Una
vez celebradas las elecciones la sensación en la izquierda no puede ser más que
agridulce. En el lado de las satisfacciones se pueden anotar el fuerte castigo
electoral al PP, que pierde las mayorías absolutas de poder local alcanzadas
hace cuatro años; el fuerte avance de las candidaturas de unidad popular en
algunas grandes ciudades como Barcelona, Madrid, La Coruña o Cádiz entre otras;
y el papel de árbitro que para gobernar pueden jugar diversas candidaturas de
izquierda (Podemos, Compromís, candidaturas de unidad popular) en otros
municipios y comunidades.
En
el lado de negativo se pueden apuntar hechos como que el desgaste del
bipartidismo no ha sido tan importante como se esperaba; el tirón de la marca
Podemos se ha alejado de las expectativas creadas; la marginación política a la
que se ha visto abocada IU; el desigual resultado territorial de la izquierda;
la consolidación de un recambio por la derecha, aunque más flojo de lo
esperado, como es Ciudadanos y, sobre todo, el complejo panorama post electoral
resultante que obliga a la izquierda a tener que hacer frente al problema de
los pactos si quiere evitar que muchos gobiernos locales y autonómicos vuelvan
a quedar en manos de la derecha (PP, UPN, CiU).
Los
brillantes resultados obtenidos por las candidaturas de unidad popular en
Madrid y Barcelona no son ninguna casualidad, responden a la fuerte
movilización social desarrollada en ambas ciudades durante los cuatro años
pasados y a su carácter aglutinante de la izquierda y los movimientos sociales
- con la excepción de IU en la primera, que ha pagado muy caro su error, y de
las CUP en la segunda, que se ha comportado bien -, pero también al peso de una
cabeza de lista con tirón, como se ha demostrado en Madrid con la importante
diferencia de resultados entre Ahora Madrid en el ayuntamiento y Podemos en la
Comunidad.
El
avance de las candidaturas de izquierda ha sido muy desigual territorialmente,
con importante peso en los grandes núcleos urbanos y en algunos territorios,
pero con resultado mediocre en los pequeños municipios, zonas rurales y otros
territorios. El bipartidismo, aunque reducido, no ha sido sustituido por un
sistema a cuatro partidos con un peso electoral similar como pronosticaron
muchas encuestas. PP y PSOE han aguantado bien el tirón, con Podemos y, sobre
todo, Ciudadanos alejados de las expectativas.
Podemos
como tal marca se presentaba solamente en las elecciones en las comunidades, y
es donde se puede analizar sus resultados. En ningún caso ha conseguido superar
al PSOE, solo en Navarra, que es un caso muy especial, ha conseguido empatar,
en Madrid, Aragón y Baleares se ha aproximado con cierta distancia, y en el
resto queda por la mitad o menos de los resultados de los socialistas. Tal como
ya se escenificó en Andalucía, no se ha producido ni de lejos el sorpasso del
PSOE y, en general, se puede decir que los resultados de Podemos como marca
solitaria son inferiores a los obtenidos por las candidaturas de amplia unidad
popular como Madrid (coalición no partidaria) o Barcelona y La Coruña
(coaliciones de partidos).
Esto
pone a Podemos ante dos disyuntivas. La primera, a medio plazo, si cambiará su
política de alianzas electorales de cara a las elecciones generales de
noviembre o mantendrá su estrategia de presentarse en solitario. La segunda,
más inmediata, la política sobre los posibles los pactos de gobierno para las
comunidades y, de manera indirecta, para los ayuntamientos. En el primer caso
las decisiones se tomarán en el seno de Podemos y les afectará a ellos
exclusivamente. En el caso de los ayuntamientos, Podemos está integrado en
candidaturas plurales con otros partidos y movimientos y tendrá que alcanzar
con ellos acuerdos previos.
La
política de pactos post electorales se va a convertir en un elemento clave que
va a generar fuertes debates en la izquierda y va a condicionar seriamente lo
que pueda pasar en las elecciones generales de noviembre. En términos generales
el PP podría pactar con Ciudadanos para mantener el poder en algunos lugares,
pero eso no está tan claro, Ciudadanos tiene poco que ganar en esos pactos y
mucho que perder de cara a las siguientes elecciones.
En
Cataluña la política de pactos puede articularse según una línea nacionalista
(CiU, ERC y CUP) o según una línea social (candidaturas de unidad popular, CUP
y PSC), pero en cualquier caso va a suponer tensiones. En la izquierda,
Podemos, las candidaturas de unidad popular, IU o Compromís solo pueden
establecer pactos donde figure el PSOE.
Pero
el PSOE es parte del problema para la izquierda, no de la solución. Y no porque
sea parte de la casta (término que Podemos ha dejado hace tiempo de utilizar),
sino porque, es parte de establishment: la pertenencia a la OTAN, la aceptación
de Maastricht, la reconversión industrial, el giro neoliberal de Zapatero, las
huelgas generales de los sindicatos, el comportamiento de la socialdemocracia
europea, han demostrado durante toda una época donde está situado el PSOE.
Sería toda una ironía que Podemos después de haber rechazado firmemente la
alianza con IU ahora pactase con el PSOE.
Pero
las cosas de las alianzas son complicadas, y la izquierda con muchos años de
experiencia en España y en el mundo lo sabe perfectamente, es un quebradero de
cabeza que la sitúa entre la espada de mantenerse fiel a los principios y no
influir en la realidad, y la pared de ceder pragmáticamente y terminar
sirviendo a los intereses de la clase dominante. Los ejemplos prácticos
recientes de IU son los mismos que se le presentan ahora a Podemos y a las
candidaturas de unidad popular.
Si
pactan con el PSOE, como en Andalucía – donde el acuerdo era la única manera de
evitar que un PP como primer partido votado ocupase el poder en la Junta -
terminan siendo castigados en las urnas; y si no pactan y dejan gobernar al PP,
como en Extremadura, simplemente terminan perdiendo toda la representación. La
izquierda plural que ha conseguido importantes avances en estas elecciones
tiene, además, otro punto de similitud con IU, carece de una instancia
unificadora que adopte una estrategia única, con lo cual las decisiones pueden
ser contradictorias.
El
PSOE va a intentar utilizar su posición para presentarse como el eje
articulador de la izquierda con medidas cosméticas como la utilización de
primarias, las declaraciones anticorrupción, el apartamiento de los nombres más
quemados por la corrupción en Andalucía, o algunas promesas sociales de poco
calado dentro de una declaración de “giro a la izquierda”, pero sin criticar ni
intentar revertir las medidas neoliberales tomadas por el último Zapatero. Va a
presionar, además, con el argumento de que sin su colaboración el PP seguirá en
el poder en muchos gobiernos locales. Sabiendo por la experiencia pasada que
cualquier pacto encabezado por él, siempre redundará en su beneficio.
Con
estas elecciones se abre una nueva etapa en la reconfiguración que está
teniendo lugar en la izquierda del Estado español donde quedan por resolver
aspectos muy importantes como el futuro definitivo de IU, la política inmediata
de pactos poselectorales, la posibilidad o no de alcanzar alianzas amplias como
las candidaturas de unidad popular de cara a las elecciones legislativas de
noviembre, las políticas a implementar en los gobiernos locales donde se acceda
al poder y los obstáculos que encuentren, si en la práctica van a primar las
medidas de regeneración política o de transformación social, o la capacidad de
establecer canales de coordinación y cooperación entre las múltiples
expresiones de unidad popular que han surgido.
Es
un espejismo las declaraciones de los líderes de Podemos de que el resultado de
estas elecciones muestran una tendencia imparable al cambio político y social.
Los resultados de las próximas elecciones generales van a depender, por el contrario, del
acierto con que se resuelvan las cuestiones planteadas.
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