La abdicación de la Corona de
Juan Carlos de Borbón nos pilló por sorpresa a todos, y eguramente
es verdadera la versión oficial, según la cual se trata de una decisión tomada
hace meses, y muy en secreto entre los muy allegados a la Casa Real, Rajoy y
Rubalcaba.
La abdicación así concebida por
ese pequeño cenáculo, tendría como primer objetivo recomponer hasta donde se
pueda, los ya obsoletos acuerdos básicos que configuraron el arco político
dinástico de la Transición (UCD, PSOE, PCE-PSUC (luego IU/ICV) AP (luego PP),
CiU y PNV y otras formaciones regionales menores). Y más urgentemente aún, dirigidos
a enfrentar algunas reformas
constitucionales que les permitan acometer con una mínima perspectiva razonable
de negociación al masivo desafío soberanista catalán, que tiene citas decisivas
con la calle y con las urnas el 11 de septiembre y el 9 de noviembre
próximos. Y a partir de ahí, acaso
comenzar una "segunda Transición" –también protagonizada y controlada
por estas elites— capaz de revertir la
manifiesta crisis de la Segunda Restauración borbónica e insuflarle un nuevo soplo de vida.
Sin embargo, todos los indicios
apuntan a que la decisión de que el anuncio se produjera precisamente el pasado
lunes fue tomada con ciertos nervios y vacilaciones de última hora, que
explicarían la impresión de improvisación en la comunicación a la opinión
pública, así como la "cantada" protocolaria de que fuera Rajoy, y no
el propio rey, quien compareciera primero ante los medios de comunicación.
En mi opinión, sin embargo,
este fue su primer error estratégico, porque este movimiento forzado de la
abdicación no se produce en el escenario político ideal previsto (justo después
de las elecciones europeas, para que no pasara factura política electoral a los
“conjurados”, y con tiempo suficiente para abordar de otra manera el envite
catalán; sino con un resultado electoral absolutamente catastrófico para el
bipartidismo dinástico, cuya primera consecuencia fue la defenestración
política de Rubalcaba, tramposamente retrasada unas semanas para evitar que una
nueva dirección política del PSOE pudiera no apoyar el plan previsto.
El momento no resulta
precisamente oportuno para los desacreditados intereses de quienes necesitan
perpetuar con trampas, maquillajes amaños
en secreto el lamentable statu quo presente.
No es un buen momento, para el
propio Príncipe de Asturias, quien, de tener éxito la delicada maniobra
sucesoria, comenzará su reinado teniendo que apechugar con los coletazos del
sinnúmero de escándalos protagonizados estos últimos años por la Familia Real, y
especialmente el del caso Noos de Urdangarín y su esposa, la Infanta Cristina
(hermana del heredero al Trono).
Por si fuera poco, el
inexperimentado heredero, tendrá que comenzar su reinado lidiando nada menos
que con el bravísimo proceso democrático soberanista catalán en curso; ese imprevisto
iceberg político contra el que ha terminado estrellándose el fastuoso Titanic
de la Segunda Restauración borbónica.
Precisamente cuando las
elecciones europeas acaban de hacer patente el desplome del bipartidismo
dinástico, soporte fundamental del criminal cártel formado por las grandes
empresas del Ibex, los grandes grupos mediáticos de comunicación y buena parte
de dirigentes y exdirigentes de PP, PSOE, CiU y PNV, previas anchas puertas
giratorias: un cártel enseñoreado del capitalismo oligopólico de amiguetes
políticamente promiscuos en que terminó fraguando la economía política de la
Transición y al que el estallido de la crisis capitalista mundial y su pésima
gestión por parte de la UE ha puesto patas arriba provocando un inaudito
sufrimiento entre la población trabajadora española.
Pero no es buen momento, sobre
todo, para un PSOE más hundido electoralmente que nunca, totalmente desnortado
ideológico-políticamente y fatalmente desvencijado organizativamente. Su
secretario general, Rubalcaba, se había visto precisamente forzado a anunciar
su renuncia al cargo de mala manera unos días antes que el monarca, aunque para
hacerla efectiva después de él.
Las razones de esta "abdicación en diferido" de
Rubalcaba resultan ahora evidentes: había que paralizar cualquier reacción de
los barones territoriales y del grupo parlamentario socialista en el proceso
sucesorio, que no por constitucional es menos antidemocrático. Y es evidente
que muchos socialistas han empezado a comprender tras las elecciones europeas
–unos de buena fe, otros porque a la fuerza ahorcan— que la única alternativa a
la "pasokización" irreversible del PSOE es un giro drástico y creíble
a la izquierda.
Si el PSOE, en el momento
crítico de esta inoportuna sucesión monárquica aparece como parte esencial de
una "casta" empeñada en arrebatar a todos los pueblos de España, y no
solo al catalán, el "derecho a decidir", votando en las Cortes con el
PP y UPyD la Ley orgánica ad hoc que necesariamente tendrá que regular esta
sucesión hereditaria, lo que quedará enterrado para siempre es la credibilidad de cualquier eventual giro
del PSOE a la izquierda en su Congreso de julio, a pesar de las honrosas y
clarísimas posiciones republicanas de las Juventudes Socialistas y de Izquierda
Socialista.
Recuérdese que una Ley orgánica
–desarrollo de la Constitución— exige no solo
mayoría absoluta (que ahora mismo la tiene todavía el PP en las Cortes),
sino además, por razones de legitimidad política, que la mayoría favorable sea
holgadísima, como de 2/3 cuando menos, y que no haya una oposición muy evidente
en el tercio restante. Sin embargo, después de la prohibición de la consulta
catalana, CIU y PNV no podrían votar a favor o incluso abstenerse como han
anunciado.
Por lo demás, el pacto en la
sombra entre Rubalcaba, Rajoy y la Corona, para ser efectivo y no una simple
maniobra para salir del paso, tiene que abrir perspectivas para una reforma
constitucional controlada que ofrezca la negociación de una formula territorial
mínimamente razonable a CiU. Ésta y no otra parece ser la explicación del voto
afirmativo empeñado hoy por CiU. Y asalta inmediatamente la pregunta: ¿a qué
coste mantendrá ERC su apoyo al gobierno de la Generalitat con la sola
justificación de no entorpecer los preparativos de la Diada y la Consulta? ¿Y
cuánto tiempo seguirá callada la ANC ante la complicidad de CiU con el proceso
sucesorio español?
Por motivos obvios, los
conjurados que han diseñado esta especie de golpe constitucional para iniciar
la farsa de una segunda Transición no pueden ir a una reforma constitucional
que exija referéndum. Es decir, sus reformas no podrían tocar, según el art.
168, ni el Título Preliminar, ni el I ni el II. A la espera de descubrir el
trilero artilugio jurídico que se prepara, parece casi imposible ofrecer nada
razonable a CiU –incluso a Durán— que no pase por tocar esos Títulos de la
Constitución del 78. Así pues, Rajoy y Rubalcaba se enfrentan a un verdadero
dilema: o abandonar toda idea de reforma constitucional, o someter las
acometidas a referéndum.
Es verosímil pensar que el Rey
haya anunciado a toda prisa su intención de abdicar –en vez de esperar, por
ejemplo, todavía unas semanas a que amainara la tormenta de las europeas—
pensando que se agotaba el tiempo en el que el PSOE de Rubalcaba podría aún
perpetrar in extremis, antes de iniciarse la desbandada, una última
deshonra a esta patria de la que tanto
se llenan todos las bocazas y no dejar sólo y desairado al PP en la votación de
la Ley sucesoria redactada por el gobierno.
Por eso se trata de una
abdicación humillante: para el propio rey, desde luego. Pero sobre todo para el
PSOE, si es que sus miles de militantes de verdad socialistas y de verdad
republicanos no conseguimos ser capaces
de impedirlo. Porque el paisaje "reformador" que veríamos después del
trámite parlamentario de la Ley orgánica no podría ser más desolador: el otrora
poblado arco político dinástico, reducido ahora apenas a un PP en horas bajas y
a un PSOE pasokizado desde arriba, desventrado y desangrado por el estúpido
harakiri de un Rubalcaba que lo que único que de verdad aprendió en la escuela
de Felipe González es el siniestro arte "político" de llevar a las
gentes hacia donde de ninguna manera quieren ir.
Mientras tanto, las plazas se
llenan de ciudadanos indignados que se niegan a jugar el papel de comparsas en
el triste carnaval de la Coronación. IU, ICV-EUiA, ANOVA, Podemos,
Equo-Compromís, el BNG y distintas fuerzas y organizaciones de las izquierdas
sociales han llamado inmediatamente a luchar por la convocatoria de un referéndum
en ejercicio del "derecho a decidir" de todos los ciudadanos del
Reino de España.
No tardarán en secundarlas
otras: la cosa no ofrece duda. La erosión de legitimidad del régimen constatada
recientemente en las urnas se hará aún más irreversible en medio de la
vergonzosa y vergonzante campaña mediática pelotillera a la que asisten
estupefactos los distintos pueblos de España. Hasta las elecciones municipales
y autonómicas de mayo de 2015, cuando las gentes hartas de tanta y tan grosera manipulación
en su nombre puedan por fin expresarse en las urnas a favor de las fuerzas del
gran bloque republicano político-social que se anuncia.
Es más, puestos a jugar esta
partida de ajedrez a que se nos fuerza, no tendría sentido para IU seguir siendo
la peana sobre la que se sustenta el poder de Susana Díaz, nuevo factotum del
PSOE en el gobierno autonómico andaluz, una vez se ha hecho hoy pública su
participación en la conspiración de los poderosos para negar al pueblo andaluz
que pueda hacer oír su voz en esta cuestión democrática esencial. IU debe
plantearse muy seriamente provocar unas elecciones anticipadas en las que el
pueblo andaluz pueda expresarse inmediatamente en esta crucial disyuntiva entre
la pseudoreforma tramposa del régimen o la apertura de un proceso democrático
constituyente
Pase lo que pase, los republicanos
españoles siempre tendremos que agradecer al pueblo catalán la inestimable
ayuda democrática prestada en este final de tragicomedia chabacana de la
Segunda Restauración. Pero queda a los demócratas catalanes –también en
provecho propio— un último esfuerzo por realizar, acaso el más difícil y
delicado: acompasar republicano-fraternalmente y sin tardanza su justa lucha
por el "derecho a decidir" del pueblo catalán con la lucha por el
"derecho a decidir" de todos los pueblos de España. Ojala sepamos
todos estar a la altura de las circunstancias.
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