lunes, 25 de enero de 2016

EL DOLOROSO PARTO DE LOS PACTOS

La semana que ha concluido ha sido muy reveladora del nuevo escenario político y social que se avecina, porque las fuerzas políticas surgidas de las últimas elecciones generales del 20D se han ido posicionando claramente sobre sus intenciones.

Concretamente, el último día de consultas del Rey con los interlocutores de dichas fuerzas políticas fue especialmente significativo. Por la mañana y después de su entrevista con Felipe VI, Pablo Iglesias congregaba a la prensa para comunicar a la opinión pública que había notificado al Rey que tenía intención de proponer a Pedro Sánchez, como así lo hizo público, una coalición de gobierno progresista y de izquierdas, para revertir toda la destrucción causada por el PP, y comenzar a andar el camino en la dirección correcta. Incluso proponía nombres y carteras ministeriales concretas, en una clara apuesta por avanzar lo más rápidamente posible en la negociación, después del parón navideño, y ante los pocos apoyos que iba a concitar el intento de investidura de Mariano Rajoy.

En rueda de prensa posterior, el ¿líder? del PSOE, Pedro Sánchez, insistía en que era el tiempo del PP y de Rajoy, y que sólo si éste fracasaba en su intento, su formación política iba a intentar, legítimamente, formar un gobierno "alternativo de progreso, mirando a izquierda y derecha".

De entrada, su declaración de intenciones dice ya bien poco a favor de Sánchez, que como buen líder "socialista", navega entre dos aguas, y después de haber reclamado durante toda la campaña electoral el espacio de la izquierda, ahora parece que le interesan ambos espacios.

Pero el día aún nos deparaba más sorpresas. A última hora de la tarde, tras su reunión con el Rey, Mariano Rajoy convocaba también a la prensa para anunciar, ante la sorpresa de todos, que aunque el Jefe del Estado le había propuesto para la investidura por ser la fuerza política más votada, él había declinado dicho ofrecimiento, y no va a presentarse a la misma. No obstante, su comparecencia estuvo plagada de menciones al "por ahora", "todavía", "en este momento", para finalizar declarando abiertamente que "no renuncio a nada", y que "mantengo mi candidatura".

Es lógico pensar que se trata, por tanto, sólo de una calculada maniobra de distracción y de efecto. Por un lado, Rajoy no se presenta a la investidura y "cede el paso" a Sánchez y el PSOE, no sin antes advertir que "no es el Gobierno que le conviene a España", y que su grupo en el Congreso (y en el Senado, donde disfrutan de mayoría absoluta) vetarán "cualquier disparate" que se pueda proponer.

Más allá del continuo y absoluto desprecio a la democracia y a la ciudadanía que siempre destilan sus palabras, la estrategia del PP, como decimos, parece clara. Bajo la excusa de que no posee aún los apoyos suficientes, Rajoy quiere quemar todos los cartuchos de la posible negociación y formación de Gobierno (si es que se llega finalmente a dicho estadio) entre el PSOE, PODEMOS y terceras fuerzas, a la espera de presentar, en su momento y por ejemplo, una moción de censura que desbanque dicho Ejecutivo, o bien, simplemente, a la espera de que la Comisión Europea, los empresarios y demás actores del establishment viertan toda la presión posible para desbaratarlo.

Mientras, sigue a vueltas con la "gran coalición" (PP-PSOE-C's), deslegitimando cualquier otra fórmula o acuerdo que se pueda plantear. La cobardía de Rajoy, los problemas del PP con la justicia (cada día más asediado por la corrupción galopante de sus dirigentes y cargos públicos), y la determinación en boicotear las medidas y decisiones que adoptara un gobierno de izquierdas (que no radical), pueden estar detrás de todas estas decisiones, proclamas y discursos.

        Porque en efecto, para Rajoy y el PP el único gobierno coherente, estable y fiable, que podría generar "confianza" en los mercados sería el de la gran coalición, y advierte que cualquier otra combinación o posibilidad sería "un gran fraude", y que puede acabar "como el rosario de la aurora" (en realidad, está queriendo decir que ya se encargarán ellos de que acabe así).

Pretenden que olvidemos que Rajoy y sus políticas han hecho mucho daño: llevan cuatro años intensos y desgarradores haciendo daño a mucha gente, a muchos colectivos, a muchos sectores, hundiéndolo todo, precarizándolo todo, desmontándolo todo, destruyéndolo todo. Llevan cuatro años haciendo la vida imposible a los jóvenes, a los inmigrantes, a los parados, a los jubilados, a las mujeres, a los empleados públicos, y en fin, a toda la clase trabajadora. Llevan cuatro años destrozando nuestro Estado del Bienestar (destrozo que ya iniciara, todo hay que decirlo, la anterior legislatura del PSOE, y aún podemos remontarnos mucho más atrás), y privatizando todo lo que encuentran a su paso.

Pero no contentos con eso, han coartado nuestros derechos y libertades fundamentales, han pisoteado nuestras conquistas laborales, y han corrompido todas las esencias del buen hacer en política, favoreciendo a los poderosos, ninguneando a la cultura, manipulando los medios públicos, esquilmando nuestros recursos comunes, y fomentando las desigualdades hasta límites aborrecibles...y encima, se quejan de que nadie quiere hablar ni negociar con ellos. Pretenderán que después de todo su abominable currículum les pongamos una medalla y les despidamos con un homenaje.

Rajoy alude y reivindica constantemente al partido de los más de 7 millones de votos, pero como siempre, se le olvida contar la otra parte de la película, justamente el relato que él quiere obviar, y las cuentas son bien sencillas: PODEMOS, sus distintas confluencias territoriales e IU-UP sacaron más de 6 millones de votos, el PSOE sacó más de cinco millones de votos, y esa suma es superior a la del Partido Popular y CIUDADANOS, y parece mentira que a estas alturas de nuestra "madura democracia", haya que explicarle al señor Rajoy que estamos en un sistema parlamentario, donde gobierna no el partido más votado, sino la opción política que obtiene y concita mayores apoyos.

Y en ésas deberíamos estar, pero Pedro Sánchez, lejos de comenzar inmediatamente sus negociaciones con PODEMOS después de la oferta clara de Pablo Iglesias, se empeña en esperar el tiempo de Rajoy, y en hablar "a derecha e izquierda". De hecho, ya se ha puesto en contacto con Albert Rivera. La presión de los "barones socialistas" (que ni son barones, ni son socialistas) y de los clásicos dinosaurios del PSOE (Felipe González, Alfonso Guerra, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, etc.) está haciendo mucho daño a la posibilidad de que se materialice un giro real hacia la izquierda en las políticas de esta mitad del bipartidismo.

Y así, el PSOE se debate a día de hoy entre los argumentos y la necesidad del cambio, y los argumentos contra el mismo, alegando frivolidad, intereses partidistas de Pablo Iglesias, chantaje, humillación, etc. Pero en fín, ya sabíamos que Pedro Sánchez mandaba poco en el PSOE.

Incluso en un alarde de supina estupidez política, nos acabamos de enterar, al momento de escribir este artículo, de que el PSOE va a pedir al Rey que vuelva a instar al PP a formar Gobierno, aunque tenga que someter a la investidura a otro candidato distinto a Rajoy. Absolutamente demencial.

Parece que se les viene encima la terrible decisión que han de tomar, y están intentando ganar tiempo como sea. Porque por otra parte, lo que parece ser cierto, según todas las encuestas posteriores al 20D, es que si el PSOE no aprovecha esta oportunidad y el escenario deriva en nueva convocatoria de elecciones, va a sufrir las consecuencias en su propio electorado, ya que es muy probable que PODEMOS se aúpe como segunda fuerza política del país.
Aunque, por supuesto, y para evitar dicho escenario a toda costa, los medios de comunicación del régimen continúan lanzando toda su artillería pesada para desprestigiar a la formación morada a toda costa, con estúpidas y manipuladas "exclusivas" mediáticas para poner el acento y desviar el foco de atención hacia otro lado, como nos recuerda este artículo de Luis Ángel Aguilar Montero http://luisangelaguilar.blogspot.com.es/2016/01/tele-locuta-causa-finita-por-que-hay.html.


Por su parte, el tercero en discordia, CIUDADANOS, a quien cada día que pasa se le ve más su plumero de derecha pura y dura, no esconde sus preferencias por la gran coalición a tres bandas, y descarta abiertamente cualquier apoyo o acuerdo con PODEMOS. Así están las cosas, y no debemos desfallecer, porque necesitamos urgentemente la formación de un nuevo Gobierno del cambio político en nuestro país, que haga frente a los grandes objetivos sociales planteados, a las grandes deficiencias democráticas, al gran rescate humanitario y a los grandes desafíos plurinacionales. Estaremos atentos a los próximos movimientos.

viernes, 8 de enero de 2016

¿HABRÁ UN “ELEFANTE BLANCO” DESPUÉS DEL 20-D?

Tras las elecciones generales del 20D, la situación de bloqueo político en España resulta más que evidente para formar una mayoría estable y coherente de Gobierno que empiece su andadura con ciertas garantías de éxito.

La soluciones pasan por celebrar nuevos comicios en primavera, que el PSOE deje gobernar al PP mediante su abstención favorable a los intereses de Rajoy, la gran coalición de PP y PSOE o una alianza de izquierdas entre los de Pedro Sánchez, Podemos e IU como base fundamental del posible pacto parlamentario.

Ninguna de las soluciones esgrimidas es plenamente satisfactoria para nadie y todas, caso de producirse, nos llevarían a una legislatura breve antes de volver a las urnas a medio plazo.

El PSOE tendría muy difícil explicar a la opinión pública su apoyo táctico al PP y con respecto a Podemos ya sus principales dirigentes regionales se han posicionado meridianamente en contra. También cabría decir que la amalgama de sensibilidades particulares en el movimiento liderado por Pablo Iglesias podría hacer aflorar sus matices distintivos ante un acercamiento a las posturas del PSOE.

Sin embargo, puede haber otra solución de compromiso inédita en España, de recorrido corto, que permita salvar los muebles al bipartidismo sin afectar negativamente a la imagen de PP y de PSOE: un ejecutivo tecnocrático, con personajes presuntamente de ideología neutral e independientes de los aparatos oficiales partidarios.

Los fundamentos de ese hipotético gobierno tecnocrático serían la unidad de España contra el secesionismo catalán y otros a la espera, la defensa a ultranza de la Constitución, el control del déficit a toda costa, la participación en la lucha internacional contra el terrorismo yihadista, medidas cosméticas y generalistas contra la corrupción, la profundización de las reformas neoliberales y la ampliación de los recortes sociales solicitados por Bruselas y el FMI.

Todo muy técnico y reformista: lo que se debe hacer sin trabas ideológicas de ningún tipo, liderado por personajes públicos de prestigio sin pasado en el PP o el PSOE. Ciudadanos tampoco estaría en contra de esta vía política de coyuntura.

Esta insólita situación facilitaría ganar tiempo al PP y al PSOE. El primero lo aprovecharía para celebrar un congreso de reagrupación de las derechas, incluso tentando a Albert Rivera hacia su logo renovado, dando a la vez el finiquito a Mariano Rajoy.

Por su parte, el PSOE convocaría a buen seguro otro cónclave interno donde poder despedir a Pedro Sánchez con todos los honores mientras se entronizaba a un líder de recambio al gusto de Susana Díaz y los pesos pesados en la sombra de la organización de Ferraz. Díaz, además, podría erigirse en la lideresa que aglutinara a las diferentes facciones ahora enfrentadas.

A la izquierda del PSOE, Podemos e IU llegarían a acuerdos de coalición de cara a los más que previsibles comicios en abril o mayo.

El nuevo escenario quedaría reducido a una recomposición sintética de la derecha en torno al PP-Ciudadanos, el PSOE en solitario y Podemos-IU juntos con los nacionalistas de Cataluña y Euskadi en los lugares de costumbre. Todo muy parecido a lo parido en la transición de 1978 con el interrogante de si Podemos sobrepasaría al PSOE en la confianza de los electores de izquierda, esto es, la cuestión clásica de la izquierda.

No debe caber la menor duda de que los mercados y los poderes fácticos estarán barajando esta posibilidad de un gobierno tecnocrático o de salvación nacional de urgencia con la meta puesta en que a medio plazo todo vuelva a los cauces de un bipartidismo tradicional.

Poco a poco se pueden ir creando las condiciones indispensables para que la solución reseñada vaya calando en la sociedad y sea susceptible de aceptarse sin mayores riesgos o contestación en la calle. Con ella, PP y PSOE saldrían indemnes y también Ciudadanos, quedando Podemos e IU como oposición minoritaria en la esfera parlamentaria.

El problema acuciante es ahora hallar un “Elefante Blanco” de compromiso, un icono limpio de polvo y paja para presidir ese gobierno de salvación tecnocrático que se presente como equidistante de la derecha y la izquierda: un hombre bueno, quizá una mujer, que no tuviera flancos de rechazo demasiado expuestos a las críticas políticas, al menos en primera instancia.

Esa coalición invisible de PP, PSOE y Ciudadanos dejaría a Podemos en un territorio incómodo, que sería tachado de irresponsable por los principales medios de comunicación españoles sustentadores del sistema posfranquista urdido en el 78.

El enroque, a todas luces arriesgado, podría ser una jugada magistral. Hasta Felipe VI reforzaría su imagen posmoderna de árbitro neutral de la España del siglo XXI.

El 23F de 1981, todos nos quedamos con las ganas de saber, aunque muchos indicios apuntaban a Juan Carlos de Borbón, quién era el misterioso personaje golpista que se escondía bajo el mote de “Elefante Blanco”? ¿Habrá fumata blanca esta vez y el paquidermo dará la cara con luz y taquígrafos? La incógnita se despejará en casi nada.

Desde algunas esferas se pensará que un gobierno tecnocrático sería tanto como dar un golpe blando a la democracia parlamentaria, al ser un ejecutivo no salido expresamente del voto ciudadano. Suena a eso, pero con los mass media predicando las bonanzas de la unidad de España y la salvación nacional, todo es posible.

Veremos qué pasa, cosas de mayor escarnio se ha tragado España sin inmutarse un ápice la masa social: corrupción, desahucios, pobreza, desigualdad creciente, trabajo sin derechos, educación, sanidad y pensiones atacadas por la gestión privada, monarquía sin plebiscito, estado aconfesional bajo el yugo católico… Y el PP sigue siendo el partido más votado, no lo olvidemos.

Un golpe de timón con tintes éticos y barnices morales que no pareciese tal golpe ajeno a la voluntad popular, con formalidades y cobertura democrática en el Congreso de los Diputados, sería una forma sutil y práctica de desbloquear el ambiente político actual. No lo descartemos. Lo que ayer y hoy parece quimera, utopía o mera especulación mañana podría ser plena realidad.

viernes, 1 de enero de 2016

EL DECEPCIONANTE COMITÉ FEDERAL DEL PSOE

La reunión del Comité Federal del PSOE del día 28 de diciembre de 2015 prometía tener una particular importancia para el panorama político del país. Sin embargo el miedo a una crisis interna, la superficialidad en el análisis político y la situación de empate técnico entre los seguidores de Pedro Sánchez y de Susana Díaz le han quitado relevancia a pesar de la aceleración de los tiempos políticos.

Tres son los asuntos colocados encima de la mesa: a.) la posibilidad de entrar en un gobierno de gran coalición con el Partido Popular b.) las líneas rojas de la negociación con Podemos para la hipotética formación de un gobierno de coalición y c.) la fecha de celebración del próximo congreso federal que, a pesar de que no entraba en el orden del día, ha estado presente en todo momento reflejando las tensiones por el control del Partido.

a.) Este asunto no genera disparidad de opiniones. El punto de vista de los sectores próximos a Felipe González, que buscan un “pacto de Estado” con el Partido Popular argumentando con el espíritu de la Transición, está arrinconado. El desplome del PASOK en Grecia y la pujanza de Podemos convierten este escenario en extremadamente peligroso para el PSOE en la actual situación. La única decisión tomada en firme en la reunión del Comité Federal ha sido esta: descartar la posibilidad de una gran coalición con el Partido Popular.

b.) Las líneas rojas de la negociación con Podemos ya habían sido trazadas antes de la celebración del Comité Federal: no hacer concesiones en la cuestión del referendum de autodeterminación que pide Podemos. Inmediatamente después de las elecciones Susana Díaz subrayó esta línea roja utilizándola como estrategia discursiva con el fin de intentar erosionar a Pedro Sánchez. Pero se trataba de una simple escaramuza pues tampoco este tema ha generado nunca desacuerdos de fondo entre los dos sectores más visibles del Partido.

c.) La pugna entre Susana Díaz y Pedro Sánchez por el liderazgo del Partido se articula hoy alrededor de la fecha de celebración del próximo congreso. Mientras el primero prefería aplazarlo hasta abril, Susana Díaz prefería celebrarlo en las fechas previstas con el fin de asentar su propio liderazgo frente a la posibilidad de una segunda vuelta electoral.

Díaz esgrimía como argumento una mayor capacidad de arrastre electoral que Pedro Sánchez pero no fue capaz de aportar prueba alguna, con lo cual tampoco ha conseguido erosionar el liderazgo de Sánchez tal y como pretendía. El empate técnico entre ambos sectores ha impedido tomar una decisión sobre la fecha de celebración de dicho congreso, decisión que se ha acordado posponer para una próxima reunión en enero. Con todo: se puede decir que, en contra de lo esperado, ha sido Pedro Sánchez el que ha salido vencedor por ahora de esta pugna debido a la debilidad de los argumentos de Susana Díaz.

Por tanto el Comité Federal no ha servido ni para aclarar posiciones políticas, ni para tomar decisiones difíciles aunque sí para constatar una preocupación tapada por argumentos formales y por el recuerdo de viejas glorias, pero que estaba en boca de la mayoría de los asistentes: desde Elena Valenciano a María Chivite. Lo que ya había sido consensuado y decidido ha sido ratificado oficialmente, y lo que aún no había sido decidido -sobre todo la celebración de la fecha del congreso- ha sido pospuesto.

Por otro lado se ha producido un -inesperado- reequilibrio de fuerzas entre ambos líderes. Los peores resultados del PSOE desde la Transición parecían colocar a Susana Díaz en una buena posición para disputarle el liderazgo a Pedro Sánchez. Las grandes federaciones rurales del sur -Andalucía, Extermadura (Fernández Vara), Castilla La Mancha (Martínez Guijarro)- pero también las de Asturias (Javier Fernández), Madrid (Sara Hernández), la de Cataluña (Miquel Iceta) o la de Canarias, se decantaron, en un primer momento, más bien por Susana. Ella encarna la continuidad del aparato y muchos de sus apoyos y fidelidades proceden de los años compartidos en las Juventudes Socialistas. Pero Susana es una máquina de discursos para ganar elecciones antes que una mujer de profundidades analíticas e intuiciones estratégicas que es lo que se requiere en situaciones como esta.

Tampoco Pedro Sánchez lo es pero su educación es más cosmopolita aunque su carrera ha sido mucho más corta dentro del PSOE lo cual le obliga a redoblar esfuerzos por conseguir apoyos internos. Su arrinconamiento parecía evidente al comenzar la la reunión pues sólo lo apoyaban las federaciones más pequeñas -Murcia (M. Tovar), Logroño, Aragón (Alfonso Gómez) Castilla y León (Luis Tudanca) etc.- aunque también la importante organización de Euskadi encabezada por Idoia Mendía, que apostó desde el principio por él.
Lo que más llama la atención es el ingenuo intento de Susana Díaz de imponerse a su rival sin traer nada bajo el brazo excepto su aparente capacidad personal de arrastrar (“muchos”) más votos que Pedro Sánchez y su deseo -también más personal que otra cosa- de adelantar el congreso para hacer efectiva esa hipotética virtud.

Esta superficialidad se ha vuelto contra ella. A medida en que iban sucediéndose las intervenciones quedaba claro que sus argumentos políticos eran débiles con lo cual fue perdiendo muchos de los apoyos iniciales. Barones y baronesas olfatearon, con razón, que desde Sevilla llegaba más táctica personal que estrategia a la altura de una situación difícil. Iceta y una parte de la federación extremeña se desmarcaron y Ximo Puig, que en un principio argumentó cuestiones de agenda para no inmiscuirse a la pugna, decidió acudir a última hora decantándose por Pedro Sánchez. Al final no se votó el espinoso tema del Congreso pues Susana temía el empate o, incluso, perderlo.

Los de Susana han conseguido atar a Pedro más corto, pero no han quedado como gente con respuestas a los grandes problemas y Pedro ha conseguido esquivar su arrinconamiento aunque, no tanto, debido a su propia fortaleza como a la debilidad política de su adversario. Está en el aire la posibilidad de que un tercer candidato con posiciones más asentadas, más socialdemócratas, irrumpa en el futuro aunque hoy parece difícil: el PSOE no es (¿aún?) ese Partido Laborista británico exhausto después de veinte años de Tercera Vía que decide rearmarse ideológicamente frente al neoliberalismo.

Pero entonces ¿cual va a ser la línea del PSOE a partir de ahora? Al no haber habido una discusión de calado tampoco han sido sustanciosas las conclusiones aunque en la resolución del Comité Federal aprobada por unanimidad quedan plasmadas algunas referencias generales:

1.) reafirmación del (mágico) argumento relacional: “el PSOE es lo contrario del PP”. Esto permite descartar su apoyo a la investidura de Rajoy así como la formación de una gran coalición de cualquier tipo. Pero sobre todo permite seguir elevando el plano del esquema bipartidista a la categoría de “estrategia” como ha venido sucediendo desde 1978.

2.) apuesta por combatir la desigualdad, por recuperar el Estado del Bienestar y por blindar los derechos sociales en la Constitución. Esto último es un paso audaz e incluye una crítica implícita de la reforma express del artículo 135 de la Constitución y del espíritu de gran coalición neoliberal en la que pudo apoyarse.

Pero no se hace mención alguna a las posibles causas del desplome del Estado del Bienestar, a las políticas neoliberales o a las de austeridad dictadas por Bruselas que no se ponen en duda sino que, por el contrario, más bien parecen reafirmarse para no perder el apoyo del primo zumosol europeo.

También esto permite seguir como hasta ahora: hacer las paces con todo el mundo y perseverar en la planicie de la estrategia relacional: el “otro”, es decir el Partido Popular es, una vez más, el único responsable de la situación con lo cual las cosas volverán a su cauce una vez sustituido por el PSOE, no hay mucha más estrategia.

3.) Apuesta innegociable por la “unidad de España” y apoyo “leal” al Partido Popular en la defensa de dicha unidad frente a los intentos de erosionarla con referendums o consultas. Alusión a una “federalización del modelo territorial” pero sin ni siquiera apuntalar un atisbo de idea novedosa que vaya más allá de las tesis de Manuel Azaña en los años de la República o sin hacer mención alguna a la raíz identitaria del problema nacional.

En resumen: el Comité Federal refleja la preocupación con la que la dirección del PSOE afronta la situación creada tras las elecciones pero no aporta ideas, iniciativas o reflexiones con altura de miras sobre cómo salir de ella. El intento de sustituir a un candidato por otro ha sido todo su contenido aunque, en contra de lo esperado, se ha producido un empate que ha obligado a posponer la fijación de la fecha de celebración del próxima congreso.

Los argumentos políticos no han ido más allá del encaje de la explicación de la pérdida de votos en un esquema relacional, el mismo que ha venido funcionando durante décadas en España: los problemas no tienen una explicación sustancial -por ejemplo una determinada política económica o las premisas erróneas a la hora de construir del estado de las autonomías- sino la malvada acción del eterno contrincante político que es el malo de la película.

Este argumento lleva a otro igual de simple: la alternancia en el poder es suficiente para generar soluciones con lo cual la estrategia del partido se reduce a encontrar al candidato más idóneo para conseguirlo. La dirección del PSOE no parece haber caído aún en la cuenta de que la ciudadanía considera dicha alternancia como un argumento demasiado formal e incapaz de dar solución a los grandes problemas del país.

Si algo tienen en común los ideólogos de la gran coalición con el grueso de la ciudadanía, es en que este formalismo debe dar paso a abordar las cuestiones de fondo y que unen a España más a Grecia, Italia y Portugal que a Alemania y sus satélites exportadores.


El problema de los que apuestas por la gran coalición es su insistencia en aplicar recetas fracasadas en nombre de aquel argumento de Margaret Thatcher que siempre le dará una ventaja a los que más tienen:  “there is no alternative”.