viernes, 16 de junio de 2017

NO ME CONTEIS MÁS CUENTOS


        
         Hoy  quiero compartir contigo amigo lector, que del cabreo sordo que arrastro desde que gobierna el PP estoy pasando a sentir  miedo.  La cuestión es que, al salir Jorge Fernández Díaz y su ángel Marcelo del Ministerio de Interior,  pensé que sin él y con un PP sin mayoría, el nacionalcatolicismo  y la censura empezarían a remitir. Que en un tiempo más o menos breve, se recuperaría  un nivel soportable de toxicidad nacionalcatolicista en las instituciones públicas  y, a partir de ahí, con la libertad de expresión como bandera, podría empezar a ser realidad eso de  que el Estado español es laico.

¿Remitir el nacionalcatolicismo carpetovetónico español? ¡Qué error de cálculo el mío!  El tsunami beateril y rancio crece por días. La mezcla entre la febril promoción turística de territorios, ciudades, pueblos y hasta caseríos, en las que todo vale;  las ansias por rivalizar y protagonizar eventos festivo-religiosos -romerías, procesiones, festividades patronales, etc.- por cierto,  todos financiados de una manera u otra con dinero público; el auge en suntuosidad y despilfarro de las celebraciones religiosas particulares –primeras comuniones, bodas y hasta entierros; y el protagonismo de la institución eclesial católica en lo público –ejército, prisiones, escuelas, hospitales,  ayuntamientos, gobierno, etc.etc. no es que no decaiga, sino que se incrementa y envalentona más y más.
Por ejemplo, de un tiempo a esta parte las procesiones no sólo son en la Semana Santa. Ahora, denominadas salidas extraordinarias, cualquier fin de semana las procesiones  ocupan calles, cortan el tráfico, salen con sus bandas de trompetas y tambores. Montan su auto sacramental y todo el mundo a comulgar con ruedas de molino ajenas.
Las procesiones, aunque me incomodan,  no me dan miedo. Sólo me incomodan. Lo que me empieza a dar miedo es la mezcla entre beaterio, que no de cristianismo,  Ley Mordaza y el artículo 525 del Código Penal. En mi opinión  en este aumento del nivel de toxicidad nacionalcatolicista tiene un papel destacadísimo la institución judicial. Si es verdad eso de que la justicia es uno de los tres pilares en que se sustenta todo Estado de derecho que se precie, el Estado español está en riesgo. Entre el mamoneo que se trae el Partido Popular con el sistema judicial y el comportamiento de la judicatura misma el tercer pilar del Estado español dura tres telediarios.
Los casos judiciales por temas relacionados con la religión católica se multiplican. Entre los últimos el “Juicio a un joven de Jaén por difundir un fotomontaje con su cara y la imagen del cristo de una hermandad”. La fiscalía imputa a Daniel un delito contra los sentimientos religiosos por la “vergonzosa manipulación del rostro de la imagen” de la Hermandad de la Amargura. “El montaje demuestra un “manifiesto desprecio y mofa hacia la cofradía con propósito de ofender” según la fiscalía”. El joven se enfrenta a una sanción de 2.160 euros y hasta 180 días –seis meses- de privación de libertad si no hay impago.
Todos  recordamos el juicio contra Rita Maestre acusada del delito de ofensa a los sentimientos religiosos o el de cantautor Javier Krahe, juzgado y absuelto en 2012 por unas imágenes grabadas en 1977 en las que explica a unos amigos “cómo cocinar un Cristo”. O el caso no tan reciente –pero ahora archivado definitivamente por la Audiencia de Navarra–  del artista Abel Azcona por su exposición “Desenterrados” en la que se podía leer la palabra “pederastia” formada por hostias de comunión.  O el también conocido caso, ahora reverdecido por la Audiencia Provincial de Sevilla,  de “la procesión del coño insumiso” en las que están encausadas tres mujeres. “Una parodia de las procesiones de Semana Santa donde sobre el palio, en lugar de la virgen había la imagen de una vagina cubierta con un manto. El recorrido festivo fue una expresión contra la explotación y la precariedad de las mujeres en el Primero de Mayo de 2014”.
La Audiencia sevillana, después de que el juzgado archivase la causa al considerar que  no había delito ya que “no creer en los dogmas de una religión y manifestarlo públicamente entra dentro de la libertad de expresión” dicta un auto de procesamiento. Cual puñado de teólogos sobrados de tiempo y telarañas, toda una Audiencia  que debiera ser laica dentro de un Estado laico, dice  no está de acuerdo con el archivo del caso y lo reabre. Y en su auto llega nada menos que a establecer  que la procesión supuso  “un escarnio al dogma de la santidad y la virginidad de la Virgen María”. ¡La santidad y virginidad de la Virgen María!
Claro que ni jueces, ni juzgados, ni audiencias, entrarían en estas historias si no fuese porque se hacen denuncias y existen fiscales que por ellos mimos o a instancia de sus  jefes  interponen denuncias. Denuncias que, por lo general, vienen, de  grupos como, por ejemplo,  la Asociación Española de Abogados Cristianos (AEAC) o de la propia Iglesia Católica Apostólica y Romana de España.
La AEAC fue fundada en 2008 con la finalidad de intoxicar, digo, “promover los valores cristianos en el ámbito de la justicia”. Encariñados con el artículo 525 del Código Penal no hay día que no lo saquen a pasear. Claro que el hecho de que haya gente encariñada con sus obsesiones  no significa que los jueces tengan que darles satisfacción.
Y en esas estoy con mis miedos y viene la “nueva política”  o, mejor,  los Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados (JASP)  que la encarnan y le dan una medalla de oro a una virgen. Y no contentos con darle la medalla porque “lo pide el pueblo” (seis mil firmas en una ciudad de 120.000 habitantes) van y lo explican.  Para que los trasnochados de siempre, los incapaces de entender la “nueva política”, aquellas y aquellos “cabezas grises” que les llenan los mítines y las urnas -pero que son unos nostálgicos pesados y gruñones-, lo entiendan. Y escriben en los papeles y hablan en las emisoras los pesos pesados de la “nueva política”, Monedero, Teresa y hasta el “macho alfa”, el Sr. Secretario General Don Pablo Iglesias Turrión.
A cada explicación dada más confuso y esperpéntico resulta todo. Cuando yo, ingenuo de mí, creo que es muy simple: el Estado y todo lo que ello significa e integra, debe ser laico. Y quien quiera que su hijo haga la comunión que se entienda con la parroquia y quienes quieran pertenecer a una Hermandad e irse al Rocío a gozar de la superstición, la manzanilla y la carne, que lo haga.  Y, por cierto,  que pague una tasa para sufragar el coste que dicho evento supone al erario público. Y el que quiera ponerse un capirote y quemar cera en la calle para expiar sus pecados o desahogarse un poco en vez de ir al psicólogo, que lo haga pero que alquile para ello el ferial o el estadio.   Y quien quiera una medalla para su virgen que se gaste su dinero y se la ponga.
Señores y señoras de la “nueva política” y demás adláteres y botafumeiros varios, como dejó escrito León Felipe: “No me contéis más cuentos, que vengo de muy lejos y sé todos los cuentos”.

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