jueves, 25 de septiembre de 2014

CONCEPTOS DISOLVENTES DE LA IDEOLOGÍA DE IZQUIERDAS (Parte 4)

5) Filosofía y economía del Bien Común: Es una variante del tipo de bazofia ideológica anteriormente mencionada.

Pero ello no es un problema para el pseudoizquierdista medio que cree se adhiere al “bien común” porque la carga simbólica y hasta emocional que arrastra el nombre le nubla el interés por saber más sobre este concepto y cuando muestra algún interés no se preocupa en preguntarse porqué precisamente ahora, en medio de una crisis estructural del capitalismo como quizá no haya este sufrido con anterioridad, el señor Christian Felber y compañía se sacan de la manga una teoría del capitalismo ético, comprometido con la justicia social y la solidaridad, transparente y responsable, medioambientalmente sostenible y potenciador de la cooperación.

Que el gran especulador mundial y agitador de decenas de fundaciones para la organización de la disidencia controlada, George Soros, sea partidario del mismo debiera decirles algo. Pero ¡qué va! Ni les preocupa. Suena bien. Es un nombre con fuerza, el gobierno de Rafael Correa parece partidario de promoverlo y tira “pa lante”.

La Economía del Bien Común se presenta como un proyecto abierto a las empresas y surgido desde fuera de ellas, planteado como un sistema cooperativo que funciona con un modelo abierto. La realidad es que son las empresas las primeras interesadas en crear  complicidades con su “capitalismo humano” en lo que representa una pretendida transposición del modelo de Estado del Bienestar, en proceso de muerte, a una especie de Corporaciones Privadas de Bienestar. Despierten. Los reyes son los padres y el capitalismo no funciona filantrópicamente sino mediante la explotación. Lo único que buscan con esta filosofía que tan bien da de comer al señor Felber es blindar una posible extensión de la crítica al marco político al empresarial.

El primer intento del capitalismo de vendernos esa moto se inició con la RSC (Responsabilidad social Corporativa) o RSE (Responsabilidad Social Empresarial). Luego han venido variantes desarrolladas del mismo engendro tales como el sistema B, que es el modo ligeramente más conservador de vender el mismo producto en algunos países de América Latina como Colombia, o la Economía/Filosofía del Bien Común, la versión para “progres” cándidos y descafeinados.

En esencia, de lo que estamos hablando es de una evolución de la filantropía del empresario benevolente y caritativo de perfil dickensiano, que en la Inglaterra del siglo XIX tuvo uno de sus más notables representantes en John Stuart Mill y otros notables pensadores del social-liberalismo o del capitalismo compasivo. Los señores de la Economía del Bien Común les dirán que, aunque tiene que ver con la RSC, la primera es mucho más que eso. En efecto, es palabrería más evolucionada del mismo cuento.

Voy a referirme brevemente a los antecedentes de la Economía o Filosofía del Bien Común en la RSC o RSE porque es algo que conozco directamente ya que tuve un acercamiento profesional a la cuestión durante algún tiempo.

La RSC o RSE es una práctica, especialmente de las grandes corporaciones, destinada a mejorar la valoración de las mismas, no ya desde la publicidad sino desde una estrategia que podríamos definir como de Relaciones Públicas.

El punto de arranque es que la empresa tiene un impacto en el entorno en el que se inserta, ya sea social o ambiental, y que ese impacto puede ser positivo o negativo.

El planteamiento teórico de la RSC implica una contribución de la empresa a la mejora social, económica y ambiental de tanto de su entorno (exterior) como de la comunidad que la conforma (interior).

Así las empresas se implicarían en mejorar las condiciones laborales de sus trabajadores, un uso energético eficiente de la energía, gestión de recursos y residuos, implicación de la empresa en la vida de la comunidad en la que se inserta, la mejora de las oportunidades de dicha comunidad y un largo bla, bla, bla de buenos deseos.

En la práctica, la aplicación de la RSC en el interior de la empresa se aplica a reducir el potencial de conflicto laboral mientras en el exterior realiza alguna inversión puntual en  infraestructuras del entorno, algún proyecto social no muy costoso o la rehabilitación de una zona contaminada, a menudo por la misma empresa que ahora trata de lavar su imagen.

Ello a cambio de comprar -literalmente- las voluntades de líderes políticos y sindicales, ecológicos o vecinales, ONGs y a la prensa del entorno.

Un ejemplo de este modo de proceder es el realizado por la petrolera REPSOL en las ciudades en las que ubica sus refinerías.

REPSOL ha acometido importantes esfuerzos de seguridad en el shoftware informático de sus refinerías pero sus infraestructuras son viejas y manifiestamente mejorables hasta el punto de que en todas ellas se han producido graves riesgos para la seguridad de las mismas y del entorno, habiéndose dado casos de heridos entre su personal. Pues bien, una de las partidas de RSC más importantes en los entornos de las refinerías de este operador energético es el acallamiento de las potenciales críticas mediante las subvenciones, dádivas, invitaciones a eventos, privilegios, etc. a los grupos de interés locales.

Podría ponerles ejemplos de otras corporaciones pero creo que el botón expuesto es buen paradigma de cualquier otra gran corporación que aplique la RSC, el Bien Común o cualquier otro embuste de capitalismo ético.

Este tipo de teorías funcionan muy bien cuando previamente se ha sometido al prisionero -la clase trabajadora- a una presión y un castigo tan brutales que cualquier cosa que signifique aligerar mínimamente el nudo que le ahoga, lo agradecerá de forma infinita.

Es una suerte de ducha escocesa: neoliberalismo salvaje primero y capitalismo compasivo después. En mis tiempos lo llamábamos el reparto de papeles entre el poli malo y el poli bueno. Pero polis o capitalistas al fin y a la postre. Porque aunque pretende pasar por un planteamiento alternativo al capitalismo de mercado y al socialismo -ahí está la clave de la cuestión- lo cierto es que, a la corta y a la larga, es capitalismo sin más, de mismo modo en que no se puede estar un poco muerto o medio embarazada. Es el ideal del depredador -pero socialmente responsable y ambientalmente sostenible, of course- por la mañana y benefactor dialogante por la noche.

El objetivo, obviamente, de la Economía del Bien Común no es el fin del sistema capitalista sino un remozamiento del mismo que le haga más aceptable por sus víctimas. A cambio, las migajas a repartir entre los pobretes serán un poquito más grandes y equitativas, siempre que ello suponga conciliación y paz sociales y renuncia a la lucha de clases.

Para quien no crea en una sociedad socialista la Economía del Bien Común estará muy bien porque es un bonito sueño de una cálida noche de verano pero entonces no digan ustedes que son de izquierdas porque ¿cuándo el capitalismo ha sido así fuera de los países nórdicos por un breve período de tiempo en 400 años de existencia?

Si ustedes están dispuestos a creer que es posible un capitalismo que no se mueva por un interés de lucro es que desconocen la historia del mismo de cabo a rabo. Las 1000 y pico empresas que ya se han adscrito a la economía del Bien Común del señor Felber firmarán lo que sea con tal de mejorar su valoración en un tiempo en el que el capitalismo tiene mala prensa.

Para quienes digan que esto es mejor que nada, sinceramente sólo cabe decirles que el autoengaño es la forma más eficaz de mentirse a uno mismo.

Pues bien, el partido de profesores universitarios impulsado por los medios de comunicación del capital a un estrellato rápido -me refiero a Podemos, por si no he sido claro- es partidario de la Economía del Bien Común. IU tampoco está precisamente lejos del concepto, lo mismo que el grupo ATTAC.

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