Quizá
no hubiera escrito en estos días sobre el Golpe de Estado militar del 18 de
julio y los acontecimientos que le siguieron, sino hubiese tropezado, para mi
desgracia, y la de los demás lectores del artículo, con una columna de Fernando
Sánchez Dragó en El Mundo, sobre la Memoria Histórica. Esa pieza constituye el
ejemplo perfecto del periodismo falsario y amarillista. Haciendo honor a su
travestismo franquista, se dedica a burlarse e insultar a las personas que intentan
que se publique la verdad sobre los crímenes de la dictadura, hasta el punto de
atreverse a afirmar que José Antonio Primo de Rivera tiene que estar en el
memorial de víctimas puesto que lo fue del gobierno republicano.
Como
ni los represaliados, enmudecidos por el pánico, lo han contado, ni la escuela
de este país hundida en la ignominia, se lo ha enseñado a las generaciones
siguientes, casi nadie debe saber, y de eso se vale Sánchez, que José Antonio
Primo de Rivera, fue juzgado y sentenciado a muerte por un tribunal en Alicante
el 20 de noviembre de 1936, por los delitos de rebelión y conspiración militar
contra el gobierno legítimo de la II República. Delitos que quedaron claramente
probados.
Participó
en el alzamiento de Sanjurjo en 1932, y en 1933 viajó a Italia y a Alemania
para entrevistarse con Mussolini y con Hitler, de los que consiguió apoyo
económico y armas para el golpe militar que se estaba preparando.
José
Antonio Primo de Rivera creó junto a Julio Ruiz de Alda el Movimiento Español
Sindicalista, embrión de la futura Falange Española, movimiento político de
carácter fascista que, como tal, nació impugnando los métodos democráticos y
que defendía un Nuevo Estado de carácter totalitario y corporativo (expresado
en la consigna del sindicalismo vertical).
Falange
Española fue fundada en el Teatro de la Comedia de Madrid, el 29 de octubre de
1933. En el Manifiesto Fundacional defendía que era imprescindible legitimar el
ejercicio de la violencia, «la dialéctica de los puños y las pistolas», para
propiciar un Estado autoritario. Desde que se creó, la Falange se dedicó al
empleo sistemático del terrorismo, que aumentó durante el segundo bienio. Desde
un principio empleó un lenguaje violento que fácilmente podía llegar a la
provocación y al asesinato. Payne (1997, Cap. La erupción de la violencia). Los
falangistas asesinaron al ex director general de Seguridad y fundador del
Comité Nacional de Acción Republicana, Manuel Andrés Casaús, uno de los
impulsores de la proclamación de la República en Éibar; también al periodista
santanderino Luciano Malumbres. Su primer asesinato fue el de Juanita Rico, una costurera miembro
de las Juventudes Socialistas. La Falange cometió también el atentado contra el
catedrático de Derecho Jiménez de Asúa, en el que resultó muerto su escolta.
A
estos crímenes se les unieron ataques armados continuos a las Casas del Pueblo
socialistas y a los dirigentes sindicales. Pero de no haber sido por la
actividad terrorista que fue en aumento durante todo el periodo republicano, la
Falange no hubiera tenido ninguna relevancia política, como se demostró en las
elecciones de 1936, donde obtuvo 44.000 votos en toda España, lo que significó
el 0,7% de los votos útiles.
El
14 de marzo de 1936, Primo de Rivera ingresó en la cárcel Modelo de Madrid por
posesión ilícita de armas y posteriormente, el 5 de junio, fue trasladado a la
de Alicante. Desde la cárcel, favorecido por un relajado régimen de visitas,
dirigió a la Falange tratando de llevar la iniciativa en la insurrección. A
finales de abril redactó una carta dirigida a los oficiales del ejército que se
distribuyó el 4 de mayo. En ella se hacía un llamamiento a la sublevación:
“Ha
sonado la hora en que vuestras armas tienen que entrar en juego para poner a
salvo los valores fundamentales, sin los que es vano simulacro la disciplina. Y
siempre ha sido así: la última partida es siempre la partida de las armas. A
última hora —ha dicho Spengler—, siempre ha sido un pelotón de soldados el que
ha salvado la civilización”.
A
partir de mayo de 1936, mantuvo correspondencia con el general Mola. En una
carta que Primo de Rivera le hizo llegar a Pamplona le prestaba su apoyo total
y hablaba de condiciones, ofertándole 4000 falangistas disponibles desde el
primer día del alzamiento. El 29 de junio envió nuevas circulares, ahora sí,
apoyando la insurrección. Una, destinada a la primera línea de Madrid, hacía un
llamamiento al adiestramiento para estar preparados ante el instante decisivo;
y otra, destinada a La Jefaturas Territoriales, para que se pongan a
disposición de los mandos militares en la sublevación. El 13 de julio mandó
otra carta a Mola en la que le pedía acelerar la sublevación. «Tiene el
carácter de apelación suprema. Estoy convencido de que cada minuto de inacción
se traduce en una apreciable ventaja para el Gobierno». José Antonio Primo de
Rivera, el 17 de julio, redactó un manifiesto en el que expresaba la
participación sin reservas de la Falange en la rebelión.
El
juicio contra José Antonio comenzó el 3 de octubre, la vista oral se celebró el
16 y 17 de noviembre y fue condenado a muerte por conspiración y rebelión
militar, que se ejecutó el 20 de noviembre. Ganada la guerra por las tropas
facciosas, el nuevo régimen homenajeó a José Antonio y a sus familiares y partidarios,
trasladando sus restos al Escorial primero y al Valle de los Caídos después, en
el más esperpéntico y espectacular entierro que jamás se hubiera realizado en
España. Su ataúd fue llevado, a pie, en
hombros de falangistas, desde Alicante hasta el Escorial, en una interminable
procesión, día y noche, iluminada por antorchas, que duró dos meses. Cuando se
construyó el Valle de los Caídos, Franco ordenó su exhumación y traslado al
nuevo monumento.
La
noticia de su muerte llegó pronto a la zona nacional y fue silenciada durante
los dos años siguientes, llegándosele a conocer como «el ausente». La figura
del mártir, ampliamente explotada en los años siguientes, resultaría quizá más
útil y menos incómoda que la del líder político.
“José
Antonio Primo de Rivera no llegó a alcanzar una significativa influencia
política mientras vivió; sólo contribuyó negativamente a acelerar y aumentar el
desastre español. Su fama y apoteosis sólo llegaron de modo póstumo y
probablemente no lo hubieran hecho nunca de otro modo. […] Sin embargo, muerto
llegó a ser objeto del más extraordinario culto al mártir de toda Europa
contemporánea, lo que, a la larga, le ha garantizado una posición, un estatus y
un papel que nunca podría haber consumado en la vida real.” Payne (1997, pp.
372-373)
Y
a este personaje, ideólogo del franquismo, impulsor del golpe de Estado,
incitador a la violencia, autor intelectual de numerosos asesinatos y
atentados, defensor del Estado totalitario fascista, debemos ahora rendirle los
honores, según Sánchez Dragó, que se merecen las víctimas de la dictadura.
Otros
propagandistas falsifican del mismo modo la triste historia española, para
deshonra tanto de los que de este modo la están infamando como de quienes lo
publican y lo consienten. Sería imposible que en Alemania se comparara a las
víctimas del nazismo con sus verdugos, que fueron ejecutados tras el juicio de
Núremberg.
Dos
puntualizaciones: 1) En Alicante se sabe que los restos que se llevaron a
Madrid no corresponden con los de Jose Antonio, porque no se conocía donde fue
enterrado.
2)
Los gobernantes republicanos ofrecieron entregar a Jose Antonio a cambio del
hijo de un importante político republicano, pero Franco no lo consintió.
Otra
frase muy significativa del sentimiento democrático de Jose Antonio:
"...el mejor destino de las urnas es el de romperlas"
Repugnante
el sedicioso e indigente intelectual el tal Sanchez Dragó... solo alimañas como
ese cochambroso individuo florecen en ecosistemas como el ppero...
Bueno, que se puede
esperar de un violador de niñas confeso al que la derechona pepera más vil
defiende como intelectual. O Dragó no sabe de lo que habla, o se lo calla para
agradar a quienes le sirven el pan y el agua. Perro servil en ambos casos.