5) Filosofía y economía del Bien
Común: Es una variante del tipo de bazofia ideológica
anteriormente mencionada.
Pero
ello no es un problema para el pseudoizquierdista medio que cree se adhiere al
“bien común” porque la carga simbólica y hasta emocional que arrastra el nombre
le nubla el interés por saber más sobre este concepto y cuando muestra algún
interés no se preocupa en preguntarse porqué precisamente ahora, en medio de
una crisis estructural del capitalismo como quizá no haya este sufrido con
anterioridad, el señor Christian Felber y compañía se sacan de la manga una
teoría del capitalismo ético, comprometido con la justicia social y la
solidaridad, transparente y responsable, medioambientalmente sostenible y
potenciador de la cooperación.
Que
el gran especulador mundial y agitador de decenas de fundaciones para la
organización de la disidencia controlada, George Soros, sea partidario del
mismo debiera decirles algo. Pero ¡qué va! Ni les preocupa. Suena bien. Es un
nombre con fuerza, el gobierno de Rafael Correa parece partidario de promoverlo
y tira “pa lante”.
La
Economía del Bien Común se presenta como un proyecto abierto a las empresas y
surgido desde fuera de ellas, planteado como un sistema cooperativo que
funciona con un modelo abierto. La realidad es que son las empresas las
primeras interesadas en crear
complicidades con su “capitalismo humano” en lo que representa una
pretendida transposición del modelo de Estado del Bienestar, en proceso de
muerte, a una especie de Corporaciones Privadas de Bienestar. Despierten. Los
reyes son los padres y el capitalismo no
funciona filantrópicamente sino mediante la explotación. Lo único que
buscan con esta filosofía que tan bien da de comer al señor Felber es blindar
una posible extensión de la crítica al marco político al empresarial.
El
primer intento del capitalismo de vendernos esa moto se inició con la RSC
(Responsabilidad social Corporativa) o RSE (Responsabilidad Social
Empresarial). Luego han venido variantes desarrolladas del mismo engendro tales
como el sistema B, que es el modo ligeramente más conservador de vender el
mismo producto en algunos países de América Latina como Colombia, o la
Economía/Filosofía del Bien Común, la versión para “progres” cándidos y
descafeinados.
En
esencia, de lo que estamos hablando es de una evolución de la filantropía del
empresario benevolente y caritativo de perfil dickensiano, que en la Inglaterra
del siglo XIX tuvo uno de sus más notables representantes en John Stuart Mill y
otros notables pensadores del social-liberalismo o del capitalismo compasivo.
Los señores de la Economía del Bien Común les dirán que, aunque tiene que ver
con la RSC, la primera es mucho más que eso. En efecto, es palabrería más
evolucionada del mismo cuento.
Voy
a referirme brevemente a los antecedentes de la Economía o Filosofía del Bien
Común en la RSC o RSE porque es algo que conozco directamente ya que tuve un
acercamiento profesional a la cuestión durante algún tiempo.
La
RSC o RSE es una práctica, especialmente de las grandes corporaciones,
destinada a mejorar la valoración de las mismas, no ya desde la publicidad sino
desde una estrategia que podríamos definir como de Relaciones Públicas.
El
punto de arranque es que la empresa tiene un impacto en el entorno en el que se
inserta, ya sea social o ambiental, y que ese impacto puede ser positivo o
negativo.
El
planteamiento teórico de la RSC implica una contribución de la empresa a la
mejora social, económica y ambiental de tanto de su entorno (exterior) como de
la comunidad que la conforma (interior).
Así
las empresas se implicarían en mejorar las condiciones laborales de sus
trabajadores, un uso energético eficiente de la energía, gestión de recursos y
residuos, implicación de la empresa en la vida de la comunidad en la que se
inserta, la mejora de las oportunidades de dicha comunidad y un largo bla, bla,
bla de buenos deseos.
En
la práctica, la aplicación de la RSC en el interior de la empresa se aplica a
reducir el potencial de conflicto laboral mientras en el exterior realiza
alguna inversión puntual en
infraestructuras del entorno, algún proyecto social no muy costoso o la
rehabilitación de una zona contaminada, a menudo por la misma empresa que ahora
trata de lavar su imagen.
Ello
a cambio de comprar -literalmente- las voluntades de líderes políticos y
sindicales, ecológicos o vecinales, ONGs y a la prensa del entorno.
Un
ejemplo de este modo de proceder es el realizado por la petrolera REPSOL en las
ciudades en las que ubica sus refinerías.
REPSOL
ha acometido importantes esfuerzos de seguridad en el shoftware informático de
sus refinerías pero sus infraestructuras son viejas y manifiestamente
mejorables hasta el punto de que en todas ellas se han producido graves riesgos
para la seguridad de las mismas y del entorno, habiéndose dado casos de heridos
entre su personal. Pues bien, una de las partidas de RSC más importantes en los
entornos de las refinerías de este operador energético es el acallamiento de
las potenciales críticas mediante las subvenciones, dádivas, invitaciones a
eventos, privilegios, etc. a los grupos de interés locales.
Podría
ponerles ejemplos de otras corporaciones pero creo que el botón expuesto es
buen paradigma de cualquier otra gran corporación que aplique la RSC, el Bien
Común o cualquier otro embuste de capitalismo ético.
Este
tipo de teorías funcionan muy bien cuando previamente se ha sometido al
prisionero -la clase trabajadora- a una presión y un castigo tan brutales que
cualquier cosa que signifique aligerar mínimamente el nudo que le ahoga, lo
agradecerá de forma infinita.
Es
una suerte de ducha escocesa: neoliberalismo salvaje primero y capitalismo
compasivo después. En mis tiempos lo llamábamos el reparto de papeles entre el
poli malo y el poli bueno. Pero polis o capitalistas al fin y a la postre.
Porque aunque pretende pasar por un planteamiento alternativo al capitalismo de
mercado y al socialismo -ahí está la clave de la cuestión- lo cierto es que, a
la corta y a la larga, es capitalismo sin más, de mismo modo en que no se puede
estar un poco muerto o medio embarazada. Es el ideal del depredador -pero
socialmente responsable y ambientalmente sostenible, of course- por la mañana y
benefactor dialogante por la noche.
El
objetivo, obviamente, de la Economía del Bien Común no es el fin del sistema
capitalista sino un remozamiento del mismo que le haga más aceptable por sus
víctimas. A cambio, las migajas a repartir entre los pobretes serán un poquito
más grandes y equitativas, siempre que ello suponga conciliación y paz sociales
y renuncia a la lucha de clases.
Para
quien no crea en una sociedad socialista la Economía del Bien Común estará muy
bien porque es un bonito sueño de una cálida noche de verano pero entonces no
digan ustedes que son de izquierdas porque ¿cuándo el capitalismo ha sido así
fuera de los países nórdicos por un breve período de tiempo en 400 años de
existencia?
Si
ustedes están dispuestos a creer que es posible un capitalismo que no se mueva
por un interés de lucro es que desconocen la historia del mismo de cabo a rabo.
Las 1000 y pico empresas que ya se han adscrito a la economía del Bien Común
del señor Felber firmarán lo que sea con tal de mejorar su valoración en un
tiempo en el que el capitalismo tiene mala prensa.
Para
quienes digan que esto es mejor que nada, sinceramente sólo cabe decirles que
el autoengaño es la forma más eficaz de mentirse a uno mismo.
Pues
bien, el partido de profesores universitarios impulsado por los medios de
comunicación del capital a un estrellato rápido -me refiero a Podemos, por si
no he sido claro- es partidario de la Economía del Bien Común. IU tampoco está
precisamente lejos del concepto, lo mismo que el grupo ATTAC.
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