El rescate o la supuesta ‘ayuda’ a España, no es
una ayuda, son unas cadenas, una soga al cuello… que tienen como primer objetivo poner como avalista al Estado español y sus ciudadanos, de las
deudas privadas – de bancos, grandes empresas y fortunas – procedentes de
operaciones especulativas.
Las
reformas estructurales – que publicitan – como ‘necesarias’ para fomentar el
crecimiento no son nuevas – llevan aplicándose desde hace más de 30 años – y, simplemente,
suponen llevar al extremo el actual modelo de desigualdad y corrupción que nos
ha conducido a esta crisis.
Estas
reformas no tienen como fin la salida de la crisis, sino que, tienen como segundo objetivo privatizar y acaparar por parte de una minoría los
recursos y bienes de todos. Su aplicación ha aumentando extraordinariamente las
desigualdades sociales, la pobreza, la especulación financiera, etc.
Cuando
llegó Margaret Thatcher al poder en el Reino Unido, en 1979, el 1% más rico
tenía el 6% de los ingresos, en la actualidad tras las reformas ‘estructurales’
neoliberales acapara el 50% de los ingresos. Además, la pobreza se disparó del
9% en 1979 al 24% de la población cuando abandonó el poder en 1990.
Por
ejemplo, en España unas 1.400 personas controlan unos recursos económicos que
equivalen al 80,5% de la producción nacional. A nivel global el 1% de la
población posee el 43% de la riqueza y el 10%, el 83%.
Los
supuestos ‘planes de ayuda’ o reformas estructurales han arruinando a millones de personas y a decenas de países que un
día fueron soberanos y autosuficientes: México, Venezuela, Brasil, Argentina,
Corea, Indonesia, Rusia, Tailandia, Etiopía, Somalia, etc. Y, ahora, pretenden
hacer lo mismo con España, Grecia, Portugal…
Este
es el tercer objetivo de los mal
llamados ‘planes de ayuda’: someter, dominar y hacer dependientes a poblaciones
y Estados soberanos, que eran independientes, por medio de los intereses de una
‘deuda ilegitima’ creada por la conjunción de los intereses privados de las
élites dominantes.
Las
supuestas ayudas y reformas – aplicadas con coacciones y amenazas – que
prometían el crecimiento han hecho a los países pobres de África infinitamente
más desdichados y sumamente endeudados: desde los años 80 a la actualidad la
deuda ha pasado de 60 billones a 250 billones.
La
liberalización comercial y las privatizaciones – que han destruido las
economías de los países en desarrollo – son de tal injusticia y asimetría que
transfieren cada año de estos países pobres a los ricos 150 billones de
dólares.
La
retórica de buena voluntad y ayuda desde el norte rico se convierte en una
realidad de dependencia y exacción a los países pobres. Las ayudas públicas al desarrollo, en 2003, suponían 54.000 millones de
euros, pero durante ese mismo año los países pobres entregaron a los bancos de
norte rico en intereses de la deuda 436.000 millones.
La
crisis española no se ha debido al exceso de endeudamiento público, sino al
exceso de endeudamiento privado. Cuando estalló la crisis la deuda pública era
el 16% de la deuda total, ahora, equivale al 19,1% y, está creciendo al mismo
ritmo que se socializan las perdidas
privadas.
La
crisis se debe al estallido de la burbuja inmobiliaria y financiera – es decir,
a la especulación de bancos y fondos de inversión –, que los expertos que,
ahora, nos ordenan realizar los recortes dijeron que no existía. Y, está especulación ha tenido como
principales precursores a agentes privados que poseen el 80,9% de la deuda
total española.
En
primer lugar, el rescate es innecesario. Los bancos poseen 700.000 millones de
euros de accionistas – los propietarios de los bancos – e inversores que deben
ser utilizados para la liquidación de las deudas de estas entidades inviables,
al mismo tiempo que protegemos los depósitos de los clientes.
Por tanto, los Gobiernos e Instituciones
europeas están utilizando el dinero público y sacrificando seres humanos para
salvar el dinero y los intereses de estos individuos y entidades muy poderosas.
El
problema de la deuda es, por tanto, una cuestión de poder. Mientras, las
Comunidades Autónomas, siendo responsables de prestar los servicios básicos:
educación, sanidad, atención a ancianos y dependientes, etc., deben
143.000 millones, mientras que solamente, las 28 grandes empresas no
financieras del IBEX – la bolsa de Madrid – deben 604.000 millones destinados a
la especulación, la expansión y las ansias de poder de sus directivos. Por esta
razón estas empresas piden constantemente que España acepte el rescate, porque
si no están abocadas a la quiebra.
Si
se acusa a las CCAA de estar mal gestionadas y tener un gasto excesivo – cuando
su endeudamiento no llega al 13% del PIB – que podemos decir de unas grandes
empresas con un endeudamiento casi 6 veces superior y que supera en muchos
casos el 100% – en algunos casos el 500% – de sus recursos propios. Entre grandes empresas privadas y bancos –
éstos deben 1,2 billones – deben más de 1.8 billones de euros. Estas grandes
empresas y bancos no tienen problemas para financiarse a tipos de interés muy
ventajosos. A pesar de tener una deuda insostenible y unos recursos propios
insuficientes.
De
la deuda privada solo un 25,5% pertenece a las familias, el resto – el 74,5% –
de la deuda pertenece al reducido grupo anteriormente mencionado, que absorbe
la mayoría del crédito en España: bancos, grandes empresas y fortunas. ¿Quién
ha vivido entonces por encima de sus posibilidades?
Como
decíamos el problema de la deuda es una cuestión de poder: el 95% de la deuda
empresarial pertenece a las grandes empresas, que son financiadas
favorablemente por los bancos. Por tanto, nos encontramos con que más del 60%
de la deuda pertenece a un reducido grupo de intocables que forma parte de: los
‘mercados’.
No
es inocente, que las pequeñas y medianas empresas mejor gestionadas y menos
endeudadas no reciban financiación o ésta se origine a precios usureros;
simplemente ocurre que el dinero que reciben los bancos (del BCE al 1%) va a
tapar sus agujeros, o los de las grandes empresas a ellos vinculadas, o a la especulación
comprando deuda soberana al 6 ó 7%.
Cuando
los poderosos mediante sus medios de comunicación, expertos, estudios
financieros, universidades, escuelas de negocios, fundaciones, organizaciones,
etc. nos hacen sentir culpables diciendo que hemos vivido por encima de
nuestras posibilidades es importante que sepamos que el 40% de la deuda es
responsabilidad y pertenece al 10% más rico de la población; que del 20% más
rico de la población casi el 70% tiene deudas, frente al 20% más pobre, de los
que solo un 16,7% tienen deudas. Que las deudas no tiene la misma finalidad,
pues, unas han sido para especular con bienes inmobiliarios – personas con 6 o
20 propiedades inmobiliarias – y financieros y, otras, para adquirir un ‘techo’
y bienes básicos.
Desde
los países ricos se fomenta interesadamente una imagen irresponsable de las
poblaciones de los países del sur más pobre. Pero, son estos países ricos quienes han colocado a los banqueros
responsables de la crisis financiera en los puestos de mando europeos:
Draghi – presidente del BCE, fue el responsable de falsificar las cuentas de
Grecia desde Goldman Sachs –, Lucas Papademos, Mario Monti, Pedro Solbes, Luís
de Guindos y, un largo etcétera.
La
lista de bancos del norte rico que se han dedicado a la especulación financiera
con todos los bienes y en todos los mercados posibles y han tenido que ser
rescatados de la quiebra es abundante: Union Bank of Switzerland (UBS),
Leaseplan, NIBC, Aegon, SNS, Bayern LB, Dexia, Fortis ABN Amro, Hypo Real
Estate, ING National Group, JSC Parex Banka, KBC, Landesbank Baden-Württemberg,
Lloyds TSB, Northern Rock Bradford & Bingley, Roskilde Bank, Royal Bank of
Scotland, Landes-Hypothekenbank Steiermark,Commerzbank, Natixis. BNP Paribas,
Deutsche Bank. Barclays, etc. etc. etc. No están todos y faltan cientos de
bancos estadounidenses.
Alemania
ha tenido que rescatar con 340.000 millones a sus bancos en quiebra por estar
empantanados en las hipotecas basura de EEUU y, ahora, esos mismos bancos están
empantanados en las hipotecas basura españolas y los mercados de derivados
financieros. Parece que, la
responsabilidad de la clase financiera y política alemana brilla por su
ausencia.
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