jueves, 17 de diciembre de 2015

ELECCIONES EN UNA DEMOCRACIA EN COMA

Poco más de 4 años han pasado desde ese 15M sorprendente, embriagador, liberador, que parecía propio de una alucinación colectiva, de un desatado tsunami que iba a arrasar con todo hasta los cimientos y que iba a desterrar para siempre todas las contradicciones que ponían en evidencia una democracia en descomposición.

En esos días prerrevolucionarios de vino y rosas, de rabia y represión, las élites políticas se asustaban, pues el miedo había cambiado de bando y una gran mayoría de españoles y españolas salieron sin miedo a las calles a gritar lo que sólo se atrevían a decir de puertas adentro.

Lo paradójico de este nuevo escenario político es que los conservadores se hicieron con una amplia victoria en las elecciones autonómicas y municipales que luego culminaron en las generales, haciéndose con el poder político más omnímodo que ningún partido ha conseguido tener durante la segunda restauración borbónica.

Sobre este resultado producido en medio de una reacción política popular nada conservadora poco aún se ha estudiado, aunque hay evidentes causas como la pérdida de buena parte de la confianza de las bases del PSOE, la fuga de votos de las desideologizadas clases medias hacia el PP y unas organizaciones políticas a la izquierda del PSOE a las que les pilló a contrapié este acontecimiento, por diversas razones.

Cuatro años después de una demolición programada de derechos sociales, civiles y económicos, con el “conforme” de organizaciones supranacionales antidemocráticas y la tutela permanente de Bruselas, nos encontramos de nuevo ante unas elecciones generales.

Mucho han cambiado las cosas, es inopinable, pero lo cierto es que las élites hispanas han conseguido de manera milagrosa reforzar su poder mientras el sistema, del cual son arquitectas, sigue descomponiéndose. De ahí que la situación sea trágica, angustiosa, terrorífica.

Bajo estas premisas, es indignante lo que está ocurriendo en esta campaña electoral con los debates electorales protagonizados por representantes de los partidos en liza donde se censura la aparición tanto de Alberto Garzón, líder de “Unidad Popular-Izquierda Unida”, como de Andrés Herzog, de UPyD, ambos partidos con grupo parlamentario en esta última legislatura. Al parecer la explicación que se da es la del resultado en las encuestas, como si estas sirvieran para dar o quitar la voz a alguien y despreciar de manera indecente a los cientos de miles de votantes que estas organizaciones políticas tuvieron y podrían tener.

Esto es censura y manipulación de la peor especie aunque, a mi juicio, lo peor del asunto es que ningún afortunado invitado a los diferentes “banquetes” haya levantado la voz contra este indescriptible ataque a una democracia gravemente enferma, ni siquiera un gesto de nobleza por parte de las llamadas fuerzas emergentes.

Y qué decir de las maravillosas modificaciones en la Ley electoral protagonizadas por el gobierno de Zapatero y apoyadas por Pedro Sánchez, con el apoyo siempre inestimable del PP y de CIU: el famoso voto rogado y los requisitos para la creación de agrupaciones electorales.

El voto rogado consiste en que l@s español@s expatriad@s, ahora mismo un gran número de jóvenes, deben  solicitar previamente el derecho de voto antes de unas elecciones. Esto no parecería un problema demasiado grande si no fuera porque l@s residentes temporales, la gran mayoría entre l@s emigrantes que han salido en los últimos años del país, tienen sólo 7 días concretos para realizar una serie de trámites administrativos de manera presencial en las oficinas consulares que, por supuesto, no están precisamente en todas las ciudades. En definitiva, una verdadera gymkhana diseñada para desalentar a los votantes y reducir el electorado en el exterior.

Tal es así el perverso desaguisado, que “Eldiario.es” informaba el 29 de noviembre “que sólo un 6 % de los españoles residentes en el extranjero tendrá la oportunidad de votar en las elecciones generales del 20D. ¡Y estamos hablando de más de un millón y medio de elector@s!

Otras cosillas que afectan literalmente a la calidad de nuestra democracia son la función de los medios de comunicación y la financiación de los partidos que influye, guste o no, en su proyección mediática y en su capacidad de colocar su relato de manera transversal en todos los ámbitos de nuestra vida.

No hace falta explicar demasiado cómo anda el panorama periodístico español con todas las cabeceras de periódicos en papel volcadas en un espectro que va desde el centro-derecha de “El País” hasta la extrema derecha de “La Razón”. En cuanto a las radios generalistas tenemos otro tanto, con la excepción de “La Ser” que busca en sus espacios políticos a todas las voces de las diferentes opciones para buscar una especie de pluralidad que sin embargo se le niega a la izquierda en el resto de emisoras. Por último, qué decir de las televisiones, en las que no voy a entrar por no extenderme en su permanente adoctrinamiento neoliberal, todas ellas inclinadas, exceptuando La Sexta, hacia la derecha, cubriendo también las opciones nacionalcatólicas y ultramontanas.

El paisaje es evidente y aún más demoledor cuando comprobamos que la mayor parte de los grandes medios de masas son propiedad de bancos y grandes fondos financieros que evidentemente utilizan éstos como instrumentos para la persecución de sus intereses privados. Y esto no lo digo yo, basta con leer las declaraciones del veterano periodista Miguel Ángel Aguilar en el “The New York Times” por las que fue despedido de “El País”. Entre otras cosas afirmaba que “Los periódicos están en manos de sus acreedores y también en las del Gobierno, que ha convencido a los acreedores que los periódicos deben mantenerse vivos en lugar de asfixiarlos bajo sus deudas.”

También sería interesante recordar, para terminar con este tema, el despido fulminante de Pedro J. Ramírez en El Mundo por su investigación de la financiación ilegal del PP; la desaparición por supuestos problemas financieros del diario Público; las amenazas del Ministro de Hacienda del uso de la Agencia Tributaria para “apretar” a periodistas poco amables con el gobierno; y , en última instancia, la financiación directa y oculta del Partido Popular al medio digital de extrema derecha “Libertad Digital”.

Y sí, como no, la dichosa financiación y toda la mancha sucia que deja el dinero allá por donde se arrastra. No hará falta explicar lo que ello implica: si tienes más dinero que los demás contrincantes tendrás muchas más apariciones mediáticas, producirás más publicidad, comprarás los mejores espacios y te ubicarás en las zonas más visibles, contratarás a más personas que te lo agradecerán eternamente, montarás fundaciones, extenderás con más facilidad tu proyecto ideológico e incluso, como ya hemos comprobado, te dará para comprar voluntades y extender tus tentáculos creando relaciones de poder
.
Y si además detrás de esta financiación está la banca el resultado es francamente desastroso para el resto del país, pues la banca no da nada a cambio de nada. Afortunadamente una formación política, PODEMOS, ha sabido arriesgarse y confiar en los microcréditos que multitud de gente aporta, lo que asegura una independencia de las decisiones que tomen sus representantes respecto al principal enemigo de la democracia y sostenedor del sistema.

        Pero claro si esas ventajas las consigues fuera de las reglas del juego que le das al resto, estás acabando directamente con la igualdad de condiciones y, por tanto, con la lucha legítima dentro y fuera de las instituciones: si antes fueron los Filesa del PSOE, la Banca Catalana de CIU o el caso “Naseiro" del PP, ahora volvemos a encontrarnos con la misma flagrante realidad en forma del 3 %, de los ERE de Andalucía y de la Gürtell. Los mismos partidos empeñados en convertir la democracia en una gran farsa, con la connivencia de los tribunales.

Seis años desde el inicio de la instrucción de la trama Gürtell, cinco años de los ERE fraudulentos de Andalucía, seis años del caso Noos con la monarquía en medio de la trama de corrupción, tres años de operación pokemon y un fiscal suicidado de por medio, con Blesa, Rato, Bárcenas, Pujol y dos presidentes de Andalucía jugando al trile, unas fiscalías dedicadas a torpedear cualquier investigación de corrupción que afecte al partido en el gobierno y convirtiéndose en defensores de las elites imputadas, y un pacto entre Pedro Sánchez y Mariano Rajoy para paralizar el inicio de estos juicios hasta después de las elecciones que afectarían a los dos principales partidos en sus resultados electorales.

Todo ello conforma un marco político que invita a la deserción, aunque quizás sea lo que busquen. Sólo espero que los observadores internacionales que han dado el visto bueno a innumerables elecciones en Venezuela y que limpiarán la mancha de la sospecha tras ganar los que deseaban, se pasen por aquí para que cuenten todos los votos, porque yo de la canalla que maneja los hilos no me fío “ni un pelo”.

Ah, y que nuestro particular Hombre Sabio, Felipe González Márquez, deje ya de defender a los pobres presos políticos venezolanos porque tiene curre en casa de sobra si es que los sindicalistas condenados, los anarquistas sin habeas corpus y un tal Alfon se lo permiten: qué mejor defensa que la de alguien que conoció a las mil maravillas cómo pasarse los derechos humanos por el arco de triunfo que todo buen general se dedica a sí mismo.


¿Y aún hay alguien que no crea que los liberales son ahora mismo los mayores enemigos de la democracia y de la libertad?



viernes, 11 de diciembre de 2015

QUEMADOS POR DENTRO ARDEN POR FUERA

Hay muertes que espantan. Que estremecen a los vivos. Morir de hambre. Morir de frío. Morir quemado. Porque te están matando. Porque es una muerte injusta en un Estado social. Injustificable.

Se cuentan por miles los suicidios vinculados directamente con la pobreza. Con la impotencia depresiva que te señala como culpable de no haber podido sacar adelante a tu familia. Con la desesperanza insalvable tras recibir la notificiación judicial para el lanzamiento de tu vivienda. 

Muchos mueren quemados por dentro. Hartos de esperar que la misma administración que tolera dispendios y amnistías millonarias pague la limosna de la medicina que curaría la enfermedad que te está matando. Cansados de escuchar que la economía se recupera mientras todo se hunde a tu alrededor, sin empleo, sin ayuda, sin esperanza. Y ahora, además, quemados por fuera.

El invierno pasado mató a varias familias que no tenían los recursos adecuados para matar el frío. ¿Cuántos matará este invierno?

Han regresado los braseros de picón y las estufas de butano ante la incapacidad material de pagar la factura de la luz. Sólo que ni las casas, ni las personas, ni los aparatos estaban preparados para soportar tanta desolación.

Recuerdo a mis abuelos prender con destreza el brasero en el patio y como lo colocaban cuidadosamente debajo de la mesa camilla. Hoy muchas casas que han ardido no tenían más espacio exterior que el quicio de la ventana. Algunas de las estufas que han estallado llevaban años apagadas. Como la luz de los ojos que las encendían.

Los incendios de la pobreza confirman el fracaso del austericidio y el peligro de muerte que corre el Estado social. 

Cuando me hablan de reformar con urgencia la Constitución, suelo contestar que ya lo han hecho sin pedirnos permiso. Ya no queda nada del artículo primero que nos proclamaba como un Estado social y democrático de derecho que tenía la libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo político como valores superiores.

La democracia es sólo el decorado de la tragedia que ha supuesto el genocidio de nuestros derechos y libertades fundamentales. Vivimos en un Estado de alerta, de desigualdades, de indefensión, injusto. La coartada de la crisis ha reabierto la herida identitaria entre los pocos que nos pisan y los muchos que nos sentimos pisoteados. Y la caridad como la última solución a nuestros males.

Cuidado. A medida que aumenta la caridad, languidece la justicia social. La caridad es vertical y necesita de la desigualdad para justificar su existencia. No es un derecho exigible sino la dádiva del poderoso al que se le rinde sumisión y pleitesía.

Como decía William Cobbett, pobreza e independencia son términos incompatibles. La finalidad de un Estado social es reducir la caridad a la mínima expresión. Por supuesto, siempre habrá que agradecer a quien ayuda desinteresadamente. Pero un modelo democrático no puede fomentar que eso ocurra como un elemento vertebral del sistema. Son los mecanismos de garantía social del Estado los únicos que deben permitir que parados, enfermos o ancianos puedan subsistir en condiciones dignas. No la caridad.

Después de haber consolidado en Europa los pilares del Estado social, en apenas unos años las políticas ultraliberales de quienes nos gobiernan en la sombra han provocado su ruina.

Una vez escuché que el pobre es un extranjero en su patria.  Ciudadanos sin ciudadanía. Humanos sin derechos humanos. Marginados del sistema. Las víctimas de esos poderosos que se aprovechan del mismo mal: vivir al margen del sistema.

El modelo fiscal debe cambiar. El Estado social no puede sostenerse en las rentas controladas de quienes no tenemos, sino en las incontrolables fortunas y patrimonios que no declaran ni tributan. Mientras eso no ocurra, seguirán ardiendo por fuera los quemados por dentro. Y no podemos permitir que sea demasiado tarde para apagar el fuego.