6) Ciudadanos:
Es otro concepto que actúa como disolvente del antagonismo de clase entre
trabajadores y burguesía.
Pero
es que además, por tratarse de un concepto universal -ciudadanos son todos y
cada uno de los miembros de una comunidad poseedores de derechos y deberes.
Desde usted, que está leyendo este texto, hasta los ciudadanos/as Emilio Botín,
Esther y Alicia Koplowitz, Amancio Ortega, Florentino Pérez, la familia
Entrecanales, José Manuel Lara (Corporación Atresmedia) y tantos otros- hace
tabla rasa de la existencia de clases sociales en su interior.
El
concepto ciudadanos es muy pertinente cuando se refiere a las relaciones de la
persona con el Estado, sus instituciones.
Pero
carece de sentido cuando alude a las relaciones sociales de producción entre
esos ciudadanos. ¿Son acaso los ciudadanos los que hacen huelgas generales?
¿Los empresarios contratan a ciudadanos? ¿Los despedidos de una empresa son
ciudadanos? ¿El antónimo de empresario/capitalista es ciudadano? No. La
característica principal que define a todos ellos es ser trabajadores. Incluso
la persona que busca su primer empleo lo hace en tanto que futura trabajadora,
siempre que no lo haga como empresaria.
Cuando
dos personas mantienen entre sí relaciones salariales, una de ellas como
realizadora de un trabajo y otra como empleadora, la primera es trabajadora y
la segunda empleadora.
Carece
de sentido, por tanto, hablar de ciudadanos cuando, en lo que los pensadores
liberales llaman “sociedad civil”, existen relaciones sociales de producción
entre empleados y empleadores, entre trabajadores y empresarios. Y éstas son
claramente desiguales.
¿Por
qué, entonces se habla tanto de ciudadanos/as y apenas de trabajadores/as?
Sencillamente porque se intenta ocultar que las sociedades están divididas en
clases sociales, que esas divisiones son, en esencia, irreconciliables en
intereses y hay un interés no explícito de dirigir las demandas sólo hacia la
esfera de lo político y no de lo socioeconómico. O dicho de otro modo porque,
en el actual contexto de la crisis capitalista, lo que se intenta es ocultar la
auténtica fuente de la desigualdad, la explotación de unos seres humanos por
otros y quiénes son los auténticos responsables del paro y la brutal
transferencia de las rentas del trabajo hacia las del capital. El plano de lo
político acaba por convertirse en el señuelo para evitar que se cuestione el de
lo económico.
Todo
partido, organización o movimiento que aluda al término de ciudadanos como el
colectivo al que apela actúa desde un discurso de derechas, se autocalifique a
sí mismo como quiera, porque ocultar la existencia de clases sociales y de la
lucha de clases y tratar de que nos olvidemos de lo que sucede en el marco de
la actividad económica es, de facto, justificar la opresión de clase.
Cuestiones
finales:
Después
de todo este paquete infumablemente largo -no sé escribir más corto si tengo
mucho que decir- quizá diga usted, con razón: ¡colega, para hablar de la lucha
de clases y de que en la economía se libra la batalla contra el capitalismo,
podrías haberlo hecho más corto!
Muy
cierto. Pero si uno pretende desmontar todo el conjunto de heces que buscan legitimar
a través de su palabrería hueca el capitalismo, hay que decir algo de cada una
más allá del consabido y conciso "no soy partidario" que suelen decir
por el norte.
La
ofensiva sin precedentes por acabar con la dualidad política izquierda-derecha
tiene en la involución ideológica su más decisiva arma de destrucción masiva.
Los
motivos fundamentales de que ello esté sucediendo, por encima de la ofensiva de
la derecha en el pensamiento político, se encuentran principalmente en la
izquierda.
La
crisis de marxismo de la que éste aún no se ha recuperado, por mucho que Marx y
otros pensadores marxistas hayan regresado con gran fuerza editorial, explica
mucho del brío con el que los fundamentos del pensamiento de la izquierda están
siendo atacados y del modo con el que se intenta negar la dualidad, primero de
la terminología izquierda-derecha, después de su oposición histórica
fundamental.
Hoy
muy pocos teóricos políticos relevantes se consideran marxistas. En el mundo
universitario esta corriente se encuentra en franca retirada y los pensadores
marxistas actuales tienen un escaso nivel frente al de sus predecesores de hace
tan sólo tres o cuatro décadas.
Aquellos
supuestos marxistas que han sido puestos de moda por medio de editoriales,
conferencias y aparatos ideológicos del capital lo son más bien de un marxismo
esotérico (Žižek , Holloway,...), por no decir otra cosa, o bien están ya
dentro de corrientes postmarxistas, lo admitan o no (Negri).
No
hablemos ya del pedorreo que algunas corrientes políticas se traen con
“pensadores” del tipo de Derrida, Foucault, Deleuze o Guattari, entre otros. La
búsqueda de lo raro, lo incomprensible (apuesto a que la gran mayoría de sus
fans no los entienden), “pour épater la bourgeoisie”, no es más que la pataleta inocua del
pensamiento middle class que se degrada cuanto más se aleja del “análisis
concreto de la situación [y de la realidad] concreta”.
El
caso contrario, el dogmatismo en el pensamiento que trata de encarcelar al
marxismo en una colección de citas de autoafirmación para revolucionarios en
horas bajas, lo ha esclerotizado, destruyendo su potencial transformador.
Por
en medio, el gran grueso, del posibilismo, del oportunismo, del-llamémoslo-de-otro-modo-para-que-no-asuste-la-gente-porque-al-fin-y-al-cabo-hablamos-de-lo-mismo,
no es otra cosa que la forma vergonzante y ultrarreformista de negar los
atributos configuradores de lo que es la identidad de la izquierda porque no se
trata de una mera permutación de palabras sino de categorías del análisis de la
realidad y un modo de ir borrando las huellas de lo que se fue en el pasado
tras los pasos de a dónde se va.
En
este cambio de escenario hacia, primero el populismo transversal, luego hacia
la derecha porque es ésta la que niega que el motor de la historia es la lucha
de clases, y luego, luego...hasta el infinito y más allá, que diría Buzz Light
Year, el factor generacional ha hecho estragos.
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