jueves, 5 de mayo de 2016

EL 26-J ES POSIBLE EL CAMBIO EN ESPAÑA


Ante la imposibilidad de formar gobierno desde el pasado 20-D, la repetición de las elecciones generales el próximo 26 de junio supone una nueva oportunidad para los partidos políticos que defienden un cambio real. Oportunidad que no debe ser desaprovechada. Nos jugamos mucho. El momento es histórico y hay que estar a la altura de las circunstancias.
Lo acontecido estos últimos meses de transición desde las pasadas elecciones generales del 20 de diciembre de 2015 es muy aleccionador. Podemos, IU y sus aliados, además de hacer un gran esfuerzo para encontrar la fórmula que les permita presentarse de manera conjunta en todo el Estado español, deberán esmerarse en la campaña electoral. Tienen la coherencia y la razón de su lado, pero tendrán en contra al resto de partidos prosistema y a los grandes medios de “comunicación”.
El sistema tiene realmente miedo y pondrá toda la carne en el asador para desactivar, o por lo menos contener, el “fenómeno Podemos”. No es de extrañar que incluso algunos políticos y “periodistas” que defienden el actual sistema hayan abogado por no tener una campaña electoral o por acortarla todo lo posible.
Los mismos que llevan años cansando a la gente repitiendo sus habituales y aburridos mantras ahora dicen que no quieren cansar a la ciudadanía, quienes llevan décadas despilfarrando dinero (cuando no robando) dicen ahora que quieren ahorrar costes, pero en verdad lo que les pasa es que saben que Podemos y sus aliados tienen poderosos argumentos para emplear en la campaña, en la cual pueden crecer notablemente en intención de voto.
Todo dependerá de cómo sean capaces sus portavoces de defender sus argumentos y muy especialmente de desenmascarar a sus enemigos políticos. Los dirigentes de Podemos saben manejarse muy bien en los medios televisivos, pero no deberán bajar la guardia ni confiarse en ningún momento. Cualquier error, por pequeño que sea, y esto ya lo han podido comprobar en sus propias carnes, será explotado al máximo por sus enemigos. Además de que nunca hay que olvidar que todavía una gran parte de la ciudadanía está muy alienada y desinformada, está presa del pensamiento único capitalista, de muchos prejuicios, del pensamiento conservador de que más vale malo conocido que bueno por conocer.
Y es que el PSOE va a tener realmente muy difícil defender su reciente actuación en las “negociaciones”. Un partido que se declara de izquierdas pero en el que algunos de sus personajes de más peso apuestan abiertamente por una gran coalición con el PP. Un partido que dice ser de izquierdas y se echa a los brazos de Ciudadanos, calificado por el propio Pedro Sánchez como la nueva derecha, como las nuevas generaciones del PP.
Un partido que dice ser socialdemócrata y se niega a intentar formar gobierno de coalición con los partidos a su izquierda, que defienden esencialmente, al menos por ahora, un programa económico socialdemócrata. Un partido que pacta antes con la cuarta fuerza, a su derecha, pero que se niega a pactar con la tercera fuerza, a su izquierda. Un partido que dice que Podemos es el que impide un gobierno de cambio pero que cuando se reúne con sus dirigentes les dice que no se puede más que retocar levemente el pacto hecho previamente con la derecha. ¿No hubiera sido más lógico primero intentar pactar con Podemos?
Las evidencias son abrumadoras. Sus muchos años de gobierno, sus actos, sus contradicciones, le delatan: al PSOE le sobran la S y la O desde hace mucho tiempo. Su pretendida regeneración es falsa. Este partido es el gran traidor a las clases populares. Gracias a ese partido “socialista” se ha llegado al actual estado de cosas. El régimen no sería posible sin el PSOE. ¡Ya es hora de que la mayoría social le dé la espalda, le dé su merecido! Uno de los grandes enemigos a combatir es el PSOE.
Nada de lo acontecido estos últimos meses puede sorprender a quienes ya han calado a ese falso partido de izquierdas, a esa derecha disfrazada de progresismo.
Pero no es el único enemigo a combatir. Ciudadanos también va a tener muy difícil defender su actuación de estos últimos meses. Ya sabemos en la práctica en qué consiste lo que ellos denominaban el “cambio sensato”: evitar por todos los medios posibles que Podemos y sus aliados lleguen al poder político, trabajar todo lo posible para una gran coalición de PP, PSOE y Ciudadanos, es decir, ser la muleta del viejo bipartidismo. Es el nuevo partido del IBEX-35. Sus hechos le delatan.
La “nueva política” de los Rivera y compañía consiste en que unas pocas personas negocien secretamente y firmen solemnemente sus pactos sin, por supuesto, consultar a sus bases. Quienes dicen defender una regeneración democrática no quieren ni oír hablar de la democracia en sus propias filas. El “cambio sensato” de Ciudadanos no es cambio, ni en el fondo ni en las formas.
El “cambio sensato” de Ciudadanos consiste pues en coaligarse con los partidos de siempre, en aplicar la misma, o peor si cabe, política económica, en cambiar sólo algunas caras, para que en verdad nada cambie, más allá de algunos gestos simbólicos.
Es obvio que Ciudadanos representa un cambio falso, aparente, como el del “nuevo” PSOE. Es la vieja política de siempre disfrazada de “nueva”. Podemos y sus aliados tienen ahora más fácil poner en evidencia al partido de Albert Rivera. Muchos votos que fueron a parar a Ciudadanos, al “cambio sensato”, que no tiene nada de cambio, deben ir ahora hacia el cambio real.
Ciudadanos nació, a nivel estatal, con el solo objetivo de engañar a la gente para redirigir el voto desde Podemos hacia el nuevo partido de la oligarquía, para que el cambio dé paso al recambio.
El verdadero enemigo de Ciudadanos es Podemos, es decir, el cambio (real). En nombre del cambio ellos combaten el cambio. En nombre de la democracia intentan evitarla. Nada nuevo en verdad. La burguesía lleva haciendo esto desde hace décadas. Sólo cambian las formas, los disfraces.
Por consiguiente, yo pienso que ahora sí hay muchas posibilidades de desenmascarar a los falsos profetas. Los hechos están a nuestro favor, “sólo” nos hace falta ser suficientemente elocuentes en los debates públicos para que las abrumadoras evidencias lo sean también para la inmensa mayoría social. La coherencia es nuestra mejor arma. ¡Usémosla!

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