a
diferencia del PP que en Catalunya y Euskadi desempeñaba un papel marginal.
La
triple crisis económica, político-institucional y territorial en la que estamos
inmersos, ha impactado directamente contra esta formación que, desde la caída
de José Luis Rodríguez Zapatero, no sólo ha ido perdiendo, en términos
globales, apoyos electorales, sino que éstos se concentran en las regiones
meridionales del país. Además, sus apoyos se ubican preferentemente en zonas
rurales y entre los sectores de población de más edad, perdiendo el favor de
amplios segmentos de la juventud progresista. Estos factores contribuyen a
explicar el ascenso de Podemos que prácticamente ha empatado con el PSOE con
cinco millones de votos.
Así,
pues, podría afirmarse que el partido socialista se ha convertido en la caja de
resonancia de la crisis de las estructuras políticas del régimen del 78. De
ahí, también, la importancia de las primarias que enfrentan a Susana Díaz,
Patxi López y Pedro Sánchez cuyo desenlace está cargado de consecuencias
políticas que van más allá de las estrictas fronteras del partido.
Las
dos últimas elecciones generales reafirmaron este papel central del PSOE en el
sistema de partidos español. En ambos comicios, a pesar de quedar en segunda
posición a gran distancia del PP, pero a corta diferencia de Podemos, dispuso
de la llave de la gobernabilidad. Hemos de recordar que, entonces, Pedro
Sánchez tras la dimisión de Alfredo Pérez Rubalcaba fue el candidato del
aparato frente a Eduardo Madina que encarnó el impulso regeneracionista. Justamente
la situación inversa a la actual, donde Madina se ha alineado con el aparato y
Sánchez se postula como el candidato de las bases y de la renovación del
partido.
En
las primeras generales, Sánchez acató las directrices del comité federal, que
vetó un pacto con Podemos y con los independentistas catalanes, así que sólo le
quedó la opción de Ciudadanos, precisamente la formación que da apoyo a Susana
Díaz en Andalucía. Fracasada esta opción, tras las segundas elecciones, cuando
intentó desmarcarse de sus mentores y ensayó un acuerdo con Podemos y los
independentistas catalanes fue fulminado por un golpe palaciego, cuyo
pistoletazo de salida fue dado por Felipe González, el buda viviente
socialista. Así se constituyó una gestora, a la hechura de la presidenta
andaluza que, con la oposición del PSC y un puñado de diputados del PSOE,
permitió con su abstención la investidura de Rajoy.
En
principio, la situación de Sánchez evoca vagamente el destino de Josep Borrell
que venció en las primarias al candidato del aparato, Joaquín Almunia, pero que
poco después hubo de renunciar al cargo por unas filtraciones sobre la
corrupción de algunos de sus colaboradores y que las malas lenguas atribuyeron
al propio aparato del partido. Sánchez, a diferencia de Borrell, ha decidido
plantar cara a los poderes fácticos del PSOE, presentándose como el candidato
de las bases, propugnando un giro a la izquierda del partido y apostando por
una aproximación a Podemos, pues sin un acuerdo entre ambas formaciones será
imposible que la izquierda pueda desbancar al PP.
En
sentido radicalmente contrario se postula Susana Díaz que, en el acto de
presentación de su candidatura, se presentó arropada, prácticamente sin
excepciones, por los pesos pesados del aparato del partido. La presidenta andaluza
apuesta por el mantenimiento del status quo y por sostener al PP mediante un
pacto encubierto de gobernabilidad que ha ido funcionando hasta que la
inminencia de las primarias ha obligado al grupo parlamentario a marcar
distancias con Rajoy para favorecer las opciones de la presidenta andaluza.
Finalmente,
Patxi López aparece como la tercera vía, el hombre bueno capaz de recomponer la
unidad del partido entre las polaridades encarnadas por Díaz y Sánchez. Está
por ver si los apoyos a López perjudicarán a algunos de los contendientes, de
manera que serían determinantes para decantar la balanza a favor de alguno de
ellos. Aunque resulta muy difícil adivinar a cuál de ellos puede favorecer o
perjudicar.
Resulta
difícil pronosticar el resultado de estas trascendentales primarias, sobre las
que planea la sombra del pucherazo. En principio, el contexto político general
parece favorecer las opciones de Sánchez; aunque podría darse el caso que el ex
secretario general del partido fuese el preferido de los votantes y Díaz la
favorita de los militantes. Y no hemos de olvidar que en estas primarias sólo
votan los militantes.
En
cualquier caso, una eventual victoria de Sánchez desencadenaría un terremoto
interno en el partido de difícil gestión. Para empezar, la mayoría de diputados
del grupo parlamentario socialista y los barones territoriales están alineados
con Díaz. Por tanto, si Sánchez ganase las primarias, debería asumir una
especie de reconstrucción integral del partido, erizada de dificultades, pues
se enfrentaría a la oposición tanto del grupo parlamentario y de los barones
territoriales, algunos de los cuales como Emiliano García-Page ya han advertido
que abandonarían el partido si Sánchez se alzase con la victoria. Una
perspectiva que, incluso, podría conducir a la escisión.
Si,
superando estos obstáculos, Sánchez se hiciese con el control efectivo del
partido, Ciudadanos se vería obligado a endurecer su relación de principal
sostén parlamentario del PP ya que el PSOE realizaría una oposición frontal al
PP y ello pondría aún más de manifiesto el papel subalterno de la formación
naranja respecto al partido hegemónico de la derecha española. Además, se
acrecentarían las tentaciones de Rajoy de convocar elecciones anticipadas para
disponer de una mayoría más holgada y recuperar el terreno cedido a Ciudadanos.
Por
el contrario, la victoria de Díaz aseguraría la estabilidad institucional, pero
facilitaría extraordinariamente que Podemos se aposentase como alternativa de
izquierdas al PP, comprometiendo a largo plazo el futuro del PSOE. No parece
que López tenga ninguna posibilidad de vencer en estas primarias, aunque como
ya hemos indicado sus apoyos podrían ser decisivos para decantar la balanza.
En
definitiva, el desenlace de las primarias socialistas resultará una prueba de
la solidez de las estructuras del sistema de partidos del régimen de la
Transición. Una victoria de Susana Díaz abundaría en la tesis que el sistema es
prácticamente irreformable y que los cambios sólo pueden llegar mediante una
ruptura. Si Sánchez fuese el vencedor se abriría una posibilidad, más bien
remota, de que se produjesen cambios en la arquitectura institucional del
régimen.
Muy blando tu artículo. Pensé que ibas a hurgar más en la herida.
ResponderEliminar