martes, 29 de enero de 2013

MADRID: MENOS HOSPITALES Y MAS MAFIAS


 

La Asamblea de Madrid aprobó el pasado 27 de diciembre ceder 6 hospitales y 27 centros de salud de la red sanitaria pública Madrid a empresas privadas, para que los gestionen con cargo al presupuesto público. La razón esgrimida para justificar semejante medida es que permitirá un importante ahorro en el presupuesto sanitario pero, tras no poca resistencia a cuantificarlo, el Gobierno de Madrid estimó finalmente que serían unos 200 millones de euros al año.

La cifra no es desdeñable en estos tiempos de crisis y las razones del Gobierno podrían ser creíbles si no fuera porque en la misma sesión parlamentaria, y sin que nadie pareciera ruborizarse, se aprobaron reducciones fiscales al juego por valor de 1.800 millones de euros.

¿Hay que hacer semejante movida en la sanidad para ahorrar 200 millones y se perdonan al mismo tiempo y de una tacada miles de millones a un sector tan improductivo y socialmente corrosivo como es el juego? ¿Dónde está la racionalidad económica de esta política?

Porque el traje a medida que el gobierno regional ha hecho al magnate del juego Sheldon Adelson para que instale Eurovegas en Madrid incluye rebajar del 45% al 10% el tipo impositivo de las ganancias del juego, que se calcularán sobre una base imponible también rebajada, además de bonificaciones de hasta el 95% en los impuestos de bienes inmuebles, actividad económica y transacciones patrimoniales. ¿Cómo es posible mantener que hay que privatizar hospitales para conseguir un ahorro que se presenta como ineludible y hacerle al mismo tiempo un regalo económico de esa magnitud al magnate del juego?

Ambas medidas se han presentado como beneficiosas para la sociedad, cuando en realidad esconden una escandalosa transferencia de recursos públicos a grandes corporaciones privadas. Y ambas tienen consecuencias irreversibles.

En el caso de la sanidad, la decisión implica un cambio de modelo que introduce de forma generalizada la lógica del lucro privado en la gestión de la sanidad pública. Esto supone la ruptura de un sistema que ha demostrado poder ofrecer muy buenos resultados con un coste moderado en comparación con los que se aplican en los países de nuestro entorno.


La medida se ha aprobado sin aportar ningún estudio concluyente que demuestre, no ya el ahorro estimado, sino la supuesta mejora en la gestión que se atribuye a la iniciativa privada.

La lógica indica que a ese ahorro de 200 millones habrá que añadir el margen de beneficio que las empresas adjudicatarias querrán obtener por su actividad, de lo contrario no optarían al concurso. ¿En cuánto podemos estimar ese margen: un 10%, un 15% del presupuesto que gestionen, tal vez? ¿De dónde saldrán esos dividendos? Vista la experiencia británica tras las grandes privatizaciones realizadas bajo el Gobierno de Margaret Thatcher, no resulta difícil deducir de dónde saldrán: de la calidad asistencial.

En el caso de Eurovegas, lo que se ha perdido es la dignidad de la política. Y eso también es irreparable. Es un precedente que instaura un modelo de gestión de la cosa pública con grandes dosis de arbitrariedad. El mensaje que se lanza es que cualquier normativa, ya sea fiscal, laboral o urbanística, puede ser sacrificada en aras a unos supuestos beneficios económicos. ¿Hasta dónde podemos llegar en la aplicación de esta lógica perversa? ¿Qué otros sacrificios se podrán pedir mañana? ¿Ha calculado la Comunidad de Madrid cuánto le va a costar al erario público cada uno de los empleos prometidos en Eurovegas? ¿Ha calculado cuál va a ser el beneficio neto de Adelson y cuánta riqueza se llevará a otra parte gracias a esos privilegios?

Lo ocurrido en esa sesión parlamentaria es un excelente ejemplo de cómo se pueden aprobar medidas contrapuestas con el mismo argumento y cómo se puede apelar a la racionalidad económica para justificar decisiones que no la tienen en absoluto.

 

Se han emprendido recortes y reformas legales que suponen un cambio de modelo en el Estado de Bienestar, y todas estas medidas se han justificado en la necesidad de salir de la crisis. Todo vale con tal de crear empleo, se dice. Pero ni se sale de la crisis ni se crea empleo. Y si algún día cambia el ciclo y se crea empleo se dirá que ha sido gracias a estas medidas, pero no se dirá que ha sido al precio de renunciar a un modelo cuyos evidentes beneficios sociales la economía ultraliberal ignora por completo porque solo ve lo que le interesa.

Todo lo que viene sucediendo en este país lo pronosticamos hace mucho tiempo ciudadanos del montón, no por pesimistas sino por haber casi doblado el ecuador de la vida...

Y es que, lamentablemente, quienes deciden el destino de este pueblo de pueblos nunca son ni precavidos ni prudentes. Son incompetentes de mediana edad. Por eso les desbordan los acontecimientos y nos hacen a todos víctimas de su malicia, de su estulticia o, sencillamente, de su vanidad.

El caso es que ahora, después de haber sido esos sucesivos dirigentes incapaces de calcular que el Estado, las Autonomías, los Bancos y la ciudadanía, el país entero, estaban gastando más que como ricos repentinos como verdaderos locos -y ello a costa de contraer una deuda con otros que sería imposible devolver-, proyectan establecer en un lugar desgraciado de la topografía de Madrid una isla donde los placeres convirtieron a Pinocho en asno: Eurovegas.

Los neoconservadores quieren actividad a cualquier precio, aunque sea rastrera. Poco les importa que la mayoría de esos trajines que ellos llaman empleo, habrán de ser sumergidos, estarán relacionados con el vicio y con la delincuencia, y serán escuela de guardaespaldas, de matones, de pistoleros y de proxenetas... sin nómina. Eurovegas será el ejemplo vivo de hasta qué punto esta cuadrilla de fariseos es capaz de prostituirse por un voto y vender su alma al diablo. Luego se confesarán con el siniestro cardenal que, aunque condene en público el proyecto contribuye en privado poderosamente al plan neoliberal, y en paz.

        Para colmo de torpezas, el maldito proyecto ha de contar con 4 mil millones aportados por un Estado virtualmente en bancarrota, con numerosos competidores de juegos de casino por internet, y cuando se negocian numerosos despidos con empleados del Casino de Madrid.

       En suma, Eurovegas será, como ya lo son esos aeropuertos fantasmales y tantas otras costosísimas, inútiles o superfluas obras públicas repartidas por la geografía de este país, otro monumento más al despilfarro, a la necedad y a la absoluta decadencia.

 

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