En la corta trayectoria
recorrida por Podemos, se ha pasado –en mi opinión- de una propuesta de modelo
basado en el espíritu que animo al 15-M, y que le hizo aparecer como su
expresión política, a un modelo basado en las principales características de
los partidos clásicos. Esto ha sido posible en un breve período de tiempo
gracias a la consolidación de un hiperliderazgo capaz de hacer aceptar a los
seguidores de esta formación esa transformación, mientras mantenía como
coartada un discurso cada vez más contradictorio con la realidad, que se
imponía en votaciones con un claro carácter plebiscitario, pues detrás de cada
decisión lo que realmente se votaba era la continuidad y reforzamiento del
liderazgo de Pablo Iglesias.
Del discurso empleado por el
grupo promotor (el grupo de politólogos formado en torno a Pablo Iglesias y Juan
Carlos Monedero), durante su puesta en escena y durante la campaña electoral
europea, parecía que Podemos pretendía ser el instrumento político que le faltó
al 15-M, la herramienta capaz de transformar las consignas de las asambleas
callejeras del tipo del “No nos representan” y “Lo llaman democracia y no lo
es” en un nuevo tipo de organización que, manteniendo el espíritu asambleario,
participativo y democratizante del movimiento original, diese la batallaa en la
arena política para disputar el poder a la casta. Este término que
popularizaron los líderes de Podemos se refería, entre otras cosas, al tipo de
políticos, partidos y comportamientos políticos que desde la transición han
gobernado España en una continua alternancia entre conservadores y socialdemócratas.
Se trataba, al menos era la
impresión que se trasmitía al inicio, no solamente de cambiar las políticas
sociales y económicas que se han aplicado durante la crisis contra las clases
populares por parte del gobierno Zapatero inicialmente, y del gobierno de Rajoy
con posterioridad y mayor profundidad, se trataba, sobretodo, de empoderar a la
gente, de transformar esas políticas con un instrumento y un método nuevo; es
decir, con una organización diferente de las existentes y con un procedimiento
basado en la participación democrática intensiva de las clases populares. Se
trataba de todo un reto que despertó el entusiasmo de mucha gente que había
participado en las movilizaciones de los últimos años.
El programa que avanzó Podemos
para las elecciones europeas no era muy diferente del de Izquierda Unida. La
justificación de su nacimiento -y del hecho de que suponía abrir una nueva
división en la izquierda- no estaba en el programa, que ya era defendido desde
la izquierda por IU u otros partidos, la justificación solo podía sostenerse en
los nuevos métodos con los que pretendía actuar. Y esto es precisamente lo que
el grupo promotor y el proceso de definición organizativa de Podemos acaban de
enterrar. Podemos se está convirtiendo en una versión, y ni siquiera mejorada,
del tipo clásico de partido al que tanto ha criticado.
Es necesario documentar las
principales etapas de este proceso de cambio llevado a cabo por el grupo
promotor. Su base de apoyo social se configuró en torno a la creación de
círculos temáticos o territoriales a través de los cuales sus seguidores se
organizarían. Su método de participación fundamental se haría a través de la
utilización de los modernos medios de comunicación como internet o los
servicios de telefonía móvil, en una clara imitación de Beppe Grillo y el
Movimiento 5 estrellas italiano. Y el cemento que uniría esa nebulosa
heterogénea creada de manera tan rápida iba a ser el hiperliderazgo creado en
torno a Pablo Iglesias.
El discurso ultra-democrático,
participativo y horizontal del grupo promotor se fue descubriendo como una
simple estrategia para encubrir una voluntad decidida de poder. Según se iba
consolidando el liderazgo esa voluntad se fue mostrando más abiertamente y el
discurso justificativo se fue trasformando. Del método participativo y
democrático como justificante, se pasó a la necesidad de vencer en las
elecciones, ese fin debería justificar ahora el nuevo modelo organizativo que
se ha terminado aceptando para Podemos.
Una democracia para que no sea
un simulacro tiene sus reglas: igualdad de oportunidades para todos los
participantes, procedimientos claros aceptados previamente, aceptación de
resultados, respeto por las minorías, rechazo de chantajes, etc. Si estás
reglas son violadas, pueden darse votaciones, pero serán simulacros que puede
ir desde el caso extremo de los referéndum plebiscitarios que han utilizado
algunas dictaduras -como la franquista sin ir más lejos-, hasta las críticas al
funcionamiento de las democracias burguesas por ausencia de igualdad de oportunidades,
totalmente distorsionada por la intervención de los grandes poderes económicos
o mediáticos.
Y esta violación de las reglas
es lo que han venido realizando desde el inicio el grupo promotor de Podemos.
El método empleado para elegir a los candidatos a eurodiputados fueron las
primarias abiertas a todos los que quisieran participar, pero en medio del
período de votación Pablo Iglesias intervino con un artículo desde el periódico
Público (Cinco candidat@s para ganar, 29/03/2014) para apoyar a sus candidatos
preferidos y condicionar con su liderazgo las preferencias de los seguidores de
Podemos. El resultado fue perfecto, cuatro de los cinco candidatos recomendados
pasaron a ser eurodiputados, más él mismo; solamente una candidata de Izquierda
Anticatalista (IA), Teresa Rodríguez, se les coló al grupo promotor. En
cualquier democracia, este tipo de manipulación hubiese levantado una ola de
indignación. Pero en Podemos pocos se escandalizaron, el hiperliderazgo
empezaba a funcionar.
El siguiente paso, tras el
éxito electoral, era definir el modelo de organización, los principios y la
estrategia. Inicialmente, el grupo promotor quiso acentuar la diferencia con
los partidos existentes y para ello rechazó que la organización que se quería
levantar fuese un partido político, de manera que cuando en marzo pasado se
inscribió a Podemos como partido, Juan Carlos Monedero llegó a afirmar que “El
régimen de 1978 nos obliga a constituirnos como partido político; lo aceptamos,
pero sólo como imperativo legal” (Público, 13/03/2014).
Pero no era más que un guiño a
los seguidores procedentes del 15-M, en el fondo, como se ha demostrado en las
propuestas de Pablo Iglesias -ganadoras en la asamblea fundadora- el modelo que
tenían planeado era el de un partido político clásico, incluso más centralizado
que muchos de los existentes.
El proceso de definición de los
principios, de la estrategia y, sobretodo, el modelo era una cuestión delicada.
El grupo promotor quería tener controlado férreamente todo el proceso, especialmente
frente a la organización que les podía disputar ese control, Izquierda Anticapitalista,
impulsora desde el inicio, junto al grupo promotor, del proyecto de Podemos.
Para ello sabían que lo importante, como luego así se demostró, era controlar
la convocatoria, reglas y desarrollo de la asamblea fundadora. Propuso entonces
la creación de una comisión técnica elegida que pilotase ese proceso.
Entonces, se produjo una nueva y grave violación de las reglas democráticas. El
grupo promotor estableció las reglas para la elección de esta comisión técnica,
sería una elección con listas cerradas y sistema mayoritario, con lo que la
lista más votada coparía todos los puestos, un método empleado por los partidos
mayoritarios y que tanto habían criticado, pero en eso no radicaba lo peor de
estas reglas, lo peor es que cuando se hacía la propuesta, el grupo promotor ya
tenía confeccionada su lista de 25 miembros, encabezada por Pablo Iglesias, y
daba un plazo de seis días para presentar otras listas alternativas, lo que originó
que solo pudiese presentarse una, la del círculo de enfermeras. La lista del
grupo promotor venció ampliamente. Esta vez sí se expresó un cierto malestar en
el interior de Podemos por el procedimiento empleado durante la celebración de
la asamblea con representantes de toda España en junio, pero el hiperliderazgo
de Pablo Iglesias se consolidaba y el proceso seguía adelante, ahora con el
control del mismo mediante la comisión técnica.
El hiperliderazgo y la consigna
en alza sobre la necesidad de ganar las elecciones impedían que apareciesen
críticas importantes a las violaciones burdas de la democracia, a lo que
empezaba a ser un claro comportamiento manipulador orientado a imponer un
determinado modelo de partido fuertemente controlado por el grupo promotor. La
democracia interna y el espíritu procedente del 15-M principalmente, e IA de
manera colateral, eran las víctimas principales de este proceso.
La asamblea celebrada en
octubre tenía que elegir el modelo de organización, el político y el ético, y
previamente los diferentes círculos o equipos hicieron sus propuestas,
negociaron entre ellos y midieron sus apoyos a través de las herramientas
telemáticas de que disponían.
Fundamentalmente se fueron
configurando dos bloques enfrentados en torno al modelo de partido, el que
encabezaba Pablo Iglesias, que también proponía ponencias sobre el modelo ético
y el político, y el que encabezaba Pablo Echenique que se centraba en el modelo
de organización y apoyaba implícitamente los documentos éticos y políticos del
grupo de Pablo Iglesias. Éste defendía un modelo clásico de partido,
centralista, y con fuerte liderazgo, el modelo de Echenique concordaba más con
el espíritu del 15-M, era mucho más participativo -por eso mismo este último
iba recibiendo más apoyos internos conforme se acercaba la asamblea- y planteó
a Pablo Iglesias la posibilidad de negociar ambos documentos para presentar uno
sincrético y mayoritario.
Llegados a este punto es cuando
aparecen más claramente las tendencias manipuladoras y autoritarias que se
habían expresado previamente por parte del grupo de Pablo Iglesias. Primero,
incluyendo en su borrador la prohibición de la doble militancia, con el objeto
de marginar completamente a los militantes de Izquierda Anticapitalista de los
órganos de dirección de Podemos. Segundo, rechazando tajantemente cualquier
posibilidad de consenso y negociación con los otros borradores, volviendo a
apostar por el método mayoritario en que el ganador se lleva todo y los
perdedores quedan marginados. Tercero, utilizando el chantaje frente a los
seguidores y anunciando que si su propuesta era derrotada el no seguiría como
líder y pidiendo, además, a los que fuesen derrotados que se echasen a un lado
y renunciasen a los órganos de dirección, se trataba de un expediente extremo
ante el apoyo existente al borrador de Echenique. Cuarto, cambiando las reglas
de votación después de la asamblea, anunciando la comisión técnica que aceptaba
la demanda del equipo de Pablo Iglesias de que las tres ponencias deberían
votarse en bloque y no por separado.
En estas condiciones el
resultado quedaba sentenciado y las propuestas del equipo de Pablo Iglesias fueron apoyadas de manera mayoritaria. Lo que no está claro es si el resultado
encierra un voto de protesta contenido en la abstención. Durante la semana
siguiente al final de la asamblea, en la que se votaron las propuestas, se
inscribieron 85.000 personas más en Podemos, y del censo final de 205.750
inscritos finalmente votó solo el 54%. ¿Por qué ante unas decisiones tan
importantes y con unos seguidores tan motivados un 46% se abstuvo?
¿Corresponden esos abstencionistas con los sectores más críticos que habían
tomado clara conciencia de lo que estaba pasando en Podemos?
Para terminar no podemos
sustraernos a la tentación de realizar dos analogías históricas muy
ilustrativas. La primera con el PSOE y la segunda con Los Verdes alemanes. En
el 28 congreso del PSOE, celebrado en 1979, el líder del partido, Felipe
González, planteó la necesidad de que se renunciase al marxismo como una
condición para poder ganar las elecciones (como hoy Podemos rechaza definirse
de izquierdas por los mismos motivos), pero el congreso se posicionó a favor de
mantener el marxismo como seña de identidad y Felipe González dimitió. El
partido no pudo soportar la ausencia del líder, convocó un congreso
extraordinario ese mismo año, renuncio al marxismo como seña de identidad y
Felipe volvió a ser secretario general. En 1982 el PSOE ganó las elecciones por
mayoría absoluta. Hoy Podemos le considera un partido de la casta.
Los Verdes alemanes nacieron
con un fuerte componente de partido antisistema y se vanagloriaba de ser un
partido diferente de los existentes en las democracias burguesas, rechazaban
los liderazgos y practicaban la horizontalidad y la democracia directa. En los
años 80, con algunos éxitos electorales a sus espaldas, se enfrentaron dos
tendencias, los fundis, que defendían las señas de identidad originales del
partido, y los realos, que querían introducir modificaciones en el
funcionamiento interno, la estrategia y el programa para poder tener más peso
electoral y llegar al gobierno. Ganaron los realos, los verdes pactaron y
entraron en gobiernos primero con la socialdemocracia y luego con los
conservadores. Actualmente es un partido más del establishment alemán. Hoy
aquél debate entre realos y fundis parece haberse reencarnado en el debate
entre las propuestas del equipo de Pablo Iglesias y las del equipo de Pablo
Echenique.
Los perdedores en la asamblea
fundadora de Podemos han definido claramente el sentido de la votación cuando
Teresa Rodríguez ha declarado "Entendemos que una amplia mayoría de
personas cree que lo que necesitamos de cara al ciclo electoral que nos espera
es una organización, muy centralizada, alrededor de un fuerte liderazgo"
(Público, 27/10/2014). Lo mismo que dijeron el PSOE en el 79 y Los Verdes
alemanes en los 80.
Podemos ha enterrado el 15-M,
¿conseguirá mantenerse su espíritu en las nuevas candidaturas municipalistas
que como la de Guanyem Barcelona están surgiendo por todo el estado español?
¿conseguirán estas nuevas experiencias organizadoras corregir las tendencias
plebiscitarias y al hiperliderazgo y el centralismo instaladas en Podemos?
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