La
reunión del Comité Federal del PSOE del día 28 de diciembre de 2015 prometía
tener una particular importancia para el panorama político del país. Sin
embargo el miedo a una crisis interna, la superficialidad en el análisis
político y la situación de empate técnico entre los seguidores de Pedro Sánchez
y de Susana Díaz le han quitado relevancia a pesar de la aceleración de los
tiempos políticos.
Tres
son los asuntos colocados encima de la mesa: a.) la posibilidad de entrar en un
gobierno de gran coalición con el Partido Popular b.) las líneas rojas de la
negociación con Podemos para la hipotética formación de un gobierno de
coalición y c.) la fecha de celebración del próximo congreso federal que, a
pesar de que no entraba en el orden del día, ha estado presente en todo momento
reflejando las tensiones por el control del Partido.
a.)
Este asunto no genera disparidad de opiniones. El punto de vista de los
sectores próximos a Felipe González, que buscan un “pacto de Estado” con el
Partido Popular argumentando con el espíritu de la Transición, está
arrinconado. El desplome del PASOK en Grecia y la pujanza de Podemos convierten
este escenario en extremadamente peligroso para el PSOE en la actual situación.
La única decisión tomada en firme en la reunión del Comité Federal ha sido
esta: descartar la posibilidad de una gran coalición con el Partido Popular.
b.)
Las líneas rojas de la negociación con Podemos ya habían sido trazadas antes de
la celebración del Comité Federal: no hacer concesiones en la cuestión del
referendum de autodeterminación que pide Podemos. Inmediatamente después de las
elecciones Susana Díaz subrayó esta línea roja utilizándola como estrategia
discursiva con el fin de intentar erosionar a Pedro Sánchez. Pero se trataba de
una simple escaramuza pues tampoco este tema ha generado nunca desacuerdos de
fondo entre los dos sectores más visibles del Partido.
c.)
La pugna entre Susana Díaz y Pedro Sánchez por el liderazgo del Partido se
articula hoy alrededor de la fecha de celebración del próximo congreso.
Mientras el primero prefería aplazarlo hasta abril, Susana Díaz prefería
celebrarlo en las fechas previstas con el fin de asentar su propio liderazgo
frente a la posibilidad de una segunda vuelta electoral.
Díaz
esgrimía como argumento una mayor capacidad de arrastre electoral que Pedro
Sánchez pero no fue capaz de aportar prueba alguna, con lo cual tampoco ha
conseguido erosionar el liderazgo de Sánchez tal y como pretendía. El empate
técnico entre ambos sectores ha impedido tomar una decisión sobre la fecha de
celebración de dicho congreso, decisión que se ha acordado posponer para una
próxima reunión en enero. Con todo: se puede decir que, en contra de lo
esperado, ha sido Pedro Sánchez el que ha salido vencedor por ahora de esta
pugna debido a la debilidad de los argumentos de Susana Díaz.
Por
tanto el Comité Federal no ha servido ni para aclarar posiciones políticas, ni
para tomar decisiones difíciles aunque sí para constatar una preocupación
tapada por argumentos formales y por el recuerdo de viejas glorias, pero que
estaba en boca de la mayoría de los asistentes: desde Elena Valenciano a María
Chivite. Lo que ya había sido consensuado y decidido ha sido ratificado oficialmente,
y lo que aún no había sido decidido -sobre todo la celebración de la fecha del
congreso- ha sido pospuesto.
Por
otro lado se ha producido un -inesperado- reequilibrio de fuerzas entre ambos
líderes. Los peores resultados del PSOE desde la Transición parecían colocar a
Susana Díaz en una buena posición para disputarle el liderazgo a Pedro Sánchez.
Las grandes federaciones rurales del sur -Andalucía, Extermadura (Fernández
Vara), Castilla La Mancha (Martínez Guijarro)- pero también las de Asturias
(Javier Fernández), Madrid (Sara Hernández), la de Cataluña (Miquel Iceta) o la
de Canarias, se decantaron, en un primer momento, más bien por Susana. Ella
encarna la continuidad del aparato y muchos de sus apoyos y fidelidades
proceden de los años compartidos en las Juventudes Socialistas. Pero Susana es
una máquina de discursos para ganar elecciones antes que una mujer de
profundidades analíticas e intuiciones estratégicas que es lo que se requiere
en situaciones como esta.
Tampoco
Pedro Sánchez lo es pero su educación es más cosmopolita aunque su carrera ha
sido mucho más corta dentro del PSOE lo cual le obliga a redoblar esfuerzos por
conseguir apoyos internos. Su arrinconamiento parecía evidente al comenzar la
la reunión pues sólo lo apoyaban las federaciones más pequeñas -Murcia (M.
Tovar), Logroño, Aragón (Alfonso Gómez) Castilla y León (Luis Tudanca) etc.-
aunque también la importante organización de Euskadi encabezada por Idoia
Mendía, que apostó desde el principio por él.
Lo
que más llama la atención es el ingenuo intento de Susana Díaz de imponerse a
su rival sin traer nada bajo el brazo excepto su aparente capacidad personal de
arrastrar (“muchos”) más votos que Pedro Sánchez y su deseo -también más
personal que otra cosa- de adelantar el congreso para hacer efectiva esa
hipotética virtud.
Esta
superficialidad se ha vuelto contra ella. A medida en que iban sucediéndose las
intervenciones quedaba claro que sus argumentos políticos eran débiles con lo
cual fue perdiendo muchos de los apoyos iniciales. Barones y baronesas
olfatearon, con razón, que desde Sevilla llegaba más táctica personal que
estrategia a la altura de una situación difícil. Iceta y una parte de la
federación extremeña se desmarcaron y Ximo Puig, que en un principio argumentó
cuestiones de agenda para no inmiscuirse a la pugna, decidió acudir a última
hora decantándose por Pedro Sánchez. Al final no se votó el espinoso tema del
Congreso pues Susana temía el empate o, incluso, perderlo.
Los
de Susana han conseguido atar a Pedro más corto, pero no han quedado como gente
con respuestas a los grandes problemas y Pedro ha conseguido esquivar su
arrinconamiento aunque, no tanto, debido a su propia fortaleza como a la
debilidad política de su adversario. Está en el aire la posibilidad de que un
tercer candidato con posiciones más asentadas, más socialdemócratas, irrumpa en
el futuro aunque hoy parece difícil: el PSOE no es (¿aún?) ese Partido
Laborista británico exhausto después de veinte años de Tercera Vía que decide
rearmarse ideológicamente frente al neoliberalismo.
Pero
entonces ¿cual va a ser la línea del PSOE a partir de ahora? Al no haber habido
una discusión de calado tampoco han sido sustanciosas las conclusiones aunque
en la resolución del Comité Federal aprobada por unanimidad quedan plasmadas
algunas referencias generales:
1.)
reafirmación del (mágico) argumento relacional: “el PSOE es lo contrario del
PP”. Esto permite descartar su apoyo a la investidura de Rajoy así como la
formación de una gran coalición de cualquier tipo. Pero sobre todo permite
seguir elevando el plano del esquema bipartidista a la categoría de
“estrategia” como ha venido sucediendo desde 1978.
2.)
apuesta por combatir la desigualdad, por recuperar el Estado del Bienestar y
por blindar los derechos sociales en la Constitución. Esto último es un paso
audaz e incluye una crítica implícita de la reforma express del artículo 135 de
la Constitución y del espíritu de gran coalición neoliberal en la que pudo
apoyarse.
Pero
no se hace mención alguna a las posibles causas del desplome del Estado del
Bienestar, a las políticas neoliberales o a las de austeridad dictadas por
Bruselas que no se ponen en duda sino que, por el contrario, más bien parecen
reafirmarse para no perder el apoyo del primo zumosol europeo.
También
esto permite seguir como hasta ahora: hacer las paces con todo el mundo y
perseverar en la planicie de la estrategia relacional: el “otro”, es decir el
Partido Popular es, una vez más, el único responsable de la situación con lo
cual las cosas volverán a su cauce una vez sustituido por el PSOE, no hay mucha
más estrategia.
3.)
Apuesta innegociable por la “unidad de España” y apoyo “leal” al Partido
Popular en la defensa de dicha unidad frente a los intentos de erosionarla con
referendums o consultas. Alusión a una “federalización del modelo territorial”
pero sin ni siquiera apuntalar un atisbo de idea novedosa que vaya más allá de
las tesis de Manuel Azaña en los años de la República o sin hacer mención
alguna a la raíz identitaria del problema nacional.
En
resumen: el Comité Federal refleja la preocupación con la que la dirección del
PSOE afronta la situación creada tras las elecciones pero no aporta ideas,
iniciativas o reflexiones con altura de miras sobre cómo salir de ella. El
intento de sustituir a un candidato por otro ha sido todo su contenido aunque,
en contra de lo esperado, se ha producido un empate que ha obligado a posponer
la fijación de la fecha de celebración del próxima congreso.
Los
argumentos políticos no han ido más allá del encaje de la explicación de la
pérdida de votos en un esquema relacional, el mismo que ha venido funcionando
durante décadas en España: los problemas no tienen una explicación sustancial
-por ejemplo una determinada política económica o las premisas erróneas a la
hora de construir del estado de las autonomías- sino la malvada acción del
eterno contrincante político que es el malo de la película.
Este
argumento lleva a otro igual de simple: la alternancia en el poder es
suficiente para generar soluciones con lo cual la estrategia del partido se
reduce a encontrar al candidato más idóneo para conseguirlo. La dirección del
PSOE no parece haber caído aún en la cuenta de que la ciudadanía considera
dicha alternancia como un argumento demasiado formal e incapaz de dar solución
a los grandes problemas del país.
Si
algo tienen en común los ideólogos de la gran coalición con el grueso de la
ciudadanía, es en que este formalismo debe dar paso a abordar las cuestiones de
fondo y que unen a España más a Grecia, Italia y Portugal que a Alemania y sus
satélites exportadores.
El
problema de los que apuestas por la gran coalición es su insistencia en aplicar
recetas fracasadas en nombre de aquel argumento de Margaret Thatcher que
siempre le dará una ventaja a los que más tienen: “there is no alternative”.
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