sábado, 7 de marzo de 2015

DIOS EN EL BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO

El Gobierno ha tomado la decisión de llevar la enseñanza hacia los momentos más oscuros del nacionalcatolicismo. Mi razón y la religión son incompatibles. También la religión es incompatible con la libertad de pensamiento. Por ello quiero que quede constancia de mi opinión, sobre el tamaño despropósito de adoctrinamiento del Gobierno, siguiendo dictados de la conferencia episcopal.

Soy defensor de la separación real y efectiva de la iglesia con el Estado; que no haya vínculo alguno con ninguna religión, y menos aún con la que históricamente tanto daño ha hecho a los españoles. Según la Constitución «Ninguna confesión tendrá carácter estatal» (art. 16.3). No es decente que se obligue a nadie a asumir el creacionismo. Es una capillada ideológica y un insulto a la inteligencia. Quieren seguir catequizando y adoctrinando sobre la identidad del catolicismo y su ideario: dejad que los niños se acerquen...

El Gobierno del Partido Popular ha publicado los currículos de religión católica para las enseñanzas no universitarias. A través del BOE se decreta, por ejemplo, “la incapacidad de la persona de alcanzar la felicidad sin la ayuda de Dios”. Ahí es nada. Podemos medir la magnitud del disparate si recordamos que hace 203 años la Constitución de las Cortes de Cádiz afirmaban en su artículo 13: “El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen”. La Iglesia, con tal de hacer publicidad de lo suyo, condena a la infelicidad e intenta amargar la vida a los no creyentes, y deja sin una noble función a los gobiernos de la nación.

A partir de ahora, los estudiantes deberán «conocer y aceptar, los momentos históricos de conflicto entre la ciencia y la fe, sabiendo dar razones justificadas de la actuación de la iglesia». Tendrán que aceptar y justificar las aberraciones cometidas por la iglesia católica en sus enfrentamientos con la ciencia, «condenas a científicos y crímenes de la Inquisición».

La resolución se apoya en el desarrollo de la LOMCE del ministro Wert y en el Concordato negociado con el Vaticano a la salida de la dictadura franquista y antes de la Constitución, aunque se publicase el 3 de enero de 1979. Con ella el gobierno de un Estado teóricamente aconfesional ha asumido toda la doctrina de la Conferencia Episcopal sin pestañear. Como muestra del currículo van las siguientes “perlas”:

Se fijan como estándares de aprendizaje evaluables que el alumnado de 1º (6 años) tiene que “memorizar y reproducir fórmulas sencillas de petición y agradecimiento”, o en 2º de primaria que es capaz de “expresar, oral y gestualmente, de forma sencilla, la gratitud a Dios por su amistad”. Parece que es volver a los rezos en Primaria.

El currículum incide en el creacionismo, valorando que el alumnado de Bachillerato “reconozca con asombro y se esfuerce por comprender el origen divino del cosmos”, en contra de los modelos científicos explicados en el resto de los contenidos curriculares. Una cosa es que, a estas alturas, la iglesia acepte la evolución de las especies; pero eso nada tiene que ver con el origen mítico del universo y de la vida. Vamos, que si el alumno quisiera ser coherente debería de elegir entre aprobar Religión o Ciencias.

Los estudiantes deben “conocer y aceptar con respeto los momentos históricos de conflicto entre la ciencia y la fe, sabiendo dar razones justificadas de la actuación de la Iglesia”. ¿No será para justificar la quema en la hoguera de Giordano Bruno? Tengo curiosidad de saber cómo se va a informar con rigor y respeto del proceso a Galileo Galilei.

Hay que decir que el control de la iglesia católica es total sobre lo que se imparte y cómo se evalúa. Para justificar esta visión tan retrógrada no vale argumentar que no se obliga al alumnado a aceptar la asignatura de religión. Porque sí que se obliga a todos los centros públicos a ofertarla y son las familias las que deciden si sus hijos la cursan por ser menores de edad.

La asignatura de religión, que se imparte sin fijar un número mínimo de alumnado, restará del orden de 70 horas de materias troncales u optativas en función de lo que decidan las CCAA. También condiciona la organización escolar en los centros, ya que obliga a impartir otras asignaturas alternativas devaluadas o la de Valores Cívicos, con lo que se educa en dos éticas distintas. Y se vuelve a dar de nuevo valor a la asignatura de religión como evaluable y servirá para la nota media y obtener una beca.

En suma, se refuerza la finalidad catequista o de adoctrinamiento de menores con la complicidad del Estado, usando medios y espacios públicos para ello. Tiene narices que lo apruebe aquel Gobierno que ha eliminado la asignatura de Educación para la Ciudadanía con el argumento de que provocaba “adoctrinamiento ideológico”. Sindicatos del profesorado han denunciado que este currículum exacerba la confesionalidad y se usa como catequesis para evangelizar de forma ilegítima al alumnado con contenidos que no tienen nada de científicos. Como dice el teólogo Juan José Tamayo, “los contenidos son en su totalidad catequético con tendencia al fundamentalismo. El pensamiento que se transmite es androcéntrico; el lenguaje, patriarcal; la concepción del cristianismo, mítica; el planteamiento de la fe, dogmático; la exposición, anacrónica”.

La escuela pública no puede considerarse como tal sin garantizar el respeto hacia todos los ciudadanos. Ello supone buscar lo común a todas las personas en función de los valores que consagran los derechos humanos y exige que todo aquello que nos separa a unos de otros quede fuera de la escuela pública. Como decía Marta Mata, pedagoga y cristiana, “laico es lo que corresponde al terreno de lo humano, no de lo divino”. Para ella laicismo y democracia eran sinónimos. Las familias tienen derecho a que sus hijos reciban la educación religiosa o moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones. Pero nada obliga a que dicho derecho deba insertarse en la educación formal y dentro del horario escolar. Debería desarrollarse en el ámbito no formal, por pertenecer al ámbito privado de la familia y por su decisión personal de relacionarse con determinados colectivos y asumir sus postulados. Los dogmas no deberían tener cabida en las aulas de un país realmente aconfesional.

Estos son otros de los despropósitos que aparecen como oficiales en el boletín del Gobierno: «El ser humano pretende apropiarse del don de dios prescindiendo de él. En esto consiste el pecado. Este rechazo de dios tiene como consecuencia en el ser humano la imposibilidad de ser feliz». Lo hemos leído en el BOE y nuestros hijos y nietos lo tendrán que estudiar al ser letra de ley (resoluciones 1849 y 1850 de la Dirección General de Evaluación y Cooperación Territorial del Ministerio de Educación). El alumnado debe asumir y «comprender el origen divino del cosmos» y que éste «no proviene del caos o el azar». No dicen verdad: el cosmos no viene del caos, porque el caos viene del Gobierno, que está llevando a la ciudadanía a la más miserable de las existencias, con religión católica incorporada y en guerra contra el Islam.

El currículo de religión, plantea diferentes objetivos a alcanzar por el alumno, mediante las siguientes preguntas: «Expresa con palabras propias el asombro por lo que dios hace; Enumera los cuidados que recibes como don de dios; Memoriza y reproduce fórmulas sencillas de petición y agradecimiento; Asocia las características de la familia de la iglesia con las de tu propia familia; Expresa la gratitud a dios por su amistad; Relaciona la unidad de la Iglesia con la unidad de los órganos de tu cuerpo; Recopila y pon en común con tus compañeros oraciones que la comunidad cristiana utiliza cotidianamente; Localiza y justifica tres acontecimientos de la historia en los que la iglesia ha defendido la verdad del ser humano; Reconoce con asombro el origen divino del cosmos y distingue que no proviene del caos o el azar; Identifica la influencia de la iglesia en la organización social y la vida laboral; Comprende y respeta el significado bíblico de la afirmación ‘hombre y mujer los creó».

No podemos dejar en manos de esta gente la educación de la infancia ni de nadie. Han demostrado en la historia cuales son sus valores. Fueron jueces y verdugos en la Inquisición y cómplices con los crímenes del franquismo; protectores de maltratadores machistas; y siguen ocultando a sus curas pederastas, que surgen como gusanos en la podredumbre. Siempre al lado del poder político y contra los débiles y humildes, para someterlos aquí en la Tierra, porque el cielo que prometen no existe. Esta organización religiosa no obtendría el perdón del dios al que dicen representar. Nos quieren mansos y desbravados de ideas revolucionarias. Los ateos somos laicos por demócratas, anticlericales por sus obras, seculares y agresivos por defender la libertad y la razón.

Soy ateo como expresión del reconocimiento a la razón y a la libertad de conciencia. La religión no puede convertirse en creencia probada y verdad inamovible, como pretende el Gobierno. La fe religiosa, es a fin de cuentas, el acto de dejar de razonar. El Sistema educativo, debe pretender precisamente lo contrario. Como el Sistema está sustentado por todos, a todos debe servir y no ser sectario como lo han convertido.

La oposición democrática, tiene que presentar un recurso de inconstitucionalidad contra el currículo de la asignatura obligatoria de religión. Hay que boicotear la religión, como piden las asociaciones de padres de alumnos de Catalunya; que ninguna simbología religiosa tenga presencia institucional en los centros escolares; que con dinero público no se financie el adoctrinamiento religioso. Definitivamente hay que derogar los Acuerdos con la Santa Sede de 1979, que permiten que los gobiernos de turno, aprueben atropellos fundamentalistas, que atentan contra la libertad ideológica, religiosa y de culto; así como contra el derecho a la libre expresión y al desarrollo de la personalidad.


       El Gobierno ha dado un paso más hacia la división de la sociedad española, al ejecutar públicamente al laicismo. No tienen hogueras para quemar ateos, pero queman todo lo que tocan. El nacionalcatolicismo, resucitado al tercer año «triunfal» del Gobierno Rajoy, se ha hecho carne y la desvergüenza habita en los miembros del Gobierno radical, neoliberal, católico opusdeiano franquista y reaccionario, que nos lleva, no por el camino de la salvación, sino por el de la miseria total.

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