lunes, 27 de junio de 2016

EL PORQUÉ DE LA REVOLUCION BOLIVARIANA


        
        Entre las desgracias que dejó el imperio español en los países latinoamericanos la peor fue entregarlos a las fauces del estadounidense.
En 1977, Venezuela era un hermoso país convertido en el patio trasero de Estados Unidos. Tenía la fortuna de poseer un tesoro en petróleo, la quinta reserva mundial, y ese es el único objetivo del Departamento de Estado de EEUU.
Venezuela, que disfrutaba de la renta petrolera más alta de Latinoamérica y que aquel año solo tenía 12 millones de habitantes, mantenía al 70% de sus habitantes en la pobreza. Unas escuálida clase media y pequeña burguesía, reaccionarias, ignorantes y bobaliconamente admiradoras del imperio del norte, que se beneficiaban de las migajas que dejaban en el país las grandes petroleras, estaban egoístamente contentas con poder comprarse enormes carros norteamericanos que consumían petróleo como si fuese aire, enormes frigoríficos y enormes chalets en las urbanizaciones que rodeaban Caracas. Enviaban a sus hijos a estudiar a Estados Unidos, se operaban allí de cualquier enfermedad y se cambiaban la cara periódicamente, deslumbradas por la técnica, el avance y la riqueza de su imperio.  Y votaban alternativamente a uno de los dos grandes partidos que se repartían el exiguo poder que les dejaba el Departamento de Estado de EEUU: Copei y Adeco.
Mientras, los trabajadores vivían en la pobreza, en la miseria y en la extrema miseria. Alrededor de Caracas, trepando en los cerros del Monte Ávila, se hacinaban inmundas chabolas que llamaban ranchitos, sin agua ni letrinas, que enchufaban la corriente directamente de los postes de alta tensión de la carretera.
En los “ranchitos de cartón” que cantaba Soledad Bravo, con techos de palmas, anidaban insectos que transmitían el mal de Chagas, no tenían más equipamiento que unos chinchorros para dormir y un hornillo de queroseno. Los niños estaban descalzos y desnudos, con los vientres abultados, y tenía uno de los índices más altos de mortalidad infantil de Latinoamérica.
La primera causa de mortalidad femenina era el parto en el campo y el aborto provocado en las ciudades. Enormes extensiones en poblaciones rurales y pequeñas ciudades no tenían médicos ni ambulatorios, la mitad de la población era analfabeta, mientras las antenas de televisión eran un bosque en los tejados de los ranchitos. El alcoholismo y el juego sustituían en los hombres a la escuela, la cultura y el deporte.
Una izquierda esforzada y valiente, sistemáticamente perseguida por los gobiernos de turno que detenía a sus militantes, los torturaba, los encarcelaba en infames prisiones y los hacía desaparecer cuando convenía, denunciaba continuamente este horrible reparto de la riqueza e intentaba revertirlo con programas de mínima justicia social. Una parte de ella, el Partido Comunista entre otros, mantenía una actividad legal y se presentaba a elecciones  que era imposible que ganara según la ley electoral y los recursos de que disponía. Otro sector, desesperado e impotente ante aquella situación, decidió embarcarse en la guerrilla. Durante veinte años penó en las peores condiciones, sin gente, sin recursos, sin armas, en la selva, intentando enrolar en la revolución a campesinos que no sabían más que sobrevivir.
Venezuela sufría uno de los peores gobiernos que ha padecido, el de Carlos Andrés Pérez. Ministro del Interior con el dictador Pérez Jiménez, había perseguido a los guerrilleros como a alimañas, los había hecho detener, torturar y desaparecer, sistemáticamente. Concluida la dictadura se había adscrito a los adecos, que fingían ser socialdemócratas, y habían firmado el Pacto de Punto fijo con los de Copei, democristianos, para evitar que en ningún caso el Partido Comunista llegase al poder, y así se distribuían los gobiernos, alternativamente.
Carlos Andrés Pérez persiguió a comunistas y guerrilleros con ferocidad. Se les asesinó en las calles y en las comisarías, y nunca se encontraron los cadáveres ni se celebraron juicios contra los responsables. En miles se calculan las víctimas, más que bajo la dictadura de Pérez Jiménez.
Eran los tiempos en que los presidentes de Estados Unidos, y los de España, estaban tan contentos con los mandatarios venezolanos. Las relaciones políticas y económicas no podían ser mejores. Las visitas de unos y otros se menudeaban para felicitarse mutuamente. Felipe González tenía como mentor a Carlos Andrés Pérez, de quien aprendió a organizar los GAL. Y Nixon consideraba su amigo al presidente venezolano.
No era para menos. Las grandes compañías petroleras estadounidenses disponían del oro negro venezolano a su antojo. La ficción de que se nacionalizó, de la que tanto presumía Pérez, no significó beneficio alguno para la población trabajadora. El petróleo bajo la tierra no tiene utilidad alguna, como lo demuestran los millones de años que tardamos en saber cómo utilizarlo. El petróleo ha de extraerse, refinarse y transportarse, y todos esos procesos de producción los llevaban a cabo Caribbean Petroleum, British Controlled Oilfields, Colon Development Co., Venezuelan Oil Concesions, Standard Oil (Creole) y  Gulf Oil Comporation (Mene Grande) Era cuando el bolívar se cambiaba a 6 dólares por unidad.
Mientras tanto, los trabajadores que entregaban su plus valía a los consorcios internacionales, vivían y morían en los ranchitos. Las mujeres también, presas de una política natalicia prehistórica, con diez y quince y veinte, y hasta treinta hijos por mujer adulta.
El pueblo estaba hambriento y desorientado, pero no muerto. Se producían huelgas y rebeliones periódicas, que eran reprimidas salvajemente por las fuerzas del orden, pero que seguían incubando la rabia y el deseo de justicia.
Carlos Andrés Pérez, que en 1988 había ganado las elecciones por el 52’9 % de los votos, prometiendo justicia social y reparto de la riqueza, se entregó sin condiciones a los propósitos del Fondo Monetario Internacional, al que se le llamó “Paquete Económico”, concebido para mantener la economía del país dentro del modelo neoliberal. La liberación de precios y la eliminación del control de cambio generaron inmediatamente más hambre y desempleo.
Entre otras medidas liberales, el gobierno decretó la liberación de los precios de todos los productos a excepción de 18 renglones de la cesta básica. Incrementó las tarifas de servicios públicos como teléfono, agua potable, electricidad y gas doméstico y de los precios de productos derivados del petróleo, con un primer aumento promedio del 100% en el precio de la gasolina y las tarifas del transporte público en un 30%.
Y el pueblo salió a la calle a protestar. El Caracazo o Sacudón comenzó el 27 de febrero y terminó el 8 de marzo de 1989 en la ciudad de Caracas. La masacre ocurrió el día 28 de febrero cuando fuerzas de seguridad de la Policía Metropolitana, Fuerzas Armadas del Ejército y de la Guardia Nacional salieron a las calles a controlar la situación.
Aunque las cifras oficiales reportan 276 muertos y numerosos heridos, algunos reportes extraoficiales hablan de más de 300 personas fallecidas y 2.000 desaparecidas. Otros informadores han dicho que serían más de 2.000 los muertos e incontables los desaparecidos.
Entre el 27 de febrero y el 6 de marzo de 1989, el ejecutivo envió 4.000  tanquetas para acabar con la rebelión. El Ejército y la policía usaron unos 4 millones de balas para reprimir al pueblo. En el Cementerio General del Sur, al oeste de Caracas, hay un sector conocido como “La Peste”, porque durante “El Caracazo” allí eran llevados y amontonados por días los cuerpos de los civiles asesinados en los barrios. Luego eran enterrados en fosas comunes. En “La Peste” recientemente las autoridades encontraron una fosa común con 70 cuerpos no identificados. No estaban incluidos en la lista oficial del Gobierno de Carlos Andrés Pérez.
Mientras tanto, los dirigentes políticos, Pérez, Herrera Campins, Caldera, Lusinchi, estaba inmersos en la más descarada corrupción. Los capitales salían del país sin control alguno, ninguna obra se realizaba sin pagar la coima correspondiente a los gobiernos, a las alcaldías, a los diputados, a los senadores. Tal era la evidencia de comisiones y prevaricaciones que  al final Carlos Andrés Pérez fue procesado y encarcelado.
Mientras tanto, al contrario que en otros países latinoamericanos, el ejército venezolano al que se utilizaba por el poder civil para reprimir al pueblo, no era elitista. Estaba compuesto mayoritariamente por clases trabajadoras y se sentía cada vez más incómodo por su papel genocida. De ahí surge el comandante  Hugo Chávez Frías y sus camaradas de promoción,  que provenían de clases trabajadoras pobres. Y por ello su intento de golpe de Estado en 1992.
Nada de todo esto se lo cuentan a los lectores los caritativos defensores de derechos humanos, Felipe González, Alberto Rivera, y sus medios de comunicación, que trabajan para que el régimen político y económico de Pérez y sus secuaces se implante otra vez en Venezuela.
En un mínimo resumen, de estos acontecimientos arranca  el gobierno bolivariano Pero esa es otra historia que merece otro artículo.

lunes, 6 de junio de 2016

POLÍTICOS ESPAÑOLES SALVANDO A VENEZUELA


Como parte de la campaña electoral, políticos españoles viajan a Venezuela a obrar el milagro de la caída del chavismo y el retorno de las oligarquías tradicionales, blancas, católicas y con sus fondos depositados fuera, como han venido haciendo desde el siglo XIX.
Da gusto verles a ellas, ellos, con sus cutis de porcelana, vestidos de Chanel y rebosantes de salud, demandando libertad, justicia y democracia, olvidando que tuvieron el poder siempre, hasta que surgió Hugo Chávez, y que en 190 años de gobierno no hicieron nada por Venezuela, salvo expoliar el país, corromper la sociedad y convertir un país riquísimo en un remedo, que por no tener, no tenía ni carreteras. 190 años, incluyendo los de mayor abundancia petrolera (1922-1975), que despilfarraron de la manera más obscena y, en vez de modernizar e industrializar Venezuela, hicieron del país una sociedad de parásitos, que tenía que importar desde vehículos hasta zanahorias. Hoy reclaman que el chavismo, en catorce años, haga lo que ellos no hicieron en 190.
En lo único que se aplicó a fondo la oligarquía venezolana fue en crear fábricas de muñecas, nenas perfectas, salidas de dietas y quirófanos que terminaban copando los certámenes de belleza del continente y el mundo.
En el deprimente espectáculo en que se quiere convertir la política, no sabe uno si reír o llorar viendo los desfiles de políticos españoles, a lo Gran Gatsby, para hacer caja de un país sumido en una terrible crisis –nadie va a negarlo-, crisis que tiene causas nativas, pero también –y son las peores- causas externas, como el colapso económico mundial desde 2008 y el hundimiento de los precios del petróleo, que es casi lo único que exporta Venezuela.
De las nativas hay que apuntar los graves desaciertos del gobierno, pero también la guerra económica interna de la oligarquía (con un desabastecimiento criminal de artículos de primera necesidad provocado por los dueños de la importación y la distribución), que recuerda demasiado el sabotaje contra el gobierno de Allende, en Chile, entre 1970 y 1973, o la guerra económica contra la Nicaragua sandinista. Fábricas paradas, desabastecimientos provocados y guerra al gobierno, para crear un caos que justifique o el alzamiento militar o la intervención extranjera que, tan patriotas ellos, llevan años pidiendo a gritos, sin entender que los tiempos hoy son otros.
No menos chirriante es que los salvadores más visibles sean políticos españoles, como si la España actual fuese modelo de éxito económico y social a imitar. Recoge John Kenneth Galbraith, en su obra “Un viaje por la economía de nuestro tiempo”, que, en 1929, en lo más profundo de la Gran Depresión, el desempleo en EEUU casi rozó el 25% de la fuerza laboral. No obstante, en 1939, el desempleo se había reducido al 17% y, en 1944, en plena guerra mundial, era de un simbólico 1,2%.
En España, en los mejores años de su economía, el paro ha bajado al 7,93% (2007), dato inusual pues, desde los años 80, el paro se ha mantenido a una media del 18%, es decir, igual casi a la cifra de paro de EEUU en los peores años de la Gran Depresión.
Diferencia sustantiva es que la Gran Depresión duró diez años, en tanto España vive instalada en una depresión permanente, con cifras de paro que gritan –para quien quiera oír- que el sistema económico-social imperante es un fracaso total, pues ha hecho de lo inaudito (un nivel de paro instalado hoy en el 24%) algo ‘natural’, de la misma forma que se presenta como éxito económico un sistema donde la exclusión social y la pobreza han alcanzado datos tan escandalosos como que un 22% de la población se desliza hacia la pobreza o está ya hundida en ella, como se viene denunciando desde hace años.
Correlativamente a esta ominosa realidad, la concentración de la riqueza en un puñado de plutócratas alcanza niveles históricos, como lo indica el hecho –inmoral- de que veinte personas, veinte, acumulan tanta riqueza como el 30% de los ciudadanos del país. No hay duda que, para la blanca y extranjerizada oligarquía venezolana, el modelo español actual es digno de copiar, pues ¡cuán maravilloso es que haya tan pocos poseyendo tanto! Así Venezuela, su finca expropiada por el chavismo, volvería a ser de “ellos”, únicos y legítimos dueños del país desde el mitificado 1810, de independencia.
Emigran venezolanos, los ricos sobre todo. Hay como un millón fuera, sobre los 31 millones de habitantes que tiene en país en 2016. Pocos, en relación a la cifra media de emigración latinoamericana. El Salvador, con 6,7 millones de habitantes, tiene 2,3 millones de emigrantes. Colombia tiene nueve millones, de ellos cinco millones en Venezuela. El 20% de la población mexicana vive en EEUU.
Veamos a la salvadora España. En 2008, había 1.471.691 emigrantes españoles censados. En 2016, la cifra se había disparado a 2.305.030 emigrantes. La población decrece y, según el Instituto Nacional de Estadística, España tendrá 45,8 millones de habitantes en 2024 y 40,9 millones en 2064, de población masivamente envejecida. Un país casi en vías de extinción.
Pero, claro, importa más satisfacer las demandas de los psicópatas de Bruselas antes que atender el desolador panorama natal español, machacado de forma inmisericorde por las políticas comunitarias, que han provocado, por una parte, la emigración masiva, sobre todo de jóvenes y, por otra, la caída drástica de la natalidad. ¿Quién de esos pulcros políticos que van a tomarse una foto en Caracas salvará España, enfrentándose a cara de perro con las políticas social-darwinistas de Bruselas?
Otro ejemplo de la situación de abandono que vive España es el avance incontenible de la desertización, que afecta ya al 30% del territorio nacional, con perspectivas, si nadie hace nada, de que alcance en pocos años al 50% del territorio. Pero aquí todos felices, mientras España va convirtiéndose, poco a poco e inexorablemente, en una prolongación del desierto del Sáhara y los acuíferos colapsan año tras año, para mantener un modelo agroindustrial que, espectacular a corto y mediano plazo, resulta insostenible a largo plazo, pues lleva a la destrucción de las reservas de agua dulce. Con la desertización muere la fauna, privada de hábitats naturales necesarios para subsistir.
En ese modelo político de ver hacia todos lados, menos a donde es imprescindible ver, España se ha convertido es uno de los grandes peones de la política militarista de EEUU. No sólo es base del escudo antimisiles (obra y gracia de Rodríguez Zapatero, socialista y progre), sino que ha sido transformada en la gran base militar del Comando Sur europeo de Washington, además de ser socio obediente de todo lo que le pide la OTAN (que es EEUU, vestido con otro sayal), sea enviar aviones a los países bálticos, fragatas al mar Negro o armar a Arabia Saudita para su guerra en Yemen.
¿Y qué decir de los centenares de miles de familias que han sido desahuciadas en beneficio de banqueros que tributan menos que los castigados trabajadores autónomos? ¿Qué, de los 4.000 políticos procesados por corrupción? ¿Sería, digamos, éste el modelo que se desea para Venezuela? ¿Tanto odian esos políticos al pueblo venezolano?
Indica la lógica que mal pueden salvar un país quienes han sido incapaces de salvar al suyo. Así, pues, hacemos una modesta sugerencia: señores políticos, dejen en paz Venezuela, que los venezolanos sabrán ellos solos salir de su laberinto. Ocupen sus fuerzas en salvar España, que parece necesitarlo más que Venezuela.
Por demás, no olviden el viejo refrán, que más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena.