sábado, 22 de septiembre de 2012

¿SOBRAN POLÍTICOS O “TERTULIANOS” Y “OPINADORES”?

        
Los españoles creen que los políticos son parte del problema, no de la solución de la crisis. Esa sensación queda patente en todos los sondeos del CIS al menos desde los primeros meses de 2010. Lo malo es que ha arraigado en la ciudadanía la idea de que hay demasiados políticos y que todos ellos forman una élite privilegiada que no sufre los efectos de la crisis. Al calor de esa indignación, se ha extendido un dato tan falso como absurdo: en España hay 445.000 políticos. Lo cierto es que no los hay y nunca los ha habido.
            En los últimos meses, por ejemplo, ha circulado por internet este rumor. La fuente era una página web sensacionalista que, sencillamente, se inventó los datos. En realidad, y según los datos aportados por el Estado, hay un total de 73.500 políticos, incluyendo en esta suma a senadores, diputados provinciales, autonómicos y del congreso, concejales y alcaldes.
            En una información de ABC se da una cifra diferente en el titular: “Un Estado que cuesta medio billón al año y tiene 80.000 políticos para gobernarlo”. El artículo pretende promover la idea de que el Estado autonómico es insostenible al existir estructuras políticas duplicadas que deberían simplificarse para ahorrar dinero. Incluye una infografía que detalla el número de cargos políticos electos: 73.515. El dato procede de la suma de 350 diputados del Congreso, 266 senadores, 1.218 diputados autonómicos, 1.810 consejeros comarcales (en Aragón y Cataluña) 1.409 diputados provinciales y consejeros insulares, y 68.462 alcaldes y concejales.
            La cifra mayor procede del censo de alcaldes y concejales. En las últimas elecciones de 2011, se eligieron 68.462 concejales en 8.116 municipios. 4.731 de esas localidades tienen menos de mil habitantes. ”El 90% de los alcaldes y concejales de España, que gobiernan los más de 7.700 municipios de menos de 20.000 habitantes, no tienen sueldo, no cobran”, según la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP). Hay que suponer que un número alto de alcaldes y concejales de las ciudades de más de 20.000 habitantes, pero no todos, reciben algún tipo de remuneración. En España hay unos 400 municipios en ese caso.
            Desde luego que estas cifras no agotan el debate, pues de hecho queda pendiente reflexionar acerca de si algunas instituciones deberían reconfigurarse y de si algunos sectores concretos de los políticos (como los alcaldes de grandes municipios o los diputados) tienen remuneraciones excesivas en comparación con el rendimiento ofrecido. Pero lo que está claro es que el populismo de derechas que centra sus críticas en la clase política no está racionalmente justificado, precisamente porque es obvio que los políticos pueden ser culpables de la crisis por la naturaleza de sus decisiones y no por el hecho de ser políticos.
                        
            De hecho, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) la llamada clase política está en las horas más bajas de su historia reciente. Una historia en la que pueden diferenciarse tres etapas. Desde 1991 hasta 1996 sufrió enormes críticas de los españoles, coincidiendo con una percepción muy negativa de la evolución económica. Por el contrario desde 1996 hasta 2005, coincidiendo con la etapa de la burbuja inmobiliaria y una percepción muy positiva de la economía, los políticos estuvieron muy bien valorados. Desde entonces, y paralelamente al desarrollo de la crisis, el apoyo de la clase política ha entrado en una espiral descendente que parece no tener fin. 
            Esto demuestra que los españoles no valoramos a los políticos directamente por sus actos, puesto que de lo contrario no tendría ningún sentido que en el período de mayor corrupción en España –con su burbuja inmobiliaria y la afluencia de ingentes cantidades de dinero que ahora toca devolver– los políticos hayan sido vistos con tan buenos ojos. Al contrario, realmente los españoles valoramos a los políticos de acuerdo con el estado de nuestras propias condiciones de vida. Si vivimos cómodamente, con empleo y bienestar material suficiente, deducimos que los políticos lo están haciendo bien; si vivimos con dificultades, sin trabajo y sin expectativas de futuro, deducimos que la culpa es de los políticos. Y todo ello con independencia de si realmente son corruptos, honrados, privilegiados o humildes.
            Lo que es indudable es la pésima imagen de los políticos. Cuando algunos políticos extienden la idea tan citada de que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, los ciudadanos responden que si eso es cierto, ha sido por decisiones tomadas por los políticos para asegurarse la victoria en las elecciones. El origen de la crisis económica no está tanto en el sueldo de los políticos o en la financiación de los partidos, sino en lo que los gobiernos han hecho con los fondos públicos que salen de los contribuyentes.
             Culpar a los políticos, funcionarios o sindicalistas, como elementos visibles y más expuestos a la crítica, es una reacción natural o primaria ante la creciente desesperación. Y sin duda es también fuente de un gran número de votos, a pesar de ser a todas luces una argumentación desprovista de un mínimo de racionalidad. Desgraciadamente hay partidos y organizaciones que explotan este hecho y mantienen un discurso de esta naturaleza con el objetivo de ganar poder y sin que realmente se pretenda resolver el verdadero problema de nuestra economía. Caer en los brazos de ese populismo es errar el disparo y obviar las soluciones que necesitamos, pero es ante dodo, tomar partido por la antipolítica y una peligrosa senda de soluciones impulsivas e irracionales.
         Me viene a la memoria, aquella expresión atribuida a Franco, cuando decía a un colaborador, “Vd. Haga como yo, no se meta en política”.
 

 
            De hecho la frase venia a sintetizar todo el pensamiento fascista Joseantoniano, que inspiró el golpe de estado militar y la consecuente guerra civil que terminó con la democracia en España por un período de 40 años. Para la derecha española, la política democrática es el gran inconveniente, que limita y coarta el mantenimiento del poder real de unos pocos sobre la mayoría.
            Desde el momento en que se recupera la democracia en España y en particular a partir de 1982, cuando el PSOE accede al gobierno, bajo el lema no de ser el gobierno del pueblo, sino que el pueblo sea quien gobierne, se desata una gran campaña mediática de desprestigio a la clase política en general, magnificando los errores, sobre todo los de la izquierda, recuperando la táctica fascista del período autocrático de relacionar política con corrupción. La expresión, “Todos son iguales” cuando un caso de corrupción ve la luz, es altamente significativo de la mala intención de quien mueve los hilos de los medios de comunicación, que muy bien sabe no es un problema generalizado.
            Si es verdad que la corrupción y un exceso de confianza en personas que no lo merecían fue la responsable de la caída del gobierno de Felipe Gonzalez en 1996, casos como los Roldan o el GAL, fueron paradigmáticos en este hecho. Sin embargo, y aquí viene lo más curioso a mi entender, en los siguientes 8 años de Aznarato, cuando la corrupción adquiere carta de naturaleza, dentro de una impresionante burbuja inmobiliaria, y el socialismo reforma sus estructuras para echar a los corruptos de su seno, cuando estalla un nuevo caso, en los medios y en la mentalidad de muchos ciudadanos, se recuerdan los del gobierno socialista anterior, y empieza a sonar la frase. ”Es que todos son iguales”, como una manera de tapar o disimular lo que está pasando.
            Durante el gobierno Zapatero, y quizás por el hecho que los socialistas habían aprendido la amarga lección, pocos son los casos de corrupción en sus filas, y aunque estos, intentan ser magnificados por la derecha en la oposición y sus medios más afines, la reacción del PSOE, expulsando ipso facto a los implicados y colaborando estrechamente con la justicia para el esclarecimiento de los hechos, no consigue neutralizar la mala fama implantada en la mentalidad de los ciudadanos, sobre la clase política en general que, sorprendentemente en el mes de noviembre del pasado año 2011, otorga la mayoría absoluta al Partido Popular, el más enfangado en el pantano de la corrupción en nuestro país.
            Lo curioso es que cuando se generaliza lo malo en la política, quien acaba llevándose el gato al agua es siempre la derecha, cuestión que me sugiere la irresponsabilidad de algunos movimientos de carácter anarquizante, como podría ser el 15M que, con sus mensajes más o menos ambiguos en este sentido, acaban entregando el poder al enemigo que dicen combatir. 

         Los islandeses a los que se pone como modelo de la salida democrática de la crisis, lo primero que hicieron fue hacer saltar por los aires al gobierno derechista que les había conducido al caos, y entregar su confianza a un gobierno de izquierdas. Siguieron manteniendo su confianza en el sistema democrático y en la política. Nuestros vecinos los franceses con su asistencia mayoritaria a las urnas, (más del 80% de participación en las dos vueltas), y la elección de un presidente de izquierdas, son también un ejemplo de confianza en que en la política se encuentra la solución.
            Creo sinceramente en la política y en su capacidad para generar cambios, por eso los jóvenes que participan activamente de la política deben de ser capaces de transmitir al resto de la juventud que la política es el camino necesario por el que ha de transitar un cambio que nuestro país necesita de forma imperiosa.
            Mientras tanto, la sociedad observa con preocupación una situación que ha pasado de ser un drama económico para convertirse en un drama social.
            Pero aquí parece que nos dejamos engañar y nos negamos a ver donde están los verdaderos responsables del desastre. Cuando empiece a oír diatribas, contra los Botin y demás banqueros, contra una Iglesia en extremo favorecida, contra los corruptos que siguen amparados en sus áreas de poder, además de distinguir entre unos y otros políticos, empezaré a ver la salida del túnel de este marasmo donde nos encontramos






 

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