Los
autobuses en la comunidad valenciana, gobernada por la mayoría absoluta del PP,
exhiben anuncios de explotación sexual: clubs de alterne, casas de citas,
teléfonos eróticos y toda la vomitiva parafernalia del llamado “sexo de pago”.
Con
anterioridad, bajo la excusa de que “ofende sentimientos”, había sido prohibida
la publicidad librepensadora y atea, impulsada por el científico Richard
Dawkins.
La
cuestión, parece ser, fue destapada por el diario Público. Las autoridades
políticas valencianas alegaron: “hombre, no todos los autobuses llevan esa
publicidad… además los transportes públicos lo gestionan empresas privadas”,
así como otras argumentaciones tan ramplonas como hipócritas.
Sin
perjuicio de que el escándalo pueda forzar la retirada de esos reclamos
ignominiosos, la actitud de esta derecha conforma una foto finish de cinismo y
caspa. Y bien podría titularse: ¡Hija mía, antes puta que atea; Hijo mío… antes
te quiero putero que ateo!
Sí,
por una parte los mensajes de librepensadores, ateos y agnósticos (incitando a
la reflexión antes que a la superstición y el fanatismo) eran censurados; por
otro lado, las autoridades de la derecha consentían que unas empresas
(¡privadas, cómo no!) se lucraran con anuncios de esclavitud sexual.
Obviamente,
en la derecha saben que la prostitución es un Leviatán que se alimenta en su
mayor parte de dinero negro. ¡Y cuánto babea la derecha española y sus
“emprendedores” con el “dinero en B”!
En la
comunidad valenciana, endeudada hasta las pestañas y con el fraude fiscal
disparado por el estrépito de la burbuja inmobiliaria y la corrupción, el “sexo
de pago” encarnará, sin duda, un práctico desagüe para el dinero ennegrecido.
Además, ¿qué van a hacer tantos “emprendedores” de la construcción y los
contratos públicos con los billetes de 500 euros?... ¡pues “irse de putas”,
claro!
Y ahí
entrarán en escena otros “emprendedores”, “creadores de empleo y riqueza”: las
empresas que cubren los autobuses con anuncios de “relax”.
Todo
lo anterior evidencia la carcoma moral que corroe la sociedad de “libre mercado”.
Y no aludo a la moral de incienso, misas y obispos bujarrones, sino al sentir
de cualquier persona de bien.
En
efecto, detrás del teatro de la prostitución hierven unas bambalinas sórdidas: de
penurias económicas, inmigración, millares de desplazados (por acciones
humanitarias de la OTAN, eso sí), malos tratos paternos y conyugales, carencias
afectivas, discapacidades mentales, consumo de lo que el “mercado” impone como
necesario (ropa de marca, Zapatos X, etc), dependencia de las drogas, embarazos
no deseados…
¿Consecuencias
de la prostitución? Muchas y perversas: aislamiento de la familia (en este tema
la “familia” no parece importar mucho a la derecha), incremento del consumo de
drogas, sometimiento a la ley del silencio y la fuerza bruta, baja autoestima,
depresiones, suicidios, rechazo social, naufragio en los proyectos de vida,
trata de blancas, proxenetismo, secuestros, tráfico de estupefacientes,
desigualdad social, marginalidad, aumento de las ETS (hepatitis, SIDA, etc.)…
Una maravilla. Pero, eso sí, no olvidemos que “hombre, todos los autobuses no
llevan esa publicidad y, además, son empresas privadas”.
Por
el contrario, como ya expuse, quedan vedadas (porque “ofenden sentimientos”)
las ideas de librepensamiento emanadas de mentes privilegiadas como las del
científico Richard Dawkins, el premio Nobel de la Paz Bertrand Russell, la
filósofa Julia Kristeva, el economista Walter Baier, y otros ilustres ateos,
agnósticos y librepensadores: Charles Darwin, Thomas Edison, Sigmund Freud,
Woody Allen, Lenny Bruce, Charlie Chaplin, Chapman Cohen, Epicuro, Luis García
Montero, Albert Einstein (que siempre declaró su ateísmo y le desagradó la
manipulación de su frase “Dios no juega a los dados”), Stephen Hawking, Carl
Sagan o tantas mentes libres y honestas.
Sí, a
esta derecha de corruptela en obra pública, mantilla, peineta, “no sé, depende,
ya veremos” y publicidad de prostitución, no le gustan los que denuncian a la
religión como una sarta de sandeces, fantasías, superchería y superstición… no
le gustan, obviamente, los ateos y librepensadores.
Y ya
solo les falta exclamar: “¡hija mía, antes te quiero ver puta que atea; hijo
mío… antes putero que ateo… ite, missa est!”.
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