El
Gobierno ha tomado la decisión de llevar la enseñanza hacia los momentos más
oscuros del nacionalcatolicismo. Mi razón y la religión son incompatibles.
También la religión es incompatible con la libertad de pensamiento. Por ello quiero
que quede constancia de mi opinión, sobre el tamaño despropósito de
adoctrinamiento del Gobierno, siguiendo dictados de la conferencia episcopal.
Soy
defensor de la separación real y efectiva de la iglesia con el Estado; que no
haya vínculo alguno con ninguna religión, y menos aún con la que históricamente tanto daño ha hecho a los españoles.
Según la Constitución «Ninguna confesión tendrá carácter estatal» (art. 16.3).
No es decente que se obligue a nadie a asumir el creacionismo. Es una capillada
ideológica y un insulto a la inteligencia. Quieren seguir catequizando y
adoctrinando sobre la identidad del catolicismo y su ideario: dejad que los
niños se acerquen...
El
Gobierno del Partido Popular ha publicado los currículos de religión católica
para las enseñanzas no universitarias. A través del BOE se decreta, por
ejemplo, “la incapacidad de la persona
de alcanzar la felicidad sin la ayuda de Dios”. Ahí es nada. Podemos medir
la magnitud del disparate si recordamos que hace 203 años la Constitución de
las Cortes de Cádiz afirmaban en su artículo 13: “El objeto del Gobierno es la
felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro
que el bienestar de los individuos que la componen”. La Iglesia, con tal de
hacer publicidad de lo suyo, condena a la infelicidad e intenta amargar la vida
a los no creyentes, y deja sin una noble función a los gobiernos de la nación.
A
partir de ahora, los estudiantes deberán «conocer
y aceptar, los momentos históricos de conflicto entre la ciencia y la fe,
sabiendo dar razones justificadas de la actuación de la iglesia». Tendrán que aceptar y justificar las
aberraciones cometidas por la iglesia católica en sus enfrentamientos con
la ciencia, «condenas a científicos y crímenes de la Inquisición».
La
resolución se apoya en el desarrollo de la LOMCE del ministro Wert y en el
Concordato negociado con el Vaticano a la salida de la dictadura franquista y
antes de la Constitución, aunque se publicase el 3 de enero de 1979. Con ella
el gobierno de un Estado teóricamente aconfesional ha asumido toda la doctrina
de la Conferencia Episcopal sin pestañear. Como muestra del currículo van las
siguientes “perlas”:
Se
fijan como estándares de aprendizaje
evaluables que el alumnado de 1º (6
años) tiene que “memorizar y reproducir fórmulas sencillas de petición y
agradecimiento”, o en 2º de primaria que es capaz de “expresar, oral y
gestualmente, de forma sencilla, la gratitud a Dios por su amistad”. Parece que es volver a los rezos en
Primaria.
El
currículum incide en el creacionismo, valorando que el alumnado de Bachillerato
“reconozca con asombro y se esfuerce por
comprender el origen divino del cosmos”, en contra de los modelos
científicos explicados en el resto de los contenidos curriculares. Una cosa es
que, a estas alturas, la iglesia acepte la evolución de las especies; pero eso
nada tiene que ver con el origen mítico del universo y de la vida. Vamos, que
si el alumno quisiera ser coherente debería de elegir entre aprobar Religión o
Ciencias.
Los
estudiantes deben “conocer y aceptar con
respeto los momentos históricos de conflicto entre la ciencia y la fe, sabiendo dar razones justificadas de la
actuación de la Iglesia”. ¿No será para justificar la quema en la hoguera
de Giordano Bruno? Tengo curiosidad de saber cómo se va a informar con rigor y
respeto del proceso a Galileo Galilei.
Hay
que decir que el control de la iglesia católica es total sobre lo que se
imparte y cómo se evalúa. Para justificar esta visión tan retrógrada no vale
argumentar que no se obliga al alumnado a aceptar la asignatura de religión.
Porque sí que se obliga a todos los
centros públicos a ofertarla y son las familias las que deciden si sus
hijos la cursan por ser menores de edad.
La
asignatura de religión, que se imparte sin fijar un número mínimo de alumnado, restará del orden de 70 horas de materias
troncales u optativas en función de lo que decidan las CCAA. También
condiciona la organización escolar en los centros, ya que obliga a impartir
otras asignaturas alternativas devaluadas o la de Valores Cívicos, con lo que
se educa en dos éticas distintas. Y se vuelve a dar de nuevo valor a la asignatura de religión como
evaluable y servirá para la nota media y obtener una beca.
En
suma, se refuerza la finalidad catequista o de adoctrinamiento de menores con la complicidad del Estado, usando
medios y espacios públicos para ello. Tiene narices que lo apruebe aquel
Gobierno que ha eliminado la asignatura de Educación para la Ciudadanía con el
argumento de que provocaba “adoctrinamiento ideológico”. Sindicatos del
profesorado han denunciado que este currículum exacerba la confesionalidad y se
usa como catequesis para evangelizar de forma ilegítima al alumnado con
contenidos que no tienen nada de científicos. Como dice el teólogo Juan José
Tamayo, “los contenidos son en su totalidad catequético con tendencia al fundamentalismo. El pensamiento que se
transmite es androcéntrico; el lenguaje, patriarcal; la concepción del
cristianismo, mítica; el planteamiento de la fe, dogmático; la exposición,
anacrónica”.
La
escuela pública no puede considerarse como tal sin garantizar el respeto hacia
todos los ciudadanos. Ello supone buscar lo común a todas las personas en
función de los valores que consagran los derechos humanos y exige que todo
aquello que nos separa a unos de otros quede fuera de la escuela pública. Como
decía Marta Mata, pedagoga y cristiana, “laico es lo que corresponde al terreno
de lo humano, no de lo divino”. Para ella laicismo y democracia eran sinónimos.
Las familias tienen derecho a que sus hijos reciban la educación religiosa o
moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones. Pero nada obliga a que
dicho derecho deba insertarse en la educación formal y dentro del horario
escolar. Debería desarrollarse en el ámbito no formal, por pertenecer al ámbito
privado de la familia y por su decisión personal de relacionarse con
determinados colectivos y asumir sus postulados. Los dogmas no deberían tener cabida en las aulas de un país realmente
aconfesional.
Estos
son otros de los despropósitos que aparecen como oficiales en el boletín del
Gobierno: «El ser humano pretende apropiarse del don de dios prescindiendo de
él. En esto consiste el pecado. Este rechazo de dios tiene como consecuencia en
el ser humano la imposibilidad de
ser feliz». Lo hemos leído en el BOE y nuestros hijos y nietos lo tendrán que
estudiar al ser letra de ley (resoluciones 1849 y 1850 de la Dirección General
de Evaluación y Cooperación Territorial del Ministerio de Educación). El
alumnado debe asumir y «comprender el origen divino del cosmos» y que éste «no
proviene del caos o el azar». No dicen verdad: el cosmos no viene del caos, porque el caos viene del Gobierno, que
está llevando a la ciudadanía a la más miserable de las existencias, con
religión católica incorporada y en guerra contra el Islam.
El
currículo de religión, plantea diferentes objetivos a alcanzar por el alumno,
mediante las siguientes preguntas: «Expresa con palabras propias el asombro por lo que dios hace; Enumera los cuidados que recibes como don de
dios; Memoriza y reproduce fórmulas sencillas de petición y agradecimiento;
Asocia las características de la familia de la iglesia con las de tu propia
familia; Expresa la gratitud a dios por su amistad; Relaciona la unidad de la
Iglesia con la unidad de los órganos de tu cuerpo; Recopila y pon en común con
tus compañeros oraciones que la comunidad cristiana utiliza cotidianamente;
Localiza y justifica tres acontecimientos de la historia en los que la iglesia
ha defendido la verdad del ser humano; Reconoce con asombro el origen divino del cosmos y distingue que no proviene
del caos o el azar; Identifica la influencia de la iglesia en la organización
social y la vida laboral; Comprende y respeta el significado bíblico de la
afirmación ‘hombre y mujer los creó».
No
podemos dejar en manos de esta gente la educación de la infancia ni de nadie.
Han demostrado en la historia cuales son sus valores. Fueron jueces y verdugos
en la Inquisición y cómplices con los crímenes del franquismo; protectores de
maltratadores machistas; y siguen ocultando a sus curas pederastas, que surgen
como gusanos en la podredumbre. Siempre al lado del poder político y contra los
débiles y humildes, para someterlos aquí en la Tierra, porque el cielo que
prometen no existe. Esta organización religiosa no obtendría el perdón del dios
al que dicen representar. Nos quieren
mansos y desbravados de ideas revolucionarias. Los ateos somos laicos por
demócratas, anticlericales por sus obras, seculares y agresivos por defender la
libertad y la razón.
Soy
ateo como expresión del reconocimiento a la razón y a la libertad de
conciencia. La religión no puede convertirse en creencia probada y verdad
inamovible, como pretende el Gobierno. La fe religiosa, es a fin de cuentas, el
acto de dejar de razonar. El Sistema educativo, debe pretender precisamente lo
contrario. Como el Sistema está
sustentado por todos, a todos debe servir y no ser sectario como lo han
convertido.
La
oposición democrática, tiene que presentar un recurso de inconstitucionalidad
contra el currículo de la asignatura obligatoria de religión. Hay que boicotear
la religión, como piden las asociaciones de padres de alumnos de Catalunya; que
ninguna simbología religiosa tenga presencia institucional en los centros
escolares; que con dinero público no se financie el adoctrinamiento religioso. Definitivamente hay que derogar los
Acuerdos con la Santa Sede de 1979, que permiten que los gobiernos de turno,
aprueben atropellos fundamentalistas, que atentan contra la libertad
ideológica, religiosa y de culto; así como contra el derecho a la libre
expresión y al desarrollo de la personalidad.
El Gobierno ha dado
un paso más hacia la división de la sociedad española, al ejecutar públicamente
al laicismo. No tienen hogueras para quemar ateos, pero queman todo lo que
tocan. El nacionalcatolicismo, resucitado al tercer año «triunfal» del Gobierno
Rajoy, se ha hecho carne y la desvergüenza habita en los miembros del Gobierno
radical, neoliberal, católico opusdeiano franquista y reaccionario, que nos
lleva, no por el camino de la salvación, sino por el de la miseria total.
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