Se
cumplen 42 años del asesinato de Víctor Jara, el cantor de la democracia
chilena, ejecutado en el Estadio Nacional de Chile. Uno de los acusados del
asesinato de Víctor Jara será juzgado en EE UU
¿No
os sucede que la mayoría de los días pasáis por alto las pequeñas cosas: la
belleza de las calles y las aceras, del invierno, la cálida mirada de las
limpiadoras del metro?... Luego aparecen los días perdidos en el bolsillo de un
pantalón, recoges la casa y un disco te devuelve a la vida real
.
Tengo
66 años y me siento más joven cada día, quedan tantas cosas por hacer, por
reír, por vivir... el tenía 41 cuando le mataron.
Hace
40 años torturaron y asesinaron impunemente a una generación entera de
chilenos. Lo recuerdas porque, en la vida real, los mismos que patrocinaron el
golpe de Pinochet siguen invictos, aniquilando iraquíes, afganos o somalíes, y
no entiendes muy bien cómo se puede liberar a alguien matándole antes o
vendiendo armas a quien es un asesino.
Incluso
parece gracioso que el mismo fastuoso general fuese aplaudido, amnistiado, por
haber masacrado a infames como Víctor Jara que se atrevieron a cantar canciones
al pueblo, a enarbolar la poesía como arma de futuro; por enseñarnos a amar
esas pequeñas cosas que hacen que un país, una ciudad, sea una, grande y libre
no por su petróleo, las empresas o los ridículos destinos imperiales, sino por
su paisanaje.
Deberíamos
pensarlo cada vez que salimos a la licha, pensar que realmente estamos
armados, "las palabras son el espejo de la acción", decía Solón. Él
mismo pareció presagiar su final en 1966 en su Canción del soldado: ‘’Soldado,
no me dispares / soldado. Yo sé que tu mano tiembla / soldado, no me dispares.
/ ¿Quién te puso las medallas? / ¿Cuántas vidas te han costado? / Dime si es
justo soldado / con tanta sangre, ¿quién gana? / Si tan injusto es matar, /
¿por qué matar a tu hermano?".
"Tú
eres ese maldito cantante, ¿no?", le dijo un suboficial al tiempo que lo golpeaba
en la cabeza, lo derribaba y le pateaba el vientre y las costillas. Llamó a los
guardias y añadió: "No permitan que se mueva de aquí. Éste me lo
reservo". Después, Víctor fue trasladado al sótano donde se le ve
fugazmente en un pasillo, el mismo en el que con tanta frecuencia se había
preparado para cantar, ahora cubierto de sangre y tumbado en un suelo lleno de
orina y excrementos.
Al
día siguiente, viernes 14 de septiembre, Víctor, ligeramente recuperado,
preguntó a sus amigos si alguien tenía lápiz y papel y comenzó a escribir su
último poema. Víctor garabateaba a toda prisa e intentaba registrar parte del
horror al que se estaba dando rienda suelta en Chile, a fin de que el mundo lo
supiera.
Al
borde de la histeria y perdido el dominio de sí, el oficial apodado "El
Príncipe" le golpeó y le gritó: "Canta ahora si puedes, hijo de
puta". Después de cuatro días de sufrimiento, la voz de Víctor sonó en el
estadio para cantar un verso de "Venceremos", el himno de la Unidad
Popular.
A
continuación, fue golpeado y evacuado a rastras para someterle a la última
etapa de su agonía. Un grupo de guardias fue a buscarlo y él le pasó el
papelito a un compañero, que lo escondió en el calcetín mientras se lo
llevaban. Cada uno de los amigos intentó aprenderse de memoria el poema a
medida que era escrito para poder sacarlo del estadio. No volvieron a ver a
Víctor.
(Fragmento
del libro Víctor Jara, una canción inacabada, de su viuda Joan Turner.
Ediciones B).
Luego
le cortaron los dedos, la lengua y le machacaron las manos, para que no pudiera
tocar más su guitarra, ni trovar por los chilenos. Y su cuerpo apareció con 44
impactos de bala. ¿Cuánto odio?, demasiado para un pobre cantor que recorría
los pueblitos cantando a los niños pobres.
Luego
piensas de qué madera tendría que estar hecho un tipo que en medio de la
tortura escribe un verso y canta para apaciguar a sus compañeros presos, y te
sientes ínfimo, aunque feliz, fuerte por no perder la memoria y hacerle vivir.
Agradecido
por hacerte recordar la esencia que nos hace humanos y no animales. Con ganas
de gritar, de cantar: "No me asusta la amenaza, patrones de la miseria, la
estrella de la esperanza continuará siendo nuestra".
Aquel
16 de septiembre de 1973 Víctor Jara no murió, sólo le cortaron las manos y ya
no puede tocar su guitarra. Su voz sigue intacta.
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